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plaga de trabajo infantil en salvador


[Kevin Sullivan] El Chaparral, El Salvador. El trabajo en las plantaciones de caña de azúcar provoca lesiones y perpetúa la miseria. Jesús Franco, 14, tiene cicatrices que lo cruzan de un lado a otro desde los tobillos hasta los muslos, y más todavía en sus pequeñas manos. Lleva la mitad de su vida llena de largos días cortando caña de azúcar. Para probabrlo ahí están las cicatrices de heridas causadas por el machete, como las de sus cuatro hermanos y hermanas, de edades entre los 9 y los 19. Todos trabajan en los sofocantes campos de caña.
"No me gusta el trabajo, es sólo por el dinero", dijo, sentado afuera de su diminuta casa en esta húmeda aldea, 48 kilómetros al norte de San Salvador, la capital. El Chaparral es un lugar lleno de lodo, moscas y perros macilentos, rodeado por todas partes por inmensos campos de caña de azúcar, la planta de hojas lanceoladas que es el alma de las 70 familias del villorrio.
La historia de Jesús se repite incontables veces a través de América Latina, donde se encuentra trabajando en las plantaciones de caña de azúcar a niños incluso más jóvenes que él, a cambio de sueldos de hambre. En la región, según un informe de 2002 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la agencia de Naciones Unidas encargada de formular normas mundiales de derechos laborales básicos, trabajan más de 17 millones de niños de edades entre los 5 y 14 años.
El trabajo infantil perpetúa la pobreza porque condena a la generación más joven a los mismos trabajos físicos mal pagados de sus padres, a menudo a expensas de la educación, de acuerdo a expertos en el tema de la pobreza. Debido a que los niños tradicionalmente ganan menos que un adulto haciendo el mismo trabajo, la utilización masiva de trabajo infantil mantiene bajos los salarios, dicen analistas del trabajo.
Aunque los niños también se emplean en las cosechas de café, cebollas y tomates, el trabajo en las plantaciones de caña de azúcar se considera que el trabajo es mucho más peligroso y agotador.
Alrededor de cinco mil niños de edades inferiores a 18 años se encargan del peligroso y agotador trabajo de plantar o cortar caña de azúcar en El Salvador, muchos de ellos niños de apenas cinco años con machetes de 30 centímetros de largo, de acuerdo a entrevistas aquí y a un informe presentado el jueves por Human Rights Watch.
"El uso del trabajo infantil es endémico en el cultivo de la caña de azúcar", dijo Michael Bochenek, principal autor del informe del grupo de derechos humados con sede en Nueva York. Human Rights Watch declaró que las plantaciones de azúcar donde se utilizaba masivamente trabajo infantil eran propiedad tanto de individuos como de pequeñas cooperativas salvadoreñas. Los peones de las plantaciones dijeron que no sabían quién era el dueño de la tierra donde trabajaban por el jornal.
Después del café, el azúcar es el segundo producto agrícola más importante de El Salvador. Pero hay un excedente de azúcar en el mercado mundial y el precio ha caído de 9 centavos la libra en 2001 a alrededor de 7 centavos ahora.
Los trabajadores de las plantaciones de caña de azúcar, incluyendo a los niños, usan machetes para cortar los duros y puntudos tallos de la caña en campos tan densamente plantados que queda poco espacio para moverse. Los niños y miembros de las familias dijeron que los cortes que requieren ser tratados con puntos son cosa común en los campos y que muchos más niños sufren quemaduras debido a los fertilizantes cáusticos que deben esparcir con las manos.
Human Rights Watch acusa al gobierno salvadoreño, a la industria azucarera y a las compañías que finalmente compran el azúcar refinada, entre ellas Coca-Cola Co., de no hacer lo suficiente para terminar con el trabajo infantil en los campos.
En lugares como El Chaparral es evidente que las familias dependen del trabajo infantil, ya que no hay otros medios de subsistencia.
"Me gustaría que tuvieran trabajos más livianos, pero necesitamos el dinero", dijo Teodora López, 47, madre de Jesús, cuyos cinco hijos trabajan en las plantaciones. Dijo que durante la cosecha de invierno los niños pierden tres meses de escuela porque después de las jornadas de trabajo de entre seis y nueve horas están demasiado cansados como para estudiar.
A veces, su hijo Ernesto, 9, llora y se queja cuando él y sus cuatro hermanos y hermanas deben subirse a una sola bicicleta a las cinco de la mañana y pedalear media hora hasta la plantación. "Me duele verlo partir así, pero tiene que hacerlo", dijo Franco. Dijo que sus hijos llevan a casa 150 pesos cada mes, de noviembre a marzo, lo que constituye el único ingreso estable anual de la familia.
Bochenek dijo que los capataces de muchas de las pequeñas cooperativas de azúcar del país, que suministran caña no procesada a los molinos, "hacen la vista gorda" ante del trabajo infantil. Él y otros pesquisadores entrevistaron a más de 30 niños, que sufren rutinariamente cortes profundos.
Bochenek dijo que la industria azucarera de El Salvador fue elegida para ser examinada de más cerca debido a que sus problemas son "representativos de la región". El azúcar es también una importante cosecha en la mayoría de los países de América Central y el Caribe. Bochenek dijo que el salario promedio de un trabajador de la caña de azúcar en El Salvador es de alrededor de 75 pesos al mes, lo que "no es ni siquiera suficiente para pagar los alimentos básicos".
Los padres entrevistados en El Chaparral dijeron que continuarán enviando a sus hijos más pequeños a los campos, pues ayudan a sus familias a satisfacer sus cuotas diarias. A los niños se les paga sólo cuando cumplen diez años de edad, dijeron los padres. Se les paga el equivalente de 4 pesos por un día de nueve horas; los niños más chicos comparten a veces un jornal, de acuerdo a los entrevistados.
"Me gusta ir porque así estoy con mi padre", dijo Miguel Ángel Orellano, 9, que dijo que su padre le da un peso al día por ayudarlo a cortar caña. Miguel Ángel es uno de ocho niños de esta familia que trabajan en las plantaciones. Su hermana Rosa María, 19, estaba cerca; tenía gruesas cicatrices y sus manos y brazos estaban cubiertos por un sarpullido rojiblanco. Dijo que le había surgido después de esparcir fertilizantes la semana pasada. Dijo que estaba plantando caña desde los 12.
Walter Palacios, director de servicio social en el ministerio salvadoreño del Trabajo, dijo que el gobierno estaba trabajando en erradicar el problema. Dijo que el trabajo infantil también persiste en las industrias pesquera, de recolección de basura, prostitución y fuegos artificiales.
"No es sólo un problema económico; también hay factores culturales", dijo. "Es muy importante que haya un plan conjunto de todas las partes para mejorar la situación de esos niños".
"Por supuesto", dijo, la ayuda de grandes compañías como Coca-Cola "mejoraría la situación".
El informe de Human Rights Watch no acusa a Coca-Cola de violar la ley, pero sí pide a la compañía que reconozca su responsabilidad".
Carol M. Martel, directora de relaciones públicas de Coca-Cola en Atlanta, dijo en una carta a Human Rights Watch que la compañía no aprueba el trabajo infantil y que maneja una política estricta con sus proveedores directos contra el uso de trabajo infantil. Dijo que no había pruebas de que se usara trabajo infantil en la refinería salvadoreña que usa la compañía o en el molino que provee de azúcar a la refinería. También dijo que la compañía no tiene contratos directos con las cooperativas de azúcar que proveen de caña bruta al molino.
Bochenek dijo que la posición de Coca-Cola no era la apropiada. "Coca-Cola tiene la responsabilidad de asegurar que no sólo sus proveedores directos sino en toda la cadena de la oferta no violen derechos humanos, particularmente cuando hablamos de un ingrediente primario como el azúcar", dijo.
En una declaración a The Washington Post, Coca-Cola dijo su capacidad "de ayudar a solucionar esos problemas fundamentales de las tradiciones y normas que persisten en medios rurales es limitada". Dijo que continuaría su vieja tradición de apoyar iniciativas educativas "en las comunidades donde hacemos negocios".

10 junio 2004
©washington post ©traducción mQh"

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