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difícil reto para provincia chií


[Bruce Wallace] En Maysan, la resistencia a ser gobernados por extranjeros plantea problemas para las tropas británicas y subraya la incertidumbre sobre el futuro de Iraq como un estado viable.
Amarah, Iraq. El general de brigada Abdul Hussain Mahmoud Badar llegó desde Bagdad la semana pasada al desolado paisaje lunar de Maysan para hacerse cargo de la recién formada Brigada Nº73 de la guardia nacional iraquí. Lo visitaron tres hombres de la localidad.
Vuelve a Bagdad, le dijeron. O te mataremos.
El general huyó el mismo día, otro emisario más de otro régimen en Bagdad al que mandaban a hacer las maletas en la provincia iraquí que tiene fronteras con Irán.
"Fue un mensaje de toda la gente de Amarah", dijo Hassan Nagem, un biólogo de 29 años de esta polvorienta capital provincial de unos 400.000 habitantes. "Tenemos miedo de que la guardia nacional se transforme en un nuevo Saddam, porque recibe sus órdenes de Bagdad. Nosotros queremos elegir a nuestros propios jefes".
Se esperaba que hubiera resistencia al gobierno interino iraquí en el Triángulo Sunní, donde Saddam Hussein tenía apoyo. Pero esta es una provincia predominante chií. La desconfianza del gobierno -dirigido por un chií, Iyad Allawi- subraya una creciente incertidumbre sobre el futuro de Iraq como un estado viable. A medida que el país se acerca hacia las elecciones de enero, muchos temen que Iraq pueda desenhebrarse en un conglomerado de tribus regionales, grupos religiosos y comunidades étnicas.
Esas dudas se extienden a esta provincia furiosamente independiente, que ni siquiera Hussein y su Partido Baaz controlado por los sunníes pudo dominar completamente, sin importar los agentes que envió para terminar con los opositores, ni la gente de la localidad que mató en la resistencia que opuso la región durante años.
Ahora el ejército británico se enfrenta a la tarea de imponer orden en esta cultura de la resistencia. Las tropas británicas entraron a Amarah varios días después de que Hussein fuera derrocado el año pasado. Los habitantes de Amarah, todavía pestañeando ante la poco usual luz de libertad, vieron repentinamente a nuevos ocupantes tomando posiciones.
"En Basra al menos pudimos decir que liberamos a la gente", dijo el mayor Harry Lloyd, del Primer Batallón de Guardias de Gales, el contingente británico responsable ahora del orden público en la provincia. "Pero cuando llegamos a Amarah, la opinión de los vecinos era: ‘¿Qué hacen aquí? No les necesitamos'".
Desde entonces, la opacidad de los rencores locales, traiciones y cambio de lealtades se lo ha puesto extremadamente difícil a los británicos y a los equipos de reconstrucción enviados desde Bagdad para controlar la región. La provincia sigue en manos de milicias privadas, políticas y tribales, que luchan unas con otras por influencia -así como contra los británicos cuando estos se ponen en el camino.
Contra esa amenaza los británicos han desplegado un solo grupo de combate, una delgada fuerza de unas 550 tropas de combate para patrullar una región del tamaño de Irlanda del Norte, donde se necesitaron más de 13.000 soldados para hacer frente a los grupos paramilitares durante los peores años de ‘los Problemas'.
Es un paisaje difícil para hacerse sentir. El sector británico se extiende desde los pantanos drenados por Hussein en el sur hasta la montañosa frontera iraní más al norte, con sucias planicies en el medio.
La provincia está bisecada por la Ruta 6, una infame carretera que corre paralela al flujo del Río Tigris y conecta a Maysan con el centro comercial de Basra al sur. Se ha transformado en un centro de robos de coches, secuestros y asesinatos, transitada sólo por los valientes y los bien armados.
Las tribus de árabes de los pantanos marsh* que viven ahora en una desesperante pobreza han transformado el robo de coches en una industria casera, robando vehículos que venden de vuelta a sus propios propietarios.
Entretanto, los contrabandistas introducen armas, drogas y cualquier cosa de valor a lo largo de accidentados caminos desde el vecino Irán, alimentando los rumores de que agentes iraníes están importando en Iraq el asesinato y el caos a través de Maysan.
A lo largo de estas rutas, agentes de policía y guardias nacionales iraquíes ofrecen sólo una protección simbólica. Los agentes, usualmente repatingados en sus sillas, apenas si levantan una mano para dar señalización a los coches.
"¿Cuántos coches han controlado hoy?", preguntó una tarde de la semana pasada un soldado británico a un guardia nacional en un puesto de control. "Ninguno", replicó el iraquí con una sonrisa, mirando tímidamente mientras el soldado le enseñaba cómo revisar un coche.
Funcionarios civiles de la reconstrucción y el ejército británico se desesperan ideando proyectos que puedan aliviar las tensiones en la provincia poniendo a trabajar a los miles de jóvenes desempleados -y armados.
Pero la reconstrucción privada ha dado feos tropezones. Un equipo de supervisión llegó a Amarah este mes para controlar las reparaciones supuestamente en curso de 39 escuelas. Encontraron sólo tres donde había alguna obra en ejecución. Siemens ha instalado un nuevo generador de energía en las afueras de la ciudad azotada por la violencia de Majar Kabir, pero la compañía dice que es demasiado peligroso enviar a un ingeniero que se ocupe de hacerlo funcionar.
Por su parte, el ejército británico ha comenzado un modesto proyecto de medio millón de dólares para contratar a la gente más pobre de Amarath para que limpien las calles y el alcantarillado. Se habla con una discreta esperanza de desarrollar la exportación de ladrillos, producidos por hileras de fábricas dickensianas en las afueras de Amarah, cuyas chimeneas se elevan como dedos ennegrecidos en el horizonte cubierto por una niebla de un acre hollín.
Pero de momento lo que exporta Maysan son combatientes. El belicoso clérigo chií Muqtada Sáder goza en Maysan de un considerable apoyo, y muchos hombres de la provincia viajaron al hogar espiritual de Sáder en Nayaf el verano pasado para tomar las armas contra las tropas norteamericanas.
Los partidarios de Sáder libraron una serie de batallas menos publicitadas en Maysan contra los soldados británicos del Regimiento Real de la Princesa de Gales, enfrentamientos que empezaron en abril y culminaron en agosto con un tiroteo en un cruce que los británicos llamana Danny Boy, justo al norte de Majar Kabir. Los británicos mataron a más de cien iraquíes, y algunos soldados terminaron los combates con bayoneta cargada persiguiendo a los últimos iraquíes.
La temperatura ha descendido algo desde entonces. Majar Kabir sigue estando fuera del control de las tropas británicas, aunque tienen planes de volver antes de las elecciones. Y después de librar batalla durante meses para retener su posición en un recinto en la principal calle de Amarah, los británicos se cansaron de tener que hacerse camino peleando cada vez que necesitaban salir para re-aprovisionarse y se retiraron de la ciudad a una base cerca del aeropuerto.
Los recién llegados Guardias de Gales ya no patrullan en Amarah en sus vehículos blindados Warrior o en sus tanques Challenger. En lugar de eso, patrullan a lo largo de los suaves colinas de arcilla de las afueras de la ciudad, observando a través de equipos infrarrojos que son buenos para detectar potenciales atacantes, pero no ofrece ninguna visión del subterráneo mundo de alianzas políticas cambiantes.
El teniente coronel Ben Bathurst, el oficial británico a cargo, insiste en que tiene suficientes fuentes locales que le proporcionan información para mantener estable la provincia. "Tenemos mejores datos aquí que en otros frentes, porque aquí la gente da a conocer sus intenciones", dijo irónicamente. "Si en Amarah alguien te quiere matar, te lo dice a la cara".
Sin embargo, las varias facciones de Maysan parecen preparadas para tolerar a regañadientes la presencia británica, de momento.
"No, no. No queremos que se vayan los británicos", dijo Hassin Arhayf Jassam, miembro del Consejo Provincial de Gobierno, que fue él mismo revisado en la lotería de los puestos de control británicos en una calle la semana pasada. "No todavía".
"Incluso Sáder sabe que es imposible vivir aquí ahora sin los británicos", dijo Alaa Mohsin, 35, un maestro de inglés de una escuela primara, mientras miraba el polvo que había levantado una patrulla británica, al mediodía. "Algunos viejos baazistas todavía rondan por ahí.
"No tenemos problemas con los sunníes, sólo con los agentes del antiguo régimen", dijo. "Esperamos que Iraq se mantenga unido. Todavía no estamos preparados para luchar contra todos".

18 de noviembre de 2004
19 de noviembre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh
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