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tropas de paz violan en congo


[Marc Lacey] Violaciones y sexo obtenido a cambio de comida hacen plaga entre las tropas de Naciones Unidas estacionadas en el Congo.
Bunia, Congo. En u rincón de la tienda donde dice que un soldado la violó, Helen, una frágil niña de quinto básico de ojos grandes y piernas esqueléticas, recuerda haber visto un casco azul.
El soldado de las tropas de intervención de Naciones Unidas que le arrancó la ropa usó una taza de leche para lograr que se acercara, dijo, con su voz aguda, moviéndose nerviosamente mientras habla. Era su bebida favorita, dijo, pero su familia no la podía pagar. "Estaba muy contenta", dijo.
Después de que la hubo bebido, el soldado extranjero arrojó a Helen, 12, en la cama, dijo. Una hora más tarde le dio un dólar, puso un dedo sobre los labios y la empujó fuera de la tienda, dijo ella.
En el mismo puesto de avanzada al este, otro soldado de Naciones Unidas, incapaz de comunicarse con una niña swahili, de 13 años, que pasaba por ahí, le mostró una galleta y le indicó con gestos que se acercara. Cuando la niña, Solange, contó el incidente con lágrimas en los ojos al día siguiente, el soldado la agarró. Ella también, dijo, fue violada.
Naciones Unidas declaró hace poco que había inventariado 150 acusaciones de abusos sexuales cometidos por tropas de paz de Naciones Unidas asignadas en el Congo, muchas de ellas aquí en Bunia donde la población ha sufrido espantosas atrocidades cometidas por soldados locales. La violación de mujeres y niñas es una táctica común en la guerra en las selvas orientales del Congo, y la practican las numerosas milicias en conflicto. En Bunia, un proyecto gestionado por UNICEF ha tratado a 2.000 víctimas de violencia sexual en los últimos meses. Pero no son sólo los milicianos los que han estado cazando mujeres. También, según dicen mujeres de la localidad, algunos soldados que llegaron para mantener la paz.
El secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, dijo recientemente que había "claras evidencias de actos de grave mala conducta" en la misión de Naciones Unidas en el Congo, que comenzó a principios de 2000 y es conocida por su acrónimo francés MONUC. Annan agregó: "Es vergonzoso que Naciones Unidas tenga que decirlo, y estoy absolutamente indignado de que haya ocurrido".
Puede resultar imposible para los investigadores de Naciones Unidas determinar con precisión el número de casos. Helen y Solange dijeron en entrevistas hace poco que no habían contado sus historias ni siquiera a sus padres, menos todavía a funcionarios de Naciones Unidas. La violación es un estigma aquí, dijeron las dos niñas. Contaron sus historias cuando fueron interrogadas por un periodista.
"No se lo conté a mi madre porque me hubiera pegado", dijo Solange, acongojada, mirando el suelo. Solange, que abandonó la escuela en el sexto básico, dijo que no quería acercarse a una clínica sanitaria ni ver a alguno de los psicólogos que la UNICEF ha contratado para asesorar a las muchas víctimas de violación en Bunia y alrededores. Porque si busca ayuda, dijo, su madre se enterería.
La madre de Helen murió, y Helen no se atrevió a contárselo a su padre por temor a que este la diera una paliza. Dijo que sabía que él la culparía a ella por acercarse a los soldados, e incluso podría echarla de casa.
Helen no se acercó por propia cuenta a una clínica después de la violación porque, dijo, le dolía entre las piernas. La asistente sanitaria le dio algo de beber, por lo que pagó con el mismo dólar que le había dado el soldado, dijo.
"Tuve mucho miedo cuando me sacó la ropa", dijo Helen, tirando nerviosamente su camiseta. "Me quedé quieta. No dije nada".
Las acusaciones dirigidas contra personal de Naciones Unidas en el Congo incluyen sexo con menores de edad, sexo con prostitutas y violación, según ha constatado la investigación interna de Naciones Unidas. Los investigadores dijeron que habían encontrado evidencias de que soldados de Naciones Unidas y colaboradores civiles pagaban por sexo entre 1 y 3 dólares o conseguían relaciones sexuales a cambio de alimento o de promesas de empleo. Un informe confidencial preparado por el príncipe Zeid Raad al-Hussein, el embajador de Jordania ante Naciones Unidas, y fechado el 8 de noviembre, dice que las prácticas "parece ser significativa, extendida y continuada".
Los violadores descritos en la investigación, que sigue en curso, provienen de todo el mundo. Entre los 1.000 empleados civiles y 10.800 soldados que componen la misión de Naciones Unidas en el Congo hay representados 50 países. Ya antes un civil francés había sido acusado de tener sexo con una niña, aunque no está claro en qué fase de proceso se encuentra el caso, y dos soldados tunecinos han sido enviados a casa, donde decidirán las autoridades locales si se les castiga o no.
El informe de Naciones Unidas proporciona detalles de mala conducta sexual entre soldados de Nepal, Pakistán, Marruecos, Túnez, África del Sur y Uruguay, y hace el inventario de incidentes en los que algunos soldados han tratado de obstruir la investigación.
Cuando llegan a la misión, los soldados son instruidos en el código de conducta de Naciones Unidas, que prohíbe "todo intercambio de dinero, empleo, bienes o servicios a cambio de sexo".
Los países participantes son responsables de castigar a miembros de su personal militar que violen el código mientras participan en operaciones de paz de Naciones Unidas.
Naciones Unidas, que tuvo escándalos previos en las misiones de Camboya y Bosnia, también previene a los soldados contra el contacto sexual con niñas menores de 18 años, aun si las leyes en el Congo permiten el intercurso sexual con niñas incluso de 14 años.
La política de Naciones Unidas dice que creer equivocadamente que una persona es mayor "no puede ser considerado un delito". La juventud de Helen y Solange no puede causar malentendidos. Dijeron que habían sido agredidas cuando vendían bananas y aguacates a los soldados. Las niñas dijeron que formaban parte de las mujeres y niñas que se habían acercado a los campamentos que levantaron los soldados en los alrededores de Bunia. Las dos niñas iban de tienda en tienda con las frutas en sus cabezas, haciendo gestos para ofrecer su mercadería.
Helen vendía su fruta a diez francos por pieza, unos pocos centavos, que le permitían ganar 1 dólar al día. Le entregaba el dinero a su hermana mayor.
Solange trocaba su fruta por los pequeños paquetes de leche que se entrega a los soldados. Vendía luego la leche en la ciudad, haciendo 1 dólar con 50 centavos al día. Usaba el dinero para ayudar a su familia a comprar alimentos.
Algunas de las niñas y mujeres que han entrado en los campamentos de los soldados confiesan que tenían intenciones menos que inocentes.
Judith y Saidati, ambas de 15 y con experiencia sexual con niños congoleños reconocieron que buscaban amigos extranjeros mientras vendían fruta.
Las niñas, que son hijas del mismo padre, dijeron en una entrevista hace poco que ambas encontraron amigos franceses, cuando el ejército francés controlaba Bunia el año pasado. Luego conocieron a soldados de Nepal, uno de los países que proporciona tropas a la misión de Naciones Unidas. Después de eso, las chicas pasaron un tiempo con soldados de Marruecos, que forman el mayor contingente de la fuerza que patrulla Bunia ahora.
Las chicas dijeron que cada una de ellas se colgaba a un soldado y buscaban nuevos amigos cuando los soldados eran trasladados. Cada vez que tenían sexo, los soldados les pagaban 5 dólares. Dijeron que a veces también les daban regalos.
Un día, sin embargo, después de que uno de sus amigos se hubiera marchado, una asistente social las visitó y les advirtió de los peligros de tener sexo con los soldados. La mujer les habló de los peligros del sida y de otras enfermedades transmitidas sexualmente de las que se podían contagiar. "Nos dijo que no nos acercáramos a los soldados", dijo Judith, que, como las otras chicas, sólo accedió a dar su nombre de pila. "Dijo que todavía éramos jóvenes y que eso podría acortar nuestras vidas".
Las dos hermanastras dijeron que las palabras de la asistente social las habían asustado y dijeron que no tuvieron amigos durante los últimos meses. Pero también reconocieron que había menos soldados marroquíes haciéndoles proposiciones, lo que reducía la tentación. El nuevo comandante de los soldados los mantiene vigilados, dijeron las niñas. "A ellos les gustaría venir a visitarnos, pero su jefe los vigila", dijo Judith.
Judith y Saidati dijeron que querían que los soldados se quedaran en Busnia durante muchos años. Las chicas dijeron que las tropas de Naciones Unidas habían logrado pacificar la ciudad, que era zona de guerra hace apenas un año. Los extranjeros también tienen más dinero que gastar que los chicos de la localidad, dijeron las niñas.
"Me gustan", dijo Judith, sonriendo tímidamente.
"Nos tratan bien", agregó Saidati, radiante.
Pero las dos niñas más jóvenes, Helen y Solange, fueron mucho más sobrias cuando hablaron de las tropas extranjeras. Dijeron que habían dejado de vender fruta en el campamento militar inmediatamente después de que fueran agredidas y no habían vuelto. Dijeron que tenían problemas para dormir en la noche y no podían olvidar lo que les habían hecho los soldados.
"Cuando veo a un soldado, recuerdo lo que pasó", dijo Helen, que vive cerca de un puesto de control militar manejado por soldados con cascos azules, como el que recuerda haber visto en la tienda de campaña. "Me dan miedo".

18 de diciembre de 2004
©new york times
©traducción mQh

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