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vladimir, amiguete de bush


La subasta del gigante del petróleo Yukos y la intervención en Ucrania se encuentran entre las últimas tropelías del nuevo zar ruso.
Es difícil culpar al presidente ruso Vladimir V. Putin por pensar que puede llevar a Rusia de vuelta a sus raíces autocráticas. Apenas después de orquestar la venta forzosa -para no llamarla robo- de una subsidiaria de la compañía rusa Yukos Oil. Co. el domingo por alrededor de la mitad de su valor real a un comprador misterioso [hoy se ha sabido que es el estado ruso], Putin fue festejado por el canciller Gerhard Schroeder durante una visita de dos días a Alemania que terminó el martes. El flagrante desprecio del antiguo hombre de la KGB por la ley y los derechos de propiedad son considerados inconvenientes menores.
Para no ser sobrepasado, el presidente Bush dio la hora en su rueda de prensa del lunes, diciendo: "Le dije a Vladimir que trabajaríamos en este nuevo mandato para ver si Rusia puede ser admitida en la Organización Mundial del Comercio".
Alemania, que importa gran parte de su petróleo y gas natural de Rusia, tiene por lo menos poderosas razones históricas y económicas para mimar a Putin.
Durante su visita alemana, Putin invitó a Schroeder a asistir al 60 aniversario de la Segunda Guerra Mundial en Moscú. La posición de Bush es más intrigante porque no está obligado a complacer a Putin. Habla de querer mantener una "buena relación personal" con Putin, aunque no está claro qué es lo que en realidad gana con esa supuesta buena relación. Despreciando los esfuerzos estadounidenses de ayudar a asegurar elecciones libres en Ucrania, Putin dijo que la influencia de Washington en el extranjero era lo mismo que una "dictadura". Putin ha aligerado su posición sobre Ucrania, indicando que respetará una victoria electoral del líder de la oposición Víctor Yuschenko.
Punti, también, se ha extralimitado en el frente doméstico, pero es menos probable que de marcha atrás. Su vendetta contra Yukos y su fundador, Mikhail Khodorkovsky, está destruyendo la reputación de Rusia entre los inversores extranjeros, y eso no augura nada bueno para el futuro económico del país. El martes la Casa Blanca hizo ese reproche y expresó lamentar la venta ilegal de la subsidiaria Yukos. Sería sabio que Bush fuera más allá y relacionara el intento de Rusia de unirse a la OMC con la necesidad de que el Kremlin respete la ley. En realidad, este es un caso en las influencias de los cabilderos del petróleo en la Casa Blanca podrían ser positivas. Durante su reciente encuentro en Chile, Bush aludió a la represión de Putin, pero difícilmente podía hacer otra cosa.
Putin, entre otras cosas, ha reprimido la libertad de prensa, ha transformado al Parlamento ruso en un sello de goma, ha despojado de poder a los gobiernos locales, ha interferido en las elecciones ucranianas y ha comenzado a destripar incluso las apariencias de una libertad de empresa. El grupo de monitoreo de la democracia Freedom House ha colocado a Rusia, con toda justicia, en la categoría de países ‘no libres'.
El ministro Colin Powell denunció francamente la intervención de Rusia en las elecciones de Ucrania. Putin fue incapaz en este caso de poner a Europa contra Estados Unidos. Cuando remplace a Powell, Condoleeza Rice, kremninóloga de profesión, debería no solamente condenar la conducta de Putin en el exterior sino también defender vigorosamente la democracia y la libertad económica dentro de Rusia.

23 de diciembre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh

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