Blogia
mQh

papado y tercer mundo


[Lydia Polgreen y Larry Rohter] El Tercer Mundo es un nuevo factor en la sucesión del Papa.
Lagos, Nigeria. En el modesto santuario de la Iglesia de la Asunción aquí no hay el destello de vitrales, sino baratas persianas deslustradas para que entre la brisa. Las Estaciones de la Cruz no están pintadas por la mano de maestros del Renacimiento. Están hechas en sencillos grabados en madera colgados de la pared.
Sin embargo es aquí, no en las suntuosas catedrales de Europa, que reside el futuro de la fe católica, dijo el reverendo Francis Anyanwu, pastor de la iglesia.
"Aquí en África la iglesia está creciendo, es vibrante, viva", dijo el padre Anyanwu mientras esperaba dar la bendición después de dos horas de oraciones el viernes por la noche cuando el Papa Juan Pablo II yacía en su lecho de muerte. "Por la gracia de Dios, nuestra grey es fuerte".
Mientras el cónclave de cardenales se reúne para elegir al sucesor del Papa, la fortaleza de la iglesia católica en África, América Latina y otros países en desarrollo, donde viven dos tercios de los católicos, será seguramente un factor que se tomará en cuenta en esas deliberaciones.
Aunque sólo un tercio de los cardenales electores proviene de países en desarrollo, representantes de América Latina superarán a los de Italia. Varios cardenales latinoamericanos han sido mencionados como posibles sucesores de Juan Pablo II, y un cardenal nigeriano, Francis Arinze, es frecuentemente mencionado como un candidato papal.
"¿Por qué no un Papa africano?", dijo el sacerdote Julius Olailan de la Catedral de la Sagrada Cruz en Lagos, después de una misa matutina. "Hemos desempeñado un papel secundario durante mucho tiempo, pero ahora la iglesia ha encontrado sus raíces en África".
El interés por un Papa del mundo en desarrollo se ha hecho más pronunciado en América Latina, que tiene la más alta concentración de católicos del mundo.
Algunos creen que un líder como el cardenal Cláudio Hummes de Sao Paulo, Brasil, también mencionado como un sucesor posible, podría revitalizar a la iglesia que ha estado perdiendo terreno firmemente ante el pentecostalismo y otras sectas evangélicas que, especialmente desde los años noventa, han ocupado atronadoramente el mundo en desarrollo. "Aparte de ser un gran honor, sería realmente ventajoso tener a alguien que hable verdaderamente nuestra lengua y conociera la experiencia latinoamericana", dijo el domingo después de misa en Río de Janeiro, Marcelo Lisboa, 65, un jubilado.
"Creo que atraería nuevamente a la gente a la iglesia", dijo, "porque aunque América Latina tiene tantos católicos, la mayoría de la gente no asiste a misa y eso ciertamente ayudaría a frenar el avance de todas esas sectas protestantes".
El evangelismo también ha ganado bastante terreno en África, pero la competencia aquí es frecuentemente por millones de almas que están disponibles y llegan al cristianismo desde el animismo y otros credos tradicionales, aunque también contra el islam.

La iglesia católica en África de hecho goza de una razonable cuota del fervor religioso que ha recorrido África en el siglo pasado, un frenesí espiritual que vio aumentar el porcentaje de africanos que practican el cristianismo subir abruptamente a casi la mitad de los 900 millones de habitantes del continente, desde apenas un 9 por ciento.
Hoy la iglesia católica de África la componen cerca de 150 millones de adherentes, de los cuales 20 solamente en Nigeria, de acuerdo al Centro de Estudios del Cristianismo Global del Seminario Teológico de Gordon-Conwell, en Hamilton del Sur, Massachussetts.
Sin embargo, en África y América Latina por igual, la iglesia católica también hace frente a escarpados retos, especialmente la marea evangélica que ha atraído a millones con su estilo entusiasta y de servicio religioso toda la noche y sus promesas de riquezas materiales y espirituales, especialmente entre los más profundamente pobres.
En el pasado una fuerza activa en la vida de mucha gente pobre en América Latina, cuando el movimiento de la teología de la liberación dominó los años setenta y ochenta, bajo el Papa Juan Pablo II, la iglesia se transformó cada vez más en una fuerza conservadora y, según algunos, menos interesada en las preocupaciones diarias de los pobres.
En África, la iglesia ocasionalmente se ha visto comprometida en complejas y sangrientas guerras. En Ruanda, sacerdotes y monjas acusados y en algunos casos convictos por ayudar a los hutus que cometieron genocidio contra la minoría tutsi en 1994.
Pero esos retos palidecen en comparación con las décadas de estancamiento y disminución de la asistencia a la iglesia en Europa y Estados Unidos, y muchos creen que el futuro de la iglesia reside en el mundo en desarrollo.
En muchos países desarrollados, incluyendo los profundamente católicos, como Irlanda, la firme posición del Papa contra el divorcio, el aborto, la homosexualidad y el control de la natalidad han hasta cierto punto enajenado a poblaciones cuyas opiniones sobre esos asuntos son más liberales.
Pero especialmente en África, donde la iglesia quiere crecer y las familias son devastadas por el sida, son precisamente esas doctrinas conservadoras las que han acercado al Papa a una nueva generación de católicos.
"El Padre Santo defendió los valores tradicionales, y esos valores son los mismos que los africanos", dijo Marie Fatayi-Williams, que llegó a rezar por el Papa a la Iglesia de la Asunción el viernes por la noche. "Nosotros creemos en la familia, en la vida, en la santidad del matrimonio. Aquí no hay controversias sobre esos temas".
En realidad, si este mensaje conservador rechinaba a oídos de los fieles europeos y norteamericanos, el Papa también predicó elocuentemente por la dignidad del sufrimiento y el valor de cada vida humana, un mensaje que pareció responder a las necesidades de África en un tumultuoso cuarto de siglo de incesantes guerras, ciclos de hambruna y muerte y la plaga del sida.
Al defender valores conservadores, sus enseñanzas se ajustan claramente a las mores profundamente tradicionales que dominan en la mayoría de las sociedades africanas. Visitó África una y otra vez, atrayendo a enormes multitudes de fieles. Era incluso querido entre los no-católicos.
"En un continente donde el sufrimiento es un hecho de la vida diaria, él es una inspiración y un guía", dijo Henry Akinwunmiho, 50, maestro de escuela que llegó a a la Catedral de la Santa Cruz en Lagos el sábano antes del amanecer para rezar por el Papa.
En la parroquia, el padre Olaitan dijo que del mismo modo que el Papa polaco era el hombre indicado para dirigir el gran giro político de la última generación -el fin de la guerra fría-, un Papa africano o latinoamericano podría ser lo que la iglesia necesita para asegurar su futuro en el nuevo milenio.
"El Papa Juan Pablo II sabía lo malo que era el comunismo, y ayudó a erradicarlo de este mundo", dijo el padre Olaitan. "Podría ser que un Papa de África o de América Latina termine con los demonios de nuestra generación -la pobreza extrema, las guerras étnicas y las enfermedades- y transformar África del mismo modo que el Padre Santo transformó al resto del mundo".
El mensaje conservador de Juan Pablo también transformó a la iglesia en América Latina, incluso cuando su posición se erosionó con el crecimiento de bulliciosas nuevas iglesias protestantes cuyo estilo de práctica sin mediación -utilizando curaciones, el don de lenguas y la expulsión de demonios- y el uso de la televisión atrae a millones de creyentes.
Ningún país tiene una población católica tan grande como Brasil, por ejemplo, y al principio del papado de Juan Pablo II más del 90 por ciento de los brasileños se consideraban a sí mismos católicos. Para cuando el último censo de 2000, justo algo menos de tres cuartos de los 180 millones de habitantes de Brasil se declararon a sí mismos católicos, mientras la población protestante se cuadruplicó.
Más de 25 millones de brasileños pertenecen ahora a iglesias evangélicas y pentecostales, llevando a algunos pastores protestantes a predecir que dentro de 25 años el país tendrá una mayoría protestante.
"Yo no sé si Brasil seguirá siendo el país católico que ha sido tradicionalmente", dijo Waldo César, un sociólogo brasileño de la religión que es luterano. "Hay todavía un montón de espacio donde puede crecer el protestantismo. La pobreza y la migración interna no están disminuyendo, y eso alimenta este fenómeno".
En toda América Latina, desde México hasta Argentina, ocurre más o menos lo mismo. Incluso católicos fervientes reconocen que la iglesia ha sido lenta en responder al reto, algo que los líderes de Roma pueden ahora querer revertir más agresivamente.
No será fácil. La iglesia católica hoy se encuentra paralizada por una falta de sacerdotes que parece hacerse más grande cada año.
Las vocaciones entre los jóvenes brasileños no son suficientes para llenar el hueco. Hay menos europeos y norteamericanos disponibles, grandes fuentes de sacerdotes en el pasado, con el resultado que muchas comunidades en las áridas zonas atrasadas y en el Amazonas sólo ven a un sacerdote cada algunos meses.
Tardíamente, después de años en los que Juan Pablo centralizó la autoridad en Roma, la iglesia católica de América Latina ha respondido con un movimiento conocido como renovación carismática, que ha usado canciones de rock y tomado de prestado el estruendo de los pentecostales e incorporando lecturas de la biblia e incluso el don de lenguas.
"Nuestra liturgia es expansiva y creativa, buscando un alto grado de participación popular", dijo el reverendo Pedro Félix Bassini, director del programa de extensión de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos de Brasil. "Hay algunas normas y principios básicos, pero no estamos diciendo que debas hacer esto o lo otro. Cada obispo deberá proporcionar una orientación".
En otras diócesis los obispos han buscado maneras de llegar a un acomodo con el candomblé y la macumba, cultos afro-brasileños que son similares al vudú y a la santería que tienen millones de seguidores.
Al comienzo del papado de Juan Pablo II, la iglesia trató similarmente de ajustarse a las cambiantes condiciones sociales y políticas de América Latina con la teología de la liberación.
Basándose libremente en el marxismo para su "opción preferente por los pobres", el movimiento intentó involucrar a los sacerdotes en las preocupaciones cotidianas de sus parroquianos y transformar lo que eran vistas como estructuras injustas que perpetuaban la desigualdad y la pobreza.
Pero con su experiencia viviendo bajo un gobierno marxista-leninista, Juan Pablo II se mostró rápidamente escéptico del movimiento y dudoso de sus fundamentos doctrinarios. En un emblemático momento durante un viaje a América Central en los años ochenta, movió el dedo advirtiendo a los sacerdotes en Nicaragua que se habían unido a la revolución sandinista. En toda América Latina, cuando los obispos partidarios de la teología de la liberación jubilaron, fueron remplazados por sacerdotes que no lo eran.
Hoy el cardenal de Lima, Juan Luis Cipriano Thorne, 61, es miembro del conservador movimiento del Opus Dei que cree que la iglesia necesita confinarse a un papel más limitado y tradicional. Fue nombrado en su puesto por Juan Pablo II, pensando en el tipo de legado que dejaría el Papa.

Lydia Polgreen informó desde Lagos, y Larry Rohter desde Río de Janeiro.

6 de abril de 2005
©new york times
©traducción mQh

0 comentarios