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abandonados por el papa


[Chris Kraul y Henry Chu] Parte de su rebaño se sentía abandonado por el Papa.
La Mora, El Salvador. A medio planeta de distancia, millones de personas se reunieron la semana pasada para llorar al Papa Juan Pablo II, pero no oirás lacrimosas elegías en boca de creyentes como Nery Amaya, católica durante sus 28 años.
Cuando hace la ronda como voluntaria de CARE en este miserable pueblo, recuerda la época en que se ofreció para iniciar un programa de la parroquia para ayudar a pandilleros. Su sacerdote le sugirió que dedicara sus energías a hacer las decoraciones de Semana Santa.
Amaya acusa que durante el reinado del último Papa, la iglesia fue demasiado tímida en su ministerio a los necesitados, sosteniendo que los esfuerzos de Juan Pablo para frenar la acción social han costado a la iglesia católica latinoamericana miembros e influencia en la lucha contra la pobreza y la injusticia.
"La iglesia tiene que bajar del cielo a la realidad de la Tierra", dijo Amaya. "No está satisfaciendo mis necesidades espirituales y estoy buscando una alternativa".
El ex sacerdote Miguel Ventura tampoco lamenta demasiado la muerte del Papa. El clérigo diocesano dejó la iglesia durante la guerra civil de 12 años de El Salvador, en la que fue capturado y torturado por las fuerzas militares porque había organizado a los campesinos para exigir justicia social.
"La llegada del Papa Juan Pablo II fue un retroceso para El Salvador", dijo Ventura, que se ha casado y ahora practica su propia y no autorizada versión del catolicismo como pastor en el empobrecido este de El Salvador. "Impuso un modelo autoritario sobre la iglesia latinoamericana y no tenía una visión abierta".
En este raro interregno antes de que reúna el Colegio Cardenalicio para designar al sucesor de Juan Pablo, Amaya y Ventura hablaron del descontento sentido por muchos laicos y clérigos católicos de América Latina.
Aunque el último Papa promovió las libertades y denunció agresivamente la guerra y la globalización, reprimió el movimiento llamado ‘teología de la liberación' -y al hacer así enajenó a muchos católicos que querían que la iglesia jugara un papel más activo en "liberar" a los pobres de la miseria y de la opresión.
Este país respeta la memoria del arzobispo Óscar Romero, que fue asesinado a balazos por un escuadrón de la muerte de extrema derecha mientras celebraba la misa en 1980. Romero, que se pronunció contra la pobreza y la represión, ha sido adoptado como el principal mártir de la teología de la liberación, y pocos activistas salvadoreños entrevistados aquí la semana pasada expresaron cariño por el Papa. Todavía menos guardan alguna esperanza de que su sucesor rejuvenezca el activismo que ven como central en la fe y para el progreso social en el mundo en desarrollo.
"La iglesia tiene ahora otro modo de pensar", se lamentó la tendera Norma Gómez, parada frente a la catedral de El Salvador la semana pasada antes de la misa de conmemoración del aniversario del asesinato de Romero. "El Papa no estuvo con nosotros en tiempos de crisis, y no espero que el nuevo sea diferente".
Hay algunos indicios de un renacimiento de la teología de la liberación, respuestas a las desesperadas condiciones de vida de los pobres que piden a gritos la presencia de activistas. Un sacerdote hondureño asumió el liderazgo de un movimiento de protección del medio-ambiente en un área de ese país devastado por la deforestación. Decenas de miles de grupos en Brasil observan los principios de la teología de la liberación, muchos de ellos en el empobrecido nordeste. Los sacerdotes están en el centro del movimiento por los derechos de los indígenas en Colombia.
Pero la composición del Colegio de Cardenales, la gran mayoría de los cuales fueron nombrados por Juan Pablo, induce a pocos observadores del Vaticano a esperar que la iglesia vuelva a acoger la teología de la liberación como un asunto doctrinario. En sus días de apogeo en los años setenta y ochenta, la teología de la liberación intentó combinar un catolicismo descentralizado con movimientos izquierdistas de cambio social, para incluir a Dios en la lucha por la justicia en la Tierra.
Central a la doctrina eran las llamadas ‘comunidades de base' -pequeños grupos vecinales que clérigos como Ventura organizaron para promover la toma de conciencia y la acción.
Pero poco después de su elección al papado en 1978, Juan Pablo se alarmó cada vez más por lo que dijo que eran similitudes entre algunos elementos de la teología de la liberación y el marxismo. Vio nexos entre esos grupos y la participación de algunos clérigos latinoamericanos en partidos políticos, gobiernos e incluso en ejércitos guerrilleros.
Los defensores de la teología dicen que una gran mayoría de los sacerdotes, catequistas y laicos que la practicaban eran apolíticos y pacíficos, y que la posición de Juan Pablo fue influida por su educación en Europa del Este, donde el comunismo y sus bases marxistas eran los demonios dominantes.
"El Papa escuchó a los que retrataban a la teología de la liberación como una caricatura -sacerdotes con armas, marxistas- y no tenían razón", dijo Dean Brackley, un profesor de teología de la Universidad de América Central jesuita en San Salvador.
En cualquier caso, el nuevo Papa pronto se puso en movimiento para sofocar la dinámica de la teología de la liberación sin declararla oficialmente un tabú. En Brasil, el Papa despidió al arzobispo Helder Camara, el llamado ‘obispo rojo', y lo remplazó por un archi-conservador en el pobre nordeste de Brasil. Frenó la influencia del cardenal de Sao Paulo, Paulo Evaristo Arns, un declarado partidario de las comunidades de base dividiendo su archidiócesis en 1989.
"No nos entendieron", dijo Arns, 83, y ahora jubilado, agregando que muchos católicos se alejaron de la iglesia durante el reinado del último Papa. "Perdimos una parte de la dirigencia laica".
El importante teólogo de la liberación brasileño, Leonardo Boff, fue llamado en 1984 a presentarse ante un tribunal del Vaticano y condenado a observar un año de "obsequioso silencio" durante el cual al monje franciscano se le prohibió hablar en público o publicar sus escritos. Condenado a otra sentencia similar a principios de los años noventa, Boff dejó más tarde la orden.
En una visita a Nicaragua en 1983, Juan Pablo regañó públicamente al sacerdote Ernesto Cardenal, un partidario de la teología de la liberación que había asumido el cargo de ministro de Cultura durante el régimen sandinista.
María López Vigil, ex monja que es ahora periodista en Nicaragua, acusó al Papa de tomar "partido por los poderosos" en los conflictos que convulsionaron América Central en los años setenta y ochenta.
"Costó muchos fieles a la iglesia", dijo, "pero incluso peor hizo que cientos de miles de fieles se sintieran incómodos con un Dios que pensaban que era intolerante".
Aquí en El Salvador, donde la teología de la liberación fue una fuerza importante en la organización de la resistencia a la represión y la guerra civil del país, las medidas punitivas de Juan Pablo fueron sentidas de manera muy aguda.
Después del nombramiento de Juan Pablo en 1978, comisiones del Vaticano visitaron dos veces a Romero pidiéndole una explicación de su declarada oposición a los gobernantes militares de El Salvador y la aparente impunidad de los escuadrones de la muerte que mataron finalmente a 21 sacerdotes y monjas.
Durante décadas, el Vaticano mantuvo una afilada distancia de Romero, mientras él se transformó en un mártir popular. Aunque Juan Pablo visitó dos veces la tumba de Romero durante sus visitas a América Central, el Vaticano anunció sólo recientemente de que iniciaría formalmente el proceso de beatificación de Romero.
"El Papa no entendió la significación de Romero", dijo el ex sacerdote Ventura, ahora de 59. "Mostró que Roma no presta atención a algunos aspectos de la iglesia salvadoreña y latinoamericana".
Ventura dice que al menos 30 sacerdotes y monjas han abandonado la clerecía salvadoreña después de 1990 por su desencanto con las políticas del Vaticano. Dijo que conoce a otros cinco ex-clérigos con pastorados no tradicionales como el suyo en El Salvador.
Además, el Papa decidió supervisar más estrechamente los seminarios, y nombrar a obispos conservadores tras el asesinato de Romero. El actual arzobispo de San Salvador es Fernando Saenz Lacalle, un español que es miembro del Opus Dei, una organización laica fuertemente conservadora.
Andrés Santa María, granjero aquí en La Mora, a unos 50 kilómetros de San Salvador, dice que la iglesia ya no es la defensora de los pobres que fue durante la mayor parte del conflicto civil que terminó con el acuerdo de paz de 1992.
"Monseñor Romero dio una voz a la comunidad", dijo. "Pero lo mataron por habernos despertado. Y ahora no hay ningún sacerdote que denuncie lo que está pasando aquí, que el acuerdo de paz no está siendo respetado".
Los cardenales que elegirán al próximo Papa por lo menos reconocen que la pobreza y la desigualdad deberían ser sus principales prioridades. El cardenal Claudio Hummes, de Sao Paulo, uno de los mencionados como un importante contendientes para suceder a Juan Pablo, dijo que el próximo pontífice debería estar "especialmente al servicio de los pobres y los excluidos".
Otros insisten en que el legado de la teología de la liberación es todavía fuerte, especialmente en África y Asia.
"Es una semilla que ha plantado América Latina y que otros están cosechando los frutos", dijo en una entrevista de diario el cardenal retirado Arns, antes este año. La iglesia católica de Brasil está profundamente involucrada en el Movimiento de los Trabajadores sin Tierra, el movimiento popular más grande del país.
El discurso sobre los pobres y pisoteados y la necesidad de resolver problemas sociales está enraizado en la iglesia católica de América Latina, dijeron analistas, a pesar de las medidas del Vaticano para apagar el impacto de la teología que le dio esa presencia.
El profesor de teología Brackley dijo que el Vaticano podría dar grandes zancadas si el nuevo Papa adoptara al menos algunos de los rasgos de la teología de la liberación, tales como la descentralización de la autoridad, adaptarse a las culturas locales y dar mayor presencia a las mujeres.
El Padre Alberto Parra, de la jesuita Universidad Javieriana de la capital colombiana, Bogotá, dijo que un resurgimiento de la teología de la liberación era esencial para que la iglesia cumpliera con sus responsabilidades pastorales.
"La iglesia no puede continuar refugiándose en elementos religiosos", dijo Parra. "Tiene que abordar los problemas sociales".

Kraul informó desde La Mora y Chu desde Río de Janeiro. Richard Boudreaux y Tracy Wilkinson en Rome, Paula Gobbi en Róo de Janeiro, Héctor Tobar en Buenos Aires, y Rachel Van Dongen en Bogota y Alex Renderos en San Salvador contribuyeron a este reportaje.

10 de abril de 2005
©los angeles times
©traducción mQh

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