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católicos en áfrica


[John Donnelly] Algunos católicos desafían a Roma, modelando sus iglesias de acuerdo a las necesidades y costumbres del continente.
Poortjie, Sudáfrica. Todas las noches en la casa de Mokhali, la casa Payi, y en cientos de otros hogares en las extensas villas miseria al sur de Johanesburgo, la gente agradece en sus oraciones por la iglesia católica.
Algunos pertenecen a otras iglesias, pero no importa. Los católicos les han dado nueva vida en su lucha contra el sida, repartiendo drogas antirretrovirales, visitando sus casas para cuidar de los enfermos y dando comida a los huérfanos.
"Si no fuera por la iglesia, no tendríamos tratamiento", dijo Matumelo Mokhadi, 34, que con su hija de 11, Relebohile, empezaron a recibir medicación para el sida hace tres meses. "Estoy viva gracias a Dios".
Mientras la iglesia católica se prepara para iniciar una nueva era con un nuevo Papa, sus iglesias africanas están forjando senderos diferentes al de sus iglesias hermanas de otros continentes, en gran parte en respuesta a los apremiantes problemas de los pobres entre ellos. En toda África, algunos de los problemas más grandes están relacionados con el sida, la pobreza, la tiranía política, y cómo una parroquia retiene su color africano -y sigue siendo relevante para sus feligreses.
Pero las reglas del Vaticano y las realidades africanas chocan a menudo y las consecuencias pueden ser severas y divisivas, y a veces llevan a algunos en la iglesia a tomar decisiones privadas que contradicen los dictados de Roma.
Esto es particularmente verdad con el trabajo sobre el sida. El Vaticano se opone al uso de condones en toda circunstancia como parte de su oposición a la contracepción que dificulta la transmisión de la vida. Pero algunos sacerdotes y monjas los reparten privadamente de todos modos. Hay otros ejemplos de colisión de culturas: La gente recuerda un incidente en el que un sacerdote sacrificó a una cabra en la misa -un ritual de purificación tradicional en África que algunos católicos apoyan, pero que dejó a las autoridades de la iglesia horrorizadas. Fue un ejemplo extremo, dijeron varios funcionarios de la iglesia, de los muchos incidentes en los que las costumbres locales se han incorporado en la liturgia.
"A veces, las enseñanzas de la iglesia son una cosa y las prácticas de la gente son totalmente diferentes", dijo Zanetta Jansen, socióloga y miembro de la Iglesia de San Martín de Porres, una congregación fundamentalmente negra en el barrio Sunnyside de Pretoria.
Funcionarios de la iglesia de Senegal a Lesoto, hablando a condición de conservar el anonimato, han dicho en entrevistas en los últimos dos años, que han repartido condones en algunos casos, como por ejemplo cuando un marido es sero positivo y el otro no tiene el virus, o cuando la gente tiene normalmente sexo fuera de sus relaciones oficiales. Jansen también ha oído historias en áreas rurales de Sudáfrica.
Su interpretación es que "el mensaje de compasión y empatía humana es, tanto como su doctrina, parte de la iglesia. No quieren condenar a la gente si no se puede abstener" del sexo.
Esta batalla sobre la posición de la iglesia en la sociedad, y su relevancia para la vida de la gente, ocurre en una época en que las iglesias africanas de todas las denominaciones están creciendo más rápidamente que todas las otras desde los primeros tiempos de la cristiandad.
Se estima en 390 millones los cristianos en África actual, casi tres veces más que hace 35 años, y casi la mitad de la población del continente. Los católicos son casi 120 millones de los cristianos; el crecimiento de la iglesia católica no está ni cerca del de los grupos evangélicos, pero el poder de sus números fue reconocido por el Papa Juan Pablo II hace diez años cuando dijo: "Parece que ha llegado la hora de África" dentro de la iglesia.
Mientras el corazón de la iglesia católica está en Roma y el centro espiritual de la cristiandad está en Jerusalén, pronto el centro geográfico de los cristianos estará Nigeria. Los demógrafos lo llaman el "centro de gravedad" de la fe -el punto en el planeta donde vive el mismo número de creyentes al norte, sur, este y oeste.
Ese punto está cerca de la casa del cardenal Francis Arinze, de Nigeria, que se crió como animista -un creyente en los espíritus del mundo natural- en la tribu ibo, pero se convirtió al cristianismo. Después de una larga carrera en el Vaticano, durante la cual supervisó las relaciones con otras religiones, Arinze, 72, es ahora frecuentemente mencionado como sucesor del difunto Papa y quizás el primer pontífica negro en 1.500 años. Otros candidatos prominentes son de América Latina y Europa.
A pesar del vigor de la cristiandad en África, la iglesia católica está acosada de varios problemas aparentemente intratables. Uno de ellos tiene que ver con las tensiones con los musulmanes, especialmente en la división norte-sur en Nigeria y Sudán. En el área en torno a la ciudad de Jos en la meseta central de Nigeria, por ejemplo, han estallado en varias ocasiones en los últimos cinco años choques violentos entre cristianos y musulmanes, dejando miles de muertos.
Otro es que los líderes católicos a menudo reciben poco apoyo cuando denuncian temas de injusticia social. El Liberia, el arzobispo Michael Taylor ayudó a dirigir la exitosa campaña que finalmente derrocó al presidente Charles Taylor; este mes, Pius Ncube, arzobispo de Bulawayo en Zimbabwe, llamó a una revuelta pacífica contra el presidente Robert Mugabe antes de las elecciones del 31 de enero, pero fue una voz en el desierto.
Pero los problemas más apremiantes de la iglesia en algunas áreas es que las iglesias pentecostales y evangélicas han estado atrayendo en grandes cantidades a los católicos a sus filas con promesas de que los predicadores pueden curar sus enfermedades y con servicios emocionales incluyendo confesiones públicas.
Sin embargo, un servicio católico en una iglesia africana negra no es un asunto formal, no pareciéndose casi en nada a los que se hacen en las parroquias blancas en Estados Unidos o Europa. Ayer en el servicio de la Iglesia de San Martín de Porres, las voces de 500 feligreses flotó por las calles de Pretoria. Los feligreses bailaron en línea para recibir la comunión. La misa duró casi dos horas.
"Los africanos no vienen a la iglesia a sentarse; vienen a participar", dijo el Padre Craigh Laubscher, secretario del Departamento Ecuménico y de Diálogo Interreligioso de la Conferencia de Obispos Católicos Sudafricanos, en Pretoria. "El año pasado fui a una iglesia en Europa y estaba muerta. Yo quería traer a todo el mundo a África y mostrarles cómo hacemos las cosas aquí".
Pero hay límites. Estos se hicieron aparentes hace tres años cuando un sacerdote en el área de Pretoria sacrificó una cabra durante un servicio. Provocó un comentarios de la Conferencia Arzobispal de Pretoria sobre la cultura local invadiendo la liturgia de la iglesia. Un resultado fue la exclusión de los sacrificadores de cabras.
"Fue abusar de la liturgia", dijo Sor Jordana Maher, la coordinadora litúrgica nacional de la conferencia. "La sangre de las cabras sería inútil" como símbolo durante la misa. No todo el mundo estuvo de acuerdo en cómo se solucionó el problema.
En Orange Farm, Sor Elaine Pearton, que dirige el programa católico de tratamiento del sida, dijo que los obispos católicos deberían dialogar con las congregaciones antes de tomar medidas.
El sacrificio de la cabra, dijo, tenía por intención mostrar que el derramamiento de sangre significa que se da nueva vida a la tierra, que entonces nutrirá a los feligreses. "La decisión de la conferencia dividió en dos a la parroquia", dijo Pearton.
En comparación, la iniciativa de la iglesia sobre el sida ha estado relativamente libre de controversia y es muy apreciada.
"La iglesia católica se acercó a comunidades pobres, marginadas, como Orange Farm, antes de que el gobierno definiera su política de tratamiento, y eso significó un cierto grado de coraje", dijo Mark Heywood, tesorero nacional de la Campaña para el Tratamiento, el grupo lobbista más activo de África en pro de la difusión del tratamiento anti-sida.
Heywood no oculta sus críticas de la posición de la iglesia sobre el condón. "Sigue siendo una terrible abolladura en su respuesta general" de que están dispuestos a hacer compromisos sobre cuestiones sexuales, dijo. "Si un nuevo Papa conduce a más propaganda conservadora contra los condones, o procura más espacio, es una pregunta importante. En este punto de la epidemia, esas preguntas son fundamentales para el futuro de África".
En África del Sur, los grupos católicos están tratando con drogas antirretrovirales a unas 2.300 personas, más que en algunos países africanos. En Orange Farm, un racimo de villas miseria con 1.5 millones de habitantes, o más que todo Botswana, hay menos de 100 personas en programas de tratamiento del sida -todos gestionados por proyectos católicos.
"Estamos cuidando de los que son abandonados por el resto de la sociedad", dijo Pearton un día la semana pasada, sentada en su clínica de Orange Farm. "Desde el principio, la iglesia ha rellenado la brecha cuando no ha habido suficiente ayuda para la agente, y es el caso de la gente con sida".
A un kilómetro y medio de los surcados caminos de Orange Farm, Beauty Payi, 69, es una de las beneficiarias indirectas de la iglesia. Había estado preocupada de que su hija, Ruth, 35, muriera pronto de sida. Entonces se enteraron del programa de la iglesia. Ahora, después de dos meses de tratamiento, Ruth Payi todavía anda por ahí con alguna dificultad, pero Beauty Payi tiene nuevas esperanzas.
"Rezo para que mi hijo se recupere, que Dios aumente sus años de vida", dijo Beauty Payi, mirando a su frágil hija, ella misma una madre de tres hijos. "Agradezco a los católicos por ayudarla".

Al autor se puede escribir a: donnelly@globe.com.

13 de abril de 2005
©boston globe
©traducción mQh

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