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últimos días de hitler


[Juan Paulo Iglesias] Desde mediados de febrero de 1945, cuando las noticias del avance soviético por el este y el de las tropas aliadas por el oeste eran cada vez más alarmantes, Adolfo Hitler trasladó sus oficinas al búnker. Desde sus dos pisos de 20 por 11 metros, el Führer siguió las últimas semanas de la guerra, mientras crecía en él el delirio y aumentaba su depresión. Estaba consciente de que estaba viviendo los últimos momentos del Tercer Reich.
20 de abril. El último cumpleaños
A diferencia de los años anteriores, pocas cartas de saludo llegaron a la Cancillería del Reich. Y la celebración del cumpleaños 56 de Adolf Hitler intenta literalmente ser arruinada por los bombarderos estadounidenses y británicos, en una incursión especialmente dura. La cercanía de las tropas soviéticas convierte éste en el penúltimo bombardeo aéreo sobre Berlín. Joseph Goebbels emitió un discurso de cumpleaños esa mañana en la que pedía a todos los alemanes que siguieran creyendo en su líder.
Colaboradores cercanos de Hitler, como Göring, Ribbentrop, Dönitz, Himmler, Kaltenbrunner, Speer, Keitel, Jodl y Krebs llegaron a la Cancillería al mediodía para saludar al Führer, que aparentaba tener 20 años más de los que cumplía. La mayoría de ellos lo instó a huir a Baviera -sur de Alemania-, pero él les dijo que los soviéticos estaban a punto de sufrir su peor derrota en Berlín. Después de la breve celebración, los miembros de la cúpula, salvo algunas excepciones, empezaron a inventar pretextos con tal de salir de Berlín por "motivos oficiales". En la tarde Hitler subió a los jardines, aprovechando las buenas condiciones atmosféricas, momento en que -con cierta dificultad- recorrió una fila de miembros de las Juventudes Hitlerianas en formación, a algunos de los cuales condecoró con la Cruz de Hierro. Ese día, se fue a dormir mucho más temprano de lo que acostumbraba.

22 de abril. "¡El fin ha llegado!"
El Ejército Rojo sigue su avance hacia Berlín con una mínima resistencia. Hitler decide entonces quedarse en el búnker, a sólo 150 metros del edificio de la Cancillería. Convoca a sus generales a la sala de reuniones del refugio y lanza violentas acusaciones contra el Ejército y la traición, las mentiras y la corrupción de todos aquellos que lo abandonaron. "¡El fin ha llegado!", exclama, agregando que ya no queda nada más que luchar hasta el final. Dice que morirá en Berlín.
En medio del ambiente de derrota, el Führer le da permiso al personal del búnker para abandonar Berlín. La mayoría parte entonces en una caravana de camiones hacia Berchtesgaden, apoyada por una escuadrilla de aviones de la Luftwaffe. Los cercanos a Hitler intentan convencerlo también a él para que deje la capital y escape hacia las montañas, pero éste se niega. La decisión está tomada, asegura. Sus más leales, como Martin Bormann y Joseph Goebbels, deciden quedarse con él.

23 de abril. La traición de Göring
Albert Speer, el arquitecto del Reich y entonces ministro de Armamentos, llega al búnker para reunirse por última vez con Hitler. Durante el encuentro le informa que decidió desobedecer sus órdenes y preservar las industrias alemanas para la postguerra. Para sorpresa de Speer, Hitler lo escucha en silencio y no tiene ninguna reacción. El Führer parece más cansado y consciente de que el final está cerca.
Ese mismo día en la tarde una carta del jefe de la Luftwaffe, Hermann Göring, lo descompone. En la misiva enviada desde Berchtesgaden el jefe de la Fuerza Aérea alemana le pide a Hitler que le delegue el poder total del Reich, considerando su decisión de permanecer oculto en el búnker. "Si no recibo respuesta para las 10 de esta noche daré por hecho que ha perdido su libertad de acción", escribe Göring.
Hitler llama de inmediato a su asistente personal, Martin Bormann, y le pide que le envíe una respuesta a Göring acusándolo de haber cometido "alta traición". Sin embargo, le ofrece perdonarle la vida si presenta de inmediato su renuncia. Bormann transmite luego un mensaje a la SS cerca de Berchtesgaden para que arresten a Göring y a sus asistentes. Antes de la madrugada del 25 de abril Göring es detenido.

24 de abril. Berlín rodeado
La moral al interior del búnker empeora. En la reunión diaria sobre el estado de la guerra, Hitler es informado que las divisiones del Ejército Rojo tienen rodeada Berlín. Falta poco para que los soviéticos ocupen el centro de la ciudad.

25 de abril. Noticias de un abrazo
Llegan informaciones al búnker de que las fuerzas soviéticas y las norteamericanas se encontraron cerca de Torgau y se saludaron con abrazos. Las esperanzas de Hitler de que la coalición aliada se dividiera se desvanecen. Pero el Führer intenta superar el mal momento y asegura a sus hombres que "la situación de Berlín se ve peor de lo que en realidad es". Sus palabras no logran elevar el ánimo en el búnker.

26 de abril. Los soviéticos a 150 metros
Por primera vez los disparos de la artillería del Ejército Rojo golpean el edificio de la Cancillería. La explosión se siente con fuerza en el búnker, a sólo 150 metros. En medio de los ataques aterriza cerca del edificio un pequeño avión de la Luftwaffe piloteado por Hanna Reitsch y el general Ritter von Greim. Ambos ingresan al búnker, donde Hitler le comunica a Greim que ha sido nombrado sucesor de Göring, a cargo de la Fuerza Aérea alemana.
El Führer le había pedido a Greim que viajara a Berlín para darle la noticia, a pesar de que el anuncio podría haberlo hecho a través de un telegrama. El viaje a la capital tuvo consecuencias y el general debió permanecer tres días en el búnker, recuperándose de una herida en una pierna causada por la artillería soviética mientras llegaba a Berlín.

27 de abril. Divisiones alemanas inexistentes
La noche del 27 de abril los bombardeos soviéticos contra la Cancillería alemana alcanzan su punto más alto, con numerosos golpes directos al edificio, que se sienten con fuerza al interior del búnker. Hitler envía entonces un telegrama a Wilhelm Keitel, el jefe de la Wehrmacht, el Ejército alemán, para que envíe algunas divisiones a la capital. Lo que Hitler no sabía entonces era que esas divisiones ya no existían.

28 de abril. Conversaciones de Himmler
El día no comienza bien. Goebbels le informa a Hitler que, según una agencia de noticias británica, el jefe de la SS, Heirinch Himmler, ha iniciado conversaciones con los aliados e incluso les habría ofrecido la rendición de las tropas alemanas en el oeste. Testigos recordaron luego que Hitler reaccionó como un "loco", con una rabia nunca antes vista. De inmediato ordenó el arresto de Himmler, quien era visto hasta entonces como uno de sus hombres más leales, el "fiel Himmler" le decían.
Además, para tener una venganza inmediata ordena que el representante de Himmler en el búnker el general Hermann Fegelein -esposo de la hermana de Eva Braun- sea detenido y ejecutado en los jardines de la Cancillería. Con la noticia de Himmler, Hitler comienza a pensar en su propia muerte. Ordena a su secretario que tome nota de su testamento y pide que su cuerpo sea quemado después de su muerte para evitar que los soviéticos lo exhiban en Moscú como trofeo de guerra. Poco antes de la medianoche, decide casarse con Eva Braun en una pequeña ceremonia. En su suite personal organiza una fiesta y aprovecha para recordar junto a sus colaboradores mejores tiempos.

29 de abril. La muerte del Duce
Los soviéticos están a menos de dos kilómetros del búnker y desde Italia se reciben informaciones de que Benito Mussolini había sido capturado y colgado en una plaza pública por los partisanos. Hitler se prepara entonces para su muerte y prueba el veneno que tenía guardado en su perro Blondi. Además, les reparte cápsulas de cianuro a sus secretarias para que las tomen en caso de que los soldados soviéticos ingresen al búnker.

30 de abril. Quemado en el jardín
El último día comienza temprano. A las 2.30 de la madrugada Hitler salió de su dormitorio y comenzó a despedirse del personal que aún permanecía en el búnker. "Hay que aceptar el destino como un hombre", le respondió a una enfermera que se negó a reconocer la inminente derrota y le pronosticó un triunfo. Luego caminó con paso cansado y tembloroso por los pasillos del búnker. Parecía tener muchos más años de los 56 que había cumplido sólo 10 días antes.Al amanecer salió a ver el sol por última vez y luego se reunió con Goebbels y Bormann para comunicarles que se suicidaría. Le ordenó entonces al coronel Gunsche que fuera a su despacho a las tres en punto y comprobara que él y su esposa estuvieran muertos. Si no era así, le pidió que lo rematara. Luego, debía conducir los cuerpos al jardín y quemarlos hasta que estuvieran reducidos a cenizas. "No quiero que mi cuerpo se exponga en un circo o en un museo", le dijo al oficial.
Entre las dos y las dos y media almorzó con sus secretarias y su cocinera unos sencillos espaguetis con salsa. Eva Braun llegó al comedor, pero se retiró de inmediato. No tenía apetito. Todos comieron en silencio y Hitler se retiró luego a su despacho. Minutos después la esposa de Bormann intentó persuadirlo y le pidió a Gunsche que la dejara entrar. "No quiero recibirla", le dijo Hitler a su asistente cuando éste le transmitió el mensaje. Esas son las últimas palabras conocidas del Führer.
Cerca de las tres de la tarde se escuchó un disparo proveniente del interior del despacho de Hitler. Media hora después Gunsche, acompañado de Goebbels y Borman, ingresó al lugar y encontró los cuerpos del Führer y de Eva Braun. Los llevaron entonces al jardín del búnker, les dieron un último saludo y esparcieron gasolina sobre los cadáveres antes de prenderles fuego.
Durante las siguientes tres horas, los cuerpos fueron quemados una y otra vez, antes de ser enterrados.

3 de mayo de 2005
30 de abril de 2005
©tercera

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