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se arrienda seguridad social


[Eduardo Porter] Algunos inmigrantes alquilan sus números de la seguridad social.
Tlalchapa, México. Gerardo Luviano anda buscando a alguien para prestar su número de la Seguridad Social.
Luviano, 39, obtuvo su residencia legal en Estados Unidos hace casi 20 años. Pero en estos días, de vuelta en México, enseñando apicultura en la escuela secundaria local de esta calurosa y polvorienta ciudad en la parte sudoccidental del país, Luviano no está usando su número de la Seguridad Social. Así que anda buscando a un inmigrante ilegal en Estados Unidos para que lo use -a cambio de algo de dinero.
"Estuve a punto de dejarle mi número a alguien", dijo Luviano. "Mi hermano en California tiene un amigo que tiene cosechas y conoce gente que necesita un número".
La pendiente transacción de Luviano no es más que un eco en un misterioso aunque excitante mercado clandestino. Prácticamente sin ser detectado por las autoridades americanas, operando de costa a costa debajo del radar en comunidades de inmigrantes, ha emergido un mercado secundario en identidades a horcajadas entre los dos lados de la frontera entre México y Estados Unidos.
"Se lo ve como una cosa normal", dijo Luis Magaña, un activista de derechos de los inmigrantes que ayuda a los campesinos en el rico valle de San Joaquín en California.
Es imposible determinar con precisión la cantidad de gente que participa en los tratos ilegales. Pero es claramente significativo, y florece a pesar de las campañas para combatir el fraude de identidades.
Cientos de miles de inmigrantes que cruzan cada año ilegalmente la frontera de México necesitan hacerse con una identidad legal que les permita trabajar en Estados Unidos. Muchos inmigrantes legales, que viven en Estados Unidos o de vuelta en México, se sienten dichosos de proporcionárselos: mientras inflan sus ganancias dejando entrar a inmigrantes ilegales para que trabajen con su nombre y número, también acumulan sus propias pagas de desempleo y pensiones. Y a veces cobran por el favor.
Martín Mora, un antiguo inmigrante en Estados Unidos que en estos días es un político local preparándose para la candidatura a un escaño en la legislatura del estado en las elecciones del próximo octubre, dijo que en nada más un pueblo en la municipalidad de Tlalchapa "de unos mil que arreglaron sus papeles en Estados Unidos, unos 50 están aquí y han prestado sus números".
La demanda de identidades estadounidenses ha florecido en las grietas entre las cada vez menos cordiales leyes de inmigración del país y la incesante demanda de las empresas de mano de obra barata.
En 1986, cuando la Ley de Reforma y Control de la Inmigración empezó a penalizar a los empleadores que contrataran a sabiendas a inmigrantes ilegales, la mayoría de los empleadores empezaron a exigir que los inmigrantes presentaran documentos -entre ellos el número de la Seguridad Social- para demostrar que tenían permiso de trabajo.
La nueva ley no detuvo el trabajo inmigrante no autorizado. Hoy viven unos diez millones de inmigrantes ilegales en Estados Unidos, de 4 millones antes de que la ley entrara en vigor. Pero creó un floreciente mercado de documentos falsos.
En estos días, la mayoría de los inmigrantes que trabajan ilegalmente compran un paquete de documentos por 100 a 200 dólares, que incluye un permiso de residencia falso y una tarjeta falsa de la Seguridad Social con un número de nueve dígitos puestos al buen tuntún. "En el mercado persa te lo hacen ahí mismo", dijo David Blanco, un inmigrante ilegal de Costa Rica que trabaja como mecánico de coches en Stockton, California.
Este proceso tiene sin embargo una gran desventaja. Todos los años la Seguridad Social recibe millones de declaraciones fiscales con nombres y números que no corresponden con sus archivos. En 2002 se detectaron 9 millones, muchos de ellos simplemente errores. En respuesta la agencia envía cientos de miles de cartas pidiendo a los empleadores que corrijan la información. Estas cartas pueden provocar el despido del trabajador pillado en infracción.
Trabajar con un nombre asociado a un número reconocido por la Seguridad Social -incluso si ha sido prestado o arrendado- evita esas dificultades. "Es el modo más seguro", dijo Mario Ávalos, un contable de Stockton que rellena todos los años las declaraciones de la renta de docenas de inmigrantes ilegales. "Si vas a trabajar en una compañía con normas estrictas, sabes que no te admitirán sin los papeles correctos".
Mientras que el arriendo de números de la Seguridad Social constituye una pequeña porción del uso general de documentos falsos, gente con vínculos con comunidades de inmigrantes dicen que es cada vez más extendido. "Ocurría que la gente ofrecía su número a otro para que pudiera trabajar", dijo Mora, en Tlalchapa. "Ahora la gente está preguntando a la gente de aquí si pueden usar sus números".
Ya que los residentes americanos legales pueden perder sus permisos de residencia si permanecen demasiado tiempo fuera del país, para los que han vuelto a México es útil contar con alguien que trabaje con su identidad al norte de la frontera.
"Hay gente que viven en México que reciben 4.000 a 5.000 dólares en desempleo en la temporada baja", dijo Jorge Eguiliz, un contratista laboral que trabaja en las plantaciones de los alrededores de Stockton, California. "Sólo prestan su número durante la temporada".
Los tratos también generan dinero de otras maneras. La mayoría de los prestadores de identidad son miembros de la familia extensa o son otros inmigrantes del mismo pueblo natal. Pero es todavía una transacción cabezona. Los trabajadores inmigrantes ilegales ganan normalmente tan poco que reciben una devolución a fines de año. El trabajador inmigrante "que trabaja con el número" pagará normalmente al verdadero titular repartiendo la devolución.
"A veces a los que tienen trabajo no les importa entregar toda la devolución, sólo quieren trabajar", dijo Fernando Rosales, que gestiona un local que ayuda a rellenar el formulario de impuestos a la renta en el enclave de inmigrantes de Huntington Park, California. "Pero a otros no, y a veces hay peleas por eso. Pasa todo el tiempo. Es el tema del barrio durante la temporada de impuestos".
Hechas con habilidad, las transacciones clandestinas son prácticamente imposibles de detectar. No despiertan la alarma de la Administración de Seguridad Social. Tampoco de Hacienda mientras la persona que tiene el número prestado mantenga las planillas y rellene correctamente los formularios de impuestos.
En una respuesta por escrito a preguntas, el inspector general de la auditoría de la Seguridad Social reconoció que "mientras el nombre y el número de la seguridad social en una plantilla de salario corresponda con el archivo de la Administración de la Seguridad Social", la agencia no detectará ninguna irregularidad.
La respuesta observó que la agencia no tenía estadísticas sobre el uso que hacen inmigrantes ilegales de números de la Seguridad Social. No siquiera saben cuántas de las declaraciones de ingresos que recibe cada año provienen de inmigrantes ilegales, aunque expertos en inmigración creen que la mayoría lo saben.
Entretanto, con el ministerio de Seguridad Interior concentrado en la amenaza terrorista, prácticamente ha dejado de vigilar los lugares de trabajo para detectar infracciones laborales corrientes. El departamento de Inmigración y Aduanas arrestó a sólo 450 inmigrantes en lugares de trabajo en 2003, de 14.000 en 1998.
"Tenemos un fraude de identidad", dijo John Torres, subdirector de investigaciones. Pero "no he oído nada sobre el alquiler de identidades".
Los inmigrantes de los dos lados de las transacciones se muestran comprensiblemente reluctantes a hablar sobre su participación.
Una inmigrante ilegal de 49 años de Michoacán que gana 8.16 dólares por hora en una fábrica de panqueques en Torrance, California, dijo que había estado usando un número de la Seguridad Social que le había prestado un amigo en México desde que cruzara ilegalmente a Estados Unidos hace 15 años. "No ha vuelto en todo ese tiempo", dijo la mujer.
Hay riesgos involucrados en prestar tu identidad a otro, aunque, como Luviano, el instructor de apicultura, aprendieron por experiencia.
Luviano consiguió su permiso de residencia por una combinación de suerte y astucia. Dice que hacía un corto viaje para visitar a su hermano en California cuando entró en vigor en Estados Unidos la ley de inmigración de 1986 que otorgaba amnistía a millones de trabajadores ilegales.
Tres millones de trabajadores ilegales, 2.3 millones de ellos de México, recibieron finalmente documentos de residencia. Luviano, que pudo acogerse a la ley cuando un granjero escribió una carta confesando que él había trabajado durante meses en sus terrenos, era uno de ellos. Una vez que tuvo sus papeles, sin embargo, se volvió a Tlalcapa.
Desde entonces ha entrado varias veces a Estados Unidos, la mayor parte de las veces para renovar su permiso de residencia. Pero a principios de los años noventa, preocupado de que las largas ausencia pusieran en peligro su permiso de residencia y espoleado por la posibilidad de hacer un dinero extra, prestó su número de la Seguridad Social al amigo de su hermano. "Yo me quedaba toda la devolución de Hacienda", dijo Luviano.
Sin embargo, Luviano terminó el acuerdo cuando empezaron a llegar cuentas a su nombre por cosas que no había comprado a la dirección de su hermano. "Prestas de buena fe tu número de la seguridad social y te metes en problemas", dijo.
Pero Luviano está ansioso de hacerlo otra vez. Sabe que la Seguridad Social le puede otorgar una pensión de vejez. Y está siempre la devolución anual.
"A esos papeles no les he sacado todo el jugo que se puede", dijo pesaroso.

7 de junio de 2005
©new york times
©traducción mQh

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