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legado del linchamiento


[Avis Thomas-Lester] En momentos en que el senado norteamericano pedía en junio excusas por su actitud frente a los linchamientos, descendientes de las víctimas se reunían a intercambiar recuerdos y experiencias.
Fue como una reunión de familia, excepto que la gente que compartía comida y compañía en un comedor improvisado en el Capitolio estadounidense no estaban relacionados.
Los unía una historia común -un legado de dolor que nació cuandos sus ancestros fueron golpeados, torturados, quemados en la hoguera y colgados.
Eran descendientes de víctimas de linchamientos.

"Mi primera reacción, después de ver a los otros descendientes, fue un poco de sorpresa, porque por alguna razón siempre pensé que mi familia vivía en un vacuum, que esto era algo que sólo nos había pasado a nosotros", dijo Betty Greene, de Detroit, cuyo tío abuelo Richard Puckett fue linchado en Laurens, Carolina del Sur, en 1913. "Ver que muchas otras familias fueron también afectadas, y de maneras tan diversas, fue muy fuerte".
Los descendientes, unos 200, han llegado a Washington por invitación de un grupo de activistas de derechos humanos para reunirse con dos legisladores nacionales en una misión para enderezar la injusticia cometida contra el tío abuelo de Greene y muchos otros décadas atrás -el senado norteamericano se negó en varias ocasiones a hacer del linchamiento un delito federal.
La semana pasada los senadores Mary Landrieu (demócrata, Luisiana) y George Allen (republicano de Virginia) acogieron en la capital del país a los descendientes para que presenciaran la aprobación en el senado de una resolución pidiendo excusas por su actitud -la primera vez que el órgano reconoce oficialmente las atrocidades cometidas contra afro-americanos.
La Cámara de Diputados, respondiendo a súplicas de grupos de derechos humanos como la NAACP [Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color], aprobó tres veces esas medidas. Pero el senado rechazó tres veces las leyes propuestas. Poderosos legisladores sureños defendieron el derecho de los estados a implementar su propia justicia sin interferencia federal, empleando tácticas obstruccionistas para bloquear las votaciones, según muestran archivos del congreso.
Como parte de la histórica ocasión del 13 de junio, activistas de derechos humanos y legisladores realizaron un almuerzo para los descendientes en un salón donde los senadores normalmente usan para ponderar proyectos.
Con bocadillos de bonito, pavo y jamón servidos por personal del Capitolio, los invitados compartieron detalles sobre el asesinato de sus familiares y sopesaron sus historias familiares.
Estaba Janet Langhart Cohen, de Chevy Chase, la elegante ex personalidad de la televisión y esposa del ex senador republicano y ministro de Defensa, William S. Cohen. Langhart Cohen es la tercera prima de Jimmy Gillenwaters, 17, que fue linchado cerca de Bowling Green, Kentucky, en 1912. Estaba junto a la historiadora Doria Johnson, 44, de Evanston, Illinois, cuyo tatarabuelo Anthony P. Crawfor fue licnhado en Abbeville, Carolina del Sur, a los 51, en 1916. Johnson sabe más sobre los horrores de los linchamientos que la mayoría de los profesores de historia negra.
Estaba Dan Duster, un atractivo biznieto del cruzado contra el linchamiento, Ida B. Wells-Barnett, cuyo despacho fue destruido por un incendio después de que escribiera un editorial sobre los derechos de los negros. No lejos de Duster estaba James Cameron, 91, fuerte y frágil a la vez en su silla de ruedas, el único superviviente de un intento de linchamiento. Estaba Simeon Wright, 62, el primo junto al que estaba Emmet Till cuando una turba llegó a por él en agosto de 1955, en Money, Massachusetts, para dejarlo irreconocible a golpes y lincharlo por haberle silbado a la esposa del dueño blanco de una tienda.

Cómo Se Hacían las Cosas
Encontrarse parecía algo surrealista, dijeron algunos descendientes.
"Me impresionó particularmente el encuentro con el biznieto de Ida B. Wells y el primo de Emmett Till, porque para mí esa gente volvió a vivir", dijo Greene. "Los saqué de las páginas de un libro y los vi como personajes de tres dimensiones".
Cameron respondió preguntas de los descendientes sobre cómo había sobrevivido a la cuerda. "Yo le admiro, señor Cameron", le dijo un joven descendiente de Crawford. "Leimos sobre usted en la escuela".
Cameron contó la historia de cómo casi fue asesinado. Tenía sólo 16 cuando una turba llegó a por él en la cárcel de Marion, Indiana, en 1930. Él y dos amigos, Abram Smith y Thomas Shipp, fueron acusados de robar y matar a un blanco en un malecón de enamorados. Los informes iniciales decían que la mujer del coche había sido violada, aunque la mujer lo negó.
Smith y Shipp habían sido severamente golpeados y colgados cuando sacaron a Cameron de la cárcel y lo llegaron hacia un alto arce en la plaza del pueblo cerca de los tribunales. Mientras pedía a Dios que perdonara sus pecados y apretaban una cuerda en torno a su cuello, una turba de más de 1.000 personas, mujeres y niños miraban en hipnótica fascinación. Cuando se oyó una voz diciendo: "Retiren a ese niño negro. No tiene nada que ver ni con el asesinato ni con la violación", a Cameron le perdonaron la vida, pero nunca olvidó las caras que anticiparon su muerte.
"Su historia es muy convincente", dijo Langhart Cohen. "Es impresionante que le hayan perdonado la vida; así podría contar a la gente lo que le había pasado".
Los mejores archivos existentes sobre los linchamientos cubren solamente los que fueron reportados en boletines de prensa, y los calcula en 4.743 entre 1882, cuando la práctica empezó a recrudecer, y 1968, cuando ya era muy poco frecuente. La mayoría de las víctimas fueron hombres negros, y la mayoría de los asesinatos ocurrieron en el sur.
En Maryland se registraron 29 linchamientos, incluyendo dos en el viejo puente de Marlboro en Upper Marlboro, a una corta caminata de donde se encuentra hoy el Edificio de la Administración del Condado.
La historia no cuenta cómo estaba Stephen Williams el día que murió en el puente, ni qué hacía para vivir. Sólo consigna que fue violentamente atacado por una turba de hombres enmascarados supuestamente por secuestrar a una mujer blanca después de que disputaran cuando él trató de ver a su marido. Después de ser golpeado y colgado el 20 de octubre de 1894, la turba mutiló el cuerpo de Williams a balazos, informó el Washington Post de la época.
Muchos pueblos tenían lugares específicos de linchamiento y los espectadores podían recordar la brutalidad y la sed de sangre comprando fotografías de los cuerpos o pedazos de las cuerdas que habían quebrado los cuellos de las víctimas.
Las escuelas y negocios cerraban, había trenes especiales de excursión a los linchamientos y los diarios anunciaban la ubicación, garantizando la presencia de multitudes.
Un libro de anticuario James Allen, de Atlanta, titulado ‘Without Sanctuary: Lynching Photography in America', contiene más de 100 fotografías de víctimas de linchamientos y de las multitudes que se reunían a presenciarlos.
Aunque el senado nunca aprobó leyes federales contra el linchamiento, en 1908 transformó en una violación de las regulaciones del correo estadounidense el envío de postales que mostraran cuerpos de linchados, diciendo que las tarjetas podían incitar a la violencia, de acuerdo a un informe del Comité en Pro de Excusas Formales, que presionó por la moción del senado de la semana pasada. Las postales fotográficas eran a menudo vendidas como recuerdos de los linchamientos; algunas incluso incluían anuncios.
La Harkrider Drug Co. publicó en 1908 una postal con una fotografía de los cadáveres de cinco hombres negros que fueron asesinados en el sudeste de Tejas y un poema titulado ‘El Cornejo', que advertía a los negros a "quedarse en su sitio... o sufrir el destino" de ser colgados.
Aunque las fotografías son espantosas, algunos descendientes dijeron que ellos las conservaban a regañadientes como un archivo de cómo murieron sus familiares. La madre de Greene, Winona Puckett Padgett, le dio a Allen una foto del linchamiento de su tío que le había dado una familia en los años setenta.
Lawrence Guyot, activista por los derechos civiles de los negros y educador, dijo que las fotografías eran un vehículo importante para mostrar el "ambiente de carnaval" de los linchamientos y la evidente falta de interés de los que presenciaron o cometieron los asesinatos sobre si sufrirían consecuencias legales.
"Cuando linchaban a un negro, nadie tenía que responder", dijo. "El linchamiento era cómo se hacían las cosas. Nadie hablaba contra el linchamiento, y nadie hizo nada para impedirlo".
Aunque las víctimas más frecuentes fueron los negros, las estadísticas de la Universidad de Tuskegee, de Alabama, que mantiene archivos sobre los linchamientos, muestra que otras minorías y veces blancos también fueron aterrorizados por las turbas. Los archivos revelan que cerca de 1.300 de las víctimas de linchamiento del país fueron blancos, hispanos, asiáticos americanos o indios.

Justicia de Turba
A veces las turbas de criminales operaban en directo desafío de la ley.
Por ejemplo, el gobernador John Slaton, de Georgia, conmutó en cadena perpetua la sentencia de Leo Frank, 29, el gerente judío de una fábrica de lápices que había sido declarado culpable y condenado por el asesinato de una niña blanca en Marietta. En agosto de 1915, Frank fue linchado. Después de que la turba que matara a Frank amenazara de muerte al gobernador, Slaton se convirtió en el primer gobernador de la historia en formar una milicia para protegerse a sí mismo, dijeron historiadores. Slaton fue obligado a abandonar Georgia por varios años, muestran los archivos del comité de excusas. El linchamiento de Frank ayudó a galvanizar la formación de la Liga contra la Difamación B'nai B'rith.
En el único ejemplo de un caso criminal tratado por la Corte Suprema de Estados Unidos, en 1909 los jueces declararon al sheriff Joseph Shipp, un gendarme y cuatro miembros de una turba de Chattanooga culpables de contumacia criminal por su participación en el linchamiento de Ed Johnson, un jornalero afro-americano que había sido condenado sobre la base de evidencias dudosas en la violación de una mujer blanca.
Después de que Johnson fuera sentenciado a muerte, el abogado de Chattanooga, Noah Parden y el abogado de Washington, Emanuel Hewlett apelaron al juez John Marshall Harlan, el único disidente en el caso de Plessy contra Ferguson, que estableció la doctrina separada, pero igual, y el juez que proclamó que la constitución era "ciega al color". Harlan presentó el caso a sus colegas, los que, en una decisión sin precedentes, aplazaron la ejecución de Jonhson.
Cuando la decisión se conoció en Chattanooga, una turba descendió sobre la cárcel del condado de Hamilton, donde Shipp había dejado un solo gendarme de servicio, y sacaron a Johnson de su celda, lo golpearon, mataron y colgaron sobre el río Tennessee, muestran archivos históricos. El alto tribunal mantuvo que Shipp y la turba habían desafiado el aplazamiento y condenó a los participantes a 60 y 90 días de prisión, de acuerdo a documentos históricos.
Aunque varios estados, incluyendo a Georgia y Virginia, tenían leyes contra los linchamientos en los libros -y en Georgia ya en 1893-, el linchamiento nunca fue un delito federal. Debido a que la mayoría de los estados se negaba a juzgar a un blanco por el asesinato de un negro, menos del uno por ciento de los criminales fueron llevados a justicia.
Cameron, que abrió un museo en Milwaukee hace 20 años para educar a la gente sobre las atrocidades sufridas por afro-americanos en la historia, dijo que le tomó años superar el odio que sentía hacia los blancos después de casi perder la vida a manos de una turba blanca.

Legado del Linchamiento
Lanhart Cohen dijo que no odiaba, pero todavía siente rabia. A diferencia de algunos descendientes, no puede consultar libros de historia para saber qué pasó con su primo. El único documento sobre su asesinato son las historias que cuentan sus abuelos y otros familiares sobre los agresores nocturnos que dispararon contra la casa de su abuelo. Cuando paró el tiroteo, los miembros de la familia se fueron a dormir pensando que no había nadie herido. No fue sino hasta la mañana siguiente que la tía Bertha se dio cuenta de que su hijo había desaparecido, dijo Langhart Cohen. Lo encontraron colgando de un árbol.

Asesinato de un Tío
Betty Greene dijo que el ofrecimiento de excusas era el mejor modo que tenía el gobierno federal para reconocer la historia de racismo de Estados Unidos.
Como niña, Greene, 58, que creció en Detroit, se confundía con los servicios segregados cuando viajaba al sur con su madre. "Recuerdo que mi primera reacción la primera vez que vi fuentes marcadas con ‘blancos' y ‘gente de color'. Me fui al lado que decía ‘blancos', porque pensaba que quería decir que se podía oír mejor el agua. Un hombre blanco... me preguntó por qué estaba bebiendo de la fuente. No elegí la que estaba marcada ‘gente de color' porque pensé que quería decir que el agua era de color", dijo.
La madre de Greene, Winona Puckett Padgett, 78, nieta de la víctima de linchamiento Richard Puckett, dijo que se había enterado del asesinato de su tío a través de "susurros de los vecinos". Cuando tenía 15, le preguntó a su padre, James Malachi Puckett, si los rumores eran verdad. Su padre le dijo que Richard Puckett había ido a casa de su familia después de tener problemas por entregar una nota a una mujer blanca que estaba teniendo una aventura adúltera con un colega. El marido de la mujer estaba en casa y acusó a Puckett de acoso, dijo Padgett.
"Mi padre nos contó que la turba llegó a nuestra casa porque el tío Richard estaba ahí después del incidente", dijo Padgett. "Mi padre nos dijo que había resistido. Se negó a entregar a mi tío a la turba. Dijo que sólo lo entregaría a la policía. Dijo que estaba tratando de proteger a su esposa y bebés, pero que no tuvo miedo por sí mismo".
Cuando su padre entregó a Puckett al sheriff, el sheriff lo entregó a la turba, que lo arrastraron hasta un depósito de trenes cercano, lo golpearon y colgaron de un caballete.
Hace 30 años un amigo encontró una fotografía del cuerpo suspendido de Puckett y envió una copia a sus familiares. Padgett dio la fotografía a Allen, que la usó en ‘Without Sanctuary'.
Simeon Wright dijo que estaba "pasmado" por las historias de los descendientes y piensa visitar el museo iniciado por Cameron.
"Que la senadora Landrieu y otros hayan incluso empezado este proceso es sorprendente", dijo Wright. "Luego que mi propio senador, Barack Obama, se haya involucrado y venido a Washington a encontrarse con los descendientes y asegurarse de que la moción fuera aprobada. Fue una experiencia muy emocionante".

31 de julio de 2005
3 de junio de 2005
©washington post
©traducción mQh


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