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adulterio como liberación


[Emily Wax] Mujeres cometen adulterio y se dejan encarcelar, para divorciarse.
Rumbek, Sudán. Agachada en el húmedo pabellón, Ding Maker admite que quebró la ley al cometer adulterio. Pero no lo hizo por amor, dice. Como muchas mujeres en la cárcel por infidelidad en Sudán, lo hizo porque quería divorciarse. Durante tres meses ha compartido una celda con otras 12 mujeres, esperando humillar a su marido para que devuelva su dote y la deje.
"Me maltrataba y me golpeaba, nunca pagaba mi comida o cuidaba de nuestros hijos enfermos", dijo Maker, ajustándose la brillante camisa verde sobre su abultado vientre. Quedó embarazada con la aventura, pero no está preocupada.
"No tenía otra manera de divorciarme", dijo. "Yo era su segunda mujer y no me cuidaba. No me importa quedarme. Voy a esperar".
En el patriarcal sur de Sudán, como en gran parte de África, sólo los hombres tienen derecho a pedir divorcio. El único resquicio legal de las mujeres sudanesas es cometer adulterio, un delito que es una base instantánea de divorcio. Pero incluso entonces, la mayoría de los maridos se niega a aceptarlo porque no quieren pedir a sus familiares que devuelvan la dote -en el caso de Maker, 90 vacas- que recibieron de la familia de la novia y repartida como regalos.
Todo esto, sin embargo, podría cambiar. Sudán del Sur, ahora en paz tras dos décadas de guerra civil con el norte, está redactando una nueva constitución e intentando producir un código penal moderno. Con los donantes internacionales renuentes a ayudar a una entidad que encarcela a las mujeres por adulterio o abandono, sus nuevos líderes están revisando las reglas tradicionales que regulan el matrimonio, la dote y el divorcio.
Pero muchas mujeres han empezado a desafiar esas reglas, en parte porque durante la guerra civil han ganado más autonomía de los hombres y en parte porque la liberación política de la región ha hecho surgir nuevas ideas e influencias en una sociedad tribal estrechamente controlada.
Prácticamente todas las 24 mujeres del pabellón de la cárcel de Rumbek están aquí porque desafiaron leyes familiares tradicionales. Más de la mitad han sido acusadas de adulterio; las otras han sido encarceladas por abandono de hogar o por no respetar las reglas de boda tradicionales.
"Con la paz y los cambios, el adulterio y las peticiones de divorcio son más frecuentes que antes", dijo el juez Ambrose Rini Thiil del Tribunal Superior de Sudán del Sur. "De hecho, todos estamos sorprendidos por lo que está ocurriendo".
Pero Thiik, 62, se pregunta si los ciudadanos aceptarán cambios tan drásticos. En la sociedad sudanesa "la pareja no tiene por qué estar enamorada", dijo. "Son matrimonios convenidos para crear una red económica de relaciones familiares. Si cambiamos esas reglas, estaremos cambiando la sociedad entera".
De acuerdo a Akur Ajuoi, un abogado que trabaja con UNICEF, la presión para rechazar esas tradiciones ha sido un producto derivado de la guerra de 21 años que opone al norte dominado por los árabes, del sur africano. Con sus maridos ausentes para pelear durante largos períodos, las mujeres aprendieron a manejar sus propias granjas y ganado.
"Ahora que sus maridos han vuelto, quieren tener más derechos", dijo Ajuoi. "También hay un montón de influencia exterior. Los tiempos están cambiando y las mujeres están aprendiendo. Por más que digamos que las tradiciones son bonitas y seguirán, deberíamos abandonar las que son perjudiciales".
Ajuoi es un ejemplo de las nuevas influencias del exterior. Como refugiada de la guerra, se educó en Kenia y África del Sur, ambos países modernos donde las mujeres pueden divorciarse en tribunales.
Muchos sudaneses educados que vuelven a casa a reconstruir su país tienen ideas muy diferentes a las de sus abuelos. Ajuoi también está trabajando en una medida que haría ilegal que los padres no envíen a los hijos a la escuela, incluso hacerles trabajar en cosechas o ganado.
Pero dijo que las leyes que involucran a mujeres pueden ser más difíciles de cambiar, en gran parte debido al dinero. El pago de dote es crucial en la economía de la región.
"Puede ser más fácil obtener derechos para los niños que para las mujeres. Los hijos son vistos como presentes, mientras que las mujeres tienen valor monetario debido a la dote", dijo.
Abogados conservadores que trabajan en la nueva constitución alegan que poner a una mujer en la cárcel por adulterio es práctico y que muchas leyes tradicionales fueron construidas sobre opiniones populares sobre lo que es correcto, moralmente, para la sociedad.
"Para ser franco, es una importante medida preventiva para proteger a una mujer de ser asesinada", dijo uno de esos abogados, William Ajal Deng. "No todas nuestras leyes tradicionales son malas. El divorcio, en mi opinión, debería permitirse muy raramente, si acaso. Es malo para los niños".
El marido de Maker es un áspero jefe regional llamado Manganat Deng (y no relacionado con William Deng). Dijo que aunque Maker "se porta mal" y pelea con la primera esposa, se opone a divorciarse o devolver la dote.
"¿Por qué está esta mujer haciéndome esto? No debiera", dijo, frunciendo el ceño. "Nosotros los dinka no creemos en el divorcio, incluso si hay problemas. No quiero eso como solución". Los dinka son la principal tribu del sur de Sudán.
Pero otros ven el sistema tradicional como perjudicial para las mujeres. Según la ley tradicional, una mujer u hombre que comete adulterio debe pagar una multa, normalmente de siete vacas o unos 800 dólares. Los que no pagan deben cumplir seis meses en la cárcel.
Pero no hay casos de hombres encerrados en la cárcel de Rumbek por adulterio, porque poseen vacas y tierras y pueden pagar las multas, dijo el comandante Benjamin Jok, que dirige la cárcel. No se permite que las mujeres tengan propiedades, de modo que no pueden pagar sus fianzas.
"A los hombres también se les permite tener tantas mujeres como las que puedan alimentar", señaló Jok.
Dijo que las mujeres bajo su custodia son difícilmente delincuentes. Debido a que el sistema carcelario cuenta con pocos fondos, les permite cultivar sorgo y cacahuetes en una granja cercana y vender sus productos en el mercado.
En algunos casos encarcelar a una mujer es injusto, dice Jok. Una mujer de edad llamada Ayen Malual fue enviada a la prisión de Rumbek porque su hijo, un soldado del ejército, no pudo pagar la dote de su novia. Su familia exigió vacas, pero el soldado fue enviado en una misión y Malual no tenía animales.
"Ella quería a mi hijo, y estábamos felices con la boda", dijo Malual, que estaba sentada sobre sus piernas en el suelo de cemento. "Sólo faltaba la dote. Estas tradiciones pueden ser muy duras. Echo de menos mi colchón y mi mosquitero en casa".
Maker, madre de seis, pasa sus noches en una estera de paja que cubre el frío cemento. No hay retretes, de modo que las mujeres deben salir a los servicios. La mayoría dice que están deprimidas e indignadas, pero dispuestas a quedarse.
El mes pasado la hija de 15 de Maker murió de rabia. Cuatro gendarmes de la prisión escoltaron a Maker a su funeral. Pero en la ceremonia, dijo, su marido empezó a gritar que quería matarla.
"Empezó a arrojarme palos", dijo. "No quiero volver con ese hombre. Con él, mi vida fue terrible. Me voy a quedar aquí hasta que las cosas cambien".

11 de agosto de 2005
©washington post
©traducción mQh


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