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confusión sobre retirada


[Peter Baker] Condiciones actuales demasiado turbias para retirarse de Iraq.
En los últimos días el gobierno de Bush ha enviado señales aparentemente contradictorias sobre la duración del despliegue norteamericano en Iraq, discutiendo abiertamente los planes de retirada de hasta 30.000 de las 138.000 tropas hacia la primavera, advirtiendo contra expectativas de una retirada anticipada. Finalmente ayer, el presidente Bush desechó las informaciones sobre las reducciones de tropas como "especulaciones y rumores" y advirtió contra "la retirada de las tropas antes de completar la misión".
Si la opinión pública quedó confusa, puede no estar más segura que el gobierno mismo, como algunos funcionarios de gobierno involucrados en política iraquí reconocen en privado.
Los cambiantes escenarios reflejan la naturaleza incierta de la misión y la ambigüedad de lo que sería su compleción exitosa. A pesar de la claridad de la promesa de Bush de no quedarse ni un día más de lo necesario, la verdad es que nadie puede decir cuándo será.
Los acontecimientos de la semana pasada dejaron en claro una vez más las dificultades a las que se enfrenta el presidente cuando prosigue lo que las encuestas sugieren que es una guerra cada vez más impopular. Mientras la ola de violencia se cobra más fuerzas estadounidenses en el terreno en Iraq, y la enfadada madre de un soldado muerto acampa cerca de su rancho en Texas, Bush claramente no puede contar indefinidamente con la paciencia de la opinión pública.
Funcionarios de gobierno han abandonado toda esperanza de derrotar militarmente a los insurgentes con fuerzas norteamericanas, proponiéndose en su lugar solamente a adiestrar y equipar lo suficientemente a las fuerzas de seguridad iraquíes para que se encarguen ellos de la guerra. Al mismo tiempo, creen que la misión depende de construir una nueva infraestructura política, un proyecto que debe pasar por su prueba más decisiva en los próximos tres días, cuando los iraquíes, profundamente divididos, se esfuerzan por terminar la redacción de la constitución antes del plazo del lunes.
Frente a todo esto, Bush está tratando de ganar tiempo. Después de reunirse ayer con su equipo de seguridad nacional en su rancho cerca de Crawford, Texas, Bush nuevamente suplicó al público a plegarse a su estrategia a pesar del continuado caos en el terreno, ejemplificado más recientemente por las muertes de 16 marines de la misma unidad de Ohio en las últimas dos semanas. En total, han muerto casi 1.850 tropas norteamericanas.
"La misión en Iraq es difícil porque el enemigo entiende lo que se juega", dijo Bush, junto al vice-presidente Cheney, la ministro de Relaciones Exteriores Condoleeza Rice y el ministro de Defensa, Donald H. Rumsfeld. "Un Iraq libre en el corazón de Oriente Medio propinará un serio golpe a su ideología de odio... La reciente violencia en Iraq es un desalentador recordatorio de los brutales enemigos a los que hacemos frente en la guerra contra el terrorismo".
Gran parte de la opinión pública no parece convencida. Apenas un 38 por ciento de los americanos, según un sondeo de la Associated Press-Ipsos la semana pasada aprobaba la conducción de Bush de la guerra, el punto más bajo hasta la fecha, en ese sondeo. Más de la mitad de los encuestados en una encuesta de USA Today-CNN-Gallup, dijeron que ahora creen que el envío de tropas norteamericanas a Iraq fue un error y que la guerra ha hecho de Estados Unidos un país menos protegido ante el terrorismo; 56 por ciento apoyaba la retirada total o parcial de las tropas.
Este desencanto es una razón, reconocen algunos funcionarios privadamente, de que los militares hayan empezado a hablar sobre un calendario posible para una retirada parcial -a proporcionar una sensación de progreso y reafirmar a los americanos que la intervención no es indefinida.
"Quieren empezar a retirarse porque sienten el acoso aquí en Estados Unidos", dijo Larry Diamond, ex asesor norteamericano en Iraq que, desde entonces, ha escrito ‘Squandered Victory', un acerbo análisis de la ocupación de posguerra. "Saben que la tolerancia hacia las bajas norteamericanas y el continuado baño de sangre no va a durar toda la vida".
Los planes del Pentágono piden aumentar las 17 brigadas de presencia de tropas norteamericanas en Iraq con una o dos brigadas más, unas 10.000 tropas, antes de reducirla a 15 brigadas la primavera próxima y posiblemente a 12 brigadas hacia fines de 2006, de acuerdo a oficiales familiarizados con la planificación. El aumento de tropas cubriría el referéndum constitucional convocado el 15 de octubre y las elecciones nacionales del 15 de diciembre, un período en el que según las autoridades militares norteamericanas se intensificará la violencia, como ocurrió durante las preliminares de las elecciones interinas de enero.
En las últimas semanas, importantes funcionarios del Pentágono no han ocultado su ansiedad para empezar a retirar algunas de las tropas para aliviar la tensión de los prolongados despliegues. Al mismo tiempo, los comandantes militares han advertido que el nuevo ejército y las fuerzas policiales iraquíes no se desarrollarán tan rápidamente como para operar autónomamente dentro de uno o dos años.
"Es una guerra contra el tiempo porque para fin del verano próximo no podemos seguir sosteniendo la presencia que tenemos ahora", dijo el general en retiro Barry R. McCaffrey, que visitó Iraq recientemente, en junio, e informó a Cheney, Rice y al Comité de Relaciones Exteriores del Senado. "A esta cosa... se le están cayendo las ruedas".
McCaffrey dijo que la estrategia de Bush de construir instituciones políticas y de seguridad iraquíes hace sentido, y calculó en un 80 por ciento las posibilidades de éxito. Incluso así, dijo que el decreciente apoyo público representa un genuino riesgo para el presidente: "Queremos salir de esto... El pueblo americano se está alejando de esta guerra".
En su reunión ayer con su gabinete de guerra, Bush revisó los últimos desarrollos, pero no avanzó en una nueva dirección. El gobierno ha formado siete grupos inter-agencias para que se concentren en sus principales prioridades en Iraq.
Las agencias están proporcionado seguridad y adiestramiento de fuerzas iraquíes, construyendo instituciones políticas nacionales, restaurando la energía y otros servicios, resolviendo problemas económicas, estableciendo el imperio de la ley, enlistando ayuda internacional, y mejorando las comunicaciones estratégicas.
En comentarios no destinados a su publicación algunos funcionarios de la administración reconocen que la tarea es difícil. Una opción que tendrá que ser considerada, dicen, es una amnistía que perdonará a los insurgentes que han participado en la violencia. Históricamente, observan, las insurgencias han terminado con alguna forma de amnistía.
Pero también ven esperanzas en desarrollos recientes, principalmente la decisión de líderes de la minoría sunní de Iraq de participar en el proceso político en lugar de seguir resistiendo el nuevo orden político. Si los iraquíes logran terminar la constitución antes del plazo del lunes, la Casa Blanca cree que desactivará las quejas sectarias que han dado energía a la resistencia dominada por los sunníes.
"Estamos entrando en una fase crítica del proceso político de Iraq", dijo el asesor de Bush, Dan Bartlett. "Mientras se presta correctamente un montón de atención a la violencia y a la seguridad, los comandantes y el embajador Zalmay Khalilzad se están concentrando en el proceso político porque el proceso político es la clave para derrotar a la resistencia".
Esa sigue siendo una perspectiva desalentadora, dadas las profundas diferencias a lo largo de líneas étnicas y religiosas, y el gobierno ha indicado que está dispuesto a aceptar compromisos sobre la constitución, dejando sin resolver algunos temas difíciles en torno a la autonomía regional y distribuyendo recursos con la esperanza de mantener alguna sensación de iniciativa.
"El gobierno entiende lo delicado que es", dijo Peter Khalil, que fue asesor de la autoridad de ocupación norteamericana original de Iraq. "Obviamente están llevando el proceso hacia adelante y queremos que se cumpla con el plazo. Pero es un juego peligroso. No queremos que se retrasen, queremos que el proceso funcione".
El fracaso en cumplir con el plazo, dicen analistas, significaría un devastador revés para Bush y aceleraría la sensación en casa de que el proceso no está marchando bien. Alarmados por el decreciente apoyo nacional de la guerra, los asesores de Bush resolvieron en junio recuperar a la opinión pública haciendo que el presidente asuma un papel más público explicando su estrategia y anunciando la victoria. Bush voló a Fort Bragg, Carolina del Norte, para leer un discurso en horario de mayor audiencia pidiendo paciencia, como parte de lo que sus asesores dijeron que sería una campaña sostenida.
Pero Bush dejó caer el tema hasta la reunión de ayer en su rancho, refiriéndose a la guerra principalmente en reacción a los últimos macabros incidentes en el terreno. En el vacío que se creó, Rumsfeld y la campaña norteamericana en Iraq han sido crecientemente atacados incluso por partidarios de Bush, como el anfitrión del programa de televisión Fox News, Bill O'Reilly, Bill Kristol, editor de Weekly Standard, y la revista estadounidense American Spectator.
"El gobierno de Bush ha perdido el control de la gestión de los asuntos públicos de este tema", dijo Christopher F. Gelpi, un académico de la Universidad de Duke cuyos análisis de la opinión pública en tiempos de guerra han sido estudiados en la Casa Blanca. "Estaban muy concentrados en esto todo 2004... No sé por qué lo han dejado de lado".

Bradley Graham contribuyó a este reportaje.

13 de agosto de 2005
©washington post
©traducción mQh

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