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cristianos en la cima


[Laurie Goodstein y David D. Kirkpatrick] Ricos con una misión.
Durante un tiempo el invierno pasado, Tim Havens, un reciente licenciado de la Universidad de Brown y ahora un misionero evangélico allá, tuvo que dirigir su grupo de oraciones en el hueco de la escalera de la capilla. Eso fue porque los trabajadores metían una bulla espantosa mientras rebajaban el subterráneo para una exposición de arte de los indios americanos y un grupo de estudiantes budistas estaba cantando en el pequeño santuario de arriba.
Como la mayoría de las universidades de la Ivy League [asociación de ocho universidades privadas del nordeste de Estados Unidos, fundada en 1954] la de Brown fue fundada por ministros protestantes expresamente como una universidad cristiana. Pero con los años se despojó gradualmente de su filiación religiosa y se convirtió en una institución secular, como las otras universidades de la Ivy League. Además de los budistas, el despacho del capellán de la Brown reconoce ahora a los "gentiles/paganos" como una "comunidad religiosa".
Pero en estos días estudiantes evangélicos como los del grupo de oraciones de Havens se están dejando ver más en la universidad de Brown. De un cuerpo de estudiante de 5.700, unos 400 participan en uno de los tres grupos de estudiantes evangélicos -más que el número de protestantes activos, dice el capellán. Y estos estudiantes están a la vanguardia de un cambio social más amplio no solamente en las ciudades universitarias sino también en las canchas de golf y en las salas de reuniones; son parte de una creciente cabeza de playa de evangélicos en la elite americana.
El creciente poder e influencia de los cristianos evangélicos se ve en estos días en todas partes, desde la lista de éxitos de venta a la Casa Blanca, pero de hecho su porcentaje de la población no ha cambiado mucho en el último medio siglo. La mayoría de los encuestadores coincide en que la gente que se identifica a sí misma como cristianos evangélicos blancos abarcan un cuarto de la población, como durante décadas.
Lo que ha cambiado es la posición de clase de los evangélicos. En 1929, el teólogo H. Richard Niebuhr describió a los cristianos nacidos de nuevo como la "religión de los desheredados". Pero en los últimos 40 años, los evangélicos se han acercado firmemente, en ingresos y educación, a los protestantes tradicionales de las denominaciones conservadoras históricamente prósperas. En el proceso, han volcado la vieja jerarquía social en la que "episcopal", por ejemplo, era una palabra en código para la clase alta, y "fundamentalista" y "evangélico", para la baja.
Ahora los cristianos evangélicos son crecientemente licenciados universitarios y en las categorías de ingresos más altas. Directores generales evangélicos rezan juntos en conferencias telefónicas todos los meses, banqueros financistas evangélicos de Wall Street estudian la Biblia durante el almuerzo y donantes evangélicos de bolsillos profundos se reúnen en canchas de golf para conferencias de acceso restringido a los que donan más de 200.000 dólares al año a causas cristianas.
Su creciente riqueza y educación ayuda a explicar la nueva influencia de los evangélicos en la cultura y política americanas. Su poder de compra estimula el auge del mercado de libros, música y películas cristianas. Sus crecientes ingresos han pagado la construcción de inmensas mega-iglesias en los suburbios de todo el país. Sus contribuciones benéficas financian docenas de agencias misioneras, radios religiosas y grupos de servicio internacionales.
En el último listado de The Chronicle of Philanthropy de las 400 principales organizaciones de caridad, Campus Crusade for Christ, un grupo de estudiantes evangélicos, reunieron a más donantes privados que los Boy Scouts de América, el Servicio de Radiodifusión Público y Easter Seals.
Ahora algunos evangélicos ricos están dirigiendo su atención y dinero hacia algunas de las ciudadelas más altas de la elite laica: las universidades de la Ivy League. Hace tres años, un grupo de ex alumnos evangélicos de la Ivy League formaron la Unión Cristiana, una organización con el fin de "recuperar para Cristo la Ivy League", de acuerdo a sus folletos publicitarios, y para "modelar a los muchos miles que estudian en esas universidades y se convierten en las elites de otras instituciones culturales americanas".
La Unión Cristiana ha comprado y mantiene nuevos centros de estudiantes evangélicos en Brown, Princeton y Cornell, y tiene planes para fundar un centro en todas las ciudades universitarias de la Ivy League. En abril, 450 estudiantes, ex alumnos y partidarios se reunieron en Princeton para un "Congreso de la Ivy League sobre Fe y Acción". El orador principal era Charles W. Colson, el delincuente fundamentalista de Watergate convertido en pensador evangélico.
Matt Bennett, fundador de la Unión Cristiana, dijo al congreso: "Me encantan estas universidades -Princeton y todas las otras, mi alma mater, Cornell-, pero realmente me apena y me duele pensar en cómo están ahora".
El objetivo inmediato de la Unión Cristiana, dijo, era reclutar misioneros en las ciudades universitarias. "Lo que está pasando ahora es positivo", dijo Bennett, "pero tratar de parar el diluvio de inmoralidad es como parar una inundación metiendo un dedo en el dique".
Y tendencias en la Ivy League de hoy podrían moldear la cultura durante décadas, dijo. "De estas facultades salen muchos dirigentes. Siete de los nueve jueces de la Corte Suprema son licenciados de Ivy League; cuatro de los siete jueces de la Corte Suprema de Massachusetts; líderes de ministerios cristianos; y tantos presidentes, como sabéis; jefes de la industria -están en todas partes".
Agregó: "Si vamos a cambiar el mundo, tenemos que cambiar radicalmente las facultades, con el poder de Dios".
Como Invitado de la Facultad, Havens, que se licenció en Brown el año pasado, es el tipo de misionero que espera enlistar la Unión Cristiana. Evangélico de lo que llama una "sólida familia de clase media" del Midwest, habría sido una anomalía en Brown hace algunas generaciones. Se presentó allá, dijo, llevado por su "disconformidad" y a pesar de la preferencia de su madre de que asistiera a una universidad cristiana.
"Estaba nerviosa sobre esto, y justificadamente, de lo que podía ocurrir conmigo en mi primer año", recordó Havens.
Cuando llegó a Brown, en Providence, Rhode Island, Havens se asombró de encontrar que el evento social más importante en el campus era el baile anual de SexPowerGod, auspiciado por la Lesbian Gay Bisexual Transgender Queer Alliance y publicitada con anuncios en los refectorios mostrando parejas de hombres y mujeres desnudos. "¿Por qué tienen que poner a Dios en todo eso?", dijo. "Parece una falta de respeto".
Havens se descubrió doblemente extraño. Además de dedicarse a su fe, era un becario en una universidad donde la mitad de los estudiantes podía pagar una matrícula de 45.000 dólares sin recurrir a ayuda económica y donde, dijo, muchos tienden a "gastar el dinero como si fuera agua".
Pero sus medios modestos no destacaban tanto como sus esfuerzos por mantener su moral. No bebía, y no maldecía casi nunca. Y estaba resuelto a mantenerse "puro" hasta el matrimonio, aunque no carecía de la atención de las alumnas. Como temía su madre, Havens, un ex luchador de espaldas anchas, pelo castaño despeinado y una inocente sonrisa, vaciló algo durante su primer año y salió con varias compañeras de curso.
"Era como: ‘Ah, seguro que la enamoro'", recordó. "Ah, le gusto; es bonita'. Tuve un montón de relaciones bastante cortas e insignificantes. Era bastante destructivo".
Sin embargo, en su segundo año, su grupo evangélico de canto a capela, un giro de una vieja tradición Ivy League, intercedió. Con su apoyo, se reorientó hacia el servicio del Señor y para el tercer año tenía su propio grupo de estudio de la Biblia, esperando inocular a los estudiantes de primer año contra las tentaciones con las que había tenido que luchar él. Se retaban unos a otros, dijo Havens, "a comprometerse a permanecer sexualmente puros, en un sentido físico y evitando la pornografía y mirar con lascivia a las mujeres y cosas como esas".
Havens está viviendo ahora en una casa de la Unión Cristiana y está tratando no solamente de llegar a otros evangélicos sino también a no creyentes.

Oraciones y Salas de Reuniones
La Unión Cristiana es la creación de Matt Bennett, 40, que sacó su diploma de bachiller y licenciatura en la Universidad de Cornell, y dirigió más tarde la Cruzada Universitaria para Cristo en Princeton, Bennett, un hombre alto de voz suave, con un acento sureño que crece y mengua dependiendo de con quién esté, tuvo la idea durante un ayuno de agua y jugo de 40 días, cuando oyó a Dios hablándole una noche en un sueño.
"Me estaba hablando con mucha urgencia de que quería ver un renacimiento espiritual importante en un lugar como Princeton", dijo Bennett.
Cuando trabajaba para la Cruzada Universitaria, Bennett descubrió que era difícil reclutar a evangélicos para atender a las universidades de elite del Nordeste debido a que el ambiente les era desconocido y las facultades estaban a menudo lejos de sus casas. También descubrió que los ministerios evangélicos cojeaban sin salarios adecuados como para atraer a personal profesional y sin centros propios donde pudieran reunirse los estudiantes, para alternar y estudiar la Biblia. Los judíos tenían las Hillel Houses, y los católicos, los Centros Newman.
Creía que los evangélicos debían tener sus propias residencias, y empezó una activa campaña de recaudación de fondos para comprar o construir una. Un temprano benefactor fue su hermano gemelo, Monty, que se había hecho cargo del imperio de hoteles de Dallas que construyó su padre a partir de un Holiday Inn y que había donado un edificio victoriano de tres pisos en un barrio cerca de Brown.
Para reunir más dinero, Matt Bennett visitó a evangélicos en todo el país, apareciéndose incluso en lugares donde hace unas pocas décadas los evangélicos habrían sido una rareza. En Manhattan, por ejemplo, visitó las salas de reuniones de Wall Street y se reunió con el fundador de Sócrates en la Ciudad, una mesa redonda de intelectuales religiosos que se reúnen mensualmente en lugares como el Hotel Algonquin y el Club Metropolitano.
Esas reuniones le introdujeron a una fuente aún más promisoria de cristianos afines, el Grupo Nueva Cananea, un grupo de oraciones matutinas los viernes a las que asistían normalmente más de cien financistas y otros profesionales. Los desayunos comenzaron en Connecticut, en la casa de un socio en Goldman, Sachs, pero fueron tan concurridos que se mudaron a una iglesia local. Como muchos otros evangélicos, algunos miembros asisten a iglesias que adhieren a la doctrina evangélicas, pero siguen afiliadas a denominaciones tradicionales.
Otros donantes de la Unión Cristiana son miembros de las elites locales en todo el Cinturón Bíblico. No hace mucho, por ejemplo, Bennett visitó Montgomery, Alabama, para almorzar con Julian L. McPhillips, un rico ex alumno de Princeton y socio director de un bufete de abogados local. Bennett, que llevaba la corbata naranja de Princeton, dijo que quería recaudar suficiente dinero como para que la Unión Cristiana pudiera contratar a alguien que atendiera un "ministerio curativo" para estudiantes con depresión, trastornos alimenticios o adicción a las drogas o alcohol.
McPhillips, que comparte la creencia de Bennett en el potencial de la curación por la fe, observó que él una vez curó los dolores de cabeza de un empleado solamente rezando por él. "En mi oficina bromeamos sobre que no necesitamos el seguro médico", le dijo a Bennett antes de firmar un cheque por 1.000 dólares.
La base de datos de Bennett ha crecido de momento a unos 5.000 nombres reunidos boca a boca. Son en su mayoría licenciados de Ivy League cuyas contribuciones periódicas como ex alumnos espera canalizar hacia la Unión Cristiana. Y esos evangélicos de la Ivy League, a su vez, son apenas una pequeña parte del gran número de creyentes ricos.

Normalizándose
Su compromiso con su fe está causando desconcierto en una teoría sostenida durante largo tiempo, de que como generaciones anteriores de bautistas y pentecostales, los evangélicos prósperos abandonarán sus vínculos religiosos o los cambiarán por iglesias más convencionales. En lugar de eso, han mantenido sus creencias tradicionales, y sus iglesias atraen a nuevos miembros acomodados.
Entretanto, los protestantes evangélicos se están acercando a sus contrapartes tradicionales en cuanto a clase y educación. En 1965, por ejemplo, un protestante blanco tradicional tenía 2 y medias veces más probabilidades de tener un diploma universitario que un protestante evangélico, de acuerdo a un estudio del profesor Corwin E. Smidt, politólogo en el Calvin College, una institución evangélica de Grand Rapids, Michigan. Hacia 2000, un protestante tradicional tenía sólo un 65 por ciento más de probabilidad de contar el mismo grado. Y desde 1985 el porcentaje de novatos que, en las altamente selectivas universidades privadas, dijeron que eran nacidos de nuevo, también aumentó en la mitad, de 7.3 por ciento a 11 y 12 por ciento, de acuerdo al Instituto de Investigación de la Educación Superior de la Universidad de California, Los Angeles.
Para muchos cristianos evangélicos, la razón de sus crecientes triunfos mundanos e influencia cultural es obvia: es la voluntad divina. Algunos otorgan crédito a líderes como el intelectual de mediados de siglo, Carl F.H. Henry, que ayudó a fundar un enorme e influyente seminario, una lustrosa revista cristiana evangélica y la Asociación Nacional de Evangélicos. Henry y sus seguidores imploraban a los fieles que miraran más allá de sus iglesias y lucharan por un lugar en la América tradicional.
También hubo tendencias demográficas, empezando con la G.I. Bill [la ley de 1944 para permitir la educación universitaria de veteranos de la Segunda Guerra Mundial], que envió a toda una pionera generación de evangélicos a la universidad. Probablemente el mayor impulso hacia la prosperidad de los evangélicos como grupo se produjo con la expansión del Cinturón Bíblico en los años setenta y el auge petrolero de Tejas, que infundió nuevas riquezas y negocios en regiones donde se concentraban más densamente las iglesias evangélicas.
El ejemplo más sorprendente de cambio es cómo se ven los evangélicos a sí mismos y su lugar en el mundo pueden ser las Asambleas de Dios, una denominación pentecostal. Fue fundada en Hot Springs, Arkansas, en 1914, por cristianos trabajadores del campo que creían que el Espíritu Santo entraba en ellos para hablar en lenguas. Rechazados por las iglesias establecidas, se convirtieron en una secta marginal y sus predicadores condenaban tentaciones mundanas como bailar, ir al cine, las joyas y la natación en piscinas públicas. Pero como los bautistas sureños y otras denominaciones conservadoras, las Asambleas se despojaron gradualmente de sus constricciones separatistas a medida que sus miembros prosperaban y se esparcían.
A medida que crecía la denominación, los predicadores de las Asambleas empezaron a hablar no solamente de recompensas divinas, sino también de las bendiciones materiales que Dios podría proporcionar al mundo. La idea era controvertida en algunos círculos evangélicos, pero se extendió de todos modos e hizo de la fe de las Asambleas algo más compatible con una clase media de movilidad ascendente.
Hacia los años setenta, las iglesias de las Asambleas estaban brotando en los suburbios ricos en todo el país. Sondeos recientes hechos por Margaret Poloma, historiadora de arte de la Universidad de Akrin, Ohio, encontró a miembros de las Asambleas mejor educados y en mejor situación que el público en general.
Mientras florecían, los empresarios y emprendedores evangélicos construyeron una cultura comercial distintivamente evangélica con oraciones en grupo, libros de auto-ayuda y asociaciones empresariales. En algunas ciudades fuera del nordeste, los dueños de negocios evangélicos colocan sus nombres en las páginas amarillas cristianas.
El surgimiento de los evangélicos ha también coincidido con el paso gradual de la mayoría de ellos del Partido Demócrata al Republicano y su creciente activismo político. El movimiento político conservador cristiano rara vez se desarrolló en los pueblos rurales pobres del Cinturón Bíblico. En lugar de eso, sus fuentes eran lugares como la bullente mega-iglesia del reverendo Ed Young en Houston suburbano, o del reverendo Timothy LaHaye en el condado de Orange, California, donde los profesionales y empresarios evangélicos tenían recursos para luchar contra la cultura laica organizando boicots, eligiendo miembros de juntas escolares y cabildeando en pro de nombramientos judiciales conservadores.

Un Montón de Paganos
Havens, el misionero de Brown, es parte del repunte de cristianos fundamentalistas bien educados. Creció en una de las pocas familias blancas de un vecindario negro pobre en St. Louis, adonde se mudaron sus padres para empezar una iglesia, que no logró despegar. El padre de Havens nunca terminó sus estudios universitarios. Después de ser despedido de su trabajo en una compañía de mercadotecnia hace dos años, trabaja ahora en la sección de sistemas y software de una compañía de seguros. La madre de Tim Havens educó en casa a sus seis hijos, al menos durante unos años cada uno.
Havens llegó a Brown con una beca y préstamos, y para cuando sacó su diploma debía 25.000 dólares. Para volver al campus para su año misionero y pagar sus gastos, necesitaba reunir 36.000 dólares adicionales, y por consejo de Geoff Freeman, el presidente de la rama Brown de la Cruzada Universitaria, recaudó fondos en St. Louis.
"En Nueva Inglaterra en el Midwest es fácil", explicaría Freeman más tarde. La gente del Midwest, dijo, considera a los de Nueva Inglaterra "un montón de paganos".
Así que Havens conducía a casa todos los días desde su trabajo de verano en un depósito de piedras para llamar por teléfono desde el desordenado dormitorio de su infancia. Le decía a donantes potenciales que muchos de los estudiante de Brown nacidos en Estados Unidos no habían estado nunca en una iglesia, para no decir nada de los estudiantes de Asia u Oriente Medio. "En cierto sentido, es pre-cristiano", explicaba.
Sin embargo, entre los amigos de la familia era más fácil conseguir apoyo que dinero. Se acercaba el fin del verano y a Havens todavía le faltaban 6.000 dólares. Decidió reducir su salario y volver a Brown con lo que había recaudado, confiando en Dios para sus necesidades, como había hecho siempre cuando en la universidad el dinero se hacía escaso.
"Dios tiene ganado en mil montañas", se dijo a menudo a sí mismo. "Dios tiene un montón de dinero".
Gracias a la Unión Cristiana, la sede actual de Havens como interno del ministerio en Brown es en realidad más exclusiva que su casa en St. Louis. Los viernes noche, hace de anfitrión de un estudio de la Biblia y de una cena para 70 u 80 estudiantes cristianos, que se sirven rebosantes platos de pasta antes de dividirse en grupos de estudio. Después, se vuelven a reunir en el recibidor para divertirse con juegos de mesa y torneos de improvisaciones tontorronas, sin groserías ni doble sentido.
Sin embargo, últimamente Havens ha estado contemplando tomar medidas que lo apartarán de Brown y del ministerio en la facultad. Después de un casto romance -"No la besé sino cuando le pedí que se casara conmigo", dijo- se ha comprometido recientemente con una colega misionera, Liz Chalmers. Ha estado pensando qué hacer para mantener a los hijos que piensan tener.
Y ha estado sopesando el ejemplo de su futuro suegro, Daniel Chalmers, misionero bautista en Filipinas que terminó construyendo centrales eléctricas allá e hizo una pequeña fortuna. Chalmers ha sido un fiel donante de causas cristianas, y compró un terreno en Oregon, donde piensa levantar un retiro.
"Dios ha usado siempre a la gente rica para ayudar a la iglesia", dijo Havens. Señaló que en la Biblia los creyentes ricos ayudaron a los apóstoles, del mismo modo que hoy los donantes de la Unión Cristiana invierten estratégicamente en la Ivy League.
Con esos ejemplos y el de su propio padre en mente, Havens decidió estudiar medicina, en lugar del seminario. Obtuvo buenos puntajes en los exámenes de admisión de la facultad de medicina y después de otro año en Brown, se encaminará a la Facultad de Medicina de la Universidad de St. Louis. En el congreso de la Unión Cristiana en abril, se complació de oír a médicos hablar sobre oraciones con los pacientes y viajes como médicos misioneros.
Está ansioso de tener el dinero que puede reportar un diploma médico, y especialmente para que sus hijos estudien en la universidad sin las becas ni las pegas que él necesitó. Pero si se hace rico o no, dijo, "depende de cuánto me guarde yo".
Como otros evangélicos de su generación, quiere llevar su fe a medida que se hace un lugar en el mundo. Dijo que sus compañeros de cuarto en Brown habían pronosticado siempre que él "se vendería" -perdería la fe y le empezarían a gustar los coches nuevos, las ropas nuevas y otras tentaciones de clase alta.
No lo hizo en Brown y cree que no lo hará nunca.
"De momento está bien", dijo. Pero admitió que "todavía no tengo el dinero".

4 de septiembre de 2005
22 de mayo de 2005
©new york times
©traducción mQh


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