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casa de cinco dormitorios


[Peter T. Kilborn] Salarios de seis cifras, vida despiadada.
Alpharetta, Georgia, Estados Unidos. Kathy Link tiene 41, lleva sus trenzas con vetas rubias, y con su metro 80, es tiesa como una lanza. Todavía lleva su visera roja y las zapatillas de tenis blancas con que llegó a la clase de gimnasia al Gimnasio Forum y ganó un doble después. Doblado junto a su asiento está su itinerario marcado en rojo.
Kaleigh, 8, es rojo. Después de la escuela, esta tarde a fines de agosto, ya la dejaron para su práctica de fútbol a unas manzanas de casa. Kristina, 11, es verde oscuro, y Kelsey, 13, es amarillo. Kristina va a su práctica de fútbol a unos 6 kilómetros al norte, y Kelsey debe recorrer 23 kilómetros hacia el sur. Link (azul para el trabajo, verde claro para la familia y el trabajo voluntario) escudriña el atascado cruce en la salida de su casa 636 de la subdivisión Medlock Bridge. Después de mudarse aquí hace cuatro años, y agobiada por el tráfico, hizo suya una regla: "Donde quiera que vaya, debe de estar a menos de 1 kilómetro y medio de casa", dijo. Pero la rompe dos o tres veces al día, conduciendo entre 10 a 15 veces la regla del kilómetro y medio.
Se aferra al volante de su todoterrenos blanco de ocho puertas GMC Denali 2003. "Avancen, por favor", suplica. Sus nudillos se vuelven blancos. Toca dos veces la bocina. Un tímido conductor en una furgoneta gris tres coches más adelante avanza de puntillas hacia la avalancha con destino a Atlanta de la Autopista 141. Link acelera impaciente, diciendo: "Tengo que ver quién es".
Es una "reubicada" [relo] novata, decide, alguien que llegó hace poco a Alpharetta y su tráfico. Ella misma es una reubicada veterana, pues se ha mudado tres veces en los últimos 10 años para ayudar a su marido con su carrera. Confiesa que está empezando a sentir el peso de su vida vagabunda. "Es como si estuviera en una rueda de ardilla", dice.
Link y su marido, Jim, 42, gerente de servicios financieros de venta para la Wachovia Corporation de Charlotee, Carolina del Norte, pertenece a un creciente segmento de la clase media alta, los ejecutivos gitanos. Las tropas de choque de compañías que se expanden constantemente por el país y en el extranjero, se mudan cada tantos años, de St. Louis a Seattle y a Singapur, de un suburbio residencial a otro, jugando a la rayuela entre islas alejadísimas de la clase trabajadora y los pobres de la ciudad.
Como un subgrupo, los relos [reubicados] son económicamente homogéneos, con ingresos a mitad de carrera que empiezan en los 100.000 dólares al año. La mayoría son blancos. Para algunos, los salarios y beneficios compensan; los desarrollos que experimentan vienen con casas grandes, escuelas con super puntajes en la prueba de aptitud escolar, parques para deportes juveniles y centros comerciales elegantes.
Otros se quejan de estrés y anomia. Han cambiado el hogar por un lugar para un trabajo que puede ocurrir en cualquier lugar. Los niños reubicados no tienen una ciudad natal; sus padres no saben dónde se celebrarán sus funerales. Hay poco en cuanto a vínculos de ciudad chica o las diversiones de las grandes ciudades -abuelos y primos, vecinos de toda la vida, paseos vibrantes, tiendas establecidas- que dejen que las raíces penetren profundamente.
"Es como si hubieran sido modelados por sus compañías", dijo Tina Davis, una importante agente relo en Alpharetta para la firma inmobiliaria Coldwell Banker. "La mayoría de la gente te dirá cuánto tiempo llevan aquí. Normalmente de dos a cuatro años".
Los Link compraron su primera casa hace 15 años en lo que era entonces una urbanización en la Ciudad de Clear Lake, Tejas, ahora parte de Houston. En 1994 se mudaron al viejo suburbio de Severna Park en Baltimore y tres años más tarde a Pittsford, Nueva Jersey, cerca de Rochester. Tres años después compraron aquí una casa de cinco dormitorios y cuatro cuartos de baño, a 40 kilómetros al norte de Atlanta, donde el señor Link empezó a trabajar en una oficina de la First Union Corporation, que se convirtió en parte de Wachovia.

Expansión de la Población
Todavía dando vueltas, la señora Link cruza los centros comerciales. Pasa frente al gimnasio, a los quiroprácticos, a la manicura, a los bancos estucados con columnatas, peluquerías, 16 gasolineras, sitios de auto-almacenaje, un restaurante Waffle Houses, un solario y una salón que hace tatuajes labiales y en los lápices de ojos de modo que no desaparezcan en la piscina.
Esquiva los barriles naranja de las cuadrillas que ensanchan la calle extendiendo asfalto en un inútil esfuerzo para mantenerse al día con la población del condado de Fulton, que ha subido a 273.000 habitantes -de 170.000 en los años noventa, una década en que la ciudad de Alabama apenas si creció, a 416.000 habitantes, de 394.000. Las aceras empiezan y terminan. Nadie se atreve a andar en bicicleta o sacar a pasear al perro. Cruza Georgia a la altura del 400, la atascada arteria que pompea cientos de miles de empleados a los parques de edificios de oficinas de cristal y metal bruñido de Alpharetta y, a una hora de camino hacia el sur, al centro de Atlanta.
Pasa frente a urbanizaciones que desde el aire se ven como placas petri o renacuajos, cada uno un callejón sin salida. En las nuevas subdivisiones, unos letreros en letras fantasiosas proclaman "puntos de referencia para precios", para mostrar a los relos dónde instalarse: Brookdale, 300.000 dólares; Wildwood, 400.000 dólares; Wolf Creek, 300.000 a 500.000 dólares; Quail Hollow, 500.000; Invernes, 600.00 a 800.000; White Columns, 700.000 a 1.5 millones de dólares; Greystone, de 900.000 a 4 millones de dólares.
Las cuadrillas hispanas de paisajismo se movilizan en viejas camionetas Ford arrastrando camiones de plataforma de 2.4 metros. Podan los bordes de los esponjosos jardines de césped de Bermuda y atacan las larvas, hormigas bravas y la mala hierba. Los juguetes e incluso las mangueras son sacadas de la vista, por temor a que la asociación de propietarios de la subdivisión les amoneste o multe. Las puertas de los garajes, todos automatizados, deben estar cerradas.
Después de dejar a Kelsey y Kristina, la señora Link tuvo que aparcar en doble fila, recoger a Kaleigh y llevarla al golf. Esperará a que Kelsey termine el fútbol antes de recoger a Kristina y llevarla a práctica de animadoras. Otra madre tendrá que recoger a Kristina, de modo que Link pueda estar en casa cuando llegue el profesor de matemáticas de Kaleigh. Jim (naranja) no puede ayudar. Desaparece de dos a cinco días a la semana, en Boston, Nueva York, Chicago, New Orleans, Dallas y, más a menudo, Charlotte. Los lunes y martes, dice el itinerario, "Jim está en reunión, Charlotte". Los miércoles, dice, "Jim está en reunión, Filadelfia".

Una Segregación Diferente
Los relos de hoy son sucesores de los pioneros de cuello blanco itinerantes de los años sesenta, como el vendedor de ordenadores para el que IBM significa "Me Han Mudado" [I've Been Moved]. Son empleados de industrias multinacionales: vendedores farmacéuticos, ingenieros electrónicos, gerentes de tecnología de la información, contables, analistas de datos, gerentes de planta, vice-presidentes regionales, técnicos biólogos, banqueros, representantes de la industria y gerentes de cadenas de franquicias.
Son parte de un proceso mayor que han encontrado los investigadores: una creciente segregación económica. Un análisis de la Brookings Institution, de los datos del censo del año pasado constató que el porcentaje de gente que vive en suburbios ricos o pobres en 50 áreas metropolitanas subió de 1980 a 2000, y el porcentaje de personas viviendo en áreas de ingreso de clase media ha disminuido.
Determinar cuántos relos hay es difícil. La marea rueda con fortunas multinacionales y la economía global, y los relos no son contados aparte en las estadísticas. Pero en un sondeo de marzo de 2002 a marzo de 2003, el Buró de Censos declaró que cerca de 3 millones de personas se mudaron a otro condado, estado o país porque los empleadores los habían trasladado o reclutado.
Con la extensión de las nuevas sucursales de la industria global, los relos proliferan en ciudades como Alpharetta; Naperville, Illinois, al oeste de Chicago; Plano, Tejas, en las afueras de Dallas; Leawood, Kansas, cerca de Ciudad de Kansas; Sammamish, Washington, en las afueras de Seattle; y Cary, Carolina del Norte, que está en las afueras de Raleigh y, sostienen sus residentes nómades, quiere decir Área de Contención de Yanquis Reubicados [Containment Area for Relocated Yankees].
Convergiendo en estas ciudades, los relos se han segregado a sí mismos, menos por las antiguas barreras de la raza, religión y origen nacional que por edad, prestigio familiar, educación y, especialmente, ingresos. Las familias con ingresos de 100.000 dólares se dirigen a subdivisiones con casas de 500.000 dólares; los que ganan 200.000 dólares buscan subdivisiones con casas de 900.000 dólares. Aisladas, segmentadas y estratificadas, estas familias están separadas de los solteros, de los gay y de los grises y, a excepción de la servidumbre, de cualquiera de clase baja.
A diferencia de los parientes de clase media alta -los ejecutivos, doctores y abogados que se establecen en un lugar-, los relos renuncian a los antiguos accesorios de su clase: el pedigrí y los lazos familiares; sillas en la sacristía y en la dirección del hospital; y los rituales, como los bailes de caridad. Pero con sus emblemáticos coches de clase, faldas Lily Pulitzer y blusas Ralph Lauren, su golf, su tenis y fútbol y, más conspicuamente, sus casas, se han destacado en su lugar e inflado el sueño americano.
"¿Qué es el sueño americano?", dijo Karen Handel, presidente de la Comisión del Condado de Fulton en Alpharetta. "Se trata de tener una casa propia, la casa más grande que puedas pagar, en el terreno más grande que puedas pagar, con una super escuela para tus hijos, un parque bonito para pasar los sábados tarde con tus niños y con muchas de las diversiones que se ganan a cambio del tráfico".
Más que las clases debajo y arriba de ellos -los inmovilizados pobres de las viejas ciudades y zonas atrasadas del campo, la clase trabajadora atada a sus fábricas y los ricos antiguos y nuevos- este es un grupo fluido e inestable. Los que pierden sus trabajos o rechazan ascensos para dejar que los hijos terminen la secundaria donde están en ese momento a veces se reubican en el mismo lugar. Llaman a empresas de mudanzas a medianoche para que los trasladen a subdivisiones más baratas, o utilizan las ganancias de capital de su casa para mudarse a vecindarios más caros.
La casa de los Link está en una calle sin salida, en una ligera elevación con jóvenes y altos robles rebosantes de bellotas frente a un pequeño jardín anterior y un paseo de cedros y pinos en la parte de atrás. Tiene tres pisos, con paredes estucadas de color beige y anchos paneles de piedras del campo flanqueando una puerta principal de roble barnizado con cristal de plomo.
La casa tiene un salón de dos pisos adornada con arte popular, un cuarto de huéspedes donde está el piano vertical de las niñas, un dormitorio principal con baño con un amplio tocador blanco a cada lado de la puerta y un jacuzzi cercado por azulejos de mármol rosado. A tres calles se encuentran las canchas de tenis, la piscina, dos canchas de fútbol y una casa club de dos pisos.
Alpharetta puede estar en lo más profundo de Dixie, pero no su acento. De las 30.000 personas que viven en el distrito censal de los Link, el 75 por ciento nació fuera de Georgia. Seis por ciento son negros, y un 12 por ciento por asiáticos. Menos del 3 por ciento tienen más de 65; menos del 2 por ciento son pobres o desempleados.
Dos tercios de los adultos han estudiado cuatro o más años en la universidad y ganan más de 100.000 dólares al año, dos veces el promedio de las familias estadounidenses. Sus casas tienen un valor promedio de 400.000 dólares, dos veces el promedio nacional y tienen casi dos veces más habitaciones que la casa promedio. "Todos aquí pertenecen al tope del 10 por ciento de su ramo", dijo Steve Beecham, un agente hipotecario, "o tienen ganas de pertenecer al 10 por ciento superior".
En política, los candidatos republicanos dominan el vecindario. En pocos jardines de Alpharetta brotaron carteles de campaña en noviembre porque los cuatro candidatos del área para la legislatura del estado y el nuevo candidato para el congreso eran todos republicanos y no había candidatos de la oposición.

Simplemente Pasando
Cuando los Link empezaron a buscar una casa a principios de 2000, dijo el señor Link, "la escuela era la prioridad número uno". Después de elegir los mejores distritos escolares, dijo, "empezamos a buscar dentro de los precios de referencia". Con su límite de 300.000 dólares, todo lo que pudieron permitirse en un buen distrito cerca de Atlanta fue una casa de estilo rústico de tres dormitorios y dos baños. "Yo quería cuatro dormitorios, dos baños y medio y un sótano", dijo la señora Link, "y quería un patio".
La casa que los Link finalmente compraron en Medlock Bridge, construida en 1987, tiene 362 metros cuadrados y 102 metros cuadrados más de sótano con una muralla de ventanas que dan al patio. Hay una sala de recreación con bar, y un quinto dormitorio. "El sótano es casi del mismo tamaño que toda la casa de mis padres", dijo el señor Link. Los Link pagaron 313.000 dólares y tomaron un 80 por ciento de la hipoteca.
Pero por satisfechos que estuvieran con la casa, los Link nunca la consideraron permanente.
Una noche de septiembre en el lavavajillas, la señora Link dijo: "Jimmy me ha estado diciendo: ‘Todos estos viajes me están matando'. Estoy consternada que todavía estemos aquí. En todas las casas en que hemos vivido, pregunté: ‘¿Podrías vender la casa?' No pensaba que fuéramos a vivir aquí más de cuatro año. Al principio, le dije a Jimmy: ‘Donde decidas trabajar, allá viviremos'.
"Jimmy es el que está haciendo el dinero. Quiero que se sienta feliz y exitoso. Cuando te mudas, te mudas a un estilo de vida. Alpharetta está super en tenis y fútbol. Queríamos participar en eso".
El local favorito de la señora Link era Pittsford, un pueblo de postal en las afueras de Rochester, con una agradable mezcla de familias transitorias y otras establecidas hace mucho. "Allá arriba cada ciudad tiene su propio pueblo y una calle principal donde puedes caminar y andar en bici y llegar ileso", dijo. Kelsey y Kristina empezaron la escuela y el fútbol allá. La señora Link se convirtió en una preparadora personal certificada y empezó a trabajar como voluntaria. Se unió a la Liga Juvenil.

Creando la Ilusión de Historia
La actual ciudad de Alpharetta cubre 57 kilómetros cuadrados en la parte norte del condado de Fulton, pero muchas subdivisiones en áreas adyacentes no incorporadas, como Medlock Bridge, llevan el código postal de Alpharetta. La ciudad no tiene un verdadero centro, aunque cuenta con un pequeño centro con una Calle Principal, el ayuntamiento, algunos restaurantes, una iglesia metodista y otra bautista, dos salones de belleza, un bazar, un nueva tienda de regalos llamada Todo Selecto y un cementerio.
Al salir de la Calle Principal, flanqueando un callejón entre dos pequeños estacionamientos, un par de arcos de madera blancos proclaman "Centro Histórico". Pero sólo llevan a las murallas de la parte de atrás de las tiendas. Cerca está la Sociedad Histórica de Alpharetta, en la centenaria casa de la Reina Ana. La casa es un relo. La trajo un camión desde Roswell, en 1993.
"Tener ilusiones es algo de lo que la gente ha disfrutado durante siglos", dijo Diana Wheeler, directora de desarrollo comunitario. "Estamos creando nuevas aplicaciones. Se trata de cómo se hace. Es un asunto de calidad. Tú conviertes la ilusión en algo que tiene valor para ti. Quizás columnas sólidas con tejados, o columnas huecas para crear la ilusión que crean. La gente hará cualquier cosa para impresionar a otros".
Tim Bryan construye ilusiones, diseñando casas de un millón de dólares de al menos 428 metros cuadrados. Bryan dijo que los clientes "quieren que la casa se vea como de cien años, como que han estado viviendo ahí cien años o más, con el aire de haber sido agregado". Para lograr ese aspecto, una casa de Bryan puede tener una sección de ladrillos junto a una de piedra, y luego una de cedro.
Con sus subdivisiones de diferentes precios, los urbanistas crearon jerarquías. "Estamos todos muy ocupados mirándonos para abajo", dijo Neal Martineau, 74, un publicista jubilado que el verano pasado se estaba preparando para mudarse desde las afueras de Alpharetta a Virginia del Oeste. "Soy mejor que tú y voy a demostrártelo. Es una especie de intimidación. Es intimidación arquitectónica".
"Esto es una farsa", dijo Martineau. "Tengo una propiedad que no tiene suficiente prado para alimentar a un caballo, pero igual la llamo finca".
"El coche es el signo más visible de tu posición", dijo. "Mi Mercedes es una indicación de quién soy yo. Pero también es un fraude. No debería tener un Mercedes, pero me encanta. Es un modo de hacerme sentir importante, saber que cuando alguien mire el mejor coche que hay en el camino, yo estoy dentro".
Un resultado de las subdivisiones de Alpharetta es el aislamiento de las familias de gente diferente a ellas. La división en zonas y planificación son en parte responsables, y el tráfico. Excepto por los empleados que salen a trabajar, la órbita de los residentes de Medlock Bridge consiste de escuelas, la piscina local, las canchas de tenis, la casa club, las tiendas a lo largo del Medlock Bridge Road y el Club de Campo St. Ives justo al otro lado de la subdivisión.
Atlanta parece tan lejana. "No hemos asistido a ningún evento cultural o deportivo como familia porque son eventos que duran toda la noche", dijo el señor Link. La gente compra a través de internet. Antes de salir a lavar el coche, llaman a Tony Lancaster, que viene en su furgoneta y también trae el agua. "Todo lo que puede hacer una tienda, lo hago yo moviéndome", dijo Lancaster.
Su aislamiento permite mantener seguro el vecindario, lo que es importante para los Link. "Tuvimos un brote de palos de golf robados", dijo Link. "Han roto algunos buzones. Algunos coches han sido abollados. Eso es todo lo que ocurre".
"Lo bueno de esto es que es un vecindario muy cómodo para vivir", dijo Link. "Son tipos de grupos muy homogéneos. Juegas tenis con ellos, los invitas a cenar. Vas a las mismas fiestas".
"Pero no nos interesa saber más sobre otros grupos económicos", dijo. "¿Sabes qué pasa cuando hablamos de tenis? La gente con la que juegas se ve y actúa y piensa en general como tú. Eso no te da muchos horizontes. En el trabajo, la diversidad es una de las cosas importantes sobre la que trabajamos".
Los empleadores de Alpharetta dicen que el punto de partida de 250.000 dólares por una casa separada unifamiliar excluye a las secretarias y técnicos, conserjes y camioneros, cajeras y oficinistas. Los precios excluyen a los maestros y bomberos de la ciudad. De los 365 empleados de tiempo completo de la ciudad, 112 o menos de un tercio vivían en la ciudad. De los 74 agentes de policía, sólo el jefe y dos sargentos vivían aquí.
Las limpiadoras, como Linda Bates, vive a 40 o 60 kilómetros de distancia. Bates trabaja para Unlimited Cleaning Services, una compañía que proporciona limpiadoras con un listado de las exigencias del cliente. Un cliente puede no hablar nunca con las limpiadoras ni tener la misma dos veces, y a Bates le parece bien.
"Si tengo que estar en una casa a las 8:30, salgo de la mía a las 7", dijo. "Limpiamos la casa y seguimos, como el técnico del aire acondicionado. Nunca toco nada personal. Nunca respondo el teléfono. No me gusta estar ahí cuando llegan".

Ajustándose a las Diferencias
Kathy Link vino de Highland Park, una vieja urbanización de lo que ahora son casas de varios millones de dólares a seis kilómetros al norte del centro de Dallas. Jim Link creció en una subdivisión de Houston, Bellaire, en una casa donde sus padres habían vivido durante 34 años. Se marcharon a la Universidad A&M de Tejas, en College Station, se conocieron en una cantina de estudiantes donde Link trabajaba de camarero y se casaron tres años después, en 1988. Ella encontró trabajo como editora en una compañía aeroespacial. Link entró al mundo de los seguros y de los negocios de fondos mutuos, y desde ahí cambió hacia la banca.
Robusto, arreglado y más bronceado que su esposa, todavía con la disposición de un camarero amable, Link se encarga del enfriador de cerveza en las fiestas de vacaciones en la casa club de Medlock Bridge. La señora Link es más reservada. El saludo de su colega de tenis en los dobles es un espaldazo. El suyo es un golpecito. A menudo cuando sale de la cancha, otra madre u otra vecina la para y, más alta que la mayoría, deposita un brazo sobre el hombro de la mujer mientras caminan. Pretende tener el tiempo.
Los Link piensan lo mismo casi en todo. En noviembre votaron por el presidente Bush. Derrochan en el deporte, clases particulares y clases de piano para las niñas y les niegan los ordenadores y la televisión en sus cuartos y los móviles.
Pero su familia tenía mejor posición que la de él, y de vez en vez sus opiniones sobre dinero son divergentes. Cuando ve la ocasiones factura de 140 dólares por los reflejos en su pelo, dice ella, "él se encoge".
"El objetivo de Kathy en cuanto al estudio de las niñas", dijo él, "es como el que tenía su madre con ella, que no necesitaran trabajar". Él trabajó, y le parece bien que sus hijos lo hagan.
La señora Link está contenta con el Denali de 45.000 dólares que compraron a crédito. Él está contento con el Ford Taurus 2000 verde que compró de segunda mano en CarMax por 10.000 dólares en contante.
Salieron de sus problemas con las tarjetas de crédito que se acumularon tras el nacimiento de Kelsey y Kristina. Link gana alrededor de 200.000 dólares, con bonos basados en el rendimiento de la economía y los logros del personal de ventas. La señora Link gana unos 4.000 dólares con clases de gimnasia y preparación personal y piensa dedicarse más a ello cuando las niñas crezcan.
Tienen alrededor de 100.000 dólares en ganancias de capital en la casa y cerca de 10.000 dólares en una cuenta para los estudios universitarios que empezaron el año pasado para las niñas.
"Con el salario pagamos las cosas básicas", dijo el señor Link. "Los bonos son para todo lo demás, como ahorros extras, grandes vacaciones y reparaciones importantes en la casa". Los bonos del año pasado pagaron las primeras vacaciones de esquí de la familia, una semana después de Navidad en Steamboat Springs, Colorado.
A pesar de las mudanzas, los Link tratan de mantener las tradiciones de clase media alta del trabajo voluntario y el cultivo de los vínculos comunitarios. Apenas instalados en Medlock Bridge, el señor Link se postuló candidato para la asociación de propietarios y ganó. Entonces el directorio lo nombró presidente y, de hecho, alcalde. Pagó los 15.000 dólares de inscripción de la familia en el Club de Campo St. Ives.
La señora Link se unió a un grupo del vecindario para jugar bunko, un juego de dados de sociedad preferido por las mujeres de Alpharetta, muchas de las cuales lo ven como una excusa para reunirse y beber unos vasos de vino. Empezó a editar el boletín de noticias de la subdivisión y montó una cadena de correo electrónico que integra a 350 familias de Medlock Bridge. Pasa dos horas los martes en la mañana en reuniones de un grupo de estudio de la Biblia.
Y se ha taladrado en las escuelas. Fue elegida vice-presidente de la escuela básica PTA y se encargó de su boletín de noticias. Es apoderada de la clase de tercero de Kaleigh y organiza allí los proyectos de ciencia. En el puesto de mando en el ordenador de su cocina, se ocupa de los informes y notas de las niñas en la página web de la escuela. El informe de Kelsey de octubre mostraba un promedio de 97, pero apenas un 78 en español. A la semana tenía un profesor de clases particulares.
"Aquí mandan las mujeres", dijo Kelsey en el trayecto con su padre el fin de semana hacia un torneo de fútbol en Columbus, Georgia. "Tienen coches grandes. Los papás tienen coches pequeños para ir a trabajar". Dijo que su madre pensaba que su padre era demasiado relajado en la ruta.
Link dijo: "Kathy se impacienta conmigo cuando corro a 70 en una zona de 65". "No, papá", dijo Kelsey. "Es cuando vas a 60".
Últimamente, el agitado horario de la señora Link la ha estado agobiando. A principios del verano pasado abandonó el bunko. En agosto dejó sus trabajos de apoderada y en el boletín del vecindario. En octubre le pidieron que dirigiera una campaña de recolección de fondos para la cuadrilla de animadoras de Kristina y dijo no. "No lo he hecho nunca antes", dijo.
Pero siempre aparece algo nuevo. Volvió a encargarse del boletín de noticias de la comunidad porque su sucesora lo abandonó. En noviembre se enteró de un plan de división de la escuela y se colgó de su cadena de correo electrónico para movilizar la oposición.
Sus actividades empezaron a crear tensiones en casa. A los lados de la cancha en uno de los partidos de fútbol de Kristina en octubre, la señora Link dijo: "Lo que tiene que cambiar es que Kathy debe ser más juiciosa a la hora de ofrecerse para trabajos voluntarios. No debe abandonar nunca el grupo bíblico. Pero ahora está jugando en tres o cuatro ligas de tenis".
Ella asintió. "Estoy haciendo demasiado", dijo.
"No quiere decir que no deberías participar", le dijo, "pero no tienes porque ser siempre la jefa".

Retos Inesperados
Los Link son los primeros en decir que no han encontrado realmente una manera de ordenar sus vidas en Alpharetta. Encontraron buenas escuelas, calles seguras, vecinos agradables y una casa grande con patio. Pero no contaron con el agotador tráfico, de lo lejos que parece todo, de lo mucho que depende el vecindario del trabajo voluntario o de la estrés de los viajes del sostén de la familia. No tienen relaciones profundas aquí, no tienen viejos amigos, no tienen parientes que cuiden a las niñas.
La señora Link piensa en Highland Park, con su iglesia presbiteriana y fácil acceso a Dallas. Piensa en Rochester. "En Rochester", dijo, "todo estaba en su lugar". En Alpharetta lo que le pesa es simplemente el ajetreo cotidiano.
"No tenemos una iglesia", dijo. "Salimos a buscar una. Pero encontramos iglesias que le gustaban a las niñas y a mí no, o a mí y a ellas no. Encontramos una, pero está a media hora de camino. No tenemos tanto tiempo".
"Está todo aquí", dijo, "pero es una hora de camino. Aquí es todo muy rápido. Corremos todo el tiempo. Es casi como estar ahogándose. Es como cuando no puedes ver la superficie del agua".
"En Rochester", dijo, "podías ir a festivales y ferias en la calle y museos y granjas y podías recoger sus propias manzanas y nadie va a estrangular a tus niñas".
"En Rochester tenía dos amigas íntimas", agregó. "Aquí en Alpharetta no tengo ninguna. No conozco a nadie en quien confiar. Cuando llamé a una vecina, se asustó".

Explorando Cambios
En el verano de 2003, Jim Link y Wachovia consideraron unos cambios organizativos que podían implicar una nueva mudanza para la familia, pero nada ocurrió. El verano pasado los planes volvieron a ser discutidos, y en septiembre fue ascendido. A partir del 1 de noviembre será gerente nacional de ventas para una gama más amplia de los servicios financieros del banco.
"Me completa", dijo, doblando la ropa en el salón y mirando un partido de fútbol de Georgia Tech en la televisión.
Si se mudaban o no de Alpharetta quedó en el aire, dijo.
Pero decidieron que dejarían de mudarse de momento -nueve años, al menos, desde que Kelsey empiece la secundaria hasta que termine Kaleigh. Con su BlackBerry, ordenador portátil y acceso al Aeropuerto Hartsfield-Jackson, el señor Link podía hacer su trabajo desde aquí. Wachovia le deja la opción a él, pero le han dicho que mudarse a Charlotte le ayudaría en su carrera.
"Le dije a mi jefe: ‘Si estás dispuesto a pagar un programa de reubicación completo, estaría dispuesto a hacerlo'", dijo.
De vuelta en casa después de las vacaciones de esquí familiares en Steamboat a fin de año, los Link parecían estar preparándose para una nueva mudanza.
"Yo tendré que ser todavía mejor madre y una mejor esposa", dijo la señora Link. "He hecho lo mío".
El señor Link dijo: "Trataremos de estar más cerca y más conectados con la ciudad. Kathy continuará haciendo trabajo voluntario, pues es así como ella se involucra. Las niñas también tendrán que hacer algo".
Pero no se lo habían dicho a los amigos, ni a las niñas. Una vez que se esparciera la voz, temían, los maestros y preparadores empezarían a desdeñar a las chicas. Kelsey lo descubrió. Mientras empacaban para Steamboat, dijo la señora Link, "me preguntó: ‘¿Nos estamos mudando?' Jimmy no sabe mentir. Dijo: ‘Parece'", y le dijo que guardara el secreto.
Están preocupados de Kristina. La más tímida de las tres niñas, le costaba acostumbrarse a Alpharetta. Entonces floreció. En su clase de lectura en educación especial, sacó 100 todo el otoño y en enero se incorporó a clases normales. Ganó el trofeo Golden Boot de su equipo de fútbol porque metió la mayor parte de los goles.
Los Link llamaron a Tina Davis, una agente inmobiliaria. En las tardes cuando las niñas estaban en la escuela, la señora Link buscó en internet casas y escuelas en Charlotte y encontró que había montañas de nuevas subdivisiones. El tiempo de viaje promedio es de 24 minutos, igual que en Atlanta.
Entonces encontró el Myers Park, un próspero y exclusivo vecindario de 8.700 vecinos donde la mayoría de las casas tienen más de 60 años y están a 10 minutos del centro. También encontró la Iglesia Presbiteriana de Myers Park.
""Es como la que teníamos en Highland Park", dijo.
El 9 de febrero el señor Link llegó a casa después de pasar tres días en Phoenix. Encontró un largo mensaje por e-mail de Wachovia. "Tenemos los papeles", el paquete de reubicación, dijo.
Se lo dijeron a las niñas después de la escuela. Kelsey lo tomó bien, solamente entristecida porque no podría ir a la Northview High School con sus amigas. Kaleigh sonrió radiante, luego frunció el entrecejo, pensando en los amigos y profesores que dejaría de ver.
Kristina estaba en la cocina con la señora Link cuando Link entró.
"Tu papá tiene algo que decirte", dijo la señora Link.
"Nos vamos a mudar a Charlotte", dijo.
Kristina se quedó en silencio. Perdería a Rebecca, su amiga de cinco años.
"Te odio", dijo. "¿Cuándo?"
"En junio", dijo él.
"¿Y el fútbol?"
Seguiría jugando aquí hasta mayo, le dijeron, y luego ingresaría a algún equipo en Charlotte. Se animó un poco.
Esa noche, la señora y el señor Link fueron a cenar a Sia, su restaurante favorito, al otro lado del Medlock Bridge Road.
"Estoy feliz", dijo ella. "Finalmente terminó todo. Durante cuatro años nos hemos estado preguntándonos cuándo, cuándo, cuándo".
Le dijo a Jim: "Me pone nerviosa cada vez que nos mudamos para hacer una vida para ti y la familia. Pero todavía quiero que sigamos con la regla del radio de 1.5 kilómetros. No quiero vivir como en Alpharetta".
Para el 12 cumpleaños de Kristiana el 16 de abril, en los robles frente a la casa de los Link habían brotado unos capullos verde pálido. Una cuadrilla de paisajismo estaba plantando petunias rosadas y blancas en las nuevas compotas de pino. Dentro los suelos habían sido pulidos y el cuarto de baño principal fue remodelado en piedra caliza beige. "Sótano terminado", decía en letras rojas en letrero frente a la casa de Tina Davis.
Ese día el señor Link salió temprano para llevar a Kelsey a un partido de fútbol a 30 kilómetros de distancia. La señora Link y Kristina vieron a los Green Gators de Kaleigh cerca de casa.
"¡Vamos, Kaleigh!", gritaba la señora Link. "Métete al medio, Kaleigh. ¡Vamos!"
A los lados de la cancha, un padre se volvió hacia ella.
"Kathy, ¿es verdad que te mudas?"
"Sí, nos mudamos", dijo.
"¿Por el trabajo?"
"Wachovia", dijo ella. "Charlotte".
"Te vamos a extrañar", dijo él.
"Es agridulce", dijo ella. "Queríamos vivir nueve años, pero nunca se sabe".
En mayo, los Link vendieron su casa de Alpharetta por 420.000 dólares y compraron una en Cape Cod en Charlotte por 627.500 dólares. Es la mitad de tamaño que la de Alpharetta, pero está en el viejo y frondoso Myers Park. El Club de Campo Myers Park, la iglesia presbiteriana y escuelas públicas de alta calidad están a menos de un kilómetro y medio.
En una visita la semana pasada, las niñas sacaron sus carnés de la biblioteca. Buscaron un club de fútbol. Se mudan en julio.

23 de septiembre de 2005
1 de junio de 2005
©new york times
©traducción mQh

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