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quinceañeras


[Robin Abcarian] ‘Quinceañera’, de dos directores de Echo Park, escudriñan brechas culturales y generacionales.
Park City, Utah, Estados Unidos. Wash Westmoreland y Richard Glatzer se mudaron a Waterloo Street en Echo Park hace unos cinco años, cuando los precios de la propiedad inmobiliaria eran razonables y el barrio obrero latino parecía estar al borde del aburguesamiento -algo extraordinario para un par de cineastas que habían llegado recién, y un desarrollo potencialmente desastroso para las numerosas familias de inmigrantes que arañaban la tierra para quedarse.
La pareja no sabía prácticamente nada sobre las fiestas quinceañeras, los elaborados ritos de pasaje para las chicas de quince años que se parecen muchísimo a unas bodas sin novio. Pero entendieron que algo extraordinario estaba pasando en la casa de al lado cuando vieron a jóvenes parejas ensayando el cortesano vals que es parte del ritual. Los vecinos, José y María Campos, sabían que los hombres eran diestros con las cámaras y les pidieron que fotografiaran la ceremonia y fiesta de su hija.
Lo que Westmoreland y Glatzer obtuvieron fue la inspiración para ‘Quinceañera’, que será estrenada el lunes tarde en el Festival de Cine Sundance. Lo que Waterloo Street ganó fue un rol estelar en una conmovedora historia sobre -como dicen los cineastas- "lo que ocurre cuando chocan la sexualidad adolescente, los rituales milenarios y los precios de la propiedad inmobiliaria".
La película presenta a estrellas desconocidas como Emily Ríos, 16, estudiante en la Escuela Secundaria West Covina, en el papel de Magdalena, la quinceañera del título. Un rudo Jesse García es su primo gay, Carlos. (García aparece también en la próxima película de Edward James Olmos, de la HBO, ‘Walkout’, sobre el movimiento estudiantil del Poder Latino en 1968 en Los Angeles). La historia se centra en lo que ocurre cuando los dos primos son expulsados de sus casas -el padre predicador de Magdalena explota cuando ella confiesa tener relaciones sexuales, aun cuando está embarazada; Carlos ha cometido un pecado que se hace obvio a medida que progresa la trama. Los dos son acogidos por su tío abuelo, el amable viejo que es Charlo González, que alquila una casita detrás de una casa que acaba de ser comprada por una pareja gay de movilidad ascendente, representados por David W. Ross y Jason L. Wood.
De un modo refrescantemente transgresor, los homosexuales son los malos nominales de la película. "Pensamos que no había nada malo en hacerlo", dijo Glatzer, sonriendo. "Algunas de las cosas que dicen en la película son cosas que hemos dicho nosotros mismos. Nos mudamos a esta cuadra porque era realmente barato, y ahora todo el mundo dice: ‘Oh, es una gran inversión y el vecindario ha mejorado mucho’, y realmente es algo racista: Estamos echando a la calle a gente que ha vivido aquí durante tanto tiempo".
La película fluye fácilmente entre el inglés y el español, captando cómo hablan los dos idiomas inmigrantes de primera y segunda generación.
‘Quinceañera’ ha sido elegida como una de los 16 concursantes en la prestigiosa categoría de largometrajes. (La ganadora el año pasado, ‘Historias de familia’ [The Squid and the Whale], es una de las favoritas de los críticos y puede terminar con una o dos nominaciones al Oscar). Y aunque, como se sabe, ser nominado es un honor, Westmoreland y Glatzer también esperan un acuerdo razonablemente conveniente sobre la distribución.
"Estar en la competencia significa que llamarás la atención de los distribuidores, y quiere decir que vendrán al estreno y eso es todo lo que puedes pedir", dijo Glatzer, 44, un veterano del género reality show, que trabajó para ‘Los Osbournes’ y co-creó ‘America’s Next Top Model’ [La próxima modelo top de Estados Unidos]. Co-dirigió ‘El eatimulador’ [The Fluffer], un largometraje sobre un cierto nicho laboral job en la industria pornográfica, con Westmoreland, 39, que escribió y dirigió la película de 2004, ‘Gay Republicans’.
El martes tarde, cuando se ocultaba el sol y las torres del centro de Los Angeles empezaban a encenderse, Glatzer y Westmoreland charlaban sobre la película en la salita de su cabaña Crafstman, donde rodaron parte de la película. Afuera, desde el porche, podían mostrar las varias otras casas de la cuadra que utilizaron en el rodaje. Ahora la casa de al lado está a punto de ser demolida para hacer espacio para un nuevo condominio. Al otro lado, los Campos, que ayudaron a inspirar la película, fueron obligados a mudarse después de vivir ahí durante 28 años. Su hija de 16, Leslie, es una figurante que aparece como miembro del séquito de Magdalena. (Una quinceañera tiene siete chicas, ‘damas’, y siete chicos, ‘chambelanes’, que la ayudan durante el ritual).
"Queríamos una historia que fuera realista, pero al mismo tiempo muy inusual", dijo Westmoreland. "Algo que cogiera la vida de todos los días y la llevara un poco más lejos".
Westmoreland, que creció en la industrial Leeds en el norte de Inglaterra, dijo que se inspiraron en los dramas "de fregadero" del cine británico de fines de los cincuenta y principios de los sesenta. En particular citaron ‘Un gusto a miel’‘ [A Taste of Honey], la corajuda película de Tony Richardson sobre una adolescente inglesa, que queda embarazada de un marino negro, cuyo compañero de cuarto homosexual se prepara para criar al hijo como si fuera suyo. "En esa época, daba voz a personajes en el cine que no se habían visto antes", dijo Westmoreland. "Queríamos un realismo que tuviera una chispa".
La espontaneidad de los actores no profesionales agrega una sensación de autenticidad a la película, dicen los directores, que estuvieron sorprendidos de ver lo que pasó en la pista de baile en la escena de la fiesta, cuando terminan los valses de Strauss y empieza el reggaeton. Jóvenes parejas que estaban haciendo un minuet un minuto antes, estaban freaking en el siguiente, escandalizando a los más viejos, muchos de los cuales eran figurantes de Echo Park, mirando desde los lados.
Tampoco pudieron haber anticipado lo que pasaría cuando colocaron la cámara en un limusina Hummer alquilada (que juran que no es un product placement) que trasladó a la fiesta al séquito de la quinceañera. La Hummer, para sorpresa de todo el mundo, venía equipada con un poste de stripteasera.
"El stripper pole y el freak dancing", dice Glatze con un suspiro de alivio. "Para nosotros fueron regalos del cielo".
Cuando introduzcan la película en el festival este lunes, los directores dijeron que planean hablar sobre el profundo respeto que sienten por sus vecinos, los que durante los 18 días del rodaje pasaron de 14 a 15 horas al día como figurantes y porristas, como dice Glatzer, "simplemente para mantener viva la fiesta, sin frustrarse ni quejarse nunca, simplemente divirtiéndose. La película realmente es una especie de sanvalentín para ellos".

21 de enero de 2006

©los angeles times

©traducción mQh

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