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persistente tufo del cine con olor


[Martin J. Smith y Patrick J. Kiger] Los atormentados intentos de hacer con olfato demostraron que es mejor dejar algunas cosas solamente a la imaginación. La temporada del Oscar es una buena ocasión para celebrar una de las peores ideas de la historia del cine.
En 1960 cuando la película policiaca ‘Perfume de misterio’ [Scent of Mistery] se estrenó en Los Angeles, Nueva York y Chicago, el público fue recibido con algo más que vistas y sonidos. Mientras zumbaba el proyector, un aparato conocido como rotor bombeaba hacia las butacas de los espectadores treinta aromas diferentes -vino, pan recién hecho, tabaco de pipa, brisa marina- a través de un sistema de pequeños tubos.
Fue el debut del glorioso ‘Smell-O-Vision’, la pieza maestra de Hans Laube, presentado en las descripciones publicitarias de la época como "osmólogo de fama mundial", y de Michael Todd Jr., el extravagante productor que amaba los trucos. Aunque ‘Perfume de misterio’ no fue el primer intento de emplear aromas en el cine, fue de lejos el intento más intrincado tecnológicamente. Más allá de eso, fue la primera -y aparentemente la única- que utilizó los aromas como parte integral de la trama. Y Laube y Todd tenían grandes esperanzas. Los anuncios de la película proclamaban: "¡Primero se movieron! (1895) ¡Luego hablaron! (1927) ¡Ahora huelen!"
Dejando de lado su extraordinaria naturaleza, Smell-O-Vision no impresionó ni al público ni a los críticos, y ‘Perfume de misterio’ desapareció rápidamente de las salas de cine. Hoy se la recuerda, si acaso, como un elemento en la sección de trivialidades de los sitios de aficionados al cine en la red.
Sin embargo, el intento de Laube y Todd de jalar al público cinéfilo por las narices auguraba una cultura post-moderna en la que la manipulación de los aromas se ha convertido en una poderosa herramienta de manipulación de la conducta del consumidor, con fabricantes que atacan las ventanas de la nariz con alfombras con olor a manzanilla y sofás con olor a rosas, y relojes de pulsera y celulares que huelen ligeramente a café. Los aromas sintéticos se han hecho tan ubicuos que alguna gente los considera riesgos del ambiente. De hecho, Laube y Todd fueron visionarios.
Casi desde la invención del cine, los directores han tratado de explotar los sentidos, además de la vista. Algunos trucos, como el sistema THX que provee de sonido de alta calidad a las salas de cine, han sido exitosos. Otros, como el Sensurround -una violenta tecnología que simula el movimiento, usada en la película ‘Terremoto’ [Earthquake] en 1974-, fueron un desastre.
El sentido del olfato ha tentado a los directores durante largo tiempo, y por buenas razones. Las neuronas olfativas en la cavidad nasal, que detectan los componentes químicos de los olores, y el bulbo olfativo del cerebro -un grupo de células que identifica los impulsos nerviosos y que determina, por ejemplo, que no confundamos al jazmín con los pétalos de rosas- son capaces de sentir e identificar unos diez mil olores. Investigaciones han demostrado que los olores pueden estimular respuestas fisiológicas de la gente antes incluso de que se den cuenta de que están oliendo.
No fue accidente que los antiguos festivales griegos tales como los misterios eleusianos estuvieran repletos de poderosos aromas, entre ellos el del incienso quemado y flores. En el siglo 19, los escenógrafos usaban a veces olores como efectos especiales de las piezas. Desparramaban en los teatros agujas de pino para sugerir el olor de un bosque, o comida cocida para simular los aromas de un restaurante.
De hecho, el uso de los olores en la industria cinematográfica precedió la introducción del sonido. En 1916 los propietarios del Familty Theater en Forest City, Pensilvania, untaron bolas de algodón en agua de rosas y los colocaron ante un ventilador eléctrico durante un noticiario sobre un partido del Torneo de las Rosas. Similarmente, en 1929 un teatro de Boston puso aceite de lilas en el sistema de ventilación para poner al público a punto para ‘El gran combate’ [Lilac Time], una historia de amor escenificada en la Primera Guerra Mundial. Ese mismo año, cuando se estrenó en Nueva York ‘La melodía de Broadway’ [The Broadway Melody], uno de los primeros musicales de Hollywood, se roció perfume desde el techo.
A principios de los años cuarenta, Hollywood experimentó con el uso de aire comprimido para provocar varios aromas artificiales a través de los sistemas de aire acondicionado. En 1943 un teatro de Detroit proyectó ‘Halcón del mar’ [The Sea Hawk], una película de espadachines con Errol Flynn, con aromas como el olor de alquitrán de un buque de vela, para crear atmósfera. Y en la función estaba también ‘Fruto dorado’ [Boom Town], un drama en el que cada personaje tenía un perfume aparte: tabaco para Clark Gable, pino para Spencer Tracy, y perfume My Sin para Hedy Lamarr.
Había dos defectos evidentes en los primeros intentos de hacer cine con olfato. Como se agregaron a películas existentes, eran una ofensa para la estética del cine, una distracción de las intenciones del director. Además de eso, las nubes de perfume que se acumulaban en las salas causaron problemas, porque la nariz humana tiene dificultades en pasar a un nuevo aroma mientas no se libere de las moléculas espoloneadas por los aromas previos. La gente puede sufrir de ‘fatiga olfatoria’ y el olfato deja de funcionar poco a poco; pensemos en el fumador que ya no distingue el acre hedor de su cigarrillo. El invento de Hans Laube parecía una solución. Era un suizo alto, de pelo canoso, que llevaba unas gafas de severo negro y aire de búho, y ha sido identificado como profesor, ejecutivo de publicidad, ingeniero eléctrico y "experto en osmología, la ciencia de los aromas".
Según un informe, antes de la Segunda Guerra Mundial inventó un método para limpiar el aire de los grandes auditorios que fue usado ampliamente en toda Europa. Este éxito le llevó a una fascinación con invertir el proceso: poner olores de su gusto de vuelta en las salas. Desarrolló un proceso de suministro de aromas en el que los químicos era transportados a través de una red de tuberías conectadas a las butacas individuales en los teatros, de modo que se podía regular precisamente la ocasión y la cantidad de aroma. Con su colega Robert Barth, Laube produjo un ‘smell-o-drama’ de 35 minutos, una película titulada ‘Mein Traum’ [Mi Sueño] para la Feria Mundial de 1940 en Nueva York. El operador manejaba un panel de control con selectores que le permitían liberar 32 olores diferentes, incluyendo rosas, cocos, alquitrán, heno y melocotón.
El invento de Laube, informó un diario en 1943, "ha producido aromas tan rápida y fácilmente como produce sonidos la banda sonora". El New York Times observó que el público pensaba que la simulación de tocino de la película no era realista, pero que el incienso había salido muy bien.

Dulce Aroma del Exceso
Laube encontró un benefactor en Michael Todd Jr., el hijo del extravagante productor de Broadway y Hollywood, Michael Todd. El viejo Todd, mejor recordado como uno de los maridos de Elizabeth Taylor, había montado una serie de exitosos espectáculos musicales en la misma Feria Mundial de Nueva York en la que Laube había mostrado su corta película experimental. Una década y media más tarde, Todd y su hijo colaborador estaban buscando trucos que hicieran la estrafalaria epopeya de la pantalla ancha, ‘La vuelta al mundo en ochenta días’ [Around the World in 80 Days] todavía más espectacular.
Los olores eran una intrigante posibilidad, y los Todd consideraron varios proyectos diferentes. Finalmente optaron por no incluir los aromas en la película de 1956 -una sabia elección ya que ‘La vuelta al mundo en ochenta días’ había logrado suficiente cobertura como para convertirse en un éxito de taquilla y ganar un Oscar a la mejor película. Tras la muerte del viejo Todd en un accidente de aviación en 1958, el joven Todd -que había heredado de su padre la inclinación por lo estrafalario- decidió probar la tecnología de Laube. Contrató al inventor suizo para una película, con la condición de que lo que Laube llamó originalmente ‘Scentovision’ fuera llamado ‘Smell-O-Vision’. Cuando le preguntaron porqué no cambió el nombre a algo más digno, Todd Jr. replicó: "No entiendo cómo puedes ‘dignificar’ un proceso que introduce olores en los teatros".
El juego de palabras maravillosamente hortera de Todd Jr., tuvo gran éxito en los periódicos. El columnista sindicado Earl Wilson escribió con entusiasmo sobre Smell-O-Vision, diciendo que "puede producir cualquier olor, desde almizcle hasta perfumes, y removerlo instantáneamente".
Entretanto, Todd Jr. permitió que Laube usara como laboratorio el Teatro Cinestage de Chicago, de modo que pudiera perfeccionar el proceso patentado. Lo esencial del artefacto de Laube era su rotor -un surtido de contenedores de aromas unidos por una correa que a su vez giraba en torno a un carrete motorizado. Cuando empezaba a rebobinarse el metraje, los marcadores enviaban señales al rotor. Los contenedores, aparentemente ordenados de acuerdo al orden en que serían usados en la película, runruneaban colocándose en posición. En el momento preciso, las agujas pinchaban las membranas en el fondo de contenedor apropiado y soltaban el perfume. Ventiladores eléctricos mezclaban el perfume con el aire, que era entonces bombeado a través de casi un kilómetro de tuberías que se extendían hasta agujeros debajo de cada butaca en el teatro. Al final de la película, la correa era rebobinada y los contenedores vueltos a llenar.
Incluso Laube se dio cuenta de que Smell-O-Vision tenía ciertas limitaciones estéticas. Propuso la teoría de que los dramas más pesados no se llevarían muy bien con los aromas, aunque los materiales más ligeros podrían ser realzados con el aroma correcto. Todd asintió sabiamente, y programó que Smell-O-Vision debutara en la irónica película ‘Perfume de misterio’, en lugar de en una épica bíblica o un drama de época.
‘Perfume de misterio’ gira sobre un fotógrafo (el actor británico Denholm Elliott) de vacaciones en España que descubre una trama para asesinar a una bella heredera americana (la propia madrastra de Todd Jr., Elizabeth Taylor, en una sorpresiva y breve aparición). Con la ayuda de un chofer aficionado al brandy (la leyenda del cine, Peter Lorre), Elliot se embarca en una salvaje cacería a través del pintoresco campo español para desbaratar el plan.
‘Perfume de misterio’ hacía frente a la difícil tarea de estar a la altura de las expectativas que Todd Jr. había despertado tan diestramente para Smell-O-Vision. La tecnología fue anunciada como mucho más precisa y realista que todos los intentos previos de hacer cine con olfato, y muchos, como el escritor del New York Times, Richard Nason, pensaron que podría realmente significar un genuino avance del cine -del mismo modo que los primeros primitivos intentos de agregar sonido fueron seguidos finalmente por la banda sonora sincronizada.
La película se estrenó en tres salas equipadas especialmente en febrero de 1960. Algunos de los efectos aromáticos habían sido incluidos claramente para demostrar las capacidades de la nueva tecnología. Una vista del jardín de rosas de un monasterio iba acompañada, previsiblemente, por aromas florales. Cuando unos barriles de vino ruedan hacia abajo por una colina y se rompen contra una muralla, el aparato produjo el aroma del jugo de uvas. Además, el director Jack Cardiff había incluido varios trucos con olor, como en la escena en la que Elliot y Lorre están bebiendo café y la copa de Lorre despide olor a brandy, provocando que Elliot le de un sermón sobre la necesidad de mantenerse sobrios.
Más allá de eso, esta fue la primera película en la que los aromas eran parte integral de la historia, proporcionando claves básicas a la audiencia. El asesino, por ejemplo, es identificado por el aroma de su pipa de tabaco, y la heredera, por su perfume.
A pesar de los años de laboriosos esfuerzos de Laube, en la noche de estreno Smell-O-Vision no funcionó completamente como previsto. De acuerdo a Variety, los cinéfilos en la galería se quejaron de que los aromas les llegaban segundos después de la acción en la pantalla y eran acompañados por un siseo que les distraía. El crítico de New York Times, Bosley Crowther se quejó de que los aromas eran demasiado débiles, de modo que "los clientes olfateaban y resoplaban como perros pajareros, tratando de detectar los aromas". Sugirió irónicamente que Todd Jr. bombeara gas hilarante en lugar de olores, ya que la película y el guión le parecíeron tan poco densos como los aromas.
Los proponentes de Smell-O-Vision hicieron ajustes técnicos que resolvieron en gran parte el problema, pero era demasiado tarde. Las reseñas negativas y los rumores condenaron a la película al olvido. (El ocurrente cómico Henny Youngman: "No entendí la película -estaba resfriado"). Todd Jr. archivó los planes de instalar Smell-O-Vision en cien teatros en todo el mundo, y la película fue finalmente relanzada como ‘Holiday in Spain’, sin los aromas. Como observó el Daily Telegraph, "la película adquirió un desconcertante, casi surrealista calidad, ya que no había razón por la que, por ejemplo, una barra de pan debiera ser sacada del horno y colocada frente a la cámara por que lo pareció un inconcebible lapso de tiempo".

Ocaso del Smell-O-Vision
Con el fracaso de ‘Perfume de misterio’, Laube desapareció silenciosamente. La carrera en Hollywood de Todd Jr. también se esfumó. Anunció los planes de dos nuevas películas -una de ciencia ficción, ‘Creature from the Bronx’ y ‘Bumpkin’s Holiday’, en la que la acción consistiría en un hombre en un autobús, casi sin diálogo ni subtítulos. No se hizo ninguna de las dos, y Todd Jr. no volvió a producir otra sino dos décadas después. La canción del cisne del autor olfativo fue una versión dolorosamente seria de la novela ‘La campana de cristal’ [The Bell Jar], de la poetisa suicida Sylvia Plath.
Pero la versión de las ‘smellies’, como las llamaron algunos, fue tan obstinadamente persistente como el aroma del meado de gato en una alfombra. En 1981, un cineasta independiente, John Waters, hizo una parodia de la idea en ‘Polyester’, con tarjetas raspa-y-huele ‘Odorama’, y el chiste de Waters fue copiado por los autores de la película animada de 2003, ‘Vacaciones salvajes’ [Rugrats Go Wild], que reclamó que había sido hecha en su homenaje. La película de Laube y Todd Jr. revivió brevemente a mediados de los años ochenta cuando el canal de cable MTV emitió ‘Perfume de misterio’ en conjunto con una promoción de una cadena de tiendas nocturnas que ofrecía tarjetas raspa-y-huele.
En 2000, el director de Hong Kong, Ip Kam-Hung lanzó ‘Lavender’, un romance de fantasía en la que el dueño de una tienda de aromaterapia se enamora de un ángel herido que ha caído en su balcón. Para realzar el aire de la película, los productores gastaron un millón de dólares en aparatos que dispersarían aromas de flores en los sistemas de aire acondicionado de los teatros. Ip dijo al Morning Post del sur de China que se inspiró en historias en internet sobre películas aromatizadas anteriores.
Afortunadamente Ip olvidó el truco en la película ‘Elixir de amor’ [Elixir of Love] de 2004, que se centró en las tribulaciones románticas de una princesa afligida por un intolerable mal olor.

Fragmento de ‘OOPS: 20 Life Lessons From the Fiascoes That Shaped America’, de Martin J. Smith y Patrick J. Kiger, que será publicado el 14 de marzo de 2006.

10 de febrero de 2006

©los angeles times
©
traducción mQh

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