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agente jubilado trabajaba para la mafia


[William K. Rashbaum] Participó en varios asesinatos por encargo.
Cuando R. Lindley DeVecchio, 65, supervisor jubilado del FBI, compareció ayer al tribunal de Brooklyn para oír cargos de que había ayudado a su valioso informante en la mafia a cometer cuatro homicidios, la tensión se podía sentir.
A un lado de la galería, rellenando dos tercios de sus bancas de madera rubia, se encontraban casi dos docenas de hombres canosos en trajes de colores oscuros. Agentes jubilados del FBI que habían sido colegas de DeVecchio, eran ahora sus partidarios. La mayoría de ellos se tenían derechos y tiesos y hablaban poco.
Frente a ellos, en la mesa de la fiscalía en la sala del tribunal, había dos importantes fiscales del despacho del fiscal de distrito de Brooklyn, Charles J. Hynes. Después de una pesquisa de 13 meses, Hynes había anunciado cuatro horas antes el procesamiento de DeVecchio por haber ayudado a su informante a cometer cuatro asesinatos para la mafia en los años ochenta y principio de los noventa, aceptando pagos semanales por un total de más de 66 mil dólares.
En la galería también había varios fiscales y detectives que trabajaron en el caso.
Después de que el abogado de DeVecchio se declarara inocente en su lugar, uno de los fiscales, Michael F. Vecchione, jefe de la división de investigaciones del fiscal del distrito, expuso el caso de la fiscalía. Hynes había dicho que la investigación había "descubierto un inquietante patrón de filtraciones de secretos, sobornos y muerte" y dijo que el caso era el "ejemplo de corrupción oficial más asombroso que he visto en mi vida".
Vecchione, alegando contra la fianza de DeVecchio, analizó los ocho asesinatos, contando en detalle al juez de la Corte Suprema del estado, Gustin L. Reichbach lo que dijo que era el papel directo de DeVecchio y sus razones para "ordenar" a su informante, Gregory Scarpa Sr., cometer esos homicidios.
En la mayoría de los casos, incluyendo en asesinato de Mary Bari, la ex novia de otro mafioso, dijo el fiscal, fue porque las víctimas habían hablado con las autoridades y representaban una amenaza para Scarpa o sus familiares. Scarpa, que contrajo el SIDA tras una transfusión de sangre y murió en la cárcel en 1994 era capitán en la familia criminal Colombo.
Pero fue el argumento de Vecchione que de ex agentes del FBI habían tratado de intimidar a los testigos a favor de DeVecchio, y su afirmación de que una red de ex agentes que trabajaron alguna vez en el extranjero lo convirtieron en un riesgo de fuga, lo que convirtió el reñido alegato en una batalla campal con la defensa.
La afirmación de que los ex agentes ayudaron a huir a DeVecchio provocó rezongos, enfadadas quejas y algunas risas entre los agentes jubilados en la galería.
Y el abogado de DeVecchio, Douglas E. Grover, desdeñó a Vecchione, diciendo que su despacho no estaba acostumbrado a los casos sobre el crimen organizado, un cargo que Vecchione rechazó vehementemente.
DeVecchio está acusado de cuatro homicidios de segundo grado por actuar en concierto en los asesinatos y podría ser condenado hasta 25 años de cárcel.
Con una camisa gris a cuadros abotonada, con el cuello abierto y pantalones oscuros, DeVecchio no habló durante la sesión de una hora y permaneció impávido. Grover lo calificó de agente honesto que había desempeñado un papel clave en la guerra del buró contra el crimen organizado.
Finalmente, el juez Reichbach fijó una fianza de 1 millón de dólares para DeVecchio, que fue firmada por 5 de los 45 ex agentes que Grover dijo que estaban dispuestos a ofrecerse. El juez ordenó que DeVecchio entregara su pasaporte y que sus movimientos en su casa en Sarasota, Florida, fueran seguidos con un brazalete electrónico.
Uno de los otros dos acusados, John Sinagra, 38, un personaje de la mafia acusado de uno de los homicidios, se declaró inocente y le fue denegada la libertad bajo fianza hasta la vista del lunes. El otro acusado, Craig Sobel, 39, está encarcelado en Florida a la espera de su extradición.
Tras el encarnizado alegato sobre la fianza de DeVecchio, las espectaculares acusaciones en su contra siguieron resonando en la sala del tribunal, aunque algunas de las acusaciones se formularon por primera vez hace más de una década, cuando colegas agentes contaron a sus superiores sus sospechas de que estaba entregando a Scarpa informaciones secretas.
Investigaciones internas de esas acusaciones, a cargo de la Oficina de Responsabilidad Profesional del FBI y de fiscales del ministerio de Justicia -pesquisas que varios ex funcionarios federales han criticado por deficientes- fallaron a la hora de proporcionar suficientes evidencias sobre las que acusar a DeVecchio de algún crimen, o incluso imponerle medidas disciplinarias.
Hynes dijo que su investigación empezó en febrero de 2005 después de un miembro del Comité Judicial de la Cámara, William Delahunt, demócrata de Massachusetts, llamara su atención sobre acusaciones que implicaban a DeVecchio. Delahunt estaba investigando acusaciones contra agentes del FBI implicados en casos sobre el crimen organizado.

En el nuevo caso, un oficial de policía dijo que el testigo clave era Linda Schiro, compañera de Scarpio durante muchos años. Ella conocía detalles de la relación entre el gángster y la mafia porque Scarpa había confiado en ella, y ella estuvo presente durante llamadas telefónicas y reuniones entre los hombres, en las que ellos discutieron sus delitos, dijo el funcionario.
Grover la citó en su comparecencia y desechó sus declaraciones, diciendo que durante las primeras pesquisas había dicho que no sabía nada sobre los homicidios. La citó diciendo, entonces, cuando dijo que se mantenía "fuera de la cocina", una referencia al cuarto en la casa de Brooklyn de Scarpa donde DeVecchio y su informante se reunían semanalmente.
Pero otro funcionario policial dijo que Schiro había informado que durante la primera pesquisa se había sentido intimidada por otros agentes del FBI que estaba asociados con DeVecchio. Ambos agentes pudieron mantenerse anónimos porque la investigación está en curso. Grover también dijo en la comparecencia que las transcripciones de los testimonios de varios renegados de la familia Colombo en juicios durante los años noventa contradecían las teorías sobre el papel de DeVecchio en los asesinatos.
Los homicidios, contados en detalle por Vecchione, empezaron en 1984 con el asesinato de Bari, 31, ex novia de un conocido mafioso. Fue matada a balazos por Scarpa y otros en un club social de Brooklyn después de que DeVecchio lo informara de que ella estaba hablando con las autoridades y podría revelar el escondite de su ex novio, dijo Vecchione.
En 1987, dijeron los fiscales, DeVecchio entregó informaciones que llevaron al asesinato de un recluta de Colombo, Joseph DeDomenico. El agente le dijo a Scarpa que DeDomenico estaba usando drogas, haciendo cobros sin compartirlos con Scarpa y flirteando con los cristianos renacidos, deslices todos que según DeVecchio lo convertía en una amenaza, dijo el fiscal.
Dos años después, un grupo de adolescentes -entre ellos el hijo de Scarpa, Joseph, estaban festejando Halloween cuando uno de ellos disparó contra un chico de 17, Dominick Masseria, matándolo, después de una riña que empezó sobre unos huevos, de acuerdo a la acusación.
Masseria no tenía lazos con el crimen organizado y los fiscales admiten que DeVecchio no tuvo participación en su muerte. Pero cuando Patrick Porco, 18, uno de los jóvenes en el coche, fue interrogado en 1990 por la policía sobre el homicidio, DeVecchio advirtió a Scarpa que Porco representaba una amenaza para Joseph, dijo el fiscal. Porco también fue asesinado. Sinagra fue acusado ayer de ese homicidio.
El último asesinato, el 22 de mayo de 1992, fue parte de la sangrienta guerra de la época de Colombo. Vecchione dijo que DeVecchio, utilizando información que había sacado de la vigilancia de sus agentes de un rival de Scarpa, Lorenzo Lampasi, le contó a Scarpa que Lampasi bajaba del coche todas las mañanas para cerrar la puerta cuando salía de su casa, dejándolo expuesto a ataques.
Antes de la comparecencia de ayer, Chris Mattiace, 58, que trabajó con DeVecchio durante 25 años y era uno de los agentes jubilados que más tarde atiborraron la sala del tribunal, dijo: "No lo creemos. Creemos en él. Creemos que la acusación es irresponsable".
Pero miembros de la familia Masseria, que asistieron a la rueda de prensa del fiscal de distrito, opinan de otro modo. Aunque DeVecchio no fue acusado en el homicidio del joven, sugirieron que las sospechas de que el supervisor jubilado jugó un papel en el asesinato de Porco había impedido que se conociera la verdad. "Si no podemos confiar en el FBI, ¿en quién vamos a confiar?", dijo Dorothy Garuccio, una hermana de Masseria.

Janon Fisher contribuyó al reportaje para este artículo.

31 de marzo de 2006
©new york times
©traducción
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