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putin versus democracia


[Fred Hiatt] Rusia no ha logrado convertirse en una democracia plena. Al contrario, es cada vez más una dictadura.
Cuando se derrumbó el comunismo en 1991, nadie esperaba que la democracia se impusiera instantáneamente en todas partes. Pero tampoco esperaba nadie que el otro lado fuera a luchar. Después de todo, ¿que era el ‘otro lado'?
Sin embargo, cuando el presidente Vladimir Putin reciba esta semana en Rusia la primera cumbre del Grupo de los Ocho presidente, lo más notable no será que su país no ha logrado convertirse en la democracia consolidada que esperaban los países del G-7 cuando invitaron a Rusia a unirse al grupo hace una década. Lo que será notable -aunque no ha muy observado-, es que Putin se ha convertido en un líder y emblema de un movimiento activo que lucha contra la difusión de la democracia.
"Lo que parece ser el caso", me dijo el senador Richard Lugar (republicano de Indiana), presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, "es que los gobiernos que son autoritarios han decidido responder".
Lugar presidió una audiencia el mes pasado sobre ‘La reacción contra la democracia', que es el título de un informe que encargó a la National Endowment for Democracy NED, una organización privada, financiada con fondos federales, creada en 1983 para fomentar las instituciones democráticas en todo el mundo. La organización constató que el contragolpe contra la democracia más pronunciado se producía en lo que Carl Gershman, presidente de la NED, llama "regímenes híbridos": autocracias que conservan algunas estructuras nominalmente democráticas, incluyendo normalmente elecciones, y que reclaman por lo general que son democracias.
Muchos de estos regímenes toleraban a los grupos cívicos que fomentaban la libertad y los derechos humanos durante los años noventa, y les permitieron recibir ayuda de instituciones pro-democracia en Estados Unidos y otros países. Pero después de que la Revolución Rosa barriera con el corrupto régimen de Eduard Shevardnadze en Georgia, seguido por la Revolución Naranja en Ucrania, Putin y otros líderes decidieron que no podían correr más riesgos.
Concluyeron, dijo Gershman en una charla hace poco, que, como observó Abraham Lincoln en un contexto diferente, que "un gobierno no puede ser mitad esclavo, mitad libre permanentemente". Y así incrementaron su acoso de los grupos cívicos, de las emisoras radiales, de los partidos políticos y de cualquier otra voz independiente, con detenciones arbitrarias, prohibiciones de visados, normas de financiamiento imposibles, intrusivos requisitos de inscripción y otras cosas.
En general, los regímenes dicen que estas medidas sólo buscan proteger la soberanía de los estados, combatir al terrorismo o hacer frente al espionaje. Son buenas noticias, cuando se trata de divertirnos. Pero la mayoría de ellos todavía se sienten compelidos a describirse como demócratas. Incluso ahora, desde un punto de vista ideológico, no hay un ‘otro lado'.
Pero esto hace difícil la lucha contra esas medidas. El informe de la semana pasada del periodista del Post, Peter Finn, sobre cómo el Kremlin anuló las transmisiones de la emisora Radio Europa Libre/Radio Libertad sin prohibir formalmente su programación -en lugar de acosar, insinuar y amenazar con revocar los permisos-, es un buen ejemplo.
Y los dictadores por rebote están aprendiendo unos de otros. En enero, Putin firmó unas leyes que regulan a las organizaciones no-gubernamentales que da a los 30 mil burócratas la opción de revocar la inscripción de cualquier grupo considerado una molestia. Ahora Hugo Chávez en Venezuela y Robert Mugabe en Zimbabue están imponiendo leyes similares. Se ha informado que China ha enviado investigadores a Uzbekistán y otros antiguos estados soviéticos para comparar notas sobre las medidas contra la democracia; entretanto, el dictador de Belarus, Alexander Lukashenko, "según se informa, adquirió las tecnologías más avanzadas de control de internet con que cuenta China cuando estuvo en Pekín en diciembre de 2005", informa NED.
El hombre que ayudó a provocar todo esto -el presidente democrático de Georgia, Mikheil Saakashvili- estuvo en Washington la semana pasada advirtiendo que Putin y otros de su calaña podrían tener más intereses que solamente la defensa; quieren destruir la democracia en Georgia, Ucrania y más allá. Bush, que pasó dos horas con el georgiano, parece entenderlo.
De hecho, Putin está trabajando intensamente para socavar la democracia en Georgia, un país de menos de cinco millones de habitantes que limita con Rusia al sur. Putin ha prohibido las importaciones de artículos georgianos, vino y agua mineral; y está manipulando a los secesionistas en el interior. El éxito de Saakashvili en fomentar el crecimiento económico y la lucha contra la corrupción puede ser un ejemplo demasiado peligroso para Putin y no lo querrá tolerar.
Una pregunta clave esta semana será si los presidentes del G-7 dejarán en claro que minar las democracias de los países vecinos no es una política exterior aceptable. Francia y Alemania se muestran en principio reluctantes a interferir con intereses comerciales, que los tienen en Rusia, y no en algún diminuto país al sur. Así que ahora es cosa de Bush.
Ese es el mensaje que envió Saakashvili cuando entregó a Bush una fotocopia de una carta de 1936 que su gobierno ha descubierto en los archivos de la KGB. La carta, escrita a mano por líderes del pueblo furiosamente independentista de la montañosa región de Khevsureti, está dirigida al "Gran Gobierno Estadounidense". Se quejaban de los invasores bolcheviques, que estaban obligando a los habitantes a vivir en granjas colectivas y les impedían la práctica de su religión.
"Mientras haya un solo georgiano vivo en Khevsureti, no nos rendiremos", escribieron. "Nos defenderemos con espadas y puñales... Esperamos que nos ayudéis. Sois los únicos que podéis..."
Por supuesto, la carta no llegó nunca a manos de Franklin Roosevelt y sus signatarios, que fueron, todos, asesinados por la KGB (entonces conocida como NKVD).
Gracias a Dios, las cosas han cambiado. Pero la historia no termina todavía y la difusión de la democracia no debe darse por sentada.

fredhiatt@washpost.com

10 de julio de 2006
©washington post

©traducción mQh
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