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se sigue llamando tortura


[Eugene Robinson] Programa de Bush deshonra a los estadounidenses.
Me gustaría escribir sobre asuntos más alegres, pero no puedo ignorar este tema de la tortura: el hecho de que George W. Bush, el presidente de Estados Unidos de América persista en exigir al congreso que le otorgue el derecho a torturar a cualquiera que considere un terrorista de ‘alto valor'. El presidente de Estados Unidos. Interrogatorios con tortura. No puede ser verdad.
Ya pasó la época en que uno debía hablar con rodeos. El Decididor, o quizás deberíamos llamarle el Inquisidor, se aferra a eufemismos anodinos. Habla de técnicas de interrogatorio ‘alternativas', y su término general para todo el arsenal de horrores es "el programa". Por supuesto, no entregará todos los detalles de los métodos que fueron usados en las cárceles secretas de la CIA -y quién sabe dónde más-, pero varias fuentes han dicho que incluían no solamente la infame ‘asfixia simulada por inmersión', de la que el gobierno ha abjurado aparentemente a regañadientes, sino también la privación de sueño, exposición al frío, bombardeos con sonidos estridentes y otras agresiones que no solamente constituyen apremios mentales, sino además causan dolores físicos. Eso es tortura, y llamarla de otro modo es simplemente una mentira.
No es posible que nuestros representantes electos participen de ningún modo honroso en un ‘debate' sobre la tortura. Bush dice que está librando una "guerra por la civilización", pero las naciones civilizadas no debaten sobre la esclavitud o el genocidio, y no debaten tampoco sobre la tortura. Este espectáculo ofende y deshonra a todos los estadounidenses.
Hay un rayo de aliento: la cristalina evidencia de que los hombres y mujeres de nuestras fuerzas armadas no quieren participar en la tortura de nadie. Los miembros de la resistencia republicana -los senadores John Warner, de Virginia, John McCain, de Arizona, y Lindsey Graham, de Carolina del Sur- tienen impecables conexiones con el Pentágono y no están moviéndose en el vacío. Bush admitió en su rueda de prensa el viernes que había hablado con "los profesionales" y que ellos no implementarían "el programa", a menos que el congreso les dijera específicamente que lo hicieran.
En apoyo del proyecto de ley de la tortura, todo lo que la Casa Blanca pudo hacer fue estrujar de los cinco abogados del Pentágono una carta de no-objeción de cuatro frases que tenía todo el entusiasmo de un casete de secuestrado.
El rechazo de la tortura, formulado en enérgicos términos por Colin Powell, debería haber avergonzado y escarmentado a la Casa Blaca, pero este es un presidente que se niega a escuchar a los críticos de su ‘guerra contra el terrorismo' -incluso a los críticos que lo ayudaron a diseñarla y conducirla.
No debería ser necesario detallar todas las razones prácticas que existen contra la tortura, pero, que conste, son miles. Como han sostenido Powell y otros, si Estados Unidos reinterpreta unilateralmente el Artículo Común 3 de las Convenciones de Ginebra para permitir la tortura, adversarios potenciales en conflictos futuros tendrán una justificación para hacer lo mismo. ¿Quiere el presidente que algunos pilotos capturados sean sometidos a las mismas torturas que se aplican en las cárceles de la CIA?
Y, como ha sido señalado por expertos, la tortura rinde frutos, demasiado bien. Las víctimas de tortura te dirán lo que saben, y cuando su conocimiento se agote, también dirán a los torturadores lo que estos quieran escuchar, incluso si para ello deban inventar conspiraciones. El presidente dice que la tortura de cabecillas de al-Qaeda desbarató serias tramas contra Estados Unidos, ¿pero cómo sabemos si esas conspiraciones eran reales?
¿Cómo podemos estar seguros de que algunos de los detenidos de Guantánamo no son tenderos o taxistas que fueron secuestrados porque a Khalid Sheik Mohammed se le acabaron los terroristas de verdad y empezó a mencionar a sus conocidos para evitar que lo volvieran a sumergir en el agua?
Pero no deberíamos estar hablando sobre los aspectos prácticos de la tortura, porque la verdadera pregunta es moral: ¿Qué tipo de país somos? ¿Qué tipo de gente somos?
La visión del mundo de Bush se basa en la idea del carácter excepcional de Estados Unidos: que este país es único, que sus ideas y valores no son solamente valiosos o admirables, sino superiores a todos los demás. Esta actitud fastidia terriblemente al resto del mundo -un montón de otros países también piensan que son bastante especiales-, pero aceptan de momento que el sistema estadounidense sea de hecho el mejor sistema y que el gran experimento que empezó con los Padres Fundadores fue un suceso importante en la historia de la humanidad. Acepte, si quiere, la visión de Bush de que Estados Unidos ha sido firmemente bendecido por un Dios compasivo.
¿Se puede imaginar lo que piensa Dios sobre la tortura, señor presidente?

19 de septiembre de 2006
©washington post
©traducción mQh
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1 comentario

Frenchie Frank -

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