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círculo íntimo de al-qaeda 5


[Robert F. Worth] Que al-Qaeda no haya logrado cometer un atentado en Estados Unidos en los últimos cinco años puede ser simplemente suerte. Última entrega.
El libro de Wright está condenado a plantear la pregunta: ¿Qué importancia tiene todo esto frente a la amenaza a la que hace frente Estados Unidos hoy? Cualquiera sean las opiniones que tengamos sobre cómo se desarrolló al-Qaeda para decidir atacar a Estados Unidos, la próxima camada de yihadistas puede presentar peligros todavía peores. Desde que los kharijites asesinaran a Ali, el cuarto califa, en Iraq en el siglo siete, que no cesan de aparecer grupos disidentes en el islam que usualmente se forman de la misma forma general: líderes mesiánicos inspiran a jóvenes a que den sus vidas en nombre de una fe más auténtica. Durante el último medio siglo no han faltado ejemplos de esta tendencia, sea en las células clandestinas de la Hermandad Musulmana o entre los fanáticos armados que se apoderaron por la fuerza de la Gran Mezquita de la Meca en 1979. Según algunas versiones, al-Qaeda era uno de esos grupos, y ha sido seguido por muchos más. Ha matado a varios miles de personas en todo el mundo (pero no estamos incluyendo a los iraquíes asesinados por el grupo de Abu Musab al-Zarqawi, que se afilió a al-Qaeda a fines de 2004). El periodista británico Jason Burke, entre otros, ha argumentado que la supuesta predominancia de al-Qaeda en el mundo de la yihad, fue siempre un mito. Ahora la organización no existe, escribe Burke, y hacemos frente a lo que existía antes del breve apogeo de al-Qaeda: "un amplio y diverso movimiento de militantes musulmanes radicales".
La guerra en Iraq parece haber contribuido de dos modos al crecimiento de este movimiento. Ha sido un valioso campo de adiestramiento militar para los yihadistas; y las imágenes de los soldados estadounidenses invasores se han convertido en una poderosa herramienta de reclutamiento de extremistas en todo el mundo. La oposición a la guerra de Iraq parece ser uno de los motivos de los terroristas que llevaron a cabo los atentados suicidas en Londres y Madrid, y una fuente de intensa indignación de algunos de los veinticuatro británicos que fueron arrestados por conspirar para hacer explotar aviones de pasajeros en agosto. En un artículo publicado en septiembre en el New Yorker, Wright cita a dos ideólogos de al-Qaeda cuyos planes para el futuro de la yihad parecen a menudo "un manual que han estado siguiendo servilmente, aunque involuntariamente, los estrategas norteamericanos". El creciente uso de internet entre los yihadistas también ha mejorado la capacidad de difusión del movimiento.
Pero vale la pena recordar que la mayoría de estos peligros han sido especulaciones. Muchos de los terroristas ‘domésticos' aprehendidos en Occidente parecen ser menos serios y menos capaces que Mohamed Atta y sus cohortes adiestrados en Afganistán. Además, muchos yihadistas del mundo siguen concentrados en luchar contra sus ‘enemigos cercanos' en sus propios países, y algunos han denunciado los atentados del 11 de septiembre, que a menudo han hecho más difíciles sus luchas particulares.
Se puede deber a la pura suerte que al-Qaeda y sus herederos ideológicos no hayan sido capaces de matar ni a una sola persona en suelo norteamericano en los últimos cinco años. Pero también puede ser, según propone el sugerente libro de Wright, que los logros de bin Laden y Zawahiri al crear al-Qaeda y mantenerla unida fueron a la vez más extraordinarios y más frágiles de lo que esperaba todo el mundo.

Libro reseñado:
The Looming Tower: Al-Qaeda and the Road to 9/11
Lawrence Wright
Knopf
469 pp.
$27.95

10 de octubre de 2006
©new york review of books
©traducción mQh
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