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juzgados en el banquillo 9


[William Glaberson] Dispensando justicia en un pueblo chico: una mezcla de ensayos y errores. Una noche en el juzgado.
"El juzgado de Duane está ahora sesionando", anunció el juez Gori.
Cuatro tubos fluorescentes proporcionaban la única luz en la sala de reuniones toscamente terminada que se convierte en tribunal de tanto en tanto. Había un bar portátil contra una de las paredes, y se podía ver la cocina del cuartel de bomberos, con su revoltijo de viejas botellas de refrescos y cafeteras. La bandera norteamericana clavada con tachuelas a la pared tuvo que ser retirada para permitir, esta gélida noche de invierno, que el juez accediera al termostato.
Sentado tras dos mesas plegables pegadas había un nervioso adolescente, en el juzgado para responder por dos multas por exceso de velocidad, junto a su padre que miraba con las mandíbulas apretadas. El principal testigo contra el adolescente era un policía del estado, que también era el agente de seguridad del juzgado.
Y detrás de un estropeado escritorio de madera estaba el juez Gori. Gordinflón, con ojos que se llenan de lágrimas en momentos sentimentales, llevaba una camisa marrón abierta y se podía ver su camiseta.
El ordenador del juzgado que compró con su propio dinero estaba en casa; se lo llevó hace dos meses para aprender a encenderlo, dijo. No tenía toga de juez. Son demasiado caras, dijo. Su salario judicial es de tres mil 750 dólares al año.
"Nos faltan algunas cosas", dijo.
Se mudó a Duane, con una población de 159 habitantes, desde el condado de Saratoga cuando estaba en los cuarenta, después de divorciarse, atraído por la posibilidad de salir de cacería con sus perros.
"Quizás es la soledad", dijo el juez Gori, que volvió a casarse. "Aquí, cuando te levantas de noche, y no pasan coches por la autopista, no se oye nada".
Sin embargo, en el condado de Franklin los senderos de la gente se cruzan de modos a veces inverosímiles y volátiles: los indios mohicanos, dueños de nuevas y lujosas casas de vacaciones, turistas de Adirondack y pescadores, y otros que cruzan las fronteras para negocios menos respetables. Las drogas y la violencia intrafamiliar están aumentando, y las cárceles del estado son grandes empleadores.
Cuando el juez Gori se mudó aquí hace veinte años, el auge en la construcción de prisiones estaba ofreciendo trabajos. Después de años de trabajo comoadiestrador de perros, "recogí mis herramientas y volví al oficio de albañil, al oficio de mampostero", dijo.
Como un montón de recién llegados en pueblos chicos, quería sentirse involucrado. Pero no le gustaba la sangre, así que excluyó la posibilidad de apuntarse como bombero. En lugar de eso, se sintió atraído al juzgado en el desgastado cuartel de bomberos. "La ley como que me ha interesado siempre", dijo.
Sin embargo, ese interés no incluía la fascinación por los tecnicismos de que se ocupan los abogados. "Si te fijas, la ley es puro sentido común", dijo.
Desde que fuera elegido en 1997, la mayor parte de su trabajo han sido casos de tráfico. Si alguna vez hubo delitos graves en Duane, dijo, probablemente pasaron desapercibidos en las largas noches de Adirondack. "Somos un pueblo acogedor, tranquilo. Aquí dos personas se pelean y una pierde y la otra gana, y se ponen de pie, se dan la mano y nadie supo nunca nada", dijo.
Han habido un puñado de casos graves, las primeras fases de algunos procesos por delitos graves. Una vez los policías del estado lo visitaron cuando estaba trabajando en un sitio en construcción. Dijeron que un vecino estaba cultivando marihuana, y querían una orden para allanar su propiedad. Entre el polvo y el cemento, William Gori, adiestrador de perros y mampostero, puso sus herramientas a un lado y sopesó los derechos garantizados por la constitución. "Me senté", contó, "y leí todo. Miré las fotos". Los policías recibieron la orden que querían.
En la sala improvisada esta noche de invierno, se mostró cálidamente comprensivo con la mujer que había olvidado pegar la pegatina de su registro en su parabrisas. Caso desechado.
Pero el adolescente con la multa por exceso de velocidad se enfrentó a un estricto juez Gori. El chico tenía multas en una media docena de pueblos del condado de Franklin, y su abogado propuso combinar los casos en otro juzgado.
De ningún modo. "Lo que pasa en el pueblo de Duane", declaró el juez Gori, "se queda en el pueblo de Duane".
Eso no siempre es verdad. El otro caso que llamó la atención de la Comisión Encargada de la Conducta Judicial implicaba a Lucille K. Millett, una mujer mohicana de la reserva que se extiende a ambos lados de la frontera del país con Canadá. Una noche de 2004 esperaba frente al juzgado de Duane a su hermana, que había llegado allí por una infracción de carretera. El juez Gori llamó adentro a Millett, le pidió su permiso de conducir y pidió a la policía del estado que corroborara sus datos en el ordenador.
En una entrevista, Millett dijo que estaba asustada y avergonzada; a nadie más se le pidió el permiso de conducir. Lo único que podían pensar las hermanas, dijo, era que ellas eran las únicas indias americanas en el juzgado.
Presentó una queja ante la comisión, que resolvió al año pasado que el juez Gori no tenía derecho a pedir nada a nadie fuera del juzgado que no estuviera acusado de nada.
Interrogado sobre el caso, el juez Gori negó que tuviese prejuicios. Dijo que pensaba que había actuado dentro de las atribuciones de su autoridad.
"Uno aprende de los errores", dijo. "Me dijeron que era incorrecto. No lo volveré a hacer".
Es una muestra de su aislamiento que su audiencia disciplinaria fue una de las pocas ocasiones en que tuvo la oportunidad de codearse con el mundo jurídico más amplio. Asiste a los cursos de actualización todos los años. Pero dijo que el ayuntamiento no pudo pagar su asistencia al congreso anual de magistrados del estado, realizado el año pasado en las Cataratas del Niágara, ni podía él pagarse el viaje él mismo.
Sin embargo, está convencido de que él y otros jueces en el área de Nueva York son personas honestas tratando de hacerlo bien. "Desde el punto de vista económico", agregó, "no podría ser más barato".

26 de septiembre de 2006
©new york times
©traducción mQh
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