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que si son de fiar las tribus sunníes


[Alexandra Zavis] Estados Unidos se ha asociado a clanes sunníes para combatir contra al Qaeda, una táctica que espera repetir en otros lugares. Pero algunos dicen que puede ser contraproducente.
Bagdad, Iraq. Cuando el jeque musulmán sunní envió a sus representantes a la populosa barriada de Bagdad controlada por una milicia musulmana chií, muchos pensaron que estaba coqueteando con el desastre. Los sunníes murmullan siniestramente que los únicos miembros de su secta que entran a Ciudad Sáder son los entran metidos en los maleteros de los coches.
Pero en esta ocasión, el jefe de una familia chií se irguió y recitó un poema titulado ‘Abdul Sattar Rishawi', "un jeque bueno, honesto, decente, que no se humillaría agachando la cabeza". Los representantes del jeque estaban tan complacidos, que le pidieron que lo volviera a leer.
Este tipo de temerarias movidas ha convencido al comando norteamericano de respaldar a líderes tribales como Rishawi como un modo de romper la impasse del gobierno en Bagdad. Rishawi ha formado una alianza de tribus árabes sunníes para pelear contra los insurgentes asociados a al Qaeda en la provincia de Al Anbar. Jefes militares que han proporcionado armas y otros materiales a algunos grupos tribales aquí, esperan que la iniciativa de Rishawi se pueda duplicar en otras provincias.
Pero algunos funcionarios occidentales ponen en duda la cordura de estimular el tribalismo en Iraq, donde esas lealtades han contribuido a paralizar el desarrollo y a provocar conflictos en otras partes del mundo. El gobierno de mayoría chií tampoco se siente bien con las alianzas, sobre las que el primer ministro Nouri Maliki advierte que podrían terminar creando más milicias si las armas caen en manos equivocadas.
El viernes, Maliki dijo que funcionarios de inteligencia tenían informaciones de que "el enemigo está tratando de infiltrar este proceso para que sirva a sus propios intereses". En una declaración, anunció que había formado un comité para supervisar la dotación de armas a las tribus, diciendo que "todas esas actividades deberían ser supervisadas por el gobierno".
Aunque las tribus pueden ofrecer un liderazgo efectivo a nivel de base, sus variables lealtades y frecuentes riñas entre sí, representan riesgos a nivel nacional.
"Cuando se trata con líderes tribales hay que tener mucho cuidado, porque trabajan con el que ofrezca más", dijo un diplomático, que habló a condición de conservar el anonimato.
Aunque las tribus han demostrado ser una potente fuerza contra al Qaeda en Iraq, otros se preocupan de que todo poder y armas que se les dé ahora, no se las podrán retirar fácilmente cuando pase el peligro. Si asumen demasiada autoridad, como temen algunos en el gobierno, el país puede empezar a verse incómodamente como Afganistán o el noroeste de Pakistán.
"Tribus quiere decir leyes informales, que son contradictorias con los principios... del estado", dijo un ayudante del gabinete iraquí. "Cuando te acercas a las tribus, quiere decir que estás en una posición muy, muy débil".

Una Alternativa para Bagdad
Pero la frustración con el gobierno de Maliki está aumentando en Washington, porque no ha logrado hacer aprobar las reformas legislativas que los funcionarios norteamericanos creen que ayudarán a ganarse la voluntad de la minoría sunní que se ha sentido impotente desde el derrocamiento de Saddam Hussein y está ahora guiando la resistencia. Entre las reformas se incluye más empleo para los ex miembros del Partido Baaz de Hussein, y una repartición equitativa de la riqueza petrolera de Iraq.
El segundo comandante norteamericano en Iraq, el teniente general del ejército, Raymond T. Odierno, dijo hace poco a periodistas que estaba estimulando a los comandantes a llegar a acuerdos con los líderes tribales y religiosos y con grupos insurgentes locales que pudieran contribuir a la reconciliación desde abajo.
"Colaborar con las organizaciones tribales y otras ha hecho una enorme diferencia", dijo. Con su apoyo, el reclutamiento para las fuerzas de seguridad de Al Anbar se han elevado a más de doce mil en lo que va de año, en comparación con los mil de todo 2006, dijo. Y los ataques en lo que era previamente una de las regiones más peligrosas en las afueras de Bagdad, han bajado a algo más de cuatrocientos el mes pasado, de 811 en mayo de 2006.
Odierno reconoció que el éxito en Al Anbar, que es una provincia preponderantemente árabe sunní, puede ser difícil de repetir en otras regiones que son volátiles mezclas de sunníes, chiíes y kurdos étnicos. Pero oficiales norteamericanos dicen que los líderes tribales poseen un conocimiento sin rival de lo que pasa en sus zonas, y pueden constituir una fuerza efectiva a la hora de controlarlas. También pueden ser un conducto inicial para la ayuda para el desarrollo.
El plan de Maliki de poner al gobierno a cargo del proceso de armamento podría, en efecto, estancar los acuerdos a nivel de base que los militares están cerrando y que los líderes tribales dicen que deberían haber ocurrido mucho antes.
"En todas partes, sin el pueblo no haces nada, y el pueblo de Iraq es tribal", dijo Faleh Dulaimi, asesor de medios de comunicación de Rishawi, que encabeza a la tribu de Abu Risha.
Los analistas calculan que al menos tres cuartos de los iraquíes son miembros de alguna de las treinta confederaciones tribales del país que agrupan a cientos de tribus, clanes y familias extendidas. En el curso de los siglos, esta compleja red ha proporcionado la base sobre la cual estuvo organizada la sociedad en gran parte feudal de Iraq.
El Partido Baaz de Hussein rechazaba oficialmente el sistema por considerarlo primitivo, prohibiendo el uso de nombres tribales en los documentos oficiales, y fomentando el nacionalismo árabe. Pero las posiciones eran ocupadas por miembros del clan de Hussein, que dominaba la elite. Más tarde, Hussein estimuló abiertamente el tribalismo durante su desastrosa guerra contra Irán en los años ochenta, y la Guerra del Golfo Pérsico de 1991.
Cuando las autoridades estadounidenses prohibieron al Partido Baaz y desmantelaron a las fuerzas armadas iraquíes en 2003, terminaron con uno de los pocos grupos unificantes que existían en Iraq. Las formaciones políticas que conforman el gobierno actual se basan en su mayor parte en la etnia y la religión.
Rishawi se burla de los políticos iraquíes, muchos de los cuales pasaron años en el exilio y que, dice, continúan obedeciendo órdenes de sus patrocinadores extranjeros.
"Tienen un programa traído de fuera, y no entienden a la gente", dijo en una entrevista hace poco. "Cuando hablo con ellos, simplemente me dan un largo discurso sobre el islam, como si fueran actores".

Aspiraciones Nacionales
Las ambiciones de Rishawi se extienden más allá de su base en Ramadi, capital de Al Anbar. Ha formado un partido político nacional llamado Conferencia del Despertar Iraquí, que dice que fomenta la reconciliación entre sectas y etnias. Los jeques se están acercando a otros grupos mediante reuniones como la de Ciudad Sáder, y quieren presentar candidatos a las elecciones provinciales que se supone se convocarán para fines de año.
"El sectarismo no nos ha traído más que destrucción", dijo. "¿Qué importa si una persona reza las oraciones de este u otro modo? Todos estamos orando a Dios".
Como para subrayar su argumento, estalla una balacera en un mercado al otro lado del río del otrora imponente Hotel Bagdad, donde Rishawi concede audiencias desde hace poco, recibiendo a todo un desfile de visitantes. Policías, soldados y hombres armados corren por el puente hacia el lugar. Se acordonan las calles, los helicópteros sobrevuelan zumbando, y se oyen en la distancia ocasionales ráfagas de ametralladoras.
Pero dentro del hotel, reina la calma. Llega un camarero para apuntar un pedido para la siguiente ronda de té. Se acerca un guardia, manipulando distraídamente su rifle de asalto, y dispara accidentalmente, agujereando el piso de mármol. El balazo resuena en el alto vestíbulo, provocando un nube de polvo que envuelve brevemente la escena.
Rishawi, regio en una dishdasha blanca nueva, un manto de bordes dorados y un anillo incrustado de diamantes, no se detiene para hablar o mirar al desventurado guardia que es sacado del lugar de manera nada ceremoniosa.
Interrogado sobre sus objetivos políticos, Rishawi no responde directamente.
"Ahora, mi principal objetivo es reunificar a la sociedad y derrotar al terrorismo", dijo. Pero, intercala Dulaimi, "después de alcanzar esos objetivos, las masas preferirán a los nuevos líderes que hicieron algo".
Rishawi asiente.
Los analistas creen que Rishawi está tratando de posicionarse a sí mismo como el legítimo representante de los árabes sunníes y un interlocutor fiable.
A los lados kurdo y chií, hay líderes como el clérigo radical chií Muqtada Sadér, que tienen influencia en el parlamento y también dirigen poderosas milicias, dijo Vali Náser, un experto en Oriente Medio en la Escuela Naval de Posgrado en Monterey. Pero no hay políticos sunníes que controlen a la resistencia, dijo.
"Es por eso que estos líderes tribales son vistos por todos como una promesa", dijo. "Se supone que ellos representan un pedazo del territorio, un pedazo de la gente".
Los líderes tribales chiíes han observado el repentino auge de Rishawi y lo ven como un aliado potencial en la lucha contra los militantes sunníes. El éxito de Rishawi con lograr influir en el financiamiento y entrega de armas al Consejo de Salvación de Anbar y fuentes iraquíes no ha pasado desapercibido.
Sin embargo, para Estados Unidos, trabajar con las tribus tiene sus riesgos.
El sistema tribal iraquí es complejo, con diferentes líderes, o jeques, en todos los niveles.
"Debido a la enorme cantidad de jeques, encontrar a uno con un grado importante de autoridad puede ser todo un reto para los invasores norteamericanos", escribió Sharon Ottrman en un ensayo de 2003 para el Consejo de Relaciones Exteriores.
Aunque los líderes tribales tradicionalmente han sido capaces de unirse en tiempos de crisis, las relaciones son fluidas y frecuentemente hoscas.
"El liderazgo tribal es extremadamente cuidadosa de no parecer que está sometiéndose a alguna prerrogativa o autoridad de otra tribu", dijo el general de brigada de la armada John Allen.
Las tensiones ya empezaron a surgir. Rishawi encabeza una de las ramas más pequeñas de la poderosa confederación tribal Dulaimi. Otras familias en el grupo han lanzado recientemente el Consejo de Jeques Tribales de Al Anbar rival.
La nueva cara pública de la alianza es Ali Hathem Suleiman, cuyo padre fue uno de los líderes más influyentes de la provincia, aunque todavía tiene que demostrar lo que vale. Suleiman dice que apoyó al Consejo de Salvación de Anbar cuando su propósito era combatir a Al Qaeda, pero dice que se ha convertido en un vehículo político para Rishawi.
"Abu Risha quiere ser el jeque de Al Anbar", se quejó, usando el apodo de Rishawi.
Suleiman acusó de corrupción y otros abusos a los miembros del Consejo de Salvación de Anbar.
También advirtió que la política de Estados Unidos de equipar a los miembros de tribus que se incorporen a la policía y unidades auxiliares estaba de hecho armando a las milicias tribales que algún día podrían volver sus armas contra sus benefactores, rivales chiíes o contra ellos mismos.
"Terminaremos con el problema de Al Qaeda", dijo. "Pero entonces tendremos el de las milicias, y Al Anbar estará sentada en un barril de pólvora".

zavis@latimes.com
Tina Susman, Ned Parker, Raheem Salman y Wail Alhafith contribuyeron a este reportaje.

25 de junio de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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