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gatos asilvestrados de patrulla


[Carla Hall] La policía de Los Angeles recluta gatos asilvestrados para controlar a las ratas. Los felinos han sido introducidos en varias comisarías con problemas con los roedores.
Los Angeles, Estados Unidos. Son los sin casa del mundo animal doméstico: colonias de gatos asilvestrados que recorren barrios residenciales y merodean en los alrededores de edificios de oficina y estacionamientos, buscando comida.
A diferencia de otros animales callejeros que pueden restregarse contra tu pierna con la esperanza de recibir una miga o un caricia en la cabeza, estos felinos están tan poco acostumbrados al contacto humano que escapan cuando se acerca alguien. Los gatos asilvestrados no pueden convertirse en mascotas. Cuando terminan en refugios municipales, lo más probable es que no salgan de ahí vivos.
Pero un grupo dedicado al bienestar animal ha ideado un modo de salvarlos, poniéndolos a trabajar en Los Angeles. El programa Gatos Trabajadores de Voice for the Animals, una organización de defensa y rescate animal de Los Angeles, ha colocado a gatos asilvestrados en un puñado de comisarías de policía con problemas con roedores -hace algunos años el mismo grupo colocó gatos en el barrio de las flores en el centro de la ciudad, que sufría una plaga de ratas- y ha logrado bonísimos resultados.
Seis gatos asilvestrados fueron asignados recientemente como cazadores de ratas en el aparcamiento de la Comisaría Sudeste del Departamento de Policía de Los Angeles, y otro grupo está siendo albergado este año [2008]en la División Central.
Su reputación como furtivos y exitosos exterminadores creció después de la introducción de gatos asilvestrados en el estacionamiento de la Comisaría de Wilshire hace casi seis años. Las ratas habían hechos sus madrigueras en las bolsas con equipos que los agentes en bicicleta almacenaban en jaulas exteriores; al interior del recinto, a veces se veía a los ratones correr entre los escritorios de los funcionarios.
"Pero cuando llegaron los gatos, se acabó el problema", dijo el comandante Kirk Albanese, capitán de la comisaría de Wilshire en esa época. "Mi conversión fue instantánea".
Después que Albanese se mudara a la Comisaría de Foothill en San Fernando del Valle en el norte, introdujo en 2004 gatos asilvestrados al sótano del edificio, que estaba infestado de ratones. "Creo que es un modo muy humano de solucionar un problema difícil", dijo Albanese, ahora subdirector en el centro de operaciones Parker, que tiene su propio problema con los ratones.
Normalmente los gatos no solucionan el problema matando a ratas y ratones -aunque lo hacen, cuando los atrapan. Más bien, los gatos simplemente dejan su olor. Una vez que los roedores olfatean su presencia, se marchan.
"Es el olor de los gatos y de su orina", dijo la socorrista animal Jane Garrison, miembro del directorio de Voice for the Animals, que seleccionó media docena de gatos asilvestrados para la comisaría del Sudeste.
Menos horripilante que las trampas con pegamento -y usualmente más efectivos- los gatos hacen su trabajo ‘naturalmente': "Recorren el lugar, comen, se echan al sol", dijo Melya Kaplan, fundadora directora de Voice for the Animals, que fue responsable de la introducción de gatos en el mercado de las flores.
A veces se meten debajo de los coches policiales o encima de sus calientes capós. Cuando los gatos son nuevos en el área -como en la comisaría Sudeste-, gastan gran parte de su tiempo evitando ser vistos.
"Necesitan seguridad y cerciorarse de que todo está bien", dijo la agente de la Sudeste Sandra Magdaleno, que alimenta y cuida de los gatos.
Magdaleno, que ha estado rescatando animales durante 25 años, puede describir a cada uno de los miembros de su furtivo equipo -dos gatos negros, dos grises y blancos, un atigrado y uno enorme y gordo que siseó a todo el mundo durante sus primeros días en las jaulas- que permanecen encerrados mientras se acostumbran. Cuando le abrieron la puerta de su jaula, el gigantón se asomó tímidamente.
"Saltó fuera y miró alrededor, oyó acercarse a un coche y saltó de nuevo dentro", dijo Magdaleno.
"Eres como una encantadora de gatos", dijo el agente Mark Miraglia, inexpresivo.
Garrison trabajó con dos refugios para escoger a los gatos más asilvestrados. (Si un gato se vuelve repentinamente amistoso, es retirado del equipo y, si tiene suerte, adoptado). Los gatos fueron entonces esterilizados o castrados, vacunados, provistos de un chip y marcados en la oreja (cuando están siendo operados bajo anestesia, los veterinarios hacen una muesca en la oreja, el símbolo ampliamente reconocido de que el gato ha sido operado).
Luego los gatos fueron trasladados a la Comisaría del Sudeste, colocados en grandes jaulas de alambre y albergados en un cobertizo durante un mes mientras duraba el proceso de asentamiento.
"No puedes coger a unos gatos asilvestrados, llevarlos a otro lugar y esperar que se queden", dijo Kaplan. "Un gato asilvestrado hará todo lo posible por volver a su antiguo territorio".
De acuerdo a Garrison, toma unos treinta días para que un gato asilvestrado se sienta lo suficientemente cómodo como para considerar como su casa su nueva ubicación.
Garrison dijo que el programa de Gatos Trabajadores puede ser aplicado en cualquier lugar. "Estamos dispuestos a colocar gatos en cualquier área -negocios, hoteles, parques industriales, incluso casas- y lo hacemos gratuitamente".
Pronto los asilvestrados podrán demostrar su magia con las legiones de ratas que han hecho su casa detrás del Centro Parker. "Vienen de todos lados", dijo la agente April Harding, que trabaja en la sección de relaciones con los medios. "Una vez estaba en el estacionamiento y simplemente estaba lleno de ratas, como en una película".
Thom Brennan, comandante a cargo de las instalaciones del Departamento de Policía de Los Angeles, dijo que estaba todavía tratando de conseguir la logística para colocar a los gatos en el Centro Parker. "Yo era el más escéptico de todos", dijo. "Sonaba como una solución muy fácil. Pero ha funcionado en todas partes donde se ha implementado... Creo que es un programa viable que nos ayudará".
En la comisaría Sudeste, los gatos fueron liberados de sus jaulas a fines de noviembre. Se ocultaron en el inmenso estacionamiento de la comisaría, que está dotado de cobertizos de almacenaje, árboles y matorrales, para no mencionar las decenas de coches donde escabullirse.
Magdaleno sabe cómo detectar a los felinos. En una fresca tarde hace poco, divisó a uno tomando el sol contra la pared detrás de un coche patrullero. Pero como una famosa con ánimo retraído, el felino escapó tan pronto como el fotógrafo ajustó sus lentes. El agente apuntó hacia otra hilera de coches; a los pocos minutos, un gato negro y flaco con ojos amarillos cruzo el estacionamiento trotando y mirando en dirección de sus observadores sin echarse a correr.
Magdaleno mantiene la comisaría bien abastecida de alimentos húmedos y secos. Inicialmente, los instaladores de gatos traían las provisiones. Ahora es la agente la que debe comprar el alimento, que le cuesta más de cien dólares al mes.
"Ese es un error", dijo Kaplan. "Ahora estamos tratando de que el departamento incorpore esos gastos al presupuesto".
Pero Magdaleno quiere tanto a los gatos que durante unas vacaciones recientes volvió a la comisaría desde Temecula-donde vive con tres perros, dos gatos, tres cacatúas y un marido- para controlar a los asilvestrados.
A veces la fastidian algunos de sus colegas, los que, sin embargo, también se dedican al rescate de animales en la zona.
"Yo soy un tipo más bien amante de los perros", dijo Miraglia. "Pero trato de no atropellarlos cuando me marcho. ¿Cuenta eso?"
Albanese dijo que nunca ha habido escasez de gente a la hora de cuidar a los gatos en cualquiera de las comisarías donde ha trabajado.
"Si yo fuera un gato salvaje, sería un gran trabajo", dijo. "Tienes tus comidas, tu cas, y estás en una comisaría de policía, seguro".

Para más informaciones sobre los gatos trabajadores, pinche aquí

carla.hall@latimes.com
7 de febrero de 2008
29 de diciembre de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
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