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al rescate de los caballos


Un purasangre a la vez.
[John Branch] Cookstown, Nueva Jersey, Estados Unidos. En un establo, al purasangre Tchaikovsky, nieto de Secretariat, le estaban extrayendo una muela. En otro, un caballo gozaba de un baño de esponja. Frente al establo, una docena de caballos compartían el terreno bañado por el sol.
En algún lugar, fuera de la vista pero no de la mente, otros numerosos caballos de carrera eran llevados al matadero.
"Trato de impedirlo", dice Diana Koebel. Es la dueña y entrenadora, aquí en Lumberjack Farm -uno de las cientos de granjas de caballo en todo el país que están ayudando a rescatar y rehabilitar a caballos purasangre considerados demasiado lentos o estropeados como para valer otra cosa que como carne de caballo. Los rescatadores no pueden mantener el ritmo.
"¿Sirve de algo?", pregunta Koebel en un establo. "Sé que sí, porque todos cuentan, pero es una empresa abrumadora. ¿Podemos arreglar esta industria?"
LumberJack Farm trabaja con una organización sin fines de lucro llamada ReRun, que prepara a caballos de carrera descartados para una segunda carrera -quizá como caballos de espectáculos, o simplemente como mascotas- y luego ofrecerlos en adopción. ReRun coloca al año unos cuarenta purasangre destinados originalmente al matadero.
Organizaciones similares, algunas más grandes, otras más pequeñas comparten el mismo objetivo: salvar tantos caballos como sea posible. Combinadas, las organizaciones salvarán de la muerte a sólo una pequeña fracción de los casi cien mil caballos que serán transportados, este año, al otro lado de la frontera, a México y Canadá, donde terminarán como alimento de otros animales o de humanos que consideran una delicia la carne de caballo.
Cerca del quince por ciento de los caballos estadounidenses sacrificados, dicen aquí sus defensores, son purasangre. Muchos de ellos son jóvenes, pero son considerados demasiado estropeados como para correr y, por eso, se los lleva al matadero.
"Pero todavía tienen un montón de vida", dice la presidente de ReRun, Laurie Condurso-Lane. Los caballos viven treinta o más años. "Son jóvenes. ¿Por qué no buscarles nuevas ocupaciones?"

Los focos que iluminan la carreras de caballo durante los eventos del Triple Crown todos los años, rara vez se posan sobre las sombras. Normalmente el deporte es pintado con brillantes y pastorales telones de fondo. Los ganadores de las carreras más importantes ascienden a la nobleza, son venerados por el público y aunque destinados aparentemente a una vida de privilegio hacen poco más que producir más caballos de carrera como ellos.
Pero la mayoría de los caballos de carrera corren un trayecto totalmente diferente: hacia abajo, descendiendo de escalón en escalón en la jerarquía del deporte. Algunos son vendidos una docena o más veces a medida que se reducen sus ganancias, hasta que alguien decide que el caballo ya no la vale ni el dinero ni el tiempo que se necesitan para mantenerlo.
Fue incluso el destino de Ferdinand, el ganador del Kentucky Derby en 1986, que fue sacrificado en Japón y convertido en comida para mascotas hace algunos años.
Hay algunas opciones obvias para los dueños de esos caballos, además de la que se insiste que tomen: donar a organizaciones de beneficencia. Pueden gastar dinero para matarlos. O pueden venderlos, por algunos cientos de dólares, a personas dispuestas a quitárselos de las manos. Se pueden convencer a sí mismos de que el caballo tendrá mejores días, aunque saben que probablemente será llevado hasta un camión con destino a la frontera.
Beverly Strauss, co-fundadora y directora ejecutiva de MidAtlantic Horse Rescue en Chesapeake City, Maryland, asiste a menudo a las subastas de caballos los lunes en New Holland, Pensilvania. Les mira las rodillas y tobillos, buscando indicios.

MidAtlantic, que coloca en adopción a unos 75 caballos cada año, puede cuidar de quince a la vez. Si Strauss tiene espacio para uno o dos caballos en la granja, tratará de superar a los ‘asesinos de caballos’, la gente que compra caballos y paga por ellos hasta quinientos dólares para llevarlos al matadero. O se acercará a ellos después de la subasta y les ofrecerá algunos dólares más de lo que pagaron. No desprecia a esa gente, dice. Son simplemente parte del sistema.
A veces se queda despierta pensando en los caballos que no salvó. A veces llama al comprador al día siguiente para hacerlo una oferta. A veces, como ocurrió hace tres semanas, llamó y era demasiado tarde.
"Lo embarcaron el lunes noche", dice Strauss. "Mr. Lucky Numbers. Su imagen todavía me persigue. Deberíamos haberle encontrado un espacio".
En LumberJack Farm, la mayoría de los caballos son donados para obtener condonaciones fiscales para sus dueños. ReRun paga a ocho granjas (dos en Nueva Jersey, dos en Nueva York y cuatro en Kentucky) unos 250 dólares al mes para que cuiden de los animales. ReRun tiene 42 caballos. Lumberjack, doce.
Algunos son caballos que apenas si corrieron, debido a lesiones. Algunos corrieron durante años, ganando cientos de miles de dólares y un poco de efímera gloria. Todos ellos disfrutan de varias semanas de ‘adaptación’ una vez que llegan, dice Koebel, "para que vuelvan a ser caballos".
Muchos purasangre llegan con esteroides y otras drogas en su sistema, dice Koebel. Algunos tienen más de lo usual porque dueños y entrenadores de caballos deteriorados en el último escalón hacen desesperados esfuerzos para sacarles un último beneficio.

A veces la caballeriza de siete establos de Koebel se convierte en un clínica de desintoxicación. Después de unos días, las viejas lesiones vuelven a inflamarse. Algunos caballos pierden pelo, o bajan drásticamente de peso.
Koebel regula sus dietas, evalúa sus peculiaridades de conducta, y poco a poco los funde en una manada, una experiencia que la mayoría de los purasangre no han conocido desde que empezaran a correr. A veces, dice Condurso-Lane, un par de caballos en el campo se dan un topón y se echan a correr en línea recta a toda velocidad, como recordando sus pasados.
Los veterinarios donan su tiempo y servicios. El miércoles, Mike Mullin, ex jinete y entrenador que ahora trabaja como dentista itinerante de caballos, estaba trabajando gratis en Lumberjack, examinando y rellenando dientes y extrayendo dientes de leche, que causan malestar.
Algunos ex caballos de carrera demuestran ser buenos saltadores o caballos de espectáculo. Otros pueden convertirse en caballos de excursión. Algunos no toleran demasiado peso y se convierten en caballos de compañía.

El departamento de policía de Asbury, Nueva Jersey, está interesado en uno de los caballos. Los agentes visitaron el lugar hace poco y lo probaron. Aparcaron el coche patrullero cerca y encendieron las sirenas, hicieron sonar la bocina, incluso encendieron el limpiaparabrisas. El caballo ni se inmutó.
La satisfacción viene en etapas. Primero, cuando salvan a un caballo. Luego cuando este recupera su salud y se le otorga un nuevo rol. Y sobre todo cuando alguno de ellos es adoptado.
"Me produce un gran placer cuando recibo tarjetas y cartas de los adoptadores, contándome lo bien que está el caballo", dice Condurso-Lane. "Y cuando recibo una tarjeta de Navidad, en la que el caballo es el centro de la atención -la tarjeta de Navidad con el caballo con un gorro de Santa Claus. Esos son días buenos".
¿Y los malos?
"Los malos son cuando alguien te llama y hay un caballo al que no puedes ayudar", dijo. Sus ojos se llenan de lágrimas. "Y entonces te preguntas... Te preguntas un montón de cosas".

28 de junio de 2008
17 de mayo de 2008
©new york times
cc traducción mQh
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