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nuevo período histórico


Christian Castillo, del PTS, aventura el fin de un sistema y reclama el poder para los trabajadores. La tarea es derrocar al capitalismo.
[Christian Castillo] En diciembre de 2007, mientras algunos sostenían que hasta el 2015 se extendería una ‘onda larga’ de crecimiento capitalista, escribíamos en la revista Estrategia Internacional que "lejos de toda visión evolutiva propia de los brokers de las finanzas, que consideran que el Banco Central norteamericano siempre podrá evitar las grandes pérdidas, y que por tanto se puede seguir arriesgando y endeudándose sin límites (...) el único pronóstico realista es prepararse para la irrupción de una crisis generalizada y profunda, lo que llevará a la expropiación de los ahorros de las clases medias, despidos masivos de trabajadores no sólo en la periferia sino también en los países centrales". Hoy estamos viendo la materialización en gran escala de este pronóstico.
La ‘ofensiva neoliberal’ con la que el capital respondió a la caída de la tasa de ganancia que se venía dando desde fines de la década del ‘60 permitió una recuperación relativa de la rentabilidad capitalista, aumentando en gran escala la explotación de la clase obrera y provocando –y siendo favorecida por– la restauración capitalista en la ex Unión Soviética y China. Pero la recuperación de la ganancia capitalista –siempre a niveles menores a los registrados en el llamado ‘boom’ de la posguerra– no fue acompañada por un aumento de la acumulación capitalista duradero y generalizado, una situación que no tiene precedentes en la historia del capitalismo. Lo que sí se produjo fue un crecimiento sin precedentes de la especulación financiera (capital ficticio, como lo llamó Marx): por ejemplo, la inversión en activos ‘derivados’ se multiplicó por cinco entre 1998 y 2007 (de 80 millones de dólares a 415 millones).
Junto con esto se expresó, en los escasos nichos de valorización productiva encontrados por el capital, una tendencia a la sobreacumulación, que dio lugar a burbujas que estallaron provocando las crisis recurrentes que vimos durante el período ‘neoliberal’. Durante este período los capitalistas enfrentaron las crisis ‘huyendo hacia delante’. El ejemplo contundente de esto es la burbuja crediticia e inmobiliaria y el endeudamiento estatal que le permitieron a Estados Unidos salir de la recesión de 2001 y actuar como el gran comprador mundial.
Hoy la crisis capitalista en curso expresa no solo la puesta en cuestión de los fundamentos en que se asentó el neoliberalismo sino también el propio equilibrio capitalista que rigió desde finales de la Segunda Guerra Mundial, con EE.UU. como potencia imperialista hegemónica. Nos enfrentamos a la perspectiva de una depresión económica que engloba a las principales economías del planeta, cuestión que agudizará los choques entre las clases y exacerbará la competencia intercapitalista y los enfrentamientos interestatales.
Contra lo que afirman algunos, China no puede actuar de motor de la economía mundial reemplazando a EE.UU. Pese al gran crecimiento de los últimos 20 años, ocupa la posición número 100 en términos de ingreso per cápita y representa un 6% de la economía global. Ajustando su producción a la paridad de poder adquisitivo, su economía sólo equivale al 10% de la mundial. Con 1300 millones de habitantes consumió en 2007 alrededor de 1,2 billón de dólares, mientras EE.UU., con una población de 300 millones, consumió en el mismo período un total de 9,7 billones. Como ocurre con todo el mundo, China ya está siendo golpeada por la crisis, su economía se está desacelerando y la Bolsa de Shanghai perdió un 60 por ciento de su valor.
A su vez, los rescates millonarios otorgados a los capitalistas y especuladores develan de manera acuciante que "el Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa", como afirmaba Marx. Mientras, las patronales están comenzando a descargar la crisis sobre los trabajadores recurriendo a despidos masivos. Pero las huelgas generales en Bélgica y Grecia o las movilizaciones masivas en Italia contra la reaccionaria reforma educativa de Berlusconi anticipan que los trabajadores y los explotados del mundo no permanecerán pasivos ante el derrumbe capitalista. Esto es sólo el comienzo. Está planteado oponer al programa de salvataje de los capitalistas uno que sostenga los intereses de los explotados y oprimidos: nacionalización de la banca y del comercio exterior bajo administración de los trabajadores; prohibición de los despidos y reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados; actualización mensual de los salarios según la inflación; nacionalización de toda empresa que cierre o despida. Son algunas de las demandas que están cobrando actualidad renovada.
Estamos en momentos de cambios vertiginosos. Son tiempos para decir con claridad que de lo que se trata no es de reformular ni pretender ilusoriamente ‘regular’ o ‘humanizar’ el capitalismo, sino de derrocarlo. Tenemos por delante construir la alternativa política de la clase trabajadora que pueda materializar tal objetivo. El capitalismo no va más. Que gobiernen los trabajadores.

El autor es dirigente nacional del PTS. Sociólogo y docente universitario.

3 de noviembre de 2008
©página 12
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