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después de la era de la tortura


Es difícil decir qué es más espantoso, la tortura misma o las racionalizaciones leguleyas de la tortura que se chuparon del dedo los abogados del gobierno de Bush para ‘justificar’ la adopción de la barbarie como la política oficial de Estados Unidos.
[Eugene Robinson] "He dicho repetidas veces que tengo la intención de cerrar Guantánamo y lo haré. He dicho repetidas veces que Estados Unidos no necesita la tortura, y me voy a asegurar de que no torturemos. Esas son partes fundamentales de un intento de recuperación de la estatura moral de Estados Unidos en el mundo".
Ese inequívoco pasaje de la primera entrevista extensa del presidente electo Barack Obama transmitida por ‘60 Minutes’ el domingo noche, fue un gran paso hacia la curación del daño que ha causado el gobierno de Bush no solamente a nuestra imagen como país, sino a nuestra alma.
En medio de la excitación de la elección y la urgencia de la crisis económica, ha sido fácil perder de vista los ‘temas’ relacionados con el terrorismo que definieron la presidencia de George W. Bush y despojó a Estados Unidos de su honor, estatura y buena voluntad.
Pongo la palabra ‘temas’ en comillas porque la tortura no puede ser nunca un tema de discusión. Sin embargo, el gobierno de Bush trató de adormecer a los estadounidenses en cuanto a lo que ha sido visto tradicionalmente como un claro imperativo moral y legal: la exigencia de que los individuos detenidos por nuestro gobierno sean tratados con justicia y humanamente.
Esto no quiere decir que tratemos con guante blanco a los ‘malhechores’ homicidas y nihilistas. Quiere decir cerciorarse todo lo posible de que la gente que detenemos sean en realidad terroristas de verdad o candidatos a serlo, y no transeúntes desafortunados; y tratar a los detenidos en conformidad con el derecho internacional, como esperamos que sean tratados los militares estadounidenses capturados.
En Guantánamo, en Abu Ghraib y en un pequeño gulag de cárceles secretas de la CIA en el extranjero, el gobierno de Bush no estuvo a la altura de estas responsabilidades básicas y eso nos manchó a todos.
Cuando recordemos los años de Bush, encontraremos increíble y vergonzoso que los individuos fueran capturados en batalla o ‘comprados’ a señores de la guerra tribales interesados y que fueran trasladados a Guantánamo y clasificados como ‘enemigos combatientes’ pero sin concederles los derechos que esa condición debería haberles concedido, detenidos durante años sin oír ninguna acusación -y negándoseles el derecho a demostrar que son víctimas en un caso de confusión de identidad y no deberían haber sido detenidos nunca.
Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de California en Berkeley, basado en entrevistas con 62 hombres que estuvieron detenidos durante un periodo promedio de tres años en Guantánamo antes de su liberación sin ser acusados de ningún delito, constató que un tercio de ellos dijeron que habían sido entregados a sus captores estadounidenses por señores de la guerra a cambio de una recompensa. Los que denunciaron maltratos físicos dijeron que estos habían ocurrido en su mayoría en la base aérea norteamericana de Bagram en Afganistán, donde casi la mitad de los hombres fueron detenidos inicialmente antes de ser trasladados a Guantánamo.
Dos tercios de los ex detenidos mencionaron sufrir problemas psicológicos desde su liberación, y muchos de ellos son ahora indigentes, evitados por sus familias y aldeas. Ninguno ha recibido ninguna compensación por sus infortunios, según el informe titulado ‘Guantánamo y sus secuelas’ [Guantánamo and Its Aftermath].
En el futuro ver esas fotografías de prisioneros desnudos siendo humillados y abusados en Abu Ghraib nos horrorizará, y nos dará vergüenza haber tenido un gobierno en Estados Unidos que castigaba por su sadismo a soldados y reclutas pero exoneraba a sus superiores que hicieron posible ese sadismo.
En el futuro sabremos toda la verdad sobre las cárceles secretas de la CIA, donde los sospechosos de terrorismo de ‘alto valor’ eran interrogados con técnicas, entre ellas la del submarino, que tanto las normas civilizadas como el derecho internacional han definido hace mucho como tortura. Con lo que ya sabemos, es difícil decir qué es más espantoso, la tortura misma o las racionalizaciones jurídicas de la tortura que los abogados del gobierno de Bush se sacaron de la manga para ‘justificar’ la adopción de la barbarie como la política oficial del gobierno de Estados Unidos.
La claridad de Obama sobre los problemas de Guantánamo y la tortura contrasta con su obligada vaguedad sobre cómo superar la crisis económica. La tortura es mala hoy y lo será mañana, mientras que la panacea económica de hoy puede ser la penuria de mañana. ¿Quién iba a pensar que estos problemas de la ‘guerra contra el terror’ serían la parte fácil para el nuevo presidente?
No obstante, no es tan fácil. Aparecerán más informes como el de la Universidad de California en Berkeley, pero esta no es una tarea que se deba dejar exclusivamente en manos de investigadores universitarios. El nuevo gobierno de Obama tiene el deber de realizar su propia investigación y decirnos qué exactamente se hizo en nuestro nombre. Con toda verosimilitud, algunos hechos tendrán que ser editados. Probablemente algunos funcionarios que debiesen hacer frente a cargos criminales, no sufrirán ninguna consecuencia. Pero para restaurar nuestro honor nacional y curar nuestra alma nacional, tenemos que saber.

28 de noviembre de 2008
18 de noviembre de 2008
©washington post
cc traducción mQh
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