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de secuestrado a terrorista 1


Acusado de ser poco más que un combatiente talibán de bajo nivel, Abdallah al-Ajmi fue capturado y retenido por Estados Unidos durante casi cuatro años. Después de su liberación, hizo volar una avanzada del ejército iraquí. Primera entrega.
[Rajiv Chandrasekaran] Poco más de dos años después de salir de la cárcel militar de Bahía Guantánamo, Abdallah Saleh al-Ajmi se arrodilló frente a una muralla blanca, cogió boca abajo el cañón de un rifle AK-47 y leyó un mensaje frente a una cámara de video.
La desaliñada barba que su hijo acostumbraba mesarse había sido completamente afeitada, dejándole solo un pequeño bigote. Sus largos y rizados mechones habían desaparecido; le habían cortado el pelo al rape. También había desaparecido el gorro blanco que llevaba a menudo y toda semblanza del buen humor que le conocía su familia. Parecía huraño y enfadado -todavía amargado por haber sido retenido durante casi cuatro años en un centro de detención de alta seguridad norteamericana en la costa sudeste de Cuba.
"Loado sea Dios, que me libró de la cárcel de Guantánamo y me hizo unirme al Estado Islámico de Iraq", entonó. Mientras la cámara proyectaba una enorme sombra detrás de su cabeza, movió su dedo y prometió: "Con el permiso de Dios, iremos donde Dios, que la gloria sea con él. Entraremos en los nidos de la apostasía".
A las 6:15 del 23 de marzo de 2008, poco después de hacer el video, Ajmi condujo un camión cargado con 2250 a 4500 kilos de explosivos, ocultos en lo que parecían ser sacos de harina blanca, hacia una base del ejército iraquí en las afueras de Mosul. Arremetió contra la entrada del puesto de control y pasó entre los disparos de los centinelas, protegido por ventanillas a prueba de balas y una cabina cubierta por un blindaje improvisado.
La explosión del Domingo de Pascuas mató a trece soldados iraquíes, hirió a otros 42 y dejó un cráter de nueve metros de ancho. Es el acto de violencia más atroz cometido por un ex detenido de Guantánamo.
Mientras el presidente Obama da los primeros tentativos pasos hacia el cumplimiento de su promesa de campaña de cerrar Guantánamo, el caso de Abdallah Ajmi se ha convertido en un símbolo del desconcertante reto que enfrenta su gobierno al decidir el destino de los sospechosos de terrorismo retenidos por Estados Unidos, un proceso que casi ciertamente resultará en la liberación de otros detenidos de entre los aproximadamente 245 que ahora se encuentran detenidos en Cuba.
Lo que hace que el pasaje de Ajmi de detenido a terrorista sea tan desconcertante para altos funcionarios de gobierno es el hecho de que no estaba considerado como uno de los peores. No pertenecía al grupo de operativos de al Qaeda considerados detenidos de ‘alto valor’; tampoco era considerado como alguien que representara una amenaza a largo plazo importante para Estados Unidos.
En comparación con lo que se creía que habían hecho otros detenidos de Guantánamo, la principal acusación contra él -que peleó con los talibanes- no tenía nada de especial. En su Tribunal de Revisión de la Condición de Combatiente, no fue acusado de haber cometido ningún acto violento específico, excepto "haber tomado parte en dos o tres balaceras con la Alianza del Norte", de acuerdo a un sumario de las evidencias presentadas por los militares.
Como dijo un ex funcionario del gobierno de Estados Unidos implicados en temas de detenidos, Ajmi "no estuvo nunca en las listas de las diez personas que pensábamos que volverían a luchar".
Desde su muerte, las agencias de inteligencia estadounidenses han tratado de determinar cuándo se convirtió Ajmi en un yihadista. ¿Fue a fines de los años noventa, cuando cayó bajo el influjo de un predicador radical mientras servía en el ejército de Kuwait? ¿O fue en 2001, cuando dijo que se había unido a los talibanes? ¿O fue tras salir en libertad en 2005, cuando los extremistas que lo esperaban en casa lo saludaron como "el León de Guantánamo"?
¿O es la respuesta quizás más alarmante: Que su descenso en un extremismo impenitente fue la consecuencia no intencionada de su encarcelamiento?
Esta versión del trayecto religioso y político de Ajmi se basa en entrevistas con sus abogados en Washington y Kuwait, su familia y funcionarios del gobierno estadounidense familiarizados con su caso, así como en documentos militares, actas judiciales en Estados Unidos y Kuwait y otros documentos proporcionados por fuentes cercanas al caso.
El abogado de Washington, Thomas Wilner, que representó a Ajmi cuando estuvo detenido en Estados Unidos y lo visitó más de media docena de veces durante su detención, está convencido de que conoce la respuesta sobre el destino de su ex cliente.
"¿Qué le pasó?", preguntó Wilner retóricamente. "Fue Guantánamo".
Wilner recuerda la primera carta que recibió de Ajmi:

Al docto abogado Tom

Estimado Señor:

¿Cómo está y cómo está su simpático equipo? Espero que esté usted bien. Dígame cómo está, Sr. Tom, y qué está pasando en el mundo exterior...
Señor Tom, me gustaría decirle que estoy bien, y también todos mis hermanos...
Le agradezco, Sr. Tom, y le envío mis recuerdos.

El alegre detenido, Juhayman Al Ajmi.

Y esta es la última carta que recibió:

Al vil y depravado Thomas, descendiente de monos y cerdos podridos.
Le saludo con un puntapié, un escupo y una bofetada en su podrida, fea, hosca y mentirosa cara. Espero que reciba esta carta quemándose en el infierno y recibiendo una buena golpiza de los hombres que deben ser contados...
Thomas, mañana me reuniré con usted.
Y le golpeo con una afilada espada india de dos filos.
Eso lo cortará en pedazos, que serán arrojados a las hienas, para que se alimenten, ataquen y muerdan, y a todos las otras bestias salvajes.
Firme e intransigentemente, Juhayman Al Ajmi.

Julie Tate contribuyó a este reportaje.

22 de abril de 2009
22 de febrero de 2009
©washington post
cc traducción mQh
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