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historia de una violación


En Iraq, una historia de violación, vergüenza y asesinato por honor. Después de que unos gendarmes violaran a una mujer iraquí, buscó la ayuda de su hermano. Pero él, y la sociedad, la dejaron de lado.
[Tina Susman y Caesar Ahmed] Bagdad, Iraq. A veces son las historias prohibidas, las que la gente tiene miedo de contar en detalle y que emergen solamente en fragmentos, las que revelan la verdad sobre un lugar.
Esta es una de esas historias.
La vamos a contar no porque se conozca toda la verdad, sino porque la historia persigue a los que están familiarizados con sus elementos esenciales, y porque dice mucho tanto sobre el progreso de Iraq como sobre su resistencia al cambio.
Esto es lo que se sabe:
Una joven encarcelada en Tikrit, al norte de Bagdad, envió este verano pasado una carta a su hermano, pidiéndole ayuda. La mujer, llamada Dalal, le escribió diciéndole que había quedado embarazada, después de que fuera violada por los gendarmes de la cárcel.
El hermano pidió permiso para visitarla. Los gendarmes lo autorizaron. El hermano entró a su celda, sacó una pistola y mató a su hermana visiblemente embarazada a balazos.
Su objetivo: ahorrar a su familia la mancha de un embarazo fuera del matrimonio, una desgracia en Iraq que se evita a menudo con el asesinato por honor de las mujeres a manos de sus familiares.
Para los gendarmes de la prisión, el asesinato fue también un alivio.
"Creían que con su muerte se acababa el caso", dijo un empleado de la morgue central de Bagdad, donde fue enviado el cuerpo de la víctima, todavía con el feto de cinco meses.
El caso podría haber terminado ahí si no hubiese sido por el empleado de la morgue, que estaba determinado a que los responsables rindieran cuenta.
A insistencia del empleado, los empleados del laboratorio de la morgue, utilizando instrumentos de análisis de ADN recientemente adquiridos, sacaron una muestra del feto. Los gendarmes de la cárcel debieron proporcionar muestras de su ADN, y así lo hicieron, aparentemente ignorantes de la sofisticación de los instrumentos de la morgue y de la gente preparada hacer usarlos.
"Pensaron que seríamos incapaces de descubrirlos", dijo el empleado de la morgue.
Los análisis de ADN mostraron que el padre del feto era un teniente coronel de la policía que dirigía a los gendarmes de la cárcel.
En otra sociedad, la evidencia científica habría desembocado en detenciones y juicio. Pero esto es Iraq, y el poder de los uniformados y la creencia de que una mujer violada está mejor muerta, se combinaron para ocultar la verdad.
Pasaron meses después de que se filtrara la noticia del asesinato un sofocante día de verano. Tal como acosaba al empleado de la morgue, nos perseguía a nosotros. Pero ¿cómo contar una historia que nadie quiere que se cuente? Todos tenían versiones diferentes, a veces contradictorias, sobre lo que había ocurrido.
Sólo la historia del empleado de la morgue seguía siendo la misma, repetida en conferencias telefónicas y en correos electrónicos cuando el verano dio paso al otoño y luego al invierno.
Entonces, para uno de nosotros llegó el momento de dejar Iraq. Un colega preguntó cómo sería la historia final. Debes tener una historia por contar, insistió, después de haber estado tanto tiempo en el país.
"¿O acaso no ha pasado nada?", preguntó.
Estaba claro que sí había pasado algo, incluso si no sabíamos toda la verdad.
Casi la única cosa sobre la que estamos todos de acuerdo es que una joven había sido asesinada y que estaba embarazada cuando la mataron y preocupada sobre lo que podría ocurrir si la dejaban en libertad y volvía a una sociedad que la condenaría por haber sido violada.
De acuerdo a un juez del tribunal de Tikrit, el teniente coronel implicado por el análisis de ADN y un capitán de policía también acusado en el caso fueron arrestados por cargos de violación y luego dejados en libertad por falta de pruebas. El juez dijo que un tercer acusado, un teniente de policía, seguía preso. (En Iraq no es inusual que los agentes de policía trabajen como gendarmes).
Otro funcionario del tribunal de Tikrit dijo que el teniente coronel y el capitán seguían detenidos, pero habían sido trasladados de Tikrit a Bagdad. El coronel Hatem Thabit, portavoz de la policía en la provincia de Salahuddin, donde se cometió el crimen, confirmó esta versión.
Sin embargo, otras versiones dicen que el asunto fue arreglado según las normas de la justicia tribal. El clan del teniente coronel acusado pagó a la familia de la mujer para que retirara su denuncia, dijeron algunas personas de la zona familiarizadas con el caso, pero temerosas de comentarlo abiertamente.
El empleado de la morgue dijo que los implicados en el análisis de laboratorio pensaban que los tres funcionarios de la policía se encontraban libres.
"Oí que el asunto había sido resuelto con el pago de un rescate tribal", dijo el empleado.
"El tema me inquieta mucho. Estoy haciendo mi trabajo y los tipos malos están en la calle".
Existen informes contradictorios sobre la situación del hermano. Algunos dicen que fue encarcelado por el asesinato de su hermana. Otros dicen que fue dejado en libertad en el acuerdo alcanzado a través de la justicia tribal.
En cuanto a la mujer asesinada, varias versiones dicen que estaba en prisión no porque hubiese sido condenada o acusada criminalmente, sino porque un policía la quería interrogar sobre su hermano. Pensaron que este se entregaría para liberar a Dalal. Nadie ha podido explicar por qué quería la policía interrogar al hermano.
La cárcel donde estaba retenida alberga principalmente a hombres. Hay una pequeña sección para reclusas, que normalmente son unas pocas en cualquier momento. Se supone que las custodia una mujer gendarme. Nadie explicó cómo pudo el teniente coronel hacer lo que hizo.
Nadie pudo decir cómo pudo el hermano de Dalal entrar a la celda con una pistola cargada.
"Se supone que debió haber sido cacheado", dijo Thabit, el portavoz de la policía. "No sabemos cómo pasó con esa pistola".
En Iraq, la violencia contra las mujeres es un problema persistente, pero rara vez tratado. No existen estadísticas sobre los asesinatos por honor. La cantidad de violaciones informadas a la policía promedia cinco a diez por mes en todo el país, informó un funcionario de la morgue central de Bagdad, que entregó los primeros detalles sobre el caso de Tikrit en el verano pasado.
"El número real de violaciones es en realidad más elevado de lo que sabemos. Hay muchas violaciones en las cárceles, por ejemplo", agregó, antes de mencionar el caso de Tikrit a una iraquí que trabaja para el Times. Al darse cuenta de que estaba comentando un caso que no estaba destinado al conocimiento público, el funcionario instó a la periodista a no traducir los hechos a su colega de habla inglesa.
Pero minutos después, otro empleado de la morgue y luego el empleado del laboratorio confirmaron el caso. Todos pidieron no ser identificados por temor a perder sus empleos.
Otros empleados entrevistados durante una visita de todo un día a la morgue, donde se examina a las víctimas de violación, dijeron que habían detectado un aumento de los crímenes violentos contra las mujeres desde la invasión norteamericana de 2003, provocada por el conservadurismo religioso y los trastornos socio-económicos.
La mayor parte de los asesinatos por honor, dijo un empleado de la morgue, que el día anterior había recibido el cuerpo de una mujer embarazada con la garganta cercenada.
Defensores de los derechos humanos dicen que muchos de esos homicidios se preparan de modo que parezcan asesinatos por honor para obtener indulgencia hacia los autores.
"Ahora es mucho peor’, dijo Ibtisam Hamody Azzawi, ingeniero que dirige una pequeña organización de ayuda para mujeres maltratadas desde su casa en Bagdad.
"Nuestra sociedad ha presenciado muchas cosas de la guerra, y eso se refleja en la situación de la violencia intrafamiliar.
"Todo es violencia. Hasta los niños aman la guerra", dijo Azzawi, cuyo marido, un decano universitario, fue asesinado por extremistas en 2007.
Gran parte de su tiempo lo gasta respondiendo llamados a su puerta o llamadas telefónicas de mujeres que buscan escapar de hogares donde las maltratan. La gente la encuentra boca a boca. No ha dicho a sus vecinos qué hace, por temor a que los extremistas la ataquen a ella o a una de sus hijas.
Iraq no tiene refugios para mujeres maltratadas o amenazadas, y la guerra tiene familias fragmentadas y desplazadas que podrían acoger a sus familiares. En medio del caos, el homicidio se ha convertido en una salida fácil para maridos que quieren poner fin a sus matrimonios, dice Azzawi. Es más barato que el divorcio.
"Las mujeres son asesinadas, pero a menudo se informa que han desaparecido", dijo. "Es parte del caos. Algunos maridos matan a sus esposas y dicen que quizás fueron secuestradas, que quizás murieron en un atentado con bomba".
"Un marido y una mujer tienen problemas de convivencia. Y de repente la mujer desaparece".
En la cárcel de mujeres de Tikrit, el día de visita es el sábado. Un sábado de verano vino un hermano a ver a su hermana embarazada.
Ella confiaba en él.

Usama Redha y Ned Parker en Baghdad, y corresponsales en Samarra y Tikrit contribuyeron a este reportaje.

4 de mayo de 2009
23 de abril de 2009
©los angeles times
cc traducción mQh
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