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la violación como arma


En Colombia, ahora la violación está siendo juzgada como arma de guerra. En mayo de 2007, sólo doce casos de violencia sexual fueron presentados por fiscales nombrados para implementar la Ley Justicia y Paz de Colombia. Hoy se han presentado 228 casos.
[Sibylla Brodzinsky] Bogotá, Colombia. Amelia pasó años tratando a una mujer que fue violada por un señor de la guerra de extrema derecha y sufrió un embarazo indeseado. Así que cuando la mujer la llamó pidiéndole consejo después de que el mercenario la amenazara con volver y quitarle el hijo, Amelia se apresuró a visitarla.
Los dos mujeres se quedaron hasta tarde debatiendo sobre cómo proteger al bebé en un rancho aislado en la provincia de Antioquia de Colombia. Repentinamente, tres hombres enmascarados irrumpieron en la casa y advirtieron a Amelia que no se metiera "en los asuntos de otra gente". Los hombres las secuestraron a las dos.
"Me dijeron que lo tomara como aviso", dice Amelia, agregando que los hombres le dijeron que no saliera de casa durante tres días. Cuando salió, no le contó a nadie lo que le había ocurrido.
"Había insistido tanto en que las otras víctimas denunciaran las agresiones, pero el miedo me había paralizado. Tenía demasiado miedo como para hablar", dice Amelia, una mujer nerviosa, en los cuarenta, que pidió que no se utilizara su nombre verdadero. Ahora entendía, a un nuevo nivel, por qué las víctimas que había tratado se resistían a denunciar las agresiones.
En los conflictos en el este del Congo, en la región de Darfur en Sudán, en Serbia y Ruanda, la violación sistemática y masiva de mujeres ha sido bien documentada. En Colombia, sin embargo, la escala de las violaciones y violencia sexual como parte de la guerra que lleva ya cuatro décadas siguen siendo en gran parte desconocidas.
Organizaciones femeninas locales y nacionales dicen que hay miles de casos de violencia sexual -cometida por paramilitares de extrema derecha y guerrilleros de izquierdas- que no son denunciados por las víctimas porque tienen miedo de hablar. Pero ahora, las organizaciones están haciendo una campaña para informar a las mujeres sobre sus derechos como víctimas y presionar a los fiscales para que interroguen a los paramilitares sobre la violencia sexual.
Parece estar funcionando. En mayo de 2007 hubo sólo doce casos de violencia sexual interpuestos por fiscales nombrados para implementar la ley especial Justicia y Paz de Colombia. Hoy hay 228.
"No ven toda la dimensión del problema", dice Patricia Buriticá, que dirige una ONG conocida como Mujeres Colombianas por la Paz, que ofrece ayuda psicológica y jurídica a víctimas de la violencia sexual.

La Violencia Sexual como Arma de Guerra
La violencia sexual fue una constante de las masacres cometidas por las fuerzas paramilitares cuando extendían su control sobre el país entre 1997 y 2005, dice Buriticá, que ha viajado por todo Colombia entrevistando a mujeres y a sobrevivientes de masacres sobre el nivel de violencia sexual. Hay cientos de historias de mujeres que fueron violadas, torturadas sexualmente y mutiladas antes de ser asesinadas.
Una vez que establecieron su control, los paramilitares a menudo usaban a las campesinas como esclavas sexuales. En un pueblo de la provincia de Cauca hay tantos hijos de mercenarios paramilitares que son conocidos localmente como los ‘paraquitos’. En la provincia de Magdalena, el señor de la guerra Hernán Girlado era conocido como ‘el Taladro’ y se dice que violaba a una mujer diferente cada noche. Un tendero se negó a enviarle a su mujer y fue asesinado al día siguiente", dice Buriticá.
Los comandantes paramilitares dijeron que se trataba de casos aislados.
Pero Buriticá dice que los testimonios que ha recogido muestran que la práctica era sistemática y estaba muy extendida, pese a los pocos casos denunciados. Un informe de 2006 del informador especial de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dijo: "Los actores del conflicto armado en Colombia, especialmente los paramilitares y las guerrillas, usan la violencia física, sexual y psicológica contra las mujeres como una estrategia de guerra".

Víctimas No Ven la Violación como Guerra
Parte del problema es que las mujeres no se reconocen como víctimas de la guerra. Buriticá dice que conoce innumerables casos de mujeres que denuncian el asesinato de sus maridos, las desapariciones de sus padres, o la tortura de sus hermanos, pero no hablan sobre qué pasó con ellas. "Había una mujer que denunció un asesinato, pero le tomó dos años de terapia para que denunciara su propia violación", dice Buriticá.
Sobre la base de su propia investigación, Buriticá cree que la cantidad de mujeres que han sido abusadas sexualmente durante la guerra podría elevarse a varios miles y solamente considerando los abusos cometidos por paramilitares. De acuerdo a mujeres que han desertado, las mujeres y niñas reclutadas como combatientes por los rebeldes de izquierda terminan a menudo como esclavas sexuales de los comandantes.
Las cifras no incluyen a mujeres como Amelia. Debido a que fue violada después del acuerdo de paz con los paramilitares en 2003, su caso no cae dentro del ámbito de los fiscales especiales.
Poco después de ser violada, Amelia se dio cuenta de que había quedado embarazada. Pero luego tuvo un aborto. Meses después del ataque, reunió suficiente coraje como para denunciar su violación. "Oía mi propia voz diciéndole a las víctimas: ‘Si no lo denuncias, habrá más casos y la impunidad será total’", recuerda. "Yo les decía las otras que denunciaran sus casos, pero yo callaba el mío".
Por miedo a las represalias después de que contara su historia a la policía de su pueblo, abandonó a su familia para ocultarse en el anonimato que ofrece la extensa capital colombiana, Bogotá.
Las mujer que fue violada junto a Amelia no ha denunciado la violación a la policía, y aunque fue interrogada como testigo de la violación de Amelia, no se refirió a la suya propia. "Es la segunda vez que la violan, y todavía se niega a denunciarla", dice Amelia. "Le pregunté: ‘¿Cuántas veces más tendrán que violarte para que empieces a hablar?"
Amelia espera que su decisión de denunciar su violación alentará a otras mujeres en su pueblo y en todo Colombia a hacer lo mismo. "Mientras más seamos, más fuertes seremos", dice. Pero teme que el hecho de que haya tenido que marcharse tendrá el efecto opuesto. "Estoy segura que las mujeres en mi pueblo están ahora hablando sobre el precio que he tenido que pagar por hablar", dice. "No podré volver a casa durante un largo tiempo".

15 de mayo de 2009
11 de mayo de 2009
©christian science monitor 
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