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obama y el golpe en honduras


Estados Unidos se mueve con cuidado en crisis hondureña. Funcionarios del gobierno de Obama buscan una solución política y no amenazan con sanciones.
[Paul Richter] Washington, Estados Unidos. El lunes, después de fracasar en impedir el golpe militar en Honduras, el gobierno de Obama trata con cautela de deshacerlo, dejando intactas áreas claves de influencia y llamando a Honduras y otros países en la región a buscar un compromiso.
La estrategia del gobierno está diseñada para evitar dañar los lazos con los aliados de Estados Unidos que respaldan el golpe que removió violentamente de su cargo al presidente Manuel Zelaya ni con las potencias regionales que han sido unánimes en su condena.
El presidente Obama expresó "gran preocupación" por el conflicto, y funcionarios estadounidenses asistirán hoy a una sesión de la Organización de Estados Americanos en Washington que tratará la situación hondureña.
"Creemos que el golpe no fue legal y que el presidente Zelaya sigue siendo el presidente de Honduras, el presidente que fue elegido democráticamente", dijo Obama después de una reunión con el presidente colombiano Álvaro Uribe. "En eso nos hemos unido a todos los países de la región, incluyendo a Colombia y la Organización de Estados Americanos".
Pero aunque condena el derrocamiento, los funcionarios estadounidenses no exigieron la reinstalación de Zelaya. El gobierno dejó a su embajador en Honduras en su lugar, aunque varios gobiernos de la región han retirado a los suyos.
Y pese al control de millones de dólares en ayuda y una enorme influencia económica, el gobierno no amenazó con sanciones o castigos contra los hondureños por haber formado un nuevo gobierno al día siguiente de que Zelaya fuera sacado de la cama y del país el domingo pasado.
Antes del domingo, funcionarios del gobierno de Obama estaban al tanto de la agudización de la crisis y dijeron que hablaron con funcionarios hondureños con la esperanza de resolver la disputa y prevenir una transferencia violenta de poder.
Sin embargo, altos funcionarios de gobierno dijeron que los militares hondureños pusieron fin a esas discusiones el domingo y se negaron a aceptar más llamadas.
Ahora, cuando funcionarios norteamericanos sopesan las secuelas del primer derrocamiento militar en América Central en dieciséis años, el lunes dejaron en claro que estaban buscando un compromiso que pudiera restablecer la democracia sin correr el riesgo de provocar mayores trastornos o de destruir la frágil economía de Honduras.
La secretario de Estado, Hillary Rodham Clinton, dijo que la crisis política "se ha convertido en un golpe de estado". Pero personeros estadounidenses no han decidido legalmente que la intervención sea en realidad un golpe -una conclusión que conduciría a reducciones en la ayuda norteamericana.
Clinton dijo que Estados Unidos se había unido a potencias regionales en la condena de la intervención militar, y estaba trabajando con otros países latinoamericanos para encontrar el modo de restaurar "completamente el orden democrático y constitucional del país".
Funcionarios estadounidenses están "considerando las implicaciones" de la intervención.
"Ha habido un conjunto muy rápido de circunstancias en los últimos días", dijo Clinton. "Si fuéramos capaces de volver... a un status quo que permita el retorno del estado de derecho y del orden constitucional dentro de un período de tiempo relativamente breve, creo que eso sería un buen resultado".
Zelaya ha tratado en los últimos años de inclinar su país hacia la izquierda, forjando lazos más estrechos con líderes regionales, como Hugo Chávez, de Venezuela, y los hermanos Castro, en Cuba, que son declaradamente antinorteamericanos. Cuando Zelaya intentó en las últimas semanas [realizar una consulta popular para] reformar la Constitución y enmendar el término del mandato [presidencial], provocando el rechazo de las fuerzas armadas y de la clase política, funcionarios estadounidenses expresaron su preocupación.
Sucesivos gobiernos estadounidenses han cultivado estrechos lazos políticos, militares y económicos con Honduras. En los años ochenta, oficiales hondureños colaboraron con Estados Unidos en su guerra contra el gobierno de izquierda de Nicaragua y los revolucionarios salvadoreños.
Las remesas de los inmigrantes hondureños en Estados Unidos dan cuenta de casi un cuarto del producto nacional bruto del país, y el setenta por ciento de las exportaciones hondureñas van a Estados Unidos.
Funcionarios estadounidenses mantienen fuertes lazos con las elites política y comercial que se oponen al gobierno de Zelaya, incluyendo su intención de remover los límites a su propio mandato presidencial.
Y las fuerzas armadas estadounidenses tienen fuertes lazos con los militares hondureños, que enviaron tropas a Iraq en una muestra de apoyo a la campaña norteamericana allá. En la Base Aérea de Soto Cano -a unos cien kilómetros al noroeste de Tegucigalpa, la capital- permanecen cerca de seiscientos militares.
Pero funcionarios de gobierno no explicaron por qué las conversaciones para impedir el golpe se interrumpieron, lo que permitió que Venezuela dirigiera las críticas contra Estados Unidos, diciendo que el país tenía algo que ver con el derrocamiento -una acusación que el gobierno rechazó.
Sin embargo, Obama ofreció una franca reflexión sobre la historia de Estados Unidos en la región, refiriéndose a la participación de Washington en muchos de los golpes de estado en la región en el siglo pasado.
"Estados Unidos no ha apoyado siempre, como debió haberlo hecho, algunas de esas nacientes democracias", dijo en la Casa Blanca.
"Pero en los últimos años creo que tanto republicanos como demócratas en Estados Unidos han reconocido que queremos defender la democracia, incluso si los resultados no impliquen siempre que los presidentes de esos países tengan una posición favorable hacia Estados Unidos".

30 de junio de 2009
©los angeles times 
cc traducción mQh
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