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corrupción en la justicia iraquí


Mientras la presencia americana en Iraq se acerca a su fin, arrestos recientes subrayan un problema difícil de tratar: los motivos ulteriores del encarcelamiento de iraquíes. El poder judicial ha ordenado una pesquisa.
[Ned Parker] Bagdad, Iraq. El jeque Maher Sirhan dice que sus interrogadores lo torturaron con una picana eléctrica y exigieron cincuenta mil dólares en efectivo para sacarlo de la cárcel donde estaba detenido, acusado de terrorismo.
Pero el líder paramilitar sunní, que ha colaborado estrechamente con las fuerzas estadounidenses, dice que resistió.
"Les dije que no les iba a pagar nada", contó Sirhan en una conferencia telefónica desde su último calabozo. "Hay un gobierno y fuerzas de la coalición. La justicia me liberará, no ustedes".
Las versiones de Sirhan y otros dos prominentes líderes paramilitares sunníes, uno liberado recientemente y otro prófugo, entregan una mirada al papel que aparentemente están jugando las disputas y la corrupción políticas en al menos algunas detenciones, a medida que se acerca el fin de la presencia americana en Iraq, a semanas de la partida de la mayoría de las tropas estadounidenses de las ciudades del país.
Un funcionario del gobierno iraquí que trabaja en temas de seguridad, dijo que el problema de las fuerzas iraquíes que encarcelan a personas por motivos extrajudiciales es un problema persistente de larga data.
"Hay muchos casos de rescates y acuerdos", dijo el funcionario, agregando que algunos líderes paramilitares sunníes que han luchado con las fuerzas estadounidenses para erradicar a grupos subversivos como al Qaeda en Iraq han sido encarcelados por fuerzas de seguridad musulmanas chiíes al menos en parte para pedir rescate.
Hace dos meses, varios interrogadores del Centro de Detención Harthiya del ministerio del Defensa, fueron arrestados por extorsionar a hombres de negocios que habían detenido, agregó el funcionario.
Las interrogantes sobre la colusión entre fuerzas de seguridad corruptas y jueces que dictan órdenes de detención son tan grandes que el Consejo Judicial Supremo de Iraq ordenó el mes pasado una pesquisa sobre el asunto, confirmaron el funcionario y un asesor occidental del gobierno iraquí.
El funcionario de gobierno, que no estaba autorizado para hablar públicamente, dijo que las fuerzas de seguridad también deben responder por denuncias fiables de torturas y de cárceles secretas no reveladas.
El mes pasado, una delegación del ministerio de Defensa encontró a más de cien detenidos clandestinamente por el ejército iraquí en la ciudad de Mosul, dijo el funcionario, agregando que 73 de ellos habían sido capturados inmediatamente después de que fueran liberados por los norteamericanos.
Pese a esos casos, legisladores iraquíes dicen que el ejército y la policía están haciendo progresos en erradicar de sus fuerzas la corrupción, la violación de los derechos humanos y la lealtad a los partidos políticos.
Este mes, el ministro del Interior, Jawad Bolani, anunció que 43 agentes de policía estaban siendo investigados por sospechas de torturar a detenidos y el primer ministro Nouri Maliki ordenó una investigación sobre maltratos en una cárcel. Pero en un país que está tratando desesperadamente de salir de la anarquía y que hace frente a toda una miríada de problemas y divisiones étnicas y políticas, los funcionarios creen que tomará años enderezar el sistema.
Algunos funcionarios estadounidenses siguen expresando serias dudas sobre las detenciones que se han realizado, particularmente de algunos líderes paramilitares sunníes con los que han trabajado.
"Si las fuerzas de seguridad tienen pruebas, entonces ¿por qué nos las ocultan? Si tienen realmente evidencias verosímiles, ok, entonces deberíamos colocar a alguien todas esas organizaciones [del gobierno y de seguridad] y tenemos el derecho a examinar esas evidencias", dijo un oficial estadounidense.

El Jeque Maher Sirhan
Los soldados llegaron para detener a Sirham en Hor Rajab, un suburbio de Bagdad, un día de marzo, temprano en la mañana, de acuerdo a su familia. Soldados iraquíes echaron abajo la puerta de su chalet de ladrillos amarillos. Su esposa dice que vio cómo lo golpeaban con porras, y luego se lo llevaron.
"Parecía que lo querían matar. No tenían por qué romper la casa. Podrían haberlo hecho tranquilamente", dice Shaada Rashid.
La orden de detención, dijo, se basaba en los testimonios de tres mujeres que dijeron que sus maridos fueron asesinados por hombres de Sirhan en los últimos dos años. Sin embargo, cuando fueron asesinados, sus maridos habían estado peleando contra al Qaeda en Iraq, dijo Rashid.
Oficiales estadounidenses confirmaron que el gobierno iraquí ha empezado a ejecutar las órdenes emitidas contra los comandantes paramilitares sunníes basándose en declaraciones de familiares de combatientes asesinados del grupo insurgente.
Al principio, Sirhan fue llevado a lo que algunos detenidos dicen que es una cárcel secreta. Allá, dijo Sirhan, le golpearon y torturaron durante dieciséis días, aplicándole descargas eléctricas para hacerlo confesar. Los oficiales le dieron la opción de pagar un rescate de cincuenta mil dólares, si quería que le retiraran las acusaciones.
"Me obligaron a decir cosas que no hice. Me obligaron a decir que maté a gente... Ni siquiera me acuerdo de lo que dije. Tenía dolor... Pedí ver a un doctor, pero me lo negaron y me ocultaron de los norteamericanos", dijo Sirhan por teléfono. Posteriormente Sirhan fue trasladado a una cárcel común donde, teme su mujer, es un blanco para los partidarios de al Qaeda en Iraq. Su hermano Hadi Jamal, un ingeniero jubilado, dijo que está seguro de que Sirhan será dejado en libertad sólo después de que paguen el rescate.
"Se arreglará con dinero. No sabemos dónde lo conseguiremos -si de la tribu, o de la venta de propiedades, o del coche. No sabemos", dijo, sacudiendo la cabeza. "Una persona de al Qaeda estará en la calle al día siguiente si paga cincuenta mil dólares. Eso es normal... Si pagas, te dejan marchar".

El Teniente Coronel Raad Ali
Raad Ali, un líder paramilitar sunní en Bagdad oeste, está libre después de nueve días tras las rejas, con Sirhan, a fines de marzo y principio de abril.
Antes que terminar sus problemas, el teniente coronel teme que su encarcelamiento lo haya dejado más vulnerable ante sus enemigos.
Todo empezó la medianoche del 24 de marzo, contó, cuando los agentes golpearon a la puerta de su casa en el barrio de Ghazaliya. Un coronel iraquí en uniforme de faena que se identificó a sí mismo como proveniente del cuartel militar y policial conjunto responsable de Bagdad oeste, insistió en que necesitaba la ayuda de Ali para encontrar a alguien en el barrio. Ali, que dirige el grupo paramilitar sunní local respaldado por Estados Unidos y que opera en el norte de Ghazaliya, dijo que le vendaron los ojos cuando subió al todoterrenos del coronel.
Después de varias horas, contó Ali, lo escoltaron a un recinto donde unos agentes le tomaron una foto. Sus compañeros de celda le dijeron que era una cárcel secreta del ministerio del Interior. Algunos de los hombres dijeron que llevaban ahí más de un año, y sin juicio. Fue aquí que Sirhan se presentó a sí mismo y mostró sus moretones a Ali.
"Nadie sabe que estás aquí. No tendrás abogado. Nadie viene aquí. Nadie puede preguntar sobre ti. Es una cárcel secreta", dijo Ali.
En los interrogatorios, los agentes acusaron a Ali de ser miembro de al Qaeda en Iraq, que colocaba bombas, secuestraba gente y mataba a policías, acusaciones todas que negó enérgicamente. Después de más de una semana de prisión, fue escoltado a un tribunal en Bagdad oeste donde el juez desechó los cargos.
Ali dijo que se había enterado más tarde que el comandante estadounidense en Iraq, el general Ray Odiermo, se había reunido con el primer ministro Maliki para tratar su detención -una versión que fue confirmada por funcionarios occidentales.
Ali pensaba que nadie podía llegar a él. Pero a fines de abril, un familiar del ministerio de Defensa iraquí le dijo que las fuerzas armadas iraquíes tenían otra orden de detención contra él que podía deshacer si pagaba quince mil dólares a los agentes del ministerio y trabajaba para ellos como informante.
"En Iraq, tienes que pertenecer a alguna de sus bandas, si no quieres que te eliminen", dijo Ali. "Esta vez pasé nueve días en una cárcel. Quizás la próxima vez sean ocho años".

El Jeque
Fue después de las elecciones locales que las cosas empezaron a marchar mal para el jeque, que pidió que no se revelara su nombre por motivos de seguridad. Había luchado contra al Qaeda en Iraq, cerrado un pacto informal con los norteamericanos a fines de 2007 y tenía conversaciones irregulares con funcionarios iraquíes sobre la reconciliación.
En el invierno pasado, dice, un funcionario de seguridad se acercó a él en su provincia natal de Salahuddin en el norte de Iraq, pidiéndole que votara por un partido nacional en las elecciones locales. Dice que le prometió dinero y una posición de liderazgo en la organización paramilitar Hijos de Iraq. Se negó y boicoteó la votación.
Dos días después de las elecciones, dice, emitieron una orden de detención contra él. Poco después, dice, agentes de las fuerzas de seguridad empezaron una serie de llamadas diciéndole lo que debía pagar para evitar la detención. El jeque rebobinó una de las cintas en la que el que llamaba le exigía cien mil dólares.
El jeque dijo que sólo tenía veinte mil dólares, pero la voz se mantuvo firme en cincuenta mil, y luego cortó la comunicación. Ahora el jeque se está ocultando, con la esperanza de que el gobierno intervenga y lo traten con justicia.

4 de julio de 2009
29 de junio de 2009
©los angeles times 
cc traducción mQh
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