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mercedes sosa


Cantante popular argentina. De ancestros indios y franceses y nacido de padres jornaleros, utilizó al movimiento de la ‘nueva canción’ para fomentar la justicia social frente a la represión del gobierno.
[Adam Bernstein] Murió el domingo en una clínica en Buenos Aires, Mercedes Sosa, la cantante argentina que emergió como la electrizante voz de la conciencia en toda América Latina, con canciones que propugnaban la justicia social frente a la represión del gobierno. Tenía 74 años y sufría de insuficiencia cardiaca, hepática y renal.
Con una rica voz de contralto, Sosa fue sobre todo una convincente cantante cuya carrera se extendió durante cinco décadas. Cantó con artistas tan variados como Sting, la estrella del rock, el cantante cubano Pablo Milanés y la cantante folk Joan Baez, que dijo que estaba tan conmovida con el "tremendo carisma" y poder emocional de Sosa que una vez se arrodilló y le besó los pies.
El imponente arte de Sosa, que le reportaron varios Grammy Latinos, desmentía sus dimensiones físicas. Chica, rechoncha, morena de piel y a menudo vestida como campesina, a Sosa la apodaban cariñosamente "la Negra", en homenaje a sus ancestros indígenas.
Fue una palabra afectuosa que la siguió en todo el mundo de habla hispana, dijo el etnomusicólogo Jonathan Ritter, que ha escrito sobre Sosa. "Es difícil sobrestimar su popularidad e importancia como portaestandarte de la música folklórica y el compromiso político a través de la música folklórica", dijo.
Sosa dijo una vez que los "artistas no son dirigentes políticos. El único poder que tienen es llevar a la gente al teatro". Aunque no se definió como una activista política, Sosa se hizo valer en el movimiento musical de la nueva canción, de los años sesenta y setenta, que fundía ritmos folclóricos tradicionales y letras políticamente cargadas sobre los pobres y los desposeídos.
El movimiento de la nueva canción, formado por cantantes, poetas y letristas con inclinaciones marxistas, arroja una luz sobre la lucha contra la brutalidad del gobierno y las penurias que viven los pisoteados en todo el hemisferio. Ritter dijo que muchas de las canciones favoritas de Sosa "se inspiraban en el rico legado de la poesía y literatura latinoamericanas para subrayar sus mensajes políticos".
Esto, dijo, le daba una fascinación mucho más perdurable que las canciones de protesta en Estados Unidos durante ese periodo, cuyas "letras directas y francas eran parte de su eficiencia política, aunque también limitaban su atractivo poético a largo plazo".
Aquí está la letra de ‘Todavía estamos cantando’, que cantaba acompañada por el tambor andino llamado bombo: "Tantas veces me mataron... Tantas veces me morí... Sin embargo, estoy aquí, resucitando... [...] Y seguí cantando".
Sosa fue perseguida por el gobierno y amenazada por la junta nacionalista de extrema derecha que gobernó Argentina entre 1976y 1983. El gobierno fue responsable de la muerte y desaparición de cerca de treinta mil personas de izquierda o percibidas como de izquierda, y Sosa transformó sus conciertos, siempre con localidades agotadas, en manifestaciones contra el abuso de poder.
Sus canciones fueron prohibidas en la radio y televisión argentinas, y provocó a la censura cantando himnos de la reforma agraria, como ‘Cuando tenga la tierra’ en un concierto en la ciudad universitaria de La Plata. Muchos asistentes fueron arrestados por las fuerzas de seguridad y Sosa fue humillada públicamente por un oficial que subió al escenario y le hizo un cacheo.
Frente a las amenazas, Sosa organizó todavía más conciertos, que fueron subsecuentemente cancelados cuando llamaron con amenazas de bomba. El gobernador militar de Buenos Aires le prohibió volver a actuar. Imposibilitada de ganarse la vida o de hablar como opositora del régimen, se mudó al exilio a Europa en 1979 y vivió tres años en Francia y España.
Artísticamente, lo recordaba como un periodo oscuro y a veces la voz le fallaba. "Era un problema mental, un problema de moral", dijo al New York Times. "No era mi garganta ni nada físico. Cuando estás en el exilio, cuando haces la maleta hay cosas que no caben. Hay cosas en tu mente, como colores y olores y actitudes de la infancia, y también está el dolor y la muerte que has visto. No debes negar esas cosas, porque si lo haces te puedes enfermar".
Sosa volvió a Argentina antes de que la dictadura se derrumbara, y descubrió que su popularidad había subido a niveles dramáticos. En casa, sus conciertos atraían a decenas de miles de personas, y se vendían cientos de miles de copias de sus álbumes.
En el extranjero, era una estrella y una celebridad política. Recibió una ovación de pie de diez minutos en un concierto en Carnegie Hall en 1987 y recibió arrebatadoras reseñas cuando actuó en otras importantes ciudades estadounidenses.

Haydée Mercedes Sosa nació el 9 de julio de 1935 en San Miguel de Tucumán, en el noroeste rural de Argentina. Tenía ancestros indios y franceses, y sus padres eran jornaleros.
Dijo que la geografía y la cultura de la zona fueron también cruciales en su desarrollo. La región era desolada, con mucho más influencia de la cultura indígena de la cercana Bolivia, que de la distante y cosmopolita Buenos Aires. Dijo que era "una ventaja para alguien que quería ser cantante folclórica" y a los quince ganó un torneo amateur de una hora en una emisora local.
A fines de los años cincuenta, ella y su primer marido, el guitarrista Manuel Óscar Matus, con quien tuvo un hijo, se mudó a Mendoza, Argentina, una ciudad a los pies de los Andes. Allá contribuyeron a la formación de un movimiento por la nueva música que fusionaba ritmos folclóricos con el lenguaje y la política del momento y escribió un manifiesto artístico. Su carrera de giras en el extranjero empezó después de una actuación en un importante festival de folclore en Cosquín, Argentina, en 1965.
Aunque no era letrista, era una penetrante intérprete de los trabajos de otros. La compositora chilena Violeta Parra fue la autora de la canción emblemática de Sosa, ‘Gracias a la vida’, un número más nostálgico que político.
Sosa colaboró en dos aclamados álbumes de principios de los años setenta con el compositor Ariel Ramírez y el escritor de canciones Félix Luna, ‘Cantata sudamericana’ y ‘Mujeres argentinas’.
Recibió el premio Latin Grammy para el Mejor Álbum Folclórico en 2000 por ‘Misa criolla’, de Ramírez, y nuevamente por ‘Acústico’ en 2003 y ‘Corazón libre’ en 2006.  Continuó conquistando a las audiencias más jóvenes incorporando la música de cantautores roqueros, como Charly García, de Argentina, o Sting, cuya canción ‘They Dance Alone’ brindaba tributo a las madres de los desaparecidos en Chile.

17 de octubre de 2009
4 de octubre de 2009
©los angeles times 
©traducción mQh
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