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las jóvenes están desapareciendo


En Ciudad Juárez. En medio de la carnicería de la guerra contra las drogas, la ciudad fronteriza mexicana se ha visto estremecida por la desaparición de al menos dos docenas de chicas adolescentes y jóvenes mujeres. Los detectives no tienen pistas.
[Ken Ellingwood] Ciudad Juárez, México. Las calles de Juárez se están tragando a las jóvenes y a las guapas.
Mónica Alanis, una estudiante universitaria de prime año, nunca volvió de sus exámenes. Eso fue hace más de cuatro meses.
Al otro lado de la ciudad, Brenda Ponce, de diecisiete, no volvió de un recorrido buscando trabajo en el centro. Eso fue hace un año.
Hilda Rivas, dieciséis, fue vista por última vez en el centro de la ciudad. Eso fue hace diecisiete meses.
En el último año y medio en esta violenta ciudad fronteriza han desaparecido dos docenas de chicas adolescentes y jóvenes mujeres, agitando tenebrosos recuerdos de los asesinatos de cientos de mujeres que, hace diez años, hicieron de Ciudad Juárez un sitio infame.
Las desapariciones, que incluyen a dos estudiantes universitarias y niñas de hasta trece años, tienen algo de una novela de suspense: misteriosas llamadas telefónicas, mensajes dejados por terceros e informes no corroborados de que las mujeres son retenidas en una casa.
No hay evidencias claras de que se haya cometido un delito o vínculos entre los casos, que han sido eclipsados por la violenta guerra contra las drogas en la que han muerto más de dos mil quinientas personas en Juárez desde principios de 2008. Pero los familiares de las jóvenes dicen que es muy improbable que se hayan marchado por cuenta propia.

Los padres de Mónica Alanis dicen que ella rara vez volvía tarde del campus. Ese día en marzo, Olga Esparza dice que llamó a su hija para preguntarle por qué llevaba tres horas de retraso. Mónica la tranquilizó: "Volveré más tarde a casa".
Desesperados familiares han colgado letreros de personas extraviadas y pegado volantes a los postes del teléfono en toda la ciudad con la esperanza de conseguir algunas pistas sobre el paradero de sus seres queridos. Han llamado a los hospitales y barrido polvorientos cañones en los empobrecidos márgenes de la ciudad. Han acosado a detectives del estado, aunque se quejan de que las autoridades no tienen pistas sólidas para explicar por qué tantas jóvenes desaparecen simultáneamente.
"No hay ninguna teoría. No hay ninguna hipótesis", dijo Ricardo Alanis, padre de Mónica, con la voz tenue por el dolor. "Después de cuatro meses no tienen nada concreto".

El vacío ha llevado a algunos padres a imaginar sus propias e inquietantes explicaciones. Varios dicen que creen que sus hijas han sido secuestradas y obligadas a prostituirse, quizás en Estados Unidos, por las mismas organizaciones criminales que han convertido a esta ciudad fronteriza en el frente más sangriento de la guerra contra las drogas.
"Está en manos de esa gente. No sé quiénes son ni dónde están", dijo Aiben Ribas, carpintero y padre de Hilda. Desapareció el 25 de febrero de 2008, después de charlar con una amiga en el centro.
Parientes y activistas ven cosas comunes en los casos. La mayoría de las jóvenes eran atractivas, de pelo negro y delgadas. La mayoría fueron vistas por última vez en el centro de la ciudad, una destartalada pero ajetreada comuna de tiendas de ropa, restaurantes baratos y bares de mala muerte. Cuatro de las adolescentes se llaman Brenda.

Las víctimas se ven diferentes que las más de 350 mujeres asesinadas durante un período de quince años desde 1993. Muchas de las víctimas trabajaban en plantas de ensamblaje de la ciudad y venían de otras partes de México. Sus cuerpos aparecieron finalmente, a menudo con signos de abuso sexual y torturas, en sitios eriazos y barrancos.
Pese a algunas detenciones y la creación de una fiscalía especial, los casos siguen sin ser resueltos.
En contraste, las que han desaparecido hoy son, en su mayor parte residentes de familias estables de clase media y trabajadores.
"No solamente provienen de las familias más pobres", dijo Marisela Ortiz, que dirige a un grupo que representa a las mujeres asesinadas que ahora está trabajando con las familias de las que han desaparecido recientemente. "Las características han cambiado".
Y esta vez no hay cuerpos.

Los familiares dicen que las autoridades han realizado pesquisas casuales, y los dejaron a su suerte para buscar pistas. Pero las familias dicen que no tienen la capacidad de los detectives para trazar llamadas telefónicas o interrogar a los conocidos de las mujeres. Algunos han sugerido que policías corruptos pueden estar implicados en las desapariciones.
La procuraduría del estado de Chihuahua, cuya oficina de personas desaparecidas tiene jurisdicción sobre los casos, se negó a hacer comentarios, pese a varias peticiones. En privado los detectives han dicho a periodistas locales que sospechan que las jóvenes fueron secuestradas por organizaciones dedicadas a la prostitución. Algunos parientes creen que las jóvenes están vivas.
"Si Dios quiere, algún día la volveré a ver", dijo Yolanda Saenz, la madre de Brenda Ponce. La niña, con vaqueros y una blusa negra, el 22 de julio de 2008 salió hacia el centro a buscar trabajo como dependienta para pagar los frenillos y la escuela, dijo su madre.
"Sólo quiero saber qué pasó con ella, para poder encontrar sosiego", dijo Saenz.
Algunas familias dicen que tienen algunas pistas posibles. Saenz dijo que incluso después de un año las llamadas al celular de Brenda son enviadas al voice mail, lo que implica que su cuenta está todavía activa -y alimenta sus esperanzas.
Los padres de Mónica Alanis dicen que alguien colgó después de llamar a casa en junio desde un número en la zona de Tijuana, donde no conocen a nadie. Dijeron que una amiga de hija recibió una llamada anónima desde un número no conocido de Chihuahua, la capital del estado.

Sergio Sarmiento, cuya prima Adriana Sarmiento tenía quince cuando desapareció el año pasado, dijo que la familia recibió una llamada de un hombre que dijo que ella estaba bien y se había marchado por propia voluntad.
"No lo creo", dice Sarmiento, conductora de autobús que vive en medio de los barrancos llenos de basura del nordeste de Juárez.
Dijo que desde la desaparición, la madre de la niña huyó al otro lado de la frontera por El Paso, con otra hija, de dieciocho.
"Quiero ser optimista", dijo.
Después de que Adriana desapareciera en enero de 2008, los parientes salieron a pegar letreros con su foto y descripción (1 metro 67, ojos marrones, pelo castaño oscuro). Pero creció la competencia con otros volantes de personas desaparecidas a medida que aumentaban las desapariciones.
"Los letreros terminaron tapados por otros", dijo Sarmiento. "Desgraciadamente, ella no fue la última".

26 de octubre de 2009
8 de agosto de 2009
©los angeles times
©traducción mQh
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