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torpeza de eua en crisis hondureña


Después de condenar el golpe del 28 de junio, Estados Unidos en lo esencial ha permitido que el gobierno de facto se salga con la suya, provocando una fisura con los estratégicos socios sudamericanos. Editorial de Los Angeles Times.

Cuando el presidente Obama asistió a la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobado en abril pasado, prometió un nuevo inicio en las relaciones históricamente tensas de Estados Unidos con América Latina. Sin embargo, desde entonces los latinoamericanos han visto más continuidad que cambios, se trate de la incapacidad para levantar el embargo comercial norteamericano contra Cuba, el nuevo acuerdo para intensificar el uso de bases militares en Colombia o la posición sobre el reciente golpe en Honduras. De hecho, la chapuza de la crisis hondureña ha dañado todavía más la credibilidad de Estados Unidos y provocado una fisura con socios estratégicos en América del Sur.
Debe decirse, a su favor, que el gobierno se unió a Europa y a la Organización de Estados Americanos en su condena del golpe del 28 de junio, e inicialmente trató de colaborar con sus aliados latinoamericanos para restituir en el cargo al presidente Manuel Zelaya. Sin embargo, cuando eso fracasó el gobierno negoció un acuerdo entre el gobierno de facto de Roberto Micheletti y Zelaya, que carecía de fuerza para garantizar la restitución de Zelaya antes de las elecciones presidenciales del domingo. Incluso peor, Estados Unidos renunció a su influencia cuando anunció que su reconocimiento de las elecciones no estaba relacionado con el retorno de Zelaya. Eso apartó a Estados Unidos de los gobiernos de Brasil, Argentina y Chile, que dijeron que un gobierno de facto no puede realizar elecciones libres. También ofreció al presidente venezolano Hugo Chávez la oportunidad para acusar a Estados Unidos de hacer un flaco servicio a la democracia; en 2002 el gobierno de George W. Bush apoyó un intento de golpe de estado contra Chávez y ahora Chávez alegará que el gobierno de Obama permitió que el golpe se asentara en Honduras.
No votando por el partido al que pertenecen tanto Zelaya como Micheletti y prefiriendo al presidente electo Porfirio Lobo, los votantes hondureños demostraron que quieren terminar con el aislamiento internacional del país. El Congreso hondureño debe decidir el miércoles si restituye a Zelaya por lo que queda de su mandato, que termina en enero. [El Congreso ya rechazó la restitución de Zelaya a su cargo]. Lo mejor para el país sería si las dos partes estuvieran de acuerdo sobre esto. Desgraciadamente, no es probable.
Honduras es uno de los países más pobres del hemisferio y no debemos pensar que los hondureños deban pagar eternamente, mediante sanciones económicas, por los pecados de sus dirigentes políticos. El gobierno de Obama ya ha dicho que reconocerá al gobierno de Lobo y otros no tendrán otra alternativa que hacerlo a su vez, eventualmente. Finalmente, la ayuda económica de Estados Unidos y otras ayudas internacionales deberían reiniciarse cuando asuma el nuevo gobierno. Pero para Estados Unidos será más difícil recuperar su credibilidad mientras los que montaron el golpe se salgan con la suya y queden impunes.

7 de diciembre de 2009
©los angeles times 
©traducción mQh
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