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sobre la tortura y muerte de mascotas


columna de mérici
La tortura de animales, con o sin resultado de muerte, es un crimen que la sensibilidad contemporánea rechaza como un acto injustificado y aberrante. Aplicar tormentos a un ser inocente o irracional como forma de castigo o por diversión, sin esperar de ello ningún resultado sensible, excepto la morbosa observación del dolor y humillación que se inflige, es un delito que penalizan casi todos los códigos penales del mundo occidental.

Sin embargo, muchas veces el maltrato animal ha formado parte de estrategias de sometimiento, tanto a nivel policial como social.

He leído testimonios de personas perseguidas durante la dictadura que han denunciado que en allanamientos de sus casas y en sesiones de tortura, para atormentarlos e intimidarlos, agentes civiles del estado y militares también torturaron y mataron a sus mascotas. No había vuelto a pensar en este tipo de incidentes hasta que leí esta mañana un artículo en Página 12 -‘Memoria del desprecio’, de Horacio Verbitsky, que gira sobre las violaciones como instrumento sistemático de represión durante la última dictadura argentina (1976-1983), y muy especialmente sobre la complicidad del juez Miret con este tipo de abusos.

Una ex detenida sobreviviente relata uno de los allanamientos de su casa: "[...] a las 5 de la mañana. Amenazaron a mi hermano, lo pusieron contra la pared, mataron al perro. Yo me escapé por los techos hasta la casa de un vecino" (declaración de Amanda Faingold Casenave).

Me gustaría recopilar más historias sobre estos abusos. La denegación de la condición de humanidad [en un campo de exterminio argentino se obligaba a los detenidos -mantenidos siempre desnudos y enjaulados- a alimentarse de repollos crudos en mal estado] y la reducción del detenido a la condición de animal [como en la cárcel de Abu Ghraib, Iraq, donde los detenidos, igualmente despojados de ropa, eran atados a correas de perro] o de objeto son dos rasgos inherentes de las ideologías totalitarias, todas profundamente anti humanistas. La tortura y muerte de mascotas -para ablandar a los interrogados- también se ejerció contra los hijos de los detenidos, reconfirmando una identidad bastante extendida entre mascotas e hijos pequeños.

También sabemos que es más común de lo que se cree que las mascotas son utilizadas en disputas familiares y en riñas de parejas, en las que perros y gatos suelen correr con las consecuencias y terminan violentados, golpeados, mutilados, asesinados o abandonados.

Por informaciones encontradas en la literatura, sabemos también que el maltrato y muerte de animales fue en muchos países una práctica habitual con que los grandes hacendados castigaban a sus peones, esclavos o inquilinos, por el delito de desobediencia o llanamente para impedir actividades económicas no dependientes del hacendado. [Acabo de leer en Página 12 el artículo ‘Esclavos en tiempos de Evo’, de Santiago O’Donnell, donde se menciona la ocurrencia contemporánea, actual, en el Chaco boliviano, de estos abusos. "Durante las visitas del 2006 y 2008, la Comisión [Interamericana de Derechos Humanos] tomó conocimiento e incluso recibió testimonios relacionados con eventos de maltrato físico de guaraníes mediante ‘huasqueadas’ (latigazos), quema de sus cultivos y muerte de sus animales como castigo por ‘desobediencia’. En palabras de un hombre de Itacuatía, ‘nos tratan con garrotes y chicote... siempre nos sabían chicotear, maltratarnos. Estos actos de violencia siempre han existido’".

Pero sabemos poco sobre el alcance y modalidades de esta macabra práctica durante la dictadura chilena, y eventualmente hasta hoy.

Si el maltrato y asesinato de mascotas formaba parte de las torturas sistemáticas aplicadas en el contexto de planes de exterminio de opositores políticos, este tipo de maltrato animal debería incluirse entre los delitos de lesa humanidad.

Me gustaría que los que conozcan casos de este tipo -maltrato animal cometido por agentes civiles o militares durante la dictadura para presionar o intimidar a detenidos; maltrato animal en el contexto de violencia intrafamiliar o de conflictos entre personas- los compartan conmigo y los lectores en este mismo espacio o escribiéndome a mi correo si quisiesen conservar la intimidad. Tanto si se trata de referencias (por ejemplo, de un lector que haya leído informaciones de ese tipo en alguna página web o publicación de papel) como de experiencias personales (o que se conocen a través de relatos de otros), agradeceré infinitamente los datos que puedan enviarme.

[mérici]

[La foto la encontré en el blog For the Love of the Dog].

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