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hooters en pekín


Pone de relieve contradictorios mensajes sexuales. El Beijing Hooters se parece mucho a su contraparte estadounidense, pero es también una instantánea de las cambiantes actitudes hacia el sexo en China, un país lleno de contradicciones.
[Lily Kuo] Pekín, China. El domingo es una noche lenta para las chicas de Beijing Hooters. Jiang Xin -- or Verano, como se lee en su chapa- aprovecha la oportunidad para enseñar a las nuevas uno de sus bailes de la rutina diaria.
Con sus ojos color humo y su uniforme de ejercicio todo negro, Jian se ve sensual, ardiente y distante, hasta que sonríe. Lo hace cuando aconseja a las chicas soltarse un poco, reír, y dejar de tirar de sus shorts.
El Hooters de Pekín se parece mucho a su contraparte estadounidense. Las camareras llevan shorts de color naranja, panties y una camiseta sin mangas, blanca y encogida. Cuando llegan los clientes, gritan en un incomprensible inglés: "Welcome to Hooters!"
Un letrero que cuelga en los servicios advierte: "Atención. Rubias pensando". Una caja de cristal exhibe un calendario de trajes de baño de Hooters China, jarrones, camisetas y un miniatura de marca Hooters del Templo del Cielo.
En la escala de la evolución sexual de Chine, Hooters cae entre el guiño y la sonrisa. Impensable hace veinte años, el restaurante promueve un tipo lúdico de sexualidad, diferente de los sórdidos salones de masajes del país y chicas de alterne, y, sí, también sirve las famosas alas de la cadena.
El restaurante es otro ejemplo de la globalización en China, pero es también una instantánea de las cambiantes actitudes hacia el sexo en un país lleno de contradicciones. Ya pasaron los días en que las demostraciones públicas de afecto eran mal vistas, aunque algunas cosas siguen estando prohibidas.
La pornografía está estrictamente prohibida. Un campaña del gobierno el año pasado resultó en cinco mil detenciones por distribuir pornografía online. La represión abarcó incluso a los chistes sucios enviados a celulares.
El verano pasado, funcionarios locales impidieron la apertura de un parque temático sexual, ‘Love Land’, en Chongqing, que incluía una enorme colección de esculturas de genitales, calificándola de "influencia nociva".
Sin embargo, las autoridades hacen la vista gorda cuando se trata de los burdeles ilegales. A menudo disfrazados de salones de belleza, siguen siendo una de las vistas más comunes de cualquier ciudad, operando frecuentemente junto a oficinas y escuelas sin que ningún vecino les monte un lío.
"En términos de sexo, China tiene visiones realmente contradictorias, social y personalmente", dice James Farrer, profesor de la Sophia University en Tokyo, que ha estudiado el sexo en China. "Lo que Hooters hace es proponer un nuevo modelo... Es un restaurante casi familiar. Es limpio. Está lejos del escandaloso sexo comercial que ahora invade China".
El Beijing Hooters, uno de los tres en China, se encuentra en la segunda planta de un renombrado bloque de restaurantes y tiendas, sobre una panadería francesa. Pero no tienes que mirar muy lejos para ver los contrastes.
Más abajo en la calle hay dos barberías con mujeres con ropas ligeras que esperan clientes y parecen aburrirse. En el mismo barrio, las tiendas para adultos no se molestan de buscar eufemismos para ocultar lo que venden. Sus letreros dicen simplemente: "Sex Shop".
Esto no es nada anormal en Pekín. Se encuentran burdeles y tiendas de juguetes eróticos incluso en barrios residenciales en todas partes. Junto al Hooters hay un complejo de departamentos. Al otro lado de la calle se encuentra uno de los centros comerciales más de moda de la capital, lleno de famosas marcas extranjeras.
Hooters ha recibido incluso el respaldo del gobierno local. Después de la inauguración del restaurante en Shanghai y Pekín, funcionarios del ayuntamiento bautizaron las cafeterías comiendo allá, contó Stephanie Xu, vicepresidente de márketing de la cadena de restaurantes en China.
La clientela del restaurante está compuesta en gran parte por ejecutivos expatriados bien cuidados, algunos hombres de negocios de paso en la ciudad, parejas e incluso grupos de mujeres. Al personal también se lo elige estrictamente. Las mujeres son entrevistadas para saber si les gusta salir o cómo hablan el inglés.
Xu dice que muchas camareras son estudiantes universitarias que trabajan a tiempo parcial para pagar la matrícula. La paga empieza con quinientos dólares al mes, que pueden subir hasta novecientos dólares. Esos salarios están a la par con lo que gana un universitario recién graduado en Pekín.
Otros ven a Hooters como otro ejemplo más de la influencia occidental del que China podría desprenderse.
Lin Lixia, de Estudios y Servicios Jurídicos para la Mujer, de la Universidad de Pekín, llamó a Hooters un ejemplo de la "economía de las chicas guapas", una estrategia para aprovechar el atractivo sexual femenino. Aunque es bastante habitual en Estados Unidos, el concepto es relativamente nuevo en China, donde las reformas económicas empezaron hace sólo tres décadas.
"Es una cuestión generacional", dijo Lin. "No apoyamos la idea de tomar el cuerpo de una mujer y cosificarlo, pero la gente joven lo quiere y las mujeres también lo quieren".
Sin embargo, para algunas camareras mostrarse extrovertidas y coquetas no es fácil.
"Algunas de las chicas son tímidas al principio, y se sienten incómodas en uniforme", dijo Jiang. "Finalmente aceptan no es algo de clase baja, que simplemente así se ven mejor".
Jiang trabaja en Hooters desde que este abriera sus puertas en Pekín en 2008. En la época estaba estudiando derechos en una universidad en la ciudad. Desde entonces ha abandonado los estudios para trabajar a jornada completa. Que fuera abogado era una aspiración de sus padres, no suya, dice.
Jiang admite que a su novio no le gusta que ella trabaje allí, y sus padres nunca han venido a comer al local. Jiang dice que espera encontrar otro trabajo en ventas.
"No es una carrera, no es algo que puedas hacer toda la vida", dijo. "Pero es una buena experiencia".
Con una tasa de desempleo del 13 por ciento entre universitarios, más mujeres jóvenes están solicitando trabajo en Hooters. Además de verse bien y hablar inglés, necesitan algunas otras habilidades. Jiang les enseña a gritar, a bailar en línea y no se avergüenzan cuando un cliente de habla inglesa les pregunta sobre qué significa la palabra Hooters.
Con una sonrisa tímida, Jiang demuestra cómo responder: "Por supuesto que sé lo que significa".

10 de mayo de 2010
9 de abril de 2010
©los angeles times
cc traducción mQh
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