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agentes en rehabilitación


Puede ser también su remedio. El Hospital para Adictos del Ministerio del Interior es tanto un síntoma de lo mal que está el problema de la drogadicción en este país, y una posible solución de uno de sus peores aspectos.
[Rod Nordland y Abdul Waheed Wafa] Kabul, Afganistán. El teniente primero Juama Khan Asak, 40, agente de fronteras, dijo que había estado fumando primero opio y después heroína desde que tenía diecisiete años.
Por un lado, sus pacientes son todos agentes de policía. Por el otro, esos agentes ya no están en la calle tratando de mantener su adicción a la heroína y al opio, que fácilmente podrían triplicar sus salarios oficiales.
El general Dawood Dawood, jefe de la lucha contra las drogas como viceministro del Interior para antinarcóticos, estaba tan orgulloso de la institución iniciada hace tres meses que emitió una carta firmada personalmente autorizando a los periodistas a visitarlo un domingo. Cuando los funcionarios del hospital recularon -diciendo que los agentes encarcelados se enfadarían tanto que podrían atacar con piedras a los visitantes-, los ayudantes del general intervinieron para asegurarse de que la visita tuviera lugar.
Antes de la visita, el general Dawood dijo en una rueda de prensa que se había aplicado un plan sistemático que hasta el momento había realizado tests de orina al 95 por ciento de la Policía Nacional Afgana y que 1.231 de ellos eran adictos a drogas duras, principalmente heroína y opio -una tasa del 1.5 por ciento de la fuerza. Afganistán sufre también de una severa escasez de agentes de policía formados, así que en lugar de despedirlos, ha empezado a enviarlos al Hospital para Adictos del Ministerio del Interior para que sigan programas de rehabilitación de tres a cuatro semanas.
Estas cifras no sorprendieron. Un informe de la Contraloría General de Estados Unidos para el Congreso estadounidense en marzo pasado observaba que entre el doce y el 41 por ciento de los reclutas de la policía afgana dieron positivo en tests de uso de drogas, aunque estas, aparte opiatos, también incluían la marihuana y el hachís. Los reclutas que dan positivo en drogas duras son despedidos, pero los otros son aceptados y asesorados. Sin embargo, debido a que los opiatos desaparecen rápidamente del cuerpo, muchos reclutas habrían podido fácilmente evitar ser atrapados -lo que aparentemente explica el alto número de adictos en el cuerpo de policía.
Los agentes en recuperación en el hospital no hicieron ningún uso de las abundantes piedras en el patio y en lugar de eso se mostraron ansiosos de contar sus historias.

La mayoría de ellos, como el teniente primero Juma Khan Asak, 40, un policía de fronteras del oeste de Afganistán, eran adictos de larga data. El teniente Asak dijo que había estado fumando primero opio y luego heroína desde que tenía diecisiete, mucho antes de que se incorporara a la policía. Ahora que el mayor de sus ocho hijos tenía esa edad, estaba preocupado de que sus hijos adoptaran su adicción. Se entregó él mismo para seguir el tratamiento.
"Estaba gastando mil afganis al día", dijo, "y no podía hacer bien mi trabajo". Esa suma, unos veinte dólares, era aproximadamente el doble de su salario como teniente; interrogado sobre cómo podía financiar sus drogas y mantener a una familia grande como la suya, simplemente se encogió de hombros.
En la frontera occidental, la mayor preocupación de la policía es detectar a los contrabandistas de drogas que ingresan a Irán.
Como los otros pacientes, el teniente Asak llevaba un pijama a rayas. De momento hay cincuenta agentes, de los cuales once son tenientes y otros oficiales.
El recinto es modesto: una colección de edificios de una antigua escuela y barracas prefabricadas, con un televisor para personal y pacientes y con poco con que entretenerse. Sin generador, a menudo falta el agua potable y la electricidad. Pero la razón paciente-personal es, al menos, la envidia de casi todos los centros de rehabilitación: tiene doce doctores, dos de ellos psiquiatras, así como asistentes sociales y psicólogos.
Hasta el momento, dijo el doctor Doust Mohammed, psiquiatra y director médico, el hospital de cien camas ha tratado a seiscientos agentes; los otros seiscientos que han dado positivo a nivel nacional deben presentarse aquí en los próximos meses. "De esos seiscientos, hasta el momento sólo dos han reincidido", dijo Mohammed. Esos dos reincidentes fueron despedidos, dijo.
Aunque es demasiado pronto para saber cómo se comportan los pacientes en el largo plazo, el doctor Shafi Azim, un psiquiatra que ha trabajado en rehabilitación de drogadictos durante trece años, dijo que los agentes son pacientes particularmente buenos. "Son militares y están habituados a recibir órdenes", dijo. "Y lo que quieren es recuperar su orgullo y dignidad".
Mohammed Ishaq Rezia, 34, capitán de policía de la provincia de Daykondi en Afganistán, achacó su drogadicción a una combinación de mala educación, guerra permanente, fácil acceso de las drogas y "malos amigos". "Hace unos años, todo el país usaba opio y era fácil encontrarlo", dijo. "La situación era tan mala que incluso nosotros como agentes de policía teníamos la libertad de fumar opio abiertamente. Pero eso terminó".
En los últimos años, Afganistán ha logrado erradicar el cultivo de amapola de 20 de sus 34 provincias, mediante una combinación de incentivos ofrecidos al gobierno local, la intervención militar por fuerzas afganas y la ayuda  internacional a gran escala para programas como la substitución de cultivos. Sin embargo, las abultadas cosechas de amapola de los últimos años han reducido el precio del opio, y el país todavía produce el noventa por ciento de la heroína del mundo.
Este año es probable que eso cambie significativamente. Una misteriosa peste ha estado matando las amapolas, y algunos predicen que la producción se reducirá en un setenta por ciento. A su vez, funcionarios anti-narcóticos temen que eso vuelva a empujar el precio del opio, y no alentará a los campesinos a producir otros cultivos.
Los programas de control de drogas entre agentes y reclutas también son nuevos; sólo el año pasado se aplicaron a gran escala. "La lucha antinarcóticos es una de las prioridades de nuestro ministro", dijo un portavoz del ministerio del Interior, Zemarai Bashary, refiriéndose a Mohammed Hanif Atmar. "En particular, estamos tratando de hacer lo mejor para tener una fuerza de policía sana, libre de estupefacientes".

Sangar Rahimi contribuyó al reportaje.

27 de mayo de 2010
17 de mayo de 2010
©new york times
cc traducción mQh
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