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wikileaks y los diplomáticos


El oficio de la diplomacia es a menudo descuidado y cuando las comunicaciones privadas se hacen públicas también puede ser altamente bochornoso. Editorial de The New York Times.
Pero lo que nos ha impactado, y reconfortado, sobre el último alijo de documentos clasificados publicados por WikiLeaks, fue la ausencia de toda intriga real. Después de años de revelaciones sobre los abusos del gobierno de Bush -incluyendo el uso de la tortura y el secuestro-, gran parte del tejemaneje diplomático del gobierno de Obama es apropiado y, a veces, derechamente hábil.
El mejor ejemplo de esto es su manejo de Irán. Como muestran los cables, el gobierno ha estado bajo presión tanto de Israel como de estados árabes para que ataque preventivamente y destruya el programa nuclear de Teherán. El gobierno ha resistido inteligentemente, mientras se mueve para imponer sanciones más severas a Irán.
El Times y otros órganos de prensa ya han informado sobre esto. Lo que agregan los cables es chisporroteo: La advertencia del ministro de Defensa de Israel, Ehud Barak, de que el mundo tiene apenas seis a ocho meses para impedir que Irán construya armas nucleares; la súplica ante Washington del Rey Abdulá de Arabia Saudí de "cortar la cabeza de la serpiente"; la advertencia del rey de Bahrain de que el peligro de permitir que Irán continúe su programa nuclear es "más grande que el peligro de detenerlo".
Los israelíes dan la alarma todo el tiempo. La mayoría de los líderes árabes no lo hace nunca. Si creen que Irán representa una amenaza mayor, deberían contárselo a sus propia gente y trabajar mucho más arduamente para obligar a Irán a abandonar su programa.
Los cables también entregan datos sobre cómo actuó el gobierno de Obama para imponer sanciones contra Irán. Para ganarse el apoyo de China, consiguió que Arabia Saudí prometiera a Pekín un suministro estable de petróleo. Para ganarse el de Rusia, reemplazó el plan de defensa con misiles de la era de Bush por otro que es igual de efectivo pero que Moscú considera menos amenazante.
El gobierno se puede sentir incómodo sobre las revelaciones de sus tejemanejes para tratar de que otros gobiernos aceptaran prisioneros de Bahía Guantánamo, Cuba. A Slovenia se le dijo que aceptar un prisionero era el precio de un encuentro con el presidente Obama. Nos gustaría que la Casa Blanca hubiese empleado el mismo celo e imaginación en sus intentos por lograr que el Congreso cerrará la prisión.
Nos reconforta enterarnos que Washington ha estado tratando de convencer a Pakistán de que retire el combustible nuclear de un reactor de modo que no pueda ser utilizado como un arma terrorista. Y que Estados Unidos y Corea del Sur están discutiendo prudentemente sobre cómo manejar el potencial colapso de Corea del Norte. Desconcertantemente, no hay ninguna señal de que Washington o Seúl supieran de la planta de enriquecimiento de uranio anunciada recientemente por Corea del Norte.
Definitivamente, el gobierno de Obama debería sentirse avergonzado por su decisión de continuar la política del gobierno de Bush instruyendo a diplomáticos estadounidenses a recopilar datos personales -incluyendo los números de tarjetas de crédito y los de viajeros frecuentes- de funcionarios extranjeros. Esa decisión oblitera peligrosamente la distinción entre diplomáticos y espías. Esto es mejor dejarlo en manos de espías.
Hay razones legítimas para mantener en secreto muchas conversaciones diplomáticas. Las últimas revelaciones de WikiLeaks causarán momentos incómodos, por lo menos porque contienen francas opiniones sobre presidentes de otros países del mundo. La afirmación de la secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton, de que las filtraciones amenazan la seguridad nacional, es exagerada. Los documentos son valiosos porque ilustran la política estadounidense de un modo que los estadounidenses y otros merecen ver.
5 de diciembre de 2010
29 de noviembre de 2010
©new york times
cc traducción mQh
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