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amnistía está de aniversario


Entrevista con el experto Javier Zúñiga en el aniversario de Amnistía Internacional. Amnistía es un movimiento global con más de tres millones de miembros y su historia es un reflejo de la evolución de los derechos humanos desde la Guerra Fría hasta Guantánamo.
[Marcelo Justo] Londres, Inglaterra. El 28 de mayo de 1961 un abogado inglés, representante de lo mejor de la tradición liberal británica, denunció en un largo artículo en el dominical The Observer el arresto de dos portugueses que habían osado brindar por la libertad en la vía pública durante la dictadura de Salazar y recordaba a sus lectores que hechos similares pasaban en todo el mundo. El abogado, Peter Benenson, invocaba la declaración de los derechos humanos de 1948 y pedía una "acción conjunta" para poner fin a este tipo de hechos. La respuesta de los lectores fue masiva y marcó el nacimiento de Amnistía Internacional. Cincuenta años más tarde, Amnistía es un movimiento global con más de tres millones de miembros y su historia es un reflejo de la evolución de los derechos humanos desde la Guerra Fría hasta Guantánamo, la revolución árabe y el desafío de las nuevas tecnologías. En una entrevista con Página/12, Javier Zuñiga, asesor especial del secretariado internacional de Amnistía, ex director de la región de las Américas, reflexionó sobre esta historia y el futuro de los derechos humanos en los tiempos de Twitter e Internet.

En aquel famoso artículo en el The Observer, Benenson citaba la declaración universal de los derechos humanos en 1948. Ayer y hoy es fácil entender por qué esa declaración puede provocar escepticismo cuando los mismos gobiernos que la firmaron son los primeros en violarla.
Es un problema permanente de los derechos humanos. La importancia de esta declaración es que por primera vez hubo un consenso discursivo global acerca del tema. Las Naciones Unidas le daban una universalidad que no tenían documentos previos como la Carta Magna o la declaración de derechos de la Revolución Francesa. Pero el documento era eso: una declaración de principios. Todavía no existía la Convención contra la Tortura, el genocidio o los derechos del niño, por ejemplo, que fueron incorporándose como legislación global y nacional en estos 50 años. Ahora bien, toda esta normativa está en manos de los gobiernos. Cuando hablamos de 50 años de Amnistía Internacional, estamos hablando también de 50 años de fracasos de los gobiernos por hacer cumplir estas normativas.

Al mismo tiempo, en estos 50 años ha habido una ampliación enorme del campo de los derechos humanos. ¿Cuáles han sido los principales hitos de este cambio?
Amnistía empezó con los presos de conciencia, pero muy pronto nos dimos cuenta de que esto era apenas una parte, porque también existía la tortura y la falta de proceso judicial independiente, demandas que fuimos incorporando en nuestra actividad. Con el tiempo añadimos la pena de muerte, la desaparición forzada, las ejecuciones extrajudiciales. En estos 50 años ha habido grandes hitos para los derechos humanos como fueron la caída del gobierno de los coroneles en Grecia, debida en gran medida a la denuncia de torturas, las Madres de Plaza de Mayo y la lucha de la sociedad civil contra la desaparición de las personas o el caso Pinochet en relación con la inmunidad de un jefe de Estado.

El caso Pinochet pareció un espectacular salto para los derechos humanos y, sin embargo, 13 años más tarde no hay consenso internacional sobre la inmunidad de un ex jefe de Estado.
Es cierto que no hay consenso, pero ha habido varios casos que han tomado el de Pinochet como precedente. El ex presidente del Perú, Alberto Fujimori, arrestado en Japón y deportado a Perú es un ejemplo. Creo que hay que tener en claro que el compromiso con los derechos humanos es a largo plazo, porque es un campo en el que siempre hay avances y retrocesos. Durante la Guerra Fría la justificación de torturas y desapariciones era la lucha contra el comunismo internacional. Pero mucho después de la caída del muro de Berlín, con el 11 de septiembre y la llamada guerra contra el terrorismo, se creó un nuevo tipo de enemigo que justificó nuevamente el uso de la tortura y la desaparición forzada.

A pesar de esta reaparición continua de violaciones de los derechos humanos con distintos ropajes, ¿sería posible, a partir de la revolución en el mundo árabe y con esta perspectiva de 50 años, ver una evolución?
Con los medios de comunicación modernos y las redes sociales, hay mucha más información y esto ha llevado a la gente a salir a las calles y cambiar una historia que en el mundo árabe podía parecer eterna. Pero como decía antes, siempre hay una fragilidad en los avances de los derechos humanos. En el mismo mundo árabe es obvio que si no se afirman bien los cambios que se han logrado y refuerzan los mecanismos de participación social, puede haber nuevamente retrocesos. Igual soy optimista. Si uno mira lo que pasó en estos 50 años, uno ve una participación de la sociedad civil no solo en el reclamo de sus derechos políticos y civiles, sino como está pasando ahora en España con los indignados y el reclamo de sus derechos económicos y sociales. En este sentido, los derechos humanos son indivisibles. No se puede adoptar uno y hacer el otro a un lado. Los derechos económicos y sociales son una parte inalienable de estos derechos.
5 de junio de 2011
©página 12

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