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mataron a emilio franco


Asesinaron a popular y exitoso actor, mecenas y dueño de un club. Inmigrante ilegal, se convirtió en actor de carácter en el prolífico circuito de películas mexicanas para DVD.

[Sam Quinones] Temprano una mañana de noviembre pasado, Emilio Franco y su esposa despertaron al oír los ruidos que hacían los hombres que habían entrado a su casa en Downey.
Cuando los dos intrusos entraron al dormitorio de la pareja, Franco los estaba esperando.
Años antes, alguien lo había amenazado con secuestrar a su hijo, y desde entonces mantenía junto a su cama una pistola calibre 45, cargada, dijeron sus abogados. De acuerdo a sus familiares, Franco forcejó brevemente con los extraños antes de que sonara un disparo.
Cuando la policía llegó, encontraron a uno de los intrusos mortalmente herido y Franco muerto, con un impacto de bala en su pecho. La esposa de Franco sobrevivió el ataque. El segundo asaltante huyó y aún no ha sido encontrado.
El asesinato no recibió demasiada atención en la prensa de habla inglesa. Pero la muerte de Franco causó consternación en la comunidad de inmigrantes mexicanos de Los Angeles y al otro lado de la frontera con México.
Franco era dueño de un club nocturno y director de espectáculos que ayudaba a promover la salvajemente popular escena musical de los narco-corridos que echaron raíces en California del Sur. Muchos cantantes empezaron sus carreras en los clubes de Franco, cantando a todo pulmón corridos sobre los narcotraficantes.
El fornido hombre de 53 años, de gruesas cejas y bigotes negro azabache, era también un exitoso actor que había aparecido en más de cuarenta películas mexicanas baratas, a menudo como barón de la droga y vengativo ranchero.
Los fiscales acusaron a Larry Trujillo, 30, de robo con homicidio por la muerte de Franco. Sin embargo, las autoridades dicen que el motivo del crimen sigue siendo un misterio y no saben si los dos hombres se conocían previamente.
Trujillo, que sigue hospitalizado, tiene antecedentes penales por receptación y posesión ilegal de arma de fuego. En junio fue llevado en camilla a su audiencia y se declaró inocente.
Entre las películas típicas de la carrera de Franco se encuentra ‘Corrido de Juan Marta’, la historia de un niño pobre que es testigo del asesinato de su padre a manos de un hacendado por robar unas gallinas. El niño venga el asesinato cuando se hace hombre y es capturado y ejecutado por un pelotón de fusilamiento. Franco fue el padre y el hijo en la película de 2001, que también produjo.
"Es asombroso que tuviera ese tipo de roles en el cine y luego muriera de la misma manera", dijo Héctor González, su abogado y amigo.

Serie de Trabajos
Franco, nativo del estado de Sinaloa, entró ilegalmente a Estados Unidos cuando tenía trece años encaramado en un vagón de ferrocarril.
Trabajó como lavaplatos, luego en una compañía de fertilizantes y más tarde como obrero de la construcción y guardia de seguridad al mismo tiempo, haciendo normalmente dieciocho horas al día, contó su hijo Emilio Franco Jr. Cuando el dueño de la firma de seguridad se retiró, le vendió el negocio a Franco, contó su hijo.
Entre los clientes de Franco se encontraba Peter McDonnell, un inmigrante británico que administraba dos clubes nocturnos: el Irish Pub y más tarde Tiberius, una bolera remodelada que atendía a una numerosa población de inmigrantes mexicanos en el distrito de Pico-Union.
Franco aprendió a administrar esos clubes observando a McDonnell y decidió que intentaría meterse al negocio de los clubes nocturnos. Con sus ahorros de la construcción y la firma de seguridad, Franco compró varios bares pequeños en el área de Florence.
En esa época, miles de inmigrantes de los estados ganaderos del noroeste de México se estaban mudando desde áreas cercanas al centro de Los Angeles hacia ciudades en el sudeste del condado.
"Le llegó su oportunidad", dijo McDonnell, que siguió siendo su contador y amigo.
En 1991, Franco compró un pequeño club en el centro comercial Lynwood y lo rebautizó como El Farallón. Se convirtió en uno de los primeros clubes nocturnos mexicanos del sudeste del país que servía comidas, bebidas alcohólicas y música.
Hilda Portillo, amiga y dueña de un bar, dijo que instó a Franco a contratar bandas de Sinaloa, un estado mexicano conocido tanto por el narcotráfico como sus profundas tradicionales musicales. Muchos residentes del área de Lynwood eran de Sinaloa.
Franco acogía a cantantes aficionados y a los que habían grabado discos privadamente pero eran ignorados por las estaciones de radio o discográficas mexicanas. A menudo cantaban sobre tragedias, asesinatos y peleas entre familias -cosas habituales en los ranchos en casa.
Uno de ellos eran un delgado ranchero de Sinaloa llamado Chalino Sánchez.
Sánchez subía al escenario con un sombrero de vaquero y un arma cargada. Era famoso por cantar mal. Sus canciones equivalían a una historia oral de las asediadas aldeas del noroeste de México. Vendía sus casetes en ferias de trueques y en El Farallón y se convirtió en un personaje popular en la escena musical mexicana underground. Su creciente fama le ayudó a iniciar el club.
"El local se empezó a llenar con Chalino. Chalino era conocido entre gente de Sinaloa, que llenaban el local", recordó Portillo.
Sánchez fue asesinado después de una actuación en Sinaloa en 1992. Su muerte generó todo un culto a Chalino, que pronto se convirtió en una leyenda en California del Sur. Su imagen de tipo duro y valiente sigue atrayendo a jóvenes nacidos en Estados Unidos que antes se burlaban de la música con acordeón y tuba de sus padres inmigrantes,
Buscando a un reemplazante de Chalino, Franco abrió las puertas de su club a jóvenes sin experiencia, sobre todo nacidos en Estados Unidos.
Pronto, decenas de cantantes estaban cantando y vistiéndose como Sánchez y tocando en El Farallón, y finalmente firmando contratos.
"Todavía tenemos una foto del día en que cantamos en El Farallón", contó Edgar Rodríguez, del dúo Voces del Rancho. "Para los artistas que empezaban sus carreras las cosas fueron más fáciles."
Los narcotraficantes también frecuentaban clubes como El Farallón y su ahora difunto competidor, El Parral, en South Gate. Finalmente surgió la moda narco-chic: sombreros de cowboy y chaquetas de cuero, botas de cuero de avestruz y cinturones con enormes hebillas.
"El local se llenaba hasta los topes", contó Rodríguez. "Afuera se estacionaban grandes camiones enchulados."
Para algunos el ambiente era un poco rudo. Ramón Quintero, estudiante egresado de la Universidad de California en Berkeley que frecuentaba el club en los años noventa, recuerda una noche cuando un hombre en el estacionamiento sacó un arma simplemente para mostrarla. "Me fui rápidamente", contó Quintero.
Entretanto, Franco había encontrado una segunda carrera como actor de películas para DVD. Empezó con papeles secundarios, pero luego se convirtió en un actor de carácter, representando a barones de la droga y a rancheros empecinados en vengar el asesinato de sus seres queridos.
La mayoría de los guiones se basaban en historias de los ranchos, dijo Delfino López, productor de algunas de las películas de Franco. "La gente venía aquí a recordar su tierra natal", dijo López. "Él traía un trozo de México a la gente que vivía aquí."
En la vida real, Franco era un perfecto caballero, tan convincente como el canalla que representaba en las películas, dijo López. "No hay muchos como él, era de otra época. Su palabra valía su peso en oro."
Franco alquiló un rancho cerca de la Autopista 605 en City of Industry, lo convirtió en un lugar para rodeos y conciertos y lo bautizó como Rancho El Farallón.
Poseer bellos caballos y sillas de montar era el sueño de muchos inmigrantes que se habían criado con caballos, pero sólo montaban burros, contó el hijo de Franco.
En México, "¿quién tenía un caballo? Sólo los tipos con dinero", dijo. "A mi papá nunca le gustaron los coches. Le gustaban los caballos."

Rumores de Drogas
En la red se han difundido rumores de que el asesinato de Franco está relacionado con el tráfico de drogas.
"En esta etapa de la investigación, no hay nada que lo sugiera", dijo el sargento de policía de Downey, Alex Irizabal.
Algunos han asumido que debido a que a veces Franco hacía de criminal, era uno de ellos. Consecuentemente, tenía que esforzarse por defender su reputación. En 2002, demandó al ex alcalde de Lynwood, Ricardo Sánchez, por difamación e injurias por describir El Farallón como un punto de venta de drogas y prostitución. Ese caro litigio terminó cuando Sánchez escribió una carta diciendo que no sabía de ningún delito que se hubiese cometido en el club de Franco ni que hubiese cometido este.
Horas antes de su muerte, Franco y su viejo amigo, Peter McDonnell, estuvieron en casa de Franco recordando los viejos tiempos de cuando tenían clubes cerca del centro y lo lejos que había llegado Franco desde entonces.
"Al día siguiente alguien llamó y dijo ‘Mataron al señor Franco’. Casi me morí yo mismo", dijo McDonnell.
Una enorme foto de Franco ataviado con un traje de rodeo mexicano y montando un caballo blanco fue exhibida cerca de su ataúd durante su funeral en el Rose Hills Memorial Park & Mortuary en Whittier. Algunos de los presentes iban vestidos de traje. Otros llevaban sombreros y botas de vaqueros. Varios de los presentes eran alguaciles del sheriff.
Emilio Franco Jr. cantó ‘Un puñado de tierra’, una clásica canción mexicana sobre lo que se lleva un hombre, cuando muere.
13 de agosto de 2011
20 de julio de 2011
©los angeles times
cc traducción mQh

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