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resistir o caer juntos


Para salvar al euro los presidentes europeos deben poner más dinero sobre la mesa, y desprenderse de viejas ideas. Editorial de The New York Times.
Los presidentes europeos han empezado al fin a acercarse, vacilante y reluctantemente, a la única solución realista de la deuda del continente y la crisis bancaria: refinanciar la deuda fiscal impagable y acudir en ayuda de los bancos en dificultades. Si su unión política y monetaria debe sobrevivir, sus miembros deben empezar a actuar más como una unión y menos como una colección de celosos estados soberanos.
A menos que convenzan rápidamente a los mercados bursátiles y de bonos de que están verdaderamente dispuestos a resistir juntos, Europa corre el riesgo de entrar en una espiral de desastres, incluyendo una bancarrota griega y la quiebra de uno o más bancos debilitados por la deuda. Si las cosas se ponen suficientemente mal, la zona euro podría fracturarse, y eso podría conducir a la fractura de toda la Unión Europea.
Estados Unidos no libraría ileso. El derrumbe en Europa podría socavar la confianza en los mercados globales y reducir la demanda de las exportaciones estadounidenses cuando Washington está luchando por evitar una segunda recesión.
El presidente Obama y sus asesores deben seguir haciendo declaraciones públicas optimistas para evitar que los mercados sigan asustándose. Pero esperamos que el secretario de Hacienda, Timothy Geithner -que viaja por segunda vez a Europa en menos de una semana- sea franco en las reuniones a puertas cerradas en cuanto a que no hay tiempo que perder.
Lo que se necesita con suma urgencia es una demostración de que Europa prestará todo lo que sea necesario a los países deudores y a los bancos debilitados que se encuentran excluidos de los mercados crediticios privados. Ese se suponía que debía ser el trabajo de un nuevo y reforzado fondo de rescate, pero todos los diecisiete países de la zona euro deben todavía aprobarlo formalmente. De momento, los préstamos deben seguir proviniendo del Banco Central Europeo.
Los políticos alemanes, felices de embolsarse los numerosos beneficios que deriva Alemania de una Europa económicamente unida, están objetando los crecientes costes. Con Grecia hundiéndose, el pánico extendiéndose y los bancos -incluyendo los alemanes- sacudidos por las pérdidas de una política de préstamos descuidada en el pasado, es demasiado tarde para eso. Si la canciller Angela Merkel dice la verdad cuando declara que debemos apoyar al euro, debe hacer frente a estas críticas.
Europa también necesita repensar sus exigencias de una austeridad punitiva como precio de los préstamos de rescate. Atenas debe recortar su burocracia, mejorar la recaudación de impuestos y liberalizar sus mercados laborales. Pero Grecia no podrá nunca subsanar su deuda si su economía sigue encogiéndose.
Lo que ayudaría ahora mucho más sería que Alemania, el centro neurálgico de la economía europea, redujera temporalmente los impuestos. Eso aumentaría la demanda interna y las importaciones, incluyendo las de Grecia y otros países endeudados que necesitan encontrar nuevos mercados. Pero temiendo los fantasmas de la inflación en el pasado más que la propagación de su depresión actual, Alemania se resiste.
Una solución duradera también exigirá reestructurar las deudas impagables rebajando las tasas de interés y extendiendo los vencimientos. Los bonos comunes europeos, que aprovechan las tasas de interés más bajas disponibles para Europa como un todo, deberían ser parte de la estrategia.
Eso es más unidad europea de lo que los ricos países de Europa del Norte quieren. Pero la verdad es que nada menos podrá sacar a Europa del embrollo.
17 de septiembre de 2011
15 de septiembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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