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escuadrones de la muerte en veracruz


Misteriosa organización dice que ataca a los carteles de la droga. En Veracruz, algunos están felices. Pero ¿quién está detrás de los asesinatos? Todo parece indicar que se trata de la policía del estado.
[Tracy Wilkinson] Veracruz, México. Los interlocutores del programa de radio expresaron su apoyo a los Matazetas, los asesinos de Zetas.
Es mejor que se peleen entre ellos. Dejemos que se maten unos a otros. Cualquier cosa es buena si nos libera de los matones que se apoderaron hace tanto tiempo de nuestras ciudades y están matando a nuestra gente.
Es un signo de la desesperación e indignación por la violencia relacionada con la guerra contra las drogas que los vigilantes asesinos no sólo son tolerados sino además bienvenidos por muchos aquí en el tercer estado más populoso de México.
Sin embargo, hay una pregunta que inquieta: ¿Quién está detrás de los asesinatos de Zetas -otra banda de narcotraficantes? ¿Agentes de policía que actúan en nombre del gobierno o de las fuerzas armadas? ¿Una organización ad hoc cuya presencia es tolerada tanto por las autoridades como por el público?
La costera Veracruz, durante siglos la puerta de acceso a México de inmigrantes europeos y de otros lugares, un tranquilo balneario turístico para legiones de mexicanos, en los últimos meses se ha convertido en el último estado en ser absorbido completamente por la mortífera y devastadora guerra contra los carteles.
El 20 de septiembre, casi tres docenas de cuerpos semi-desnudos fueron arrojados a plena luz del día en un paso subterráneo de una ajetreada autopista en una zona acomodada de la ciudad de Veracruz. Catorce cuerpos más aparecieron algunos días después, durante un congreso de los más encumbrados fiscales federales y estaduales del país. Luego, el 6 de octubre, apenas a 48 horas después de anunciar una importante ofensiva de seguridad, militares y policías encontraron 36 cadáveres más, y, al día siguiente, diez más.
En presentaciones de video, un grupo de hombres enmascarados con aspecto militar reclamó responsabilidad por la serie de asesinatos, describiéndolos como una operación de limpieza. Muchos de los cuerpos tenían una "Z" -por Zeta- escrita en la espalda con un marcador de tinta, dijo un testigo.
El misterioso grupo anunció que estaba operando en el estado de Veracruz como "el brazo armado del pueblo, y para el pueblo".
"Estamos pidiendo a los funcionarios y autoridades que apoyan a los Zetas que dejen de hacerlo, y que las fuerzas armadas sepan que nuestro único objetivo es terminar con los Zetas", dijo el portavoz del grupo ante las cámaras. "Somos guerreros anónimos, sin cara, orgullosamente mexicanos".
Durante los años en que los Zetas controlaron rigurosamente todo, con la opinión pública aterrorizada y sometida, el estado permaneció relativamente tranquilo. Pero hace meses los traficantes asociados con el barón de la droga Joaquín ‘el Chapo’ Guzmán se trasladaron desde el norte con el objetivo de quitarle el territorio a los Zetas, que controlaban desde hace tiempo las valiosas rutas para el transporte de drogas, inmigrantes y contrabando de Veracruz.
Los "asesinos de Zetas" irrumpieron en la escena poco antes de que el presidente Felipe Calderón desplegara este mes fuerzas militares frescas en Veracruz.
Su repentino surgimiento y la quirúrgica precisión con que los asesinos eliminaron sistemáticamente a casi cien personas en diecisiete días ha llevado a algunos a conjeturar que pueden estar actuando con el apoyo implícito o directo del gobierno o de las fuerzas armadas. Algunos sugieren que el secuestro, tortura y asesinato de tres cadetes de la Marina en Veracruz en junio puede haber impulsado al cuerpo de infantes de marina a empezar a operar fuera de la ley. Los funcionarios desechan esa especulación, y otros se preguntan por qué un grupo que aspira a ser un escuadrón de la muerte secreto sube videos a YouTube.
En realidad, algunos apuntan a la red de Guzmán en Sinaloa, y dicen que el aire militar de los asesinatos puede ser un intento de desviar la atención.
Si eso es verdad, el grupo de asesinos de Zeta serían simplemente la última banda paramilitar asociada a los narcotraficantes que han estado peleando en México desde el inicio de la ofensiva lanzada por Calderón contra los carteles al principio de su gobierno hace casi cinco años.
Los Zetas mismos empezaron como el brazo militar privado del cartel del Golfo, asesinos a sueldo reclutados entre las fuerzas de elite del ejército para pelear y matar a los enemigos del cartel. Se convirtieron en un cartel de traficantes con todas las de la ley después de separarse violentamente de sus antiguos patrones.
Las bandas de vigilantes que pretenden estar defendiendo a la sociedad y que operan con algún grado de complicidad oficial han actuado frecuentemente en México en los últimos años. La Familia -de Michoacán-, que surgió en 2005 en el estado natal de Calderón en el sudoeste del país, afirmaba estar protegiendo a los vecinos contra los Zetas.
En 2009, Mauricio Fernández, alcalde de la afluente ciudad de San Pedro Garza García cerca del norteño centro industrial de Monterrey, anunció la formación de "brigadas de inteligencia" para "limpiar"su jurisdicción de delincuentes. Uno tras otro, notorios matones empezaron a aparecer muertos.
En el caso de Michoacán, el gobierno federal trató infructuosamente de perseguir judicialmente a varios funcionarios por sus vínculos con La Familia. Y Fernández, miembro de la facción política de Calderón, fue finalmente refrenado o, al menos, tranquilizado por dirigentes del partido.
En Veracruz, las dudas y las interrogantes calan hondo.
"Nos quedamos con un montón de decepciones y sospechas", dijo Miguel Ángel Matiano, dirigente sindical de los empleados judiciales en Veracruz que quiere protección para sus miembros. "¿Qué intereses, qué vínculos... tienen los políticos? No puedes tomar la justicia en tus propias manos, pero si no confías en las autoridades, te volverás hacia el otro grupo".
"En estos días no se sabe quién es quién", agregó un presentador de televisión local que no quiso ser nombrado por temor por su seguridad.
Sean quiénes sean los asesinos de Zetas, la ciudad de Veracruz bulle de terror y pánico. Las calles de esta ciudad portuaria, normalmente rebosantes de vida nocturna, empiezan a vaciarse al anochecer. Los marines estacionados en Veracruz patrullan los vecindarios realizando allanamientos casa a casa, trasladándose en convoyes, vestidos con uniformes de camuflaje y pasamontañas negros. Los padres retiran a sus hijos de la escuela al menor rumor de un ataque. Cerca de treinta familias de la elite empresarial han huido de la ciudad, dijo un residente entendido.
"Violencia ha habido siempre, pero se la ocultaba mejor", dijo el Padre Luis  Felipe Gallardo Martín del Campo, obispo de Veracruz. "Ahora se ha destapado".
Incluso Calderón, en una sorprendente confesión, dijo la semana pasada que el estado de Veracruz había estado "en manos de los Zetas".
El deterioro de Veracruz ilustra el modo en que las bandas de narcotraficantes han extendido su poder desde los estados fronterizos del centro de México. Este mes, Calderón también se sintió obligado a enviar tropas al estado de Guerrero, en la otra costa del país, donde los narcotraficantes han obligado a cerrar las escuelas durante semanas y el número de víctimas se ha disparado, destruyendo todo excepto el turismo hacia la joya del estado costeño, Acapulco.
De acuerdo a cifras de inteligencia del gobierno, desde 2006, cuando empezó la guerra contra los carteles, han muerto asesinadas más de cuarenta mil personas.
El gobierno de Veracruz ha tratado de minimizar el horror que está viviendo el estado, o de definirlo como parte de un fenómeno nacional más amplio, del que los funcionarios locales no son responsables.
"La ley debe prevalecer, y es el estado el que debe implementarla", dijo la portavoz del gobierno del estado, Gina Domínguez, en una entrevista.
Sin embargo, funcionarios del estado sólo han exacerbado la incertidumbre y sospechas ocultando información sobre las nuevas víctimas y reclamando con excesiva premura que la mayoría de la primera tanda de muertos eran delincuentes. De hecho, ni el gobernador Javier Duarte ni el fiscal general del estado, Reynaldo Escobar, que hizo esas declaraciones, contaba con esa información. El principal diario de la ciudad, Notiver, informó más tarde que la mayoría de las víctimas no tenía antecedentes penales. Escobar se vio obligado a renunciar.
Entre las víctimas había chicas de quince y dieciséis años. Otra víctima era un conocido travestí, y otras dos camaradas de un vecindario rudo llamado Playa Linda, que es cualquier cosa menos eso.
Rocío Velázquez contó a periodistas que la última vez que vio a su hijo Alan con vida fue cuando fue detenido por la policía poco antes de que se encontrara su cuerpo. Dijo que vio a la policía detener a Alan y a un amigo que había salido a comprar pienso para los pollos de Alan, y que trató de acercarse, pero los polis amenazaron con matarla si se acercaba más.
"¿Dónde está el gobierno? ¿Qué está pasando aquí? ¿De qué se trata todo esto?", dijo Velázquez a los periodistas. "Ahora hay más caos, más asesinatos en todas partes... ¿Quién esta detrás de la carnicería?"
Velázquez contó su historia a tres periodistas mexicanos de Ciudad de México, incluyendo a uno de Radio MVS, que la encontró en la morgue de Veracruz. A menudo son periodistas nacionales de Ciudad de México, o extranjeros, los que hacen las investigaciones periodísticas que los reporteros locales no hacen por temor. Desde marzo, cuatro periodistas de Veracruz han sido asesinados, incluyendo a un prominente columnista que fue ultimado a balazos junto con su esposa e hijo.
Los tres periodistas de Ciudad de México volvieron a la morgue al día siguiente para continuar su búsqueda de información. Dijeron que policías de Veracruz los golpearon y requisaron y borraron sus cintas y fotos.
1 de noviembre de 2011
19 de octubre de 2011
©los angeles times
cc traducción c. lísperguer

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