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policía o ejército de ocupación


El uso de tácticas militares usadas por la policía para disolver violentamente manifestaciones pacíficas están erosionando la confianza de los ciudadanos en las autoridades.
[Al Baker] Agentes anti-disturbios arrojan gas a los manifestantes del movimiento Ocupemos, en Oakland. Sorprendente invasión nocturna del Parque Zuccotti en Lower Manhattan, ejecutada con el mismo secreto que el Día D por agentes de policía que utilizaron lámparas de carbono y una máquina de sonido de estilo militar. Y agentes de ciudades universitarias con cascos y la visera que les protege la cara, asperjan con gas pimienta a manifestantes en la Universidad de California.
¿Se ha militarizado la policía de Estados Unidos?
Las fuerzas policiales comparten indudablemente el ethos del soldado, sin que importe el tamaño de la ciudad, pueblo o jurisdicción: los agentes portan armas mortíferas y llevan uniformes con insignias que indican su rango. Se saludan unos a otros y rinden homenaje a la cultura jerárquica del "Sí, señor. No, señor".
Pero más allá de esas similitudes simbólicas y formales, el derecho y la tradición estadounidenses han tratado de trazar una línea clara entre fuerzas policiales y militares. Definir su rol en términos similares, dicen personas dentro y fuera de las fuerzas policiales, es mal interpretar la misión de cada una. Después de todo, los soldados hacen guerra para destruir y matar al enemigo. La policía, que se supone que debe mantener la paz, "son los ciudadanos, y los ciudadanos son la policía", de acuerdo al jefe de policía Walter A. McNeil, de Quincy, Florida, presidente de la Asociación Internacional de Jefes de Policía, citando las palabras de Sir Robert Peel, el padre de la policía moderna.
Sin embargo, imágenes recientes de las protestas de Ocupemos subidas a Internet -a menudo en tiempo real- muestran la rapidez con que agentes de policía pueden adoptar tácticas y equipos de estilo militar, y se comportan más como soldados que como agentes cuando confrontan a los ciudadanos. Algunos dicen que esto confirma la emergencia de un nuevo tipo de agente de policía, más militarizado. Otros disienten.
Lo que parece claro es que los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 y los dólares de Seguridad Interior federal que fluyeron hacia las fuerzas policiales en respuesta a ellos, han continuado alentando a las fuerzas policiales a adoptar tácticas paramilitares como las que emergieron primero en la "guerra contra las drogas" que tomó décadas.
Ambas guerras -primero contra las drogas, luego contra el terror- han otorgado a las fuerzas policiales en todo el país la justificación para adquirir tecnología, equipos y adiestramiento táctico de avanzada para las recién creadas unidades especializadas.
"Pero detrás de esto hay, creo, una suerte de competencia por el estatus, o imitación, hay un cierto prestigio en tener una suerte de ‘departamento de robustos’ en los pequeños departamentos", dijo Franklin E. Zimring, profesor de derecho en la Universidad de California en Berkeley. "Y entonces el problema es que, si tienes esas unidades especializadas, es que vas a empezar a buscar las ocasiones apropiadas para utilizarlas y, en algunos departamentos de policía más pequeños, las ideas sobre las ocasiones apropiadas para usarlas son cuestionables".
Radley Balko, un periodista que ha estudiado el problema, dijo al subcomité de la Cámara sobre delincuencia en 2007, que un criminalista constató un aumento del mil quinientos por ciento en el uso de equipos de armas y tácticas especiales (SWAT) en Estados Unidos en las últimas dos décadas.
La Ley Posse Comitatus de 1878 en general excluye a los militares de actividades policiales dentro de Estados Unidos. Pero hoy, algunas fuerzas de policía locales y de ayuntamientos han convertido la ley en algo debatible. Tienen tanques -sí, tanques, a menudo de excedentes militares, para usar en situaciones que impliquen toma de rehenes o allanamientos relacionados con drogas- para no mencionar el tipo de equipo y adiestramiento que se necesitaría para frustrar un asalto guerrillero estilo Mumbai.
Esas tácticas son usadas en Nueva York donde el comisario de policía Raymond W. Kelly (cuyo departamento ha tenido vehículos blindados durante décadas) ha invocado tanto al estratega militar del siglo diecinueve Carl von Clausewitz como la serie de televisión ‘24’ al hablar sobre la miríada de amenazas a las que hace frente su ciudad -tanto convencionales como terroristas. Después de que el terrorista frustrado de Times Square, Faisal Shahzad, fuera detenido al abordar un avión en el Aeropuerto Kennedy en 2010, Kelly calculó el tiempo de captura en ligeramente superior a 53 horas.
"Jack Bauer podría haberlo capturado en veinticuatro", dijo Kelly, que fue comandante de infantería de marina en Vietnam. "Pero en el mundo real, 53 no está mal".

A decir verdad, la inmensa mayoría de los 35 mil miembros de la fuerza de Kelly no son tropas especializadas, pero polis de barrio. Pero eso no impidió que el alcalde Michael R. Bloomberg sonara como Patton en el Massachusetts Institute of Technology la semana pasada, cuando fanfarroneó: "Tengo mi propio ejército en el NYPD [Departamento de Policía de Nueva York]", sugiriendo sus razones para preferir el ayuntamiento a la Casa Blanca. Más inquietante que los equipos anti-disturbios o las armas pesadas colgadas a la espalda de agentes de policía estadounidenses, es la "mentalidad militarista" que se ha introducido en la manera en que los agentes ven su trabajo, dijo Timothy Lynch, director del proyecto de justicia penal del Instituto Cato, un laboratorio ideológico libertario. "Se trata del modo en que allanan y registran casas y el modo en que se relacionan con el público", dijo.
Si la policía continúa fracasando a la hora de distender los enfrentamientos y además contribuye a crearlos -sea con su equipo, tácticas o conducta-, se romperán más lazos con miembros de la comunidad, dijo. El efecto es una pérdida de civilidad, y una erosión de los derechos constitucionales, antes que un aporte a la construcción de buena voluntad.
"Más inquietante para nosotros es que la línea que tradicionalmente ha separado a los militares de las labores policiales se está desvaneciendo", dijo Lynch. "Lo vemos como una de las tendencias inquietantes en el ámbito de la justicia penal: la militarización de las tácticas policiales".
Funcionarios policiales insisten en que no se están militarizando -ni en sus ideas ni en sus acciones- sino simplemente mejorando profesionalmente contra amenazas en evolución. Esta es la manera de proteger a los ciudadanos y de enviar a los agentes de regreso vivos al fin de su turno en un mundo cada vez más peligroso, dicen. Por supuesto, en el caso de un atentado terrorista, tienen que llenar el hueco hasta que las tropas federales o de la Guardia Nacional puedan intervenir.
"Estamos en condiciones de enfrentarnos a un grupo terrorista", dijo William Lansdowne, jefe de policía de San Diego y miembro de la directiva de Asociación de Jefes de Policía de Grandes Ciudades. Aunque su fuerza utilizó subvenciones federales para comprar uno de esos lujosos vehículos armados, con un arsenal en armas automáticas, dijo que el aparato era más útil para combatir la delincuencia tradicional que en contraterrorismo.
"Ahora los sospechosos están mejor armados que antes", dijo Lansdowne.
Ahora el movimiento Ocupemos y las respuestas oficiales intensamente publicitadas están obligando a la opinión pública a confrontar la transformación de sus fuerzas policiales. Pero los analistas dicen que incluso aquí la situación policial no es clara. Mientras que las escenas en Oakland eran feas, la policía de Los Angeles y Filadelfia evacuaron la semana pasada campamentos de Ocupemos de manera relativamente pacífica; los agentes de Los Angeles usaron una plataforma hidráulica para desalojar a los manifestantes.
Los agentes de policía no están en guerra, dijo Chuck Wexler, director ejecutivo del Police Executive Research Forum, y no se pueden ver a sí mismos como ejército de ocupación. Más bien, deben aproximarse a las constantes protestas de Ocupemos, ahora o en la primavera, con respeto por la Primera Enmienda y la comprensión de que los manifestantes no son enemigos, sino personas con las que la policía debe dialogar para despejar la calle.
"Puedes tener los equipos más sofisticados del mundo, pero eso no remplaza al sentido común ni la discreción ni la búsqueda de modos de distender situaciones difíciles", dijo Wexler. "No puedes hablar de policía comunitaria un día y al siguiente actuar de manera tan aberrante con respecto a los valores de tu departamento".
[Al Baker es un periodista metropolitano del The New York Times.]
7 de diciembre de 2011
4 de diciembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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