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al fin se va moreno-ocampo


La Corte Penal Internacional ha tenido que enfrentar muchas críticas a través de los años, dirigidas principalmente contra su fiscal Luis Moreno-Ocampo, quien ha sido descrito como autorreferente. Especialistas legales confían en que las cosas mejorarán con su sucesora, Fatou Bensouda. 


Nadie puede acusar al Corte Penal Internacional (CPI), fundada en 1998 y operativo desde mediados de 2003, de no tener metas nobles. El preámbulo del Estatuto de Roma, documento fundacional del tribunal, declara que “los crímenes más graves que preocupan a la comunidad internacional en su conjunto no deben quedar impunes” y que “crímenes tan graves amenazan la paz, la seguridad y el bienestar del mundo”.
Pero lo difícil que es cumplir esta misión se ha hecho evidente en los últimos ocho años. Hasta ahora, la CPI no ha emitido ningún dictamen. Su primer caso, que involucra a Thomas Lubanga Dyilo, un señor de la guerra de la República Democrática del Congo sometido a juicio por crímenes de guerra relativos a niños soldados, todavía se arrastra. Se espera una resolución en cualquier momento, pero esta ha sido ya pospuesta varias veces. Incluso cuando se produzca, aún será posible una apelación.

“Tribunal Penal Africano” 
El número de casos pendientes ante la CPI ha crecido rápidamente. Hoy, la corte está investigando a Omar al-Bashir, Presidente de Sudán, así como a Seif al-Islam, hijo de Muamar Gadafi, el ex dictador de Libia. Más recientemente, el Gobierno de Costa de Marfil extraditó a Laurent Gbagbo, ex Presidente del país, para que enfrente cargos por crímenes contra la humanidad.
Para tener éxito, la CPI tiene que depender de la comunidad internacional. Que sus órdenes de detención sean o no obedecidas depende del Estado territorial involucrado y de otros terceros países.
Gbagbo fue entregado a la CPI, pero no ocurrió así con Al-Bashir. En cambio, hasta ha viajado al extranjero, incluyendo a países que son miembros de la alta corte pero que no lo arrestaron.
Esta semana, la CPI emitió sus primeras decisiones de no cooperación contra Malawi y Chad, países que recibieron a Al-Bashir sin tomar acciones. Por ello, es justo decir que la trayectoria del tribunal ha sido, a lo más, contradictoria.
Además, el hecho de que hasta ahora sólo hayan sido llevados a juicio imputados africanos hace vulnerable al tribunal a acusaciones de ser un “Tribunal Penal Africano”.
Hasta la fecha, el órgano más visible y probablemente más importante de la corte es la Oficina del Fiscal. El argentino Luis Moreno-Ocampo ha estado encabezándola desde junio de 2003. Su adjunto, la abogada de Gambia, Fatou Bensouda, lo sucederá en junio de 2012.
Los 120 Estados miembros de la CPI la eligieron como su candidata de consenso el 12 de diciembre. Observadores la consideran una buena elección, no sólo porque es una mujer africana, sino también porque probablemente ella ha aprendido de los fracasos de su antecesor.
Lo cierto es que expertos legales no evalúan favorablemente el desempeño de Moreno-Ocampo.
David Kaye, especialista en derecho internacional, escribió recientemente un veredicto condenatorio en la revista “Foreign Affairs”. Su título fue: “¿Quién le teme a la Corte Penal Internacional?”
Su ensayo resumió lo que anda mal con Moreno-Ocampo, incluyendo un “estilo de gestión y de toma de decisiones que ha alienado por igual a subordinados y funcionarios del tribunal”, “batallas mezquinas en torno de territorio y recursos”, “errática toma de decisiones”, “comportamiento soberbio” y “acusaciones de politización”.
Kaye escribió que los recurrentes traspiés judiciales de Moreno-Ocampo han sembrado dudas sobre su oficina.

Habilidad Diplomática
En la comunidad del derecho internacional, muchos comparten los puntos de vista de Kaye. Medios de habla inglesa y sitios Web han incluso exigido la renuncia de Moreno-Ocampo.
Algunos sienten que él sólo ha conseguido mantenerse por tanto tiempo en el cargo gracias a sus habilidades diplomáticas.
La triste verdad es que es un fiscal que prefiere celebrar conferencias de prensa a leer expedientes.Le gusta hacer grandiosas declaraciones acerca de ser “el fiscal más poderoso del mundo”, pero no gasta mucho tiempo en evaluar diligentemente intrincadas materias legales.
Una escena particularmente bochornosa en el documental “Prosecutor”, que intenta hacer un retrato halagador de Moreno-Ocampo, lo muestra saliendo de un helicóptero en una fangosa plaza de aldea en el noreste de la República Democrática del Congo, vestido con un inmaculado traje blanco. Da la impresión de que había llegado a este lugar olvidado de la mano de Dios a sermonear a la gente sobre la importancia de la justicia penal internacional.

Lento en Decisiones, Rápido en Declaraciones
Moreno-Ocampo es también un fiscal lento en tomar decisiones, por lo menos, al parecer, si sus decisiones pudieran molestar a las grandes potencias, especialmente a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
La declaración palestina respecto de presuntos crímenes de guerra cometidos por Israel durante la “Operación Plomo Fundido” en la Franja de Gaza a fines de 2008, es un ejemplo. La Autoridad Nacional Palestina presentó su declaración el 22 de enero de 2009, pero el fiscal no ha tomado aún ninguna decisión.
En abrupto contraste, cuando el Consejo de Seguridad, en votación unánime de sus 15 miembros, decidió referir la situación de Libia a la CPI el 26 de febrero de 2011, el fiscal anunció sólo cuatro días después, el 2 de marzo, que creía que había suficientes evidencias para iniciar una investigación a toda escala. ¿Es entonces sorpresivo que algunas personas vean al fiscal (con razón o sin ella) como un títere de las potencias globales?
En suma, no es ser injusto con Moreno-Ocampo, el primer fiscal jefe del primer tribunal penal global permanente, si se concluye en que pasará a la historia como un hombre de palabras grandilocuentes y un gran ego, más que como un fiscal profesional y exitoso. Sus fracasos debieran haberle enseñado unas cuantas lecciones a su sucesora Bensouda.
18 de diciembre de 2011
15 de diciembre de 2011
©la nación

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