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desintegración de palestina


[Edward R.F. Sheehan] Nablús es una agradable ciudad, la más populosa de Cisjordania. El visitante se sorprende con las casas de caliza en las verdes laderas que rodean la antigua ciudad, fundada hace tres milenos en la parte norte de Cisjordania. Ahora, la ciudad está habitada por cerca de 200 mil palestinos, que sufren gravemente la ocupación israelí y la creciente desintegración de su sociedad.
Ghassan Shakah es el alcalde de Nablús, un sesentón algo gordo, que estudió derecho en la Universidad de Alejandría y habla inglés perfectamente. Como militante de la Organización para la Liberación de Palestina en los años setenta y ochenta, pasó largos períodos en cárceles israelíes, donde se alimentaba de huevos. "A veces me ofrecían pescado o carne, pero estaban siempre podrida, de modo que terminé alimentándome de huevos. Después de salir de la cárcel, estuve durante años sin poder ni verlos". Hoy, como alcalde, le toca reunirse a menudo con el comandante israelí en el distrito de Nablús, cuando trata de aliviar la miseria de su pueblo. El israelí, dijo, es "un coronel con un uniforme marrón, pero ni siquiera sé su nombre. Es un tipo simpático, de ningún modo arrogante, y habla perfecto árabe". El alcalde reconstruyó para mí una conversación que sostuvo recientemente con el coronel.
Alcalde: Nuestra gente está sufriendo terriblemente. Ustedes nos destruyen los sistemas eléctricos y de agua, los reparamos con dinero alemán y noruego, y ustedes los vuelven a destruir. Ya no podemos aguantar este castigo colectivo.
Coronel: Un tercio de los atentados suicidas se originan en Nablús. Sí, les estamos causando daño, pero no tenemos otro modo de parar a los terroristas.
Alcalde: Han destruido nuestras comisarías, y no tenemos ni policías ni tribunales. Ustedes nunca mencionan la causa de los problemas, que es la crueldad de la ocupación.
Coronel: Paren el terrorismo.
Alcalde: Pero le dije que no tenemos policías en las calles. Ustedes han prohibido que lleven uniforme o que porten armas.
Coronel: Ah, ésa es una cuestión de política, así que no tengo nada que decir. La ocupación es una decisión política. Soy un soldado, estoy aquí obedeciendo órdenes.
Alcalde: Ustedes están no solamente destruyendo nuestras casas, sino también nuestra economía y nuestra cultura.
El ejército israelí entró en Nablús por primera vez en abril de 2002, y pronto destruyó la muqata, la sede del gobernador del distrito, y muchos otros edificios. Desde mediados de diciembre de 2003, ha intensificado sus incursiones, buscando sospechosos de terrorismo, militantes de Hamás y fábricas de armas. Con excavadoras, tanques, helicópteros y aviones F-16, los israelíes han destruido o dañado seriamente dos mezquitas, tres iglesias, y cientos de otros edificios y casas.
Cuando paseé por la vieja ciudad, vi farmacias, fábricas de insecticidas y laboratorios farmacéuticos, todos transformados en pilas de escombros, porque dijeron que eran fábricas de armas y municiones. Destruyeron toda una cuadra porque albergaba una fábrica de jabones. Vi los escombros de una casa, en la que supuestamente vivía un militante, que fue derribada, matando a diez adultos y niños, ocho de ellos, según Amnistía Internacional, cuando los israelíes la derrumbaron con excavadoras. Visité a una señora de edad cuya casa había sido en gran parte destruida; el cuarto que quedó en pie fue usado por los israelíes para detener a 35 jóvenes que esperaban ser interrogados. Según me han contado palestinos, los israelíes han transformado las escuelas en centros de interrogatorios.
Últimamente, los israelíes han atacado varios barrios de la ciudad muy tarde por la noche, derribando puertas y tomando prisioneros, pero a veces atacan durante el día. Los francotiradores israelíes pueden ser vistos en sus puestos en las colinas y en los techos. En una calle en el campo de refugiados de Balata, donde vi muchos niños desnutridos, un niño de seis años estaba comiendo un bocadillo en la puerta de su casa cuando un soldado lo mató sin ningún motivo. Su tío y otros residentes me dijeron, por separado, que ellos no se podrían haber puesto de acuerdo para contar una historia falsa. El ejército israelí prometió investigar el asesinato, pero hasta el momento no ha comunicado nada.
Miles de jóvenes y viejos han sido interrogados y cientos de jóvenes han sido detenidos por tiempo indefinido, dijo el alcalde Shakah. Nablús tiene todas sus salidas normales cerradas y está rodeada de controles móviles, que son rápidamente montados por soldados israelíes, para dificultar la entrada o salida de sus ciudadanos. La mayoría de las empresas han dejado de funcionar, el paro excede el 70 por ciento y, sin policía, no hay ni ley ni orden.
El hermano del alcalde Shakah fue asesinado recientemente por una facción paria de Fatah, y los pistoleros fallaron con el alcalde. A medida que continúa la represión del ejército y los servicios de seguridad israelíes, aumenta el apoyo popular de Hamás y se desintegra el control de la Autoridad Palestina. El alcalde y el gobernador han tratado de resolver las disputas entre las diferentes facciones a través de comités de ciudadanos, pero muchos, posiblemente varias decenas, han sido matados sumariamente por los vigilantes, por sospechas de colaborar con los israelíes. Semejante fragilidad en la seguridad es similar en casi toda Cisjordania, con el ejército israelí entrando y saliendo y haciendo cada vez más impotente a la Autoridad Palestina. Hay estallidos esporádicos de violencia, lo que tiene como resultado más muertes causadas por los israelíes. En marzo, acosado por la ocupación, los matones armados en las calles y por presiones dentro de la Autoridad Palestina, el alcalde Shakah amenazó con renunciar.
Dejé Nablús por la carretera hacia Qalandiya, unas 20 millas al sur. En un cruce, aparecieron sorpresivamente soldados con un puesto de control móvil, y ordenaron detenerse a mi taxi. En el coche íbamos con el chófer palestino, otros dos hombres, un adolescente, dos ancianas en atuendos tradicionales y una guapa mujer sin pañuelo. Un soldado israelí, apuntándonos con una pistola, nos ordenó bajar del coche; otro soldado nos apuntó a la cabeza con su rifle de asalto, mientras el primero nos gritaba en hebreo que mostráramos nuestros estómagos, espaldas y pechos.
Los hombres obedecieron inmediatamente. Las ancianas siguieron en el coche. La mujer guapa se hizo temerosamente a un lado, negándose a mostrar su estómago -lo que es un sacrilegio en el islam. Aunque le gritaron, los soldados no la tocaron. El primer soldado chequeó nuestros carnés de identidad; me gritó que me quitara la gorra de los Boston Red Sox, y volvió a su carro blindado a checar en un ordenador mi pasaporte estadounidense. Dos días antes en la Franja de Gaza, una mujer palestina se había volado con explosivos que llevaba amarrados a su cintura, matando a cuatro israelíes e hiriendo a varios árabes.
Los atentados suicidas con bombas han causado la muerte o heridas a decenas de israelíes desde enero de 2004. Las recientes batallas campales entre israelíes y palestinos en Cisjordania, en las que han muerto decenas de árabes, y el atentado con bomba en el puerto de Ashdop a mediados de marzo, que causó la muerte de diez israelíes, mostraron una alarmante escalada de la violencia de las dos partes. Luego, el 22 de marzo, en la Ciudad de Gaza, un misil israelí mató al jeque Ahmed Yassin, el líder espiritual del grupo musulmán Hamas, provocando un torrente de indignación a través del mundo árabe y la condena de Gran Bretaña, la Unión Europea y el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan. La moderada reacción de Washington (el asesinato era "terriblemente preocupante", según el departamento de Estado) reforzó las sospechas palestinas de que el gobierno de Bush había consentido el asesinato y provocó que militantes de Hamás exigieran más acciones de terror no sólo contra Israel, sino también contra Estados Unidos.
Pero cuando nos pusimos nuevamente en camino hacia Qalandiya, los palestinos que iban conmigo viajaban en silencio. ¿Estaban resignados a semejantes humillaciones, o era su rabia tan grande que ya no podían expresarla?

2.
¿Ofrece el Acuerdo de Ginebra, firmado en diciembre último, alguna esperanza de paz? El documento, de 53 páginas -y que fue producto de más de dos años de negociaciones de dos equipos de pacifistas israelíes y palestinos- incorpora muchas de las propuestas del presidente Clinton en Camp David y fueron elaboradas en Taba tres años más tarde.
Según el Acuerdo de Ginebra, la Organización por la Liberación de Palestina (OLP) reconoce a Israel como un estado judío y crea simultáneamente un estado palestino desmilitarizado, conservando cada uno su capital en Jerusalén Oeste y Jerusalén Este respectivamente; con sólo pequeñas excepciones, Israel se retiraría a sus fronteras anteriores a 1967, es decir, de toda Cisjordania y casi el 98 por ciento de la Franja de Gaza; Israel cedería la soberanía sobre el Noble Santuario-Monte del Templo en Jerusalén Este a los palestinos, conservando la soberanía sobre la parte occidental del Muro de las Lamentaciones; los presos políticos palestinos serían liberados en fases. Los refugiados palestinos o sus herederos renunciarían a su "derecho a retornar" a sus posesiones perdidas en Israel, aunque recibirían compensación por ellas. Las repatriaciones estarían sujetas a "la discreción soberana de Israel".
Los equipos negociadores fueron dirigidos por Yossi Beilin, un ministro de Justicia en el último gobierno laborista, y Yasser Abed Rabbo, un veterano militante palestino, ministro de estado y cercano colaborador del presidente Yasser Arafat. Pero los detalles del acuerdo fueron elaborados en Suiza por Daniel Levy, un asesor de Beilin, y por Ghaith Al-Omari, asesor de Rabbo, con la ayuda ocasional de Robert Malley, un antiguo ayudante del presidente Clinton en el staff del Consejo de Seguridad Nacional.
El doctor Menachem Klein pertenecía al círculo íntimo de las negociaciones. Un ilustre académico y asesor de Beilin, y experto en Jerusalén, me dijo que "como expertos legales, Daniel Levy y Ghaith al-Omari no sólo re-escribieron los borradores originales, sino que además refinaron el lenguaje de los borradores en circulación que los otros miembros finalmente aprobaron..."
Los problemas de seguridad y territoriales fueron negociados de parte de Israel por el general de división Amnon Shahak (ret), un antiguo jefe de Estado Mayor, y de parte de los palestinos por el general Zuhair Manasra, antiguo comandante del Servicio de Seguridad Preventiva de Cisjordania, y otros expertos. David Kimche, antiguo director del Mossad (la CIA israelí) y el entonces director general del ministerio de Asuntos Exteriores, asistieron a la última sesión y ayudaron a refinar el texto. Su participación, me dijeron, fue crucial para persuadir a los palestinos de que no introdujeran ninguna referencia al "derecho de retorno" a Israel en el acuerdo final. Kimche contó con el apoyo de cuatro antiguos directores del Shin Bet, el FBI israelí, que cree que la ocupación de Cisjordania y de la Franja de Gaza son perjudiciales para Israel. Los problemas más espinudos eran los territoriales, la división de Jerusalén y el derecho de los palestinos a retornar, dijo el doctor Klein.
En el eventual acuerdo de paz habrá muchos detalles sobre los que negociar, pero predigo que el 90 por ciento del acuerdo final será una copia del Acuerdo de Ginebra. No es un documento perfecto, sino un paquete de compromisos. Una estado bi-nacional unitario, que comprenda a judíos y árabes es un engaño. La mayoría de los israelíes quiere un estado israelí. Por otro lado, un régimen de apartheid -el proyecto del primer ministro Sharon consiste en una retirada unilateral de algunas áreas y el cercamiento de los palestinos con murallas y alambradas- conducirá inevitablemente a más críticas en el extranjero, a otra revuelta palestina, y al fracaso. Sharon no admite límites al uso de la fuerza, Palestina no puede aceptar su proyecto y al final él y Arafat se darán cuenta de que la única alternativa es Ginebra.
Abed Rabbo es menos optimista. "No sé si esta iniciativa tendrá éxito", me dijo, en Ramallah. "Lo seguiremos intentando. Quiero que Estados Unidos se comprometa con la "hoja de ruta" y considere el Acuerdo de Ginebra como la encarnación de la tercera fase de la hoja de ruta: un estado palestino. Estoy en contra de las fronteras provisionales. Queremos ir derechamente a la fase final. Creemos que las soluciones interinas no pueden tener éxito. La principal virtud de nuestro plan es su claridad: es completo y no tiene ambigüedades. Tampoco sé que posibilidades tenemos de influir sobre Washington antes de las elecciones presidenciales. Estados Unidos está brindando a Sharon la oportunidad de completar la construcción de la muralla y de anexarse nuevos territorios en Cisjordania. Y ello pone en peligro los objetivos declarados de Estados Unidos en el Medio Oriente (estabilidad y democracia) y puede crear un nuevo escenario de violencia. ¿Por qué esperar? Pasemos del manejo de crisis a su prevención".
El primer ministro Ariel Sharon ha descrito desdeñosamente el Acuerdo de Ginebra como un pacto suicida para Israel y un "becerro de oro suizo" a ser idolatrado para la izquierda israelí. Abed Rabbo viajó a Ginebra con la comitiva oficiosa del presidente Arafat. Durante las fases finales, Mohammed Hourani, un líder de Fatah Tanzim, activistas palestinos se unieron a las negociaciones; la intención de su participación era legitimar el proceso frente a la audiencia palestina más amplia y era crucial para la compleción del acuerdo. En Ramallah, Ghaith al-Omari, el joven asesor jefe de Abed Rabbo, que se graduó en derecho por la Universidad de Georgetown y Oxford, me dijo: "Sabemos que no es posible convencer a Sharon, que dice que no tiene un interlocutor palestino con el que negociar, pero queremos probar al público israelí que sí es posible contar con un interlocutor palestino capaz de ofrecer soluciones prácticas". Las encuestas indican que hasta el momento entre un tercio y el 40 por ciento del público israelí apoya el Acuerdo de Ginebra.
Al-Omari y sus asociados dicen que el acuerdo otorga a los palestinos una perspectiva nueva y realista a seguir. Muchos palestinos se aferran a la antigua fantasía de liberar toda Palestina, eliminar Israel y permitir el enorme retorno de los refugiados palestinos a su tierra natal. El nuevo plan no mira hacia atrás, sino hacia adelante, renunciando a una justicia absoluta (el retorno a gran escala) a favor de la auto-determinación e independencia en un estado que constituiría el 22 por ciento de la Palestina histórica. Al-Omari dijo: "No hay vuelta a Gaifa".
Las encuestras sugieren que la mayoría de los palestinos aceptaría una compensación financiera por sus propiedades perdidas en Israel, pero el "derecho a retornar" sigue siendo una materia de profundas convicciones para muchos palestinos que no pueden ser descritos exactamente como radicales. Por ejemplo, el doctor Mustafa Barghouthi es un médico laico ampliamente respetado de Ramallah, un activista político dedicado de los medios pacíficos y un severo crítico de Arafat. Como director de una extensa organización dedicada a la salud pública, aspira a ser presidente de Palestina después de las elecciones democráticas. Rechaza el Acuerdo de Ginebra no sólo por su incapacidad a la hora de tratar el problema de los refugiados de manera honesta, sino también por su incapacidad para imaginar una república palestina de verdad. "El Acuerdo de Ginebra nos ofrece una autoridad funcional, no una nación soberana", me dijo Barghouthi en Ramallah. Se opone a las disposiciones de seguridad por las que "Israel mantendría control de nuestras fronteras y del espacio aéreo". Quiere que el estado palestino tenga una fuerza armada suficiente para su defensa y que tenga control de su espacio aéreo.
Se desprende claramente del texto del Acuerdo de Ginebra que Israel limitaría el número de palestinos retornados a algunas decenas de miles, como máximo, mientras que muchos palestinos moderados todavía aspiran a repatriar a cientos de miles de palestinos. Palestinos como Abed Rabbo dicen que esos sueños de retorno están bien en poesía, pero no en política. Menachem Klein me dijo en Jerusalén: "No es asunto nuestro lo que sueñen los palestinos, pero sí que se hagan realidad nuestras peores pesadillas demográficas". La pesadilla demográfica es clara. Si Israel se aferra a los Territorios Ocupados, los palestinos superarán a los israelíes judíos dentro de los próximos cinco años. Esta predicción aparece a menudo en la prensa israelí.

3.
Shin Bet, el servicio nacional de inteligencia israelí, es generalmente considerado como más liberal en su actitud hacia los Territorios Ocupados. Cuatro de sus antiguos directores (Ami Ayalon, Yaakov Perry, Avraham Shalom y Carmi Gilon) se quejaron públicamente en noviembre de que con la implementación de la línea dura de Sharon contra los palestinos, "los israelíes están dando pasos seguros, y firmes, hacia una situación en la que Israel dejará de ser una democracia y el hogar de los judíos". Ayalon agregó: "Muchos israelíes creían que podíamos derrotar a los palestinos por medios militares... pero no ha funcionado". Analistas veteranos del Shin Bet, familiarizados con las lamentables condiciones dentro de los territorios, comparten esta visión y favorecen un aligeramiento, o incluso el fin de la ocupación.
Pero agentes del Shin Bet que trabajan en las ciudades ocupadas continúan apoyando las duras medidas de Sharon. La agencia maneja una enorme red de informantes palestinos a través de Cisjordania y de la Franja de Gaza. Maneja y distribuye favores, dinero y permisos de trabajo en Israel, y utiliza las amenazas y el chantaje para recabar información sobre terroristas kamikazes y otros peligros reales o imaginados a la seguridad de Israel. Los ordenadores del Shin Bet son tan sofisticados que pueden incluso cotejar en una base de datos central fragmentos de conferencias telefónicas intervenidas para descubrir esquemas de futuras actividades terroristas e identificar a los militantes involucrados.
Además, cuando los palestinos se quejan de torturas, acusan principalmente al Shin Bet. En la universidad de Bir Zeit, en las afueras de Ramallah, que ha sido cerrada de vez en cuando por el ejército y que se encuentra ahora sometida a otras formas de acoso, me reuní con dos estudiantes palestinos de ciencias, ambos de unos 20 años. Con el pelo al rape y cortas barbas negras, me sorprendió su parecido con los jóvenes islámicos que he conocido en Cisjordania y en la Franja de Gaza. Dijeron que habían sido interrogados y encarcelados por el "Shebbak", como conocen al Shin Bet.
"Mohammed",de Hebron, me dijo: "Me detuvieron sin ningún motivo, no me informaron de qué era sospechoso y el Shebbak me mantuvo bajo ‘detención administrativa'. Yo estuve primero en Ofer, el centro de detención cerca de Ramallah. Al principio, durante dos o tres meses, me interrogaron, me metieron en celdas de aislamiento, me sometieron a privaciones de sueño, y me golpearon. Me ataban las manos por encima de la cabeza y me colgaban del techo; me arrojaban, después de desnudarme, agua fría y agua caliente, por turnos... Me golpearon los genitales y me aplicaron descargas eléctricas... Todas torturas. Los interrogadores me preguntaron: ‘¿Por qué estás en contra de la ocupación? ¿Perteneces a Hamas?' Yo respondí: ‘Soy solo un estudiante de Bir Zeit'. Me mantuvieron ahí durante doce meses y no me permitieron comunicarme con mi familia".
"Mahmoud", el otro estudiante, dijo que durante los interrogatorios lo trataron de manera similar a Mohammed:
"No me informaron de qué me acusaban y nunca me dijeron qué derechos tenía. Después de doce días de estar detenido, pude ver a un abogado durante cinco minutos, y él ni siquiera sabía mi nombre. Un juez con uniforme militar ordenó prolongar mi detención durante cuatro meses más... aunque no había evidencias de nada. Me interrogaron sobre la intifada, armas, mi ordenador. Dijeron: ‘Sabemos que viajaste a Jordania en tal y tal fecha'. Me preguntaron por mi familia, por la universidad, qué pensaba sobre problemas sociales, mi madre, y mi casa. Como a Mohammed, me llevaban de un lado a otro: es presión psicológica, me llevaban repentinamente de una prisión a otra, a cada cual peor y más sucia; me despertaban en medio de la noche y me hacían sentar en el suelo, para volver a contarme; me obligaban a comer en los servicios; me negaban el acceso a los servicios; me encerraron en una celda con una docena de personas; y me negaron el contacto con mi familia. Las cárceles dentro de Israel, en el desierto de Negev, son las peores. Nos alimentaban sólo con ‘ful', frijoles molidos que nos causaban unos terribles estreñimientos. Las ratas eran grandes como gatos. El cuidado sanitario era un chiste; varios hombres murieron en ese lugar.
Jessica Montell, directora ejecutiva de B'Tsele, el importante grupo israelí de derechos humanos, calculó el número actual de presos políticos o "por seguridad" en cerca de seis mil. Según sus recientes informes sobre el tratamiento de prisioneros, Montell cuestionó que Mohammed y Mahmoud hayan sido torturados del modo en que dijeron. En 1999, la Corte Suprema israelí prohibió severamente el uso de la fuerza, permitiendo la tortura sólo en casos "excepcionales". "El Shin Bet es muy disciplinado en sus métodos de interrogatorio", me dijo Montell en Jerusalén. "No hay limitaciones a la cantidad de veces que una persona puede ser detenida. Sacudir no es una normativa. Las golpizas no son una normativa". Sin embargo, aparte las acusaciones de tortura, cree que las historias de Mohammed y Mahmoud son "básicamente plausbles".
Otros isralíes liberales con los que hablé y que estaban familiarizados con el sistema de detención desestimaron sus reservas. Insistieron en que desde que comenzó la intifada, no se ha aplicado esa resolución de la Corte Suprema, las torturas no han sido castigadas y los interrogatorios continúan. Grupos palestinos de derechos humanos alegan que la tortura de prisioneros es un hecho común. Amnistía Internacional ha hecho acusaciones similares.
El artículo 15 del Acuerdo de Ginebra firmado en diciembre último regula la liberación de todos los presos políticos, algunos inmediatamente después de la firma de un tratado de paz, otros dentro de 18 meses y "en casos excepcionales" dentro de 30 meses después de la retirada israelí del territorio. "Los terroristas evidentes serán liberados dentro de 30 meses", me dijo uno de los asesores más cercanos de Abed Rabbo, en Ramallah: "El Acuerdo de Viernes Santo en Irlanda del Norte es el precedente más importante para nosotros, debido a su prisionero modelo. Los torturadores israelíes serán absueltos, como los terroristas palestinos. No excluimos acciones legales contra individuos, pero queremos hacer borrón y cuenta nueva, porque el objetivo principal es terminar con el conflicto y comenzar una nueva historia".

4.
El colapso del orden cívico y de los servicios sociales que observé en Nablús se repite en mayor o menor grado en Jenin, Tulkarm, Qalqilya, Hebron, la Franja de Gaza y otros lugares. El activista palestino de derechos humanos, Bassam Eid, escribió recientemente en el diario Haaretz sobre lo que llamó "el reino de los granujas". Se quejó de que Ahmed Qureia, el actual primer ministro palestino, y Hakam Balawi, el actual ministro del Interior, no son efectivos ni siquiera en garantizar la seguridad mínima de los palestinos. Dijo que en Turlkarm "las Brigadas de Al Aqsa dirigen y controlan la vida cívica y la seguridad de la ciudad. Nos amenazan, golpean y matan". Tanto los servicios de seguridad como la administración civil de la Autoridad Palestina parecen impotentes. Cuando varios de los ministros de Arafat visitaron Jenin esta primavera pasada y volvieron sin provisiones de alimentos ni ofertas de empleo, la gente les arrojó piedras.
Cada vez más, el control de las calles palestinas está pasando a manos de Hamás, el grupo musulmán radical que es responsable de muchos de los atentados suicidas y que también tiene lazos estrechos con muchos palestinos a través de sus redes de escuelas, clínicas y ayuda a los necesitados. Donde la Autoridad Palestina es simplemente gorda, Hamás es robusta; donde la AP aparece desorganizada, Hamás muestra disciplina; donde la AP es corrupta, los líderes de Hamás viven austeramente.
El diario Haaretz comentó recientemente sobre "el vigoroso proceso electoral" que está tomando lugar en instituciones sostenidas por los palestinos más educados -universidades, asociaciones profesionales y agencias comerciales. Estas elecciones, dijo el periódico, son el "único barómetro del estado de ánimo entre los palestinos" y muestran claramente el creciente poder de Hamás, no sólo en Gaza (donde ha sido tradicionalmente fuerte), sino a través de toda Cisjordania. En la universidad de Bir Zeit, una coalición de Hamás y de la Yihad Islámica ganaron 25 de los 51 escaños en las elecciones del sindicato de estudiantes; la organización de Arafat, Fatah, obtuvo 20 escaños. Hamas y la Yihad controlan ahora completamente la Universidad Politécnica palestina de Hebron y la Universidad de An-Najah, en Nablús. Dominan el colegio de ingenieros y otros importantes grupos en todos los territorios.
A pesar de las acusaciones de que Arafat retiene grandes sumas de dinero y que parte del mismo lo transfiere supuestamente a su esposa en París, se cree que la Autoridad Palestina está casi en bancarrota, y oí a menudo decir a palestinos que puede ser declarada insolvente dentro de poco. Sin embargo, los resultados electorales que he citado no significan que muchos profesionales palestinos favorezcan la adopción de la ley sharia y otros principios musulmanes de Hamás en un futuro gobierno. Lo que las elecciones implican es que Arafat y la AP están perdiendo el control y muchos palestinos están dispuestos a reconocer el poder social y político de grupos tales como Hamás. La Unión Europea, Estados Unidos y otros países y agencias donantes, cansadas de gastar dinero en lo que ven como una hacienda corrupta y sin fondo de la AP, están amenazando con reducir o incluso cortar los subsidios -alrededor de 430 millones de dólares al año solamente de la Unión Europea. Pronto la AP no podrá ni siquiera pagar los salarios de los alrededor de 130 mil funcionarios públicos en su hinchada burocracia.
Sin embargo, esas dificultades son también el resultado directo de las medidas punitivas de Israel. Economistas palestinos e israelíes por igual atribuyen muchas de las penurias de la AP a las enormes alteraciones económicas causadas por la muralla de separación de Sharon, que impide que muchos palestinos puedan acudir a sus lugares de trabajo, y por los cierres, toques de queda, castigos colectivos, controles, barricadas, y la demolición de la infraestructura que afectan a la población desde que la intifada del Al-Aqsa comenzara en septiembre de 2003.
En Ramallah, uno de los funcionarios de la AP cercanos a Arafat me dijo que aunque Arafat ha apoyado oficiosamente el Acuerdo de Ginebra, ha perdido la esperanza de una solución política y de un estado palestino durante su vida: "Yasser Abed Rabbo y otros palestinos de Ginebra son hombres suyos, pero, como es habitual, Arafat está pensando en los dos lados de la calle. Con el surgimiento de Hamás y la desintegración de la AP, ahora prevé una ‘libanización' del conflicto, como ocurrió cuando las fuerzas drusas de Walid Jumblat combatieron la Falange Cristiana en Líbano. Hamás luchará contra la AP y todos combatiremos contra Israel".
Israel cometió un gran error estratégico cuando destruyó las fuerzas de seguridad de la AP y, con ello, la capacidad de Arafat de proceder contra Hamás. Ahora no puede enviar sus fuerzas policiales a ninguna parte. No ordenó los atentados suicidas, pero no los detuvo. No utilizó sus fuerzas de seguridad porque no tiene fuerzas de seguridad. Pero no estaba descontento con los atentados kamikaze: ahora son su única formal real de resistencia.
Este bien conocido palestino predijo que en el verano de 2004 habrá importantes estallidos sociales tanto en Palestina como en Iraq, posiblemente con el apoyo de Siria e Irán. "No digo que vayan a estar coordinados directamente, pero todos estos elementos trabajarán para derrotar a Bush en las elecciones. Nosotros podríamos", dijo, "ver que va a pasar en Iraq algo parecido a lo que pasó en Somalia. Y sin embargo, si alguna vez se alcanza un acuerdo de paz con Israel, tendrá que ser con Arafat. Sólo él puede hacerlo. Sólo él puede resolver el problema del derecho a retornar", convenciendo a los palestinos de que en realidad son pocos los que volverían alguna vez a Israel y que las compensaciones serían adecuadas.
No importa qué hagan los palestinos o diga Estados Unidos: el gobierno de Sharon continuará llevando a cabo su plan de completar la valla de separación dentro de ocho meses, ocupando zonas adicionales de Cisjordania. Entretanto, se desvanecen las esperanzas del verano último de llegar a un acuerdo negociado a medida que la Casa Blanca de Bush, distraída en Iraq, y buscando ganar votos en casa, ha dejado de lado la hoja de ruta para agradar a los evangélicos estadounidenses y al grupo de presión israelí. Sólo el proyecto de Sharon sigue adelante.
Puede ser que Sharon haya sido retrasado por el escándalo en el que él y sus hijos son acusados de dejarse sobornar, en parte para financiar sus campañas políticas, pero de momento ha logrado aplazar el proceso. Parece haber cambiado su retórica, ya que dijo que quiere evacuar la mayor parte de la Franja de Gaza y modificar la valla para reducir el sufrimiento de los palestinos. Se están introduciendo cambios menores en la valla -por ejemplo, ha sido reducida y trasladada más cerca de la Línea Verde (la frontera de 1967) en el área cerca de Jenin. Sharon puede ser serio cuando dice que quiere evacuar Gaza (aunque se ha especulado sobre la idea de trasladar a los colonos a Cisjordania). Sus ayudantes han iniciado unas complicadas reuniones con Washington sobre una retirada unilateral. Pero tiene que hacer frente a la encarnizada oposición de los colonos israelíes de Gaza y de miembros de su propio gobierno. Analistas israelíes escépticos sospechan que está jugando juegos tácticos para engañar al público israelí y complacer a Estados Unidos.
El plan maestro de Sharon, como ha sido revelado en muchos artículos de la prensa israelí, es crear tres cantones palestinos (al norte y al sur de Jerusalén, y el tercero -muy pequeño- en las cercanías de Jericó cerca del río Jordán. Otra muralla, todavía no aprobada por su gabinete, o el Knesset, acordonaría para Israel una gran franja del este de Palestina, la mayor parte en el valle del Jordán. Los palestinos llaman ‘bantustans' a los cantones; Sharon los llama: estado palestino.


5.
A medida que la población árabe de la Palestina histórica alcance la paridad con los judíos dentro de algunos años, aumentarán las presiones en Israel para "trasladar" a los palestinos a otros países, especialmente a Jordania. Este ya es el programa de Benny Alon, del Partido de Unión Nacional (colonos), al que representa en el gabinete de Sharon como ministro de Turismo. Una política de traslados "suave" puede estar siendo implementada en estos momentos: el desplazamiento interno de miles de palestinos debido a la valle, a las deportaciones en Gaza, a presiones administrativas y a la imposición de una extrema miseria entre los palestinos de Cisjordania para obligarles a abandonar permanentemente sus territorios. Algunos de los israelíes con los que hablé sospechan (aunque no tienen pruebas) que, cuando la valla esté terminada, pueden iniciar una política "dura" o de traslados forzosos. Los jordanos, con los que Israel ha firmado un tratado de paz, están alarmados con la muralla porque puede aumentar la presión demográfica sobre Jordania; temen que Sharon termine deshaciéndose de los palestinos en la ribera este del río Jordán, a pesar del tratado de paz.
En realidad, de acuerdo al Jane's Foreign Report, el rey Abdullah II de Jordania, le dijo a Sharon en un reciente encuentro en el rancho de Sharon, en Israel, que "él pensaba que el primer ministro israelí estaba tratando de que los palestinos abandonaran sus casas, cruzaran el río Jordán y se establecieran en la ribera este, en territorio jordano. Esa acción, agregó el rey Abdullah, pondría en serio peligro la estabilidad del reino hashemita, donde la mayoría de su población, de cuatro millones, es palestina".
Además, la reciente entrevista de Benny Morris en el Haaretz ha causado la alarma de muchos palestinos, que temen sea un presagio de la política israelí oficial. Morris, el ilustre historiador israelí revisionista, mostró pruebas documentales de que Israel expulsó a cientos de miles de palestinos en 1948 y que la mayoría de ellos no lo hicieron voluntariamente (como ha sostenido Israel). Ahora justifica estas "limpiezas étnicas" como necesarias para el establecimiento de un estado judío y predice que pueden volver a ser necesarias. Ilan Pappe, otro prominente historiador israelí revisionista que enseña en la Universidad de Haifa y ha escrito extensamente sobre la expulsión de los árabes en 1948 en libros y artículos, me dijo: "Conozco a Benny Merris, y no me sorprende. Es preocupante que piense que sus ideas son ahora aceptadas en Israel. En el pasado, nadie se hubiese atrevido a expresar esas opiniones, pero ahora sí se atreven. La idea del ‘traslado' se está moviendo de los extremos de derecha hacia el centro".
Basándose en su interpretación de la historia israelí, Pappe deletreó un posible futuro. El tratado de paz jordano-israelí, firmado en 1994, no impedirá un traslado "duro" en Jordania. Entre las víctimas estarán los palestinos que serán sacados de sus tierras por la valla, entre 150 mil y 200 mil personas. Pappe sospecha que el gobierno puede ya tener un plan provisional para una "limpieza étnica" sistemática. Pero, dijo, necesitará un pretexto para imponer esa medida -"un ataque terrorista de grandes magnitudes", por ejemplo. El gobierno puede sacar una declaración advirtiendo a los palestinos a salir de Cisjordania en una o dos semanas; si no lo hacen, serán expulsados. Es improbable que el gobierno pida que Estados Unidos consienta una medida semejante, pero excepto una retórica fuerte, ¿qué acciones emprendería Estados Unidos y el resto del mundo? "El traslado puede justificarse como necesario en ‘la guerra contra el terrorismo'", dijo Pappe. "Es un riesgo, pero los líderes israelíes deben sopesar ese riesgo". Los palestinos con quienes hablé juraron que si Israel intentaba expulsarlos ellos no repetirían los errores de 1948: "Tendrán que ponernos contra la pared y matarnos, porque no nos vamos a ir".
Se ha informado desde Washington que el presidente Bush (si es re-elegido) actuará de manera más decisiva para imponer su hoja de ruta después de las encuestas de noviembre. A lo mejor no tiene tiempo. Sus tímidos reproches de las medidas de Sharon no han dado resultado; los palestinos pueden estar girando hacia una revuelta general -un peligro mucho más probable ahora por el reciente asesinato del jeque Yassin. La única alternativa razonable sería una vigorosa aplicación estadounidense del Acuerdo de Ginebra como suplemento de la hoja de ruta, a ser negociada entre el gobierno israelí y la Autoridad Palestina, con refinamientos y mejoras, dentro de los próximos seis meses.
¿Es realista esta propuesta? ¿Es concebible hacer realidad el Acuerdo de Ginebra -que israelíes y palestinos "establecerán relaciones basadas en la cooperación y el compromiso de vivir como buenos vecinos, buscando, juntos y separadamente, contribuir al bienestar de nuestros pueblos?" Casi todo lo que uno ve en los Territorios Ocupados arroja dudas sobre esta opinión. Solo el hecho de que el acuerdo mismo fue producto de negociaciones y firmado, ofrece un poco de esperanza.


31 marzo 2004 ©new york review of books ©traducción mQh"

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