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ESPAÑA Y MARRUECOS EN HAITÍ


columna de mérici
Se dice a menudo que España es el puente con el mundo árabe. Y esta iniciativa debe celebrarse como un gran paso adelante en el acercamiento de Marruecos al concierto internacional. No es el primer país árabe en una intervención militar de paz, pero sí es una gran noticia que Marruecos lo haga junto a España, que era hasta hace poco uno de los aliados que atacaron tan injustificadamente a Iraq.
Marruecos ha sido víctima de atroces atentados terroristas y es el escenario de los incontables y sangrientos crímenes que cometen casi día a día sus fanáticos fundamentalistas.
Desde hace años, y ciertamente desde Casablanca, Marruecos ha sido un aliado leal en la lucha contra el terrorismo. Y ha incrementado su colaboración con Occidente desde los atentados del 11 de marzo.
Al mismo tiempo, ha dado pasos que conducirán si Dios quiere a un Marruecos más humano y cercano. Su ministro del Interior viene de anunciar la presentación de un proyecto de ley que transformará la tortura en delito.
Hay que destacar el coraje de Marruecos en acoger esta ley tan necesaria en momentos tan difíciles. En otros países justamente la amenaza terrorista ha proporcionado a gobernantes deshonestos una excusa ideal para limitar las libertades civiles y atacar a la población disidente de sus países.
También ha anunciado Marruecos iniciativas que podrían conducir a una mayor democratización, hacia una monarquía constitucional.
Marruecos, como otros países árabes, es un blanco del terrorismo. El país ha sido atacado innumerables veces. Ha dejado a miles de sus ciudadanos en el altar de los criminales.
Pero la amenaza fundamentalista es todavía peor para Marruecos que para Europa. Marruecos hace parte de ese mundo que de acuerdo a sus fanáticos debe vivir según las reglas que les pueda dictar la estrafalaria secta de Al Qaeda.
Por otro lado, ha de temerse la reacción de los fanáticos, que verán en estos desarrollos una grave amenaza a sus planes estratégicos y que tratarán de sabotear cueste lo que cueste.
Entretanto, España y Marruecos ofrecen al mundo la perspectiva de una relación con el mundo árabe que no debió atraer nunca la ira de nuestro bobo gigante.
Y Haití no puede más que sacar sano provecho de fuerzas que necesita.
Es bueno que se sepa, y que se repita, que los árabes y los ciudadanos de a pie de Europa estamos del mismo lado de la barricada en la lucha contra el fanatismo y el terror.

28 de julio de 2004
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