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triángulo de la muerte en iraq


[Anthony Shadid] Al sur de Bagdad, una violenta resistencia sunní domina la región.
Bagdad, Iraq. Para Hassan Abu Mohammed, el viaje desde Bagdad a la sagrada ciudad musulmana chií de Karbala era un ritual, empezado por su abuelo y adoptado por su padre. Cada semana durante el mes sagrado de ramadán, cargaba un coche con suficientes pollos, arroz, sopa de lentejas y kibbe, un plato de carne molida de cordero y trigo, para alimentar al menos a 150 personas.
La tradición traía suerte, dijo.
El ramadán ha terminado y en estos días, dijo, necesitaría más que fe para emprender el viaje, que es quizás el más peligroso en el peligroso país, y atravesar una región sin ley y revoltosa que él y otros han apodado ‘el triángulo de la muerte'. Con solo pensar en el viaje, Abu Mohammed, un hombre jovial y cara musculosa, sacude la cabeza y levanta los brazos. Pone los ojos grandes. "Miedo", dijo, era la razón para no hacerlo. "Si un coche pasa por ahí, lo queman. No estoy dispuesto a darles mi alma".
A medida que termina la ofensiva contra Faluya, los comandantes norteamericanos han comenzado a volcar su atención a otras regiones intranquilas de Iraq, donde la resistencia en áreas dominadas por los sunníes ha demostrado ser persistente y amenaza las elecciones nacionales programadas para el 30 de enero. La zona inmediatamente al sur de Bagdad, compartida incómodamente por una minoría sunní y una mayoría chií, es una de las más peligrosas, un tramo de territorio donde los vecinos dicen que los insurgentes han impuesto una draconiana ley musulmana, ofrecido recompensas por el asesinato de policías y guardias nacionales, peregrinos chiíes y extranjeros, y realizado ejecuciones sumarias en la calle.
Los policías se ponen ropas de paisano para cruzar el plano paisaje de palmeras de dátiles y árboles de eucalipto, atravesado por canales que se alimentan del Río Eúfrates y caminos que llevan a las ciudades sagradas de Nayaf y Karbala. Echando leña a las tensiones sectarias, milicianos chiíes y hombres armados de las tribus han amenazado con vengarse de las muertes por su propia cuenta. Los comandantes norteamericanos se han puesto como objetivo prioritario dominar la región y están haciendo planes para enviar unidades blindadas del Ejército.
"Es un área con una mezcla de tipo realmente malos -maleantes y delincuentes, y terroristas", dijo un oficial en el cuartel general norteamericano en Bagdad. "Los terroristas entran y salen... a lo largo de líneas que van en todas direcciones".
La tierra se extiende hacia el oeste desde el Eúfrates. En la punta del triángulo está Mahmudiyah, una ciudad de edificios bajos de color ocre. Hacia el oeste está Yusufiyah. En el extremo sur se encuentra Iskandariyah. En el centro está Latifiyah, reconocidamente la ciudad más peligrosa de todas. Hombres con pañuelos de cabeza cuadriculados o balaclavas, habitualmente armados con rifles de asalto AK-47, levantan diariamente puestos de control, a veces bloqueando una calle con un coche, dicen los vecinos. Una vez volaron un puente en un canal para desviar el tráfico y transformar a los coches en presas más fáciles.
Un reportero iraquí que pasaba por Latifiyah la semana pasada dijo que atracadores armados había parado a un patrullero, matado a los cuatro hombres que viajaban en él y luego incendiado el vehículo. Cuando él pasó por ahí al día siguiente, el coche y los cuerpos calcinados todavía estaban ahí. El 4 de noviembre al menos 12 guardias nacionales fueron secuestrados y asesinados. Un mes antes, nueve agentes de policía murieron en una emboscada ahí.
Haciendo caso de las advertencias, los agentes de policía han renunciado, algunos de ellos haciendo pública su decisión escribiendo sus nombres en las paredes de las mezquitas, dijeron vecinos. Los rumores se han esparcido por la ciudad de los insurgentes, ofreciente recompensas: 1.000 dólares por un agente de policía, 2.000 dólares por un miembro de la Guardia Nacional, 10.000 por un periodista o traductor iraquí e incluso más por un extranjero. Fue en la ruta hacia Nayaf que desaparecieron el 20 de agosto dos periodistas franceses. Los hombres, Christian Chesnot y Georges Malbrunot, todavía siguen desaparecidos.
"¿Quién sabe cuándo volverán a atacar?", dijo Abu Mohammed.
Ha estado dos veces cerca de la muerte. Cuando se acercaba a un puesto de control, su chofer divisó a insurgentes armados y se volvió hacia Karbala. En otro puesto de control, el chofer retiró rápidamente los populares carteles de santos chiíes que adornan las ventanillas de muchas camionetas que hacen el trayecto. El chofer puso entonces un casete celebrando la resistencia sunní en Faluya, canciones acompañadas por tambores.
"Vive la gente de Faluya y las balas que los apoyan", dice una de las canciones.
Al oír el casete, los insurgentes les hicieron señales de que pasaran, dijo.
"Pasa, tío", le dijo un pistolero barbudo, recordó Abu Mohammed. ‘Tío' es un término cariñoso.
En las calles pobres del caótico barrio de Bagdad de Ciudad Sáder, donde en el pasado miles de personas hacían el viaje de dos horas hacia las ciudades santuario, la semana pasada choferes de furgonetas, taxis y mini-buses no tenían nada que hacer, esperando pasajeros y peregrinos.
"En Latifiyah todo el mundo tiene miedo", dijo Rahman Abdullah, 35, mientras fumaba un cigarrillo.
En el pasado, durante el festivo anual de tres días de Eid al-Fitr, Abdullah hizo diez viajes a Nayaf y Karbala. Este año, Abdullah hizo tres viajes durante el Eid la semana pasada, y su furgoneta blanca iba semi-vacía.
"Normalmente, la furgoneta se llenaba antes de que terminaras de tomarte el té", dijo Abdullah, parado en una acera. "Ahora todo lo que haces es estar sentado y tomar té -hoy, mañana y pasado mañana".
Una tendencia especialmente militante del islam sunní dentro de la resistencia, el wahhabismo, causa escalofríos a muchos chiíes. Para los insurgentes más fanáticos, los chiíes son herejes, incluso apóstatas, por la importancia que le prestan a Alí, el primo y cuñado del profeta Mahoma, que los chiíes, a diferencia de los sunníes, creen que era el heredero nombrado divinamente de Mahoma. Bajo la ley musulmana, la apostasía se castiga con la muerte.
Cada chofer tiene una historia. Abdullah seguía una vez una camioneta que llevaba un ataúd y que fue parada en un puesto de control el mes pasado, que iba en dirección hacia un cementerio chií en Nayaf. Los hombres en el puesto de control arrojaron el cadáver a la calle, lo rociaron con gasolina y le prendieron fuego, dijo.
Assad Qassim, otro chofer, asintió. Él iba detrás de otra camioneta que fue parada por siete pistoleros. Obligaron a los jóvenes a descender y les mandaron insultar a Alí. Los dos hombres se negaron, dijo, y fueron atados y aparentemente matados.
"Ellos actúan de acuerdo a su propio edicto religioso: Si matas a un chií, irás al cielo", dijo.
"Es como si llevaran pollos al mercado y los estuvieran sacrificando", dijo otro chofer, Haider Abdel-Zahra.
En un país donde los rumores sirven a veces como noticias, los relatos surgen de conversación en conversación. Verdad o no, todo el mundo cree en ellos. La semana pasada, los vecinos se contaron historias sobre un joven de pelo largo que fue empujado en un coche por los insurgentes. Su cuerpo apareció pocos días después en casa de su padre, con un impacto de bala en el pecho y parte de su cabello arrancado. Una carta encima del cadáver advertía que los que desobedecieran las leyes musulmanas serían matados. Los vecinos también contaron sobre una mujer cuyo cuerpo fue dejado en la calle. Aunque llevaba un velo, dijeron, fue aparentemente matada por llevar pantalones, que algunos consideran ajenos al islam.
En varias mezquitas chiíes, los predicadores han denunciado los asesinatos en sus sermones, y el derramamiento de sangre ha desencadenado temores de una guerra confesional. La milicia del Ejército de Mahdi del clérigo chií radical Moqtada Sáder opera supuestamente en la región, y los miembros de las tribus cuyos familiares se encontraban entre los 12 guardias nacionales asesinados por los insurgentes asolaron la región este mes y quemaron cuatro casas, dijeron los vecinos. En la sureña ciudad de Basra, se formó este mes un grupo que se llama a sí mismo las Brigadas de la Furia, declaradamente para proteger a los peregrinos, informó el diario árabe Al-Hayat.
"Yo agredo al que me agreda", dijo Abu Mohammed, y sus palabras sonaban tanto a lamento como a amenaza.

Bradley Graham, Bassam Sebti en Baghdad Saad Sarhan en Najaf contribuyeron a este reportaje.

23 de noviembre de 2004
25 de noviembre de 2004
©washington post
©traducción mQh

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