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putas gastronómicas


[Mandy Stadtmiller] Aceptan tu invitación a cenar. Son despampanantes. Eso es lo primero que ves.
¿Cómo podría un hombre resistir a llevar a cenar a estas damas, aunque sospeche que no pasará más allá del restaurante -más allá de los caros martinis-, sin la posibilidad de la bendición marital ni encamado?
Son las modernas -perdone señora Steinem- ‘putas de cenar’.
Inmortalizadas por frecuentes debates en Craiglist, y definidas más objetivamente en urbandictionary.com, el franco término no asusta a las modernas escoltas de hoy.
"El concepto de salir ha cambiado", dice la despampanante rubia de 26, Brooke Parkhurst, que calcula que en el curso de sus más de 200 salidas como puta de cenar se ha gastado en cuentas unos 30 mil dólares en Nueva York y otros sitios. "Normalmente las mujeres piensan que tienen que dar algo a cambio, mientras que yo creo que mi compañía es suficiente".
Del mismo modo, el moderno escolta masculino de hoy no tiene miedo de identificarse a sí mismo como un "vengativo puto de cenar". En Craiglist escribió alguien que había abandonado a su pareja, sin pagar la cuenta: "No, gracias, puta de cenar. No quiero ser tu ticket de comida".
Pero conoce a las damas, y decide entonces si no quieres invitarlas a cenar. Por ejemplo, Parkhurst, que dice que sus días de puta de cenar son cosa del pasado, ahora que está saliendo con un hombre que es fabuloso, obviamente, en la cocina.
"Es irónico", dice con una risa tonta. "Un puta de cenar reformada saliendo con un cocinero".
¿No conocía el término? Visite urbandictionary.com: "Una chica que busca exclusivamente una cena gratis o un regalo caro. Busca activamente a hombres de buena posición que la llevarán a cenar a restaurantes elegantes. Usualmente es suficientemente atractiva como para que el hombre ceda ante sus trucos femeninos".
Pero eso es sólo el principio.
Prepárense para entrar... al Club.
La primera regla de una puta de cenar, dice Parkhurst, que lleva la crónica de sus salidas en su bitácora Belle in the Big Apple, la ayudó a firmar un contrato con una editorial en noviembre, es que no debes decir que lo haces por oficio.
"El ego masculino piensa, por supuesto, que una chica de 25 realmente quiere salir con un hombre de 55 ", dice la novelista de SoHo y ex debutante sureña. "Pero él debería saber que es porque es él el que paga la cuenta".
La segunda regla de una puta de cenas es que no hablas sobre el tema. "Ahí es cuando empiezan a tener sospechas", dice. "Y se empiezan a desesperar".
La tercera regla: si alguna se pone bizca de aburrimiento, incomodidad o un aplastante sentido de patetismo, la velada termina -sin obligaciones. "Mi peor salida fue una con un tipo que me dejó 15 minutos en el patio, y volvió vestido con tacones de lucita de cuatro pulgadas, mallas y bragas. Era hora de despedirse".
Cuarta regla: Sólo una chica por cena. "A veces tus amigas pueden sacar provecho", confiesa. "Una vez mi pareja terminó pagando la comida de mi amiga, en Spice Market. Le dijo: ‘Lo vas a gastar de todos modos’".
Quinta regla: Una vez a la vez, chicas. "Y yo diría que debería haber una regla de tres salidas con el mismo tipo como máximo", dice, "porque después de eso se pone espeso".
Sexta regla: camisas caras, zapatos caros. "Gracias a Dios, tengo un vestido negro clásico, que puedo llevar siempre", dice. "La clave es tener una chaqueta fabulosa y tacos altos".
Séptima regla: Las cenas deben durar lo que duren. "O hasta que no puedas beber otra copa de champaña".
Y la octava y última regla es, si esta es tu primera salida como puta de cenar, tienes que pedir postre. "Al principio yo hacía eso", dice Parkhurst, "cuando no me importaba quedarme más tiempo".
Así, Belle in the Big Apple, nos lleva a una velada típica.
Ocho de la noche. "Por supuesto, primero tiene que jugar pelota vasca, ducharse y reunirse con él para un trago".
Nueve de la noche. ""Un club privado. Examina la lista de vinos, y pide el que quieras".
Nueve y media de la noche. "Aperitivos. Franceses y caros".
Diez de la noche. "Estás muerta de hambre, medio borracha, y ahora te empiezas a aburrir. Al principio, quiere saber todo, absolutamente todo sobre ti. Piensa que es maravilloso que yo tenga ilusiones, y habla sobre cómo a él lo obligó su madre a estudiar la profesión que estudió. Yo lo hago sentirse normal".
Once de la noche. "Él pide otro cóctel. Quizás oporto. Realmente se ha puesto a beber. Un poquito de comida en tu cuerpo, eso es lo ideal. Es cuando los más viejos quieren seguirla en un club, como Cain, y te pones a pensar que mejor no".
De medianoche a una de la mañana: "Tengo que poner fin a la velada. Estas son noches de semana, de lunes a jueves, que no son las noches buenas. Ten siempre la llave en la mano, de modo que puedas marcharte. Habla lo menos posible. Luego márchate. Llena y satisfecha".
¿Siente alguna vez remordimientos?
"Para la mayoría de ellos son gastos de representación", replica Parkhurst. "Los hombres dicen siempre: ‘Es sólo sexo. Es simplemente una noche’. Bueno, para mí es simplemente una cena. No siento pena por ellos. Los tipos tienen que preguntarse a sí mismos cuáles son sus intenciones". Muchas que han nadado en las aguas de las putas de cenar abandonan pronto. Como Blaise Kearsley, 33, escritora, fotógrafa y diseñadora de Brooklyn, que ha hecho una apta crónica de sus aventuras amorosas en su bitácora, Bazima. Aunque se dedicó al asunto de las putas de cenar, se describió a sí misma más como un "puta de recepciones" reformada.
"Era tan terrible que me pregunté por qué lo hacía", recuerda Kearsley, que tiene una relación de dos años. "Seguían trayendo comida que era asombroso, y mi pareja me decía: ‘No vas a creerlo’. Montones de vino, de postres, la mesa estaba constantemente llena. Pero la comida no compensaba la compañía".
Esta es una queja común de las putas de cenar reformadas. Michelle Fowler, 26, mejor conocida como Mimi Foe, y autora de una popular bitácora en Nueva York, es una periodista freelance de tres diplomas que a menudo suple la falta de dinero haciendo striptease en la ciudad. La nativa de Wales, que vive ahora en el centro, recuerda su primera experiencia como puta de cenar. Fue en Miami, en diciembre de 2002.
"Para mí, fue la oportunidad de ir a todos esos lugares estúpidos sobre los que lees en Us Weekly", dice. "Para él, yo era como un accesorio".
¿Cómo se compara su trabajo ocasional en clubes de caballeros con ser una puta de cenar?
"El striptease te da más libertad", dice. "En el restaurante tienes que ser más amable con el tipo. En un club de striptease puedes decir: ‘No lo estoy pasando bien. Lárgate’. En un restaurante, a menos que sea descaradamente rudo, tienes que respetar una especie de protocolo".
¿Y qué sobre el concepto de puta de almorzar, puta de desayunar? ¿Es posible?
"No deberías aceptar un brunch", dice Fowler. "Quiero decir, tendría que ser un brunch muy impresionante".
Piensa un rato.
"En realidad, ese sitio, Bed, sirve un brunch muy bonito", dice. "Con champaña. Eso es aceptable".Se puede escribir a la autora a mandy.stadtmiller@nypost.com

12 de enero de 2006

©new york post
©traducción mQh


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