Blogia
mQh

encanto y desencanto de las autobiografías falsas


[Anne Applebaum] La memoria era un éxito de ventas, una sensación literaria, una lectura obligatoria. Desafortunadamente, su material más sensacional y más convincente era inventado -un hecho sobre el que muchos de sus lectores se enteraron por medio de un polémico y muy mencionado programa de televisión.
No me refiero a la ‘memoria’ empapada en drogas, sangre y alcohol de James Frey, ‘A Million Little Pieces’, que llevó a las excusas sin precedentes de Oprah Winfrey la semana pasada. Estoy hablando de la ‘memoria’ ‘Pentimento’, de Lillian Hellman, publicada en 1973 y denunciada en el programa ‘The Dick Cavett Show’ por la escritora Mary McCarthy en un lenguaje significativamente más fulminante que el que estamos acostumbrados a oír en la televisión diurna: "Cada una de las palabras que escribió es una mentira", dijo McCarthy -una declaración mucho más memorable que la frase "Me siento timada", de Winfrey.
Pero lo que es interesante en una comparación de los dos libros no es que nos dicen sobre la evolución de los programas de entrevistas de Dick Cavett a Oprah -ese análisis deben hacerlo los profesores de estudios de los medios de comunicación- sino lo que nos dicen sobre la evolución de las invenciones literarias. La más famosa invención de Hellman fue un personaje llamado Julia, una amiga que supuestamente convenció a Hellman de introducir ilegalmente dinero en Alemania para ayudar a la resistencia anti-nazi. En ‘Pentimento’, las descripciones de Hellman de esa mítica entrada en tren en Alemania en 1937 son impactantes. Hay una niña en el compartimento del tren que hace demasiadas preguntas, un emotivo encuentro con Julia en una estación y varias otras escenas emocionalmente convincentes que nunca tuvieron lugar. El personaje Julia se deriva en realidad de la historia de vida de una mujer llamada Muriel Gardiner, a la que Hellman conocía, pero que nunca había encontrado personalmente.
Lo más extraordinario al releer ‘Pentimento’ (que no recomiendo necesariamente) es el pintoresco, casi anticuado heroísmo de la historia. Hellman se reinventa a sí misma y su amigo no existente como una mujer valiente y de principios, dispuesta a luchar por la causa justa incluso ante grandes peligros. En ese sentido, el trabajo de Hellman pertenece a una larga línea de fantasiosos, que se remonta al Barón von Munchausen y más allá -embaucadores que se inventaron a sí mismos como personas mejores, más valientes o con más sangre azul de lo que realmente eran o tenían.
Frey, en contraste, pertenece a una tradición de emergencia más reciente y que ha sido muy bien descrita por el escritor y psicólogo británico Anthony Daniels como la "toma literaria de la victimización". Estos embaucadores se reinventan a sí mismos no como héroes sino como víctimas, un estatus que a alcanzan a veces cambiando su origen étnico. Entre ellos se encuentra Bruno Grosjean, alias Binjamin Wilkomirski, cuya emotiva y galardonada historia ‘autobiográfica’ sobre su infancia en el campo de concentración Majdanek resultó ser la fantasía del hijo adoptivo de una rica pareja suiza. Otra fue Helen Darville, alias Helen Demidenko, cuya emotiva y galardonada historia ‘autobiográfica’ sobre una niña ucraniana cuyo padre era un antiguo oficial de las SS resultó ser la fantasía de una niña británica de clase media que vivía en los suburbios de Brisbane, Australia.
Y la tendencia continúa: En los últimos días todavía otro galardonado autor que se llama a sí mismo ‘Nasdijj’ y reclama ser el hijo de un violento vaquero y una india norteamericana alcohólica (y que, de niña, pasó hambre, fue "violado, golpeado, azotado y obligado en toda ocasión a trabajar en los campos", según dijo a un entrevistador), ha sido ‘descubierto’ como un escritor de novelas eróticas blanco llamado Timothy Barrus. Como escribió Daniels en New Criterion hace algunos años, "donde los fantasiosos se habrían inventado antes orígenes familiares de aristócratas privilegiados, ahora se inventan infancias rebosantes de miseria. Ahora es la ausencia de privilegios, no los privilegios, los que ahora confieren prestigio a la biografía de una persona".
En cuanto a Frey, se presentó no sólo como un delincuente juvenil sino como un personaje extravagantemente malo -"Yo era un tipo malo", dijo originalmente a Oprah. Fue la mayor parte de su vida, escribió, un delincuente alcohólico y drogadicto. Aunque su violencia y excesos en realidad se limitaron a su vulgar prosa, Frey es lo suficientemente listo como para darse cuenta de que la degradación moral es lo que, hoy por hoy, te procura admiración, fans y dinero.
No estoy escribiendo aquí un elogio a Lillian Hellman (cuyas otras fantasías incluyen una profunda creencia en la bondad del estalinismo), sino más bien señalando lo mucho que ha cambiado el mundo en treinta años. Antes admirábamos a la gente que decía haber peleado contra los nazis. Ahora admiramos a la gente que dice haber luchado contra su propia drogadicción -y los admiramos realmente, pero realmente si le han pegado a sacerdotes, peleado con los polis, despertado frecuentemente cubiertos por su propio vómito y pasado un montón de tiempo en la cárcel.

applebaumanne@yahoo.com

2 de febrero de 2006

©washington post
©traducción mQh

rss

0 comentarios