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quién está falsificando a los rusos


[Peter Finn] La estampida para comprar paisajes del siglo 19 inspira a falsificadores.
Moscú, Rusia. Valeri Uszhin, un adinerado vendedor de coches, quería una colección de arte. "Hace unos dos años, logré reunir el dinero", dijo. "Decidí comprar pinturas, arte ruso".
Uzhin empezó a coleccionar toda velocidad, una nueva tela cada dos semanas. En marzo del año pasado pagó a un marchante de arte de San Petersburgo 145 mil dólares por una pintura titulada ‘Día de verano’, de Alexander Kiselev, un maestro paisajista del siglo 19. Para cuando la colgó en su apartamento de Moscú, las paredes estaban cubiertas con una colección aparentemente de gran valor -30 piezas de arte del siglo 19 compradas por un total cercano a los cinco millones de dólares.
Pero a los meses hubo una desalentadora constatación: Expertos en arte determinaron, por medio de análisis científicos, que la pieza que Uszhin pensaba que era ‘Día de verano’ era de hecho una pintura terriblemente alterada de 1883, del artista danés Janus la Cour, ‘Camino en el bosque hacia una casa campesina’. Los investigadores determinaron que catorce meses antes de que Uszhin la comprara, alguien había pagado dos mil dólares por ella en una subasta en Copenhagen.
El la Cour remozado, ahora almacenado en el sótano de una comisaría, está en el centro de una de las estafas más lucrativas y técnicamente sofisticadas de arte internacional de los últimos años. Impulsada por la floreciente riqueza del país y el deseo de poseer recursos prestigiosos con un cachet patriótico, la clase alta rusa ha empujado al mercado de arte ruso a alturas sin precedentes. El frenesí también ha atraído a algunos estafadores muy calificados y eruditos.
Vladimir Petrov, curador en el museo estatal de Tretyakov en Moscú, dice que cree que los falsificadores se han llevado al menos 120 pinturas de paisajistas europeos menores del siglo 19 en subastas en Dinamarca, Alemania, Suiza, Suecia, Finlandia y Holanda, pagando de mil a 20 mil dólares por cada una. Después de retocarlas, las piezas han sido revendidos aquí por precios que van de 125 mil a un millón de dólares como obras de importantes artistas rusos del mismo período.
"Escogían las telas que tuvieran un montón en común con los pintores rusos", dice Petrov, que reconoce haber validado veinte falsificaciones antes de que empezara a sospechar simplemente por el volumen de una avalancha de pinturas sin precedente en el mercado en los últimos tres años. "Parece que hay varios grupos con profesionales de alto nivel trabajando en esto. Son expertos en arte ruso. Agregan unos pocos detalles rusos o remueven algunos detalles occidentales o a veces simplemente cambian la firma. Se aproximan bastante a todo. Extraordinario".
El pintura de la Cour, por ejemplo, describe unos árboles a lo largo de un camino de tierra. Una espesa maleza salpicada de flores azules y dientes de león se extiende desde los árboles hasta el borde del camino. Cerca, debajo de un cielo nublado, hay una granja de una sola planta.
Cuando llegó a manos de Uszhin, gran parte de la pintura original seguía siendo identificable. Pero para dar un aire más ruso a la escena, los árboles habían sido hechos más frondosos. La granja había desaparecido detrás de un nuevo follaje y un nuevo cielo.
El camino era más corto y más estrecho. Al primer plano se había agregado una pequeña poza de agua y, en la distancia, algunas casas de estilo ruso. La firma falsificada de Kiselev había sido agregada a la esquina inferior izquierda de la tela.
"Obviamente pensamos que Janus la Cour es parte de la cultura danesa, y como tal es profundamente inquietante que alguien destruya sus pinturas -independientemente del modesto precio de este incidente", dice Sebastian Hauge Lerche, director de Subastadores Bruun Rasmussen, de Copenhagen, que vendió el la Cour.
De este modo, los falsificadores también han ofrecido piezas de otros pintores reputados, como Ivan Shishkin, Vasily Polenov, Feodor Vasiliyev y Vladimir Orlovsky. La mitad de la colección de Uszhin son piezas de pintores europeos poco conocidos.
Utilizando catálogos de subastas, Petrov, un experto en arte ruso del siglo 19, ha compilado una carpeta de fotografías de pinturas antes y después de que fueran vendidas en Europa occidental y en qué se transformaron en Moscú. El encorvado investigador de 56 años está estudiando otras cien pinturas sospechosas vendidas en Rusia, pero no ha identificado todavía lo que cree que son originales occidentales.
Moscú se jactaba de una próspera escena artística en el siglo 19. Muchos de los mecenas de los artistas eran marchantes que buscaban representaciones idealizadas de Rusia, como muchos compradores, tanto aquí como en el extranjero, en el auge del mercado actual.
Las más importantes casas de subastas, como Christie y Sotheby, aumentaron al doble sus facturaciones en Londres de un año a otro. En 2005, ambas casas vendieron arte ruso por un valor de unos sesenta millones de dólares. Gran parte de las pinturas volvieron a Rusia. Los precios por obras de artistas como Kiselev han aumentado cuarenta veces su valor en los últimos diez años, según marchantes.
"Los nuevos rusos quieren coleccionar arte ruso y están dispuestos a gastar mucho dinero en ello", dice Ugor Tarnogradsky, un marchante y coleccionista de Moscú.
La estafa fue facilitada por el hecho de que en Rusia es común que trabajos previamente desconocidos, pero genuinos, aparezcan repentinamente en el mercado. Debido a los trastornos de la Revolución Rusa y de la Segunda Guerra Mundial, muchas pinturas permanecieron ocultas durante generaciones, llevadas al extranjero por exiliados o confiscadas por las autoridades de gobierno, de acuerdo a marchantes de arte.
Oleg Tairov, dueño de una galería en la Casa Central de Artistas de Moscú, dice que él compró un alijo de arte ruso del siglo 19 a un ex coronel de la KGB y sólo puede imaginar cómo la adquirió el militar. "La propiedad fue redistribuida y las cosas fueron robadas de colecciones privadas", dijo Tairov, que es miembro de la Confederación Internacional de Anticuarios y Marchantes de Arte. "El principal problema en el mercado ruso es el origen".
La primera compra de Uszhin, por 150 mil dólares a principios de 2004, le fue presentada como una pieza de Orlovsky, titulada ‘Estanque de lirios’.
Uszhin compró la pintura a Tatiana e Igor Preobrazhensky, una pareja que poseía una galería en San Petersburgo, con oficinas en Moscú. "Vino a mi casa para colgar la primera pintura de la pared, y le dije: ‘Tú me harás la colección’", dijo Uszhin en una entrevista en una concesionaria Hyundai en Moscú.
Uszhin no compraba sin asesoría. Una asesoría de una de las principales instituciones artísticas de Moscú, el Centro Grabar de Restauración Artístico-Científica de Rusia, confirmó que la pintura ‘Estanque de lirios’ y otras que había comprado eran genuinas.
La primavera pasada, dijo Uszhin, uno de sus amigos, un aficionado del arte que sospechaba especialmente de varios de los Kiselev que había comprado, propuso pedir una segunda opinión sobre su autenticidad. Los expertos de Tretyakov mostraron serias dudas sobre las cinco pinturas que había comprado.
Un subsecuente aluvión de pruebas en el instituto privado Consultoría de Arte, entre ellas varios análisis químicos de capas de pintura, revelaron que las firmas eran falsas y que algunas de las pinturas habían sido modificadas. Entre las falsificaciones que había comprado Uszhin estaba su primera adquisición, ‘Estanque de lirios’.
Los Preobrazhensky fueron detenidos en octubre y siguen en un centro de detención a la espera del juicio. La pareja, las únicas personas detenidas en conexión con este tipo de falsificación, ha negado que supieran que estaban vendiendo pinturas adulteradas, dijo su abogado a periodistas rusos, sugiriendo que sus clientes fueron engañados por los marchantes que les vendieron las obras. No está claro quién compró originalmente las pinturas en Europa occidental y las hizo modificar.
"La investigación sigue en curso, y todavía estamos reuniendo evidencias", dijo Gennady Melnik, portavoz del comité de investigación del ministerio ruso del Interior. "Es todo lo que puedo decir por el momento".
Debido a la complejidad de la estafa y a la escala de los beneficios generados, Petrov cree que hay varios implicados. Dijo que la estafa ciertamente no se confinaba a la pareja de marchantes como los Preobrazhensky, que pueden haber sido, como él, engañados por la calidad de las falsificaciones.
En realidad en mayo de 2004, Sotheby fue casi timada por una pintura rusa fraudulenta, y pudo retirar de una subasta a último minuto una obra que había sido atribuida a Shishkin y tasada en un millón 250 mil dólares. Titulada ‘Paisaje con arroyo’, era acompañada de un certificado de la galería Tretyakov confirmando que era un Shishkin genuino. Antes de la subasta un comentario de Sotheby contrastaba la pintura con "el estilo más libre de las obras más maduras de Shishkin".
De hecho, la pintura era del pintor holandés del siglo 19, Marinus Koekkoek, y había sido vendida un año antes en Estocolmo por 62 mil dólares. Para cuando llegó a Londres, los elementos que la pudieran identificar como occidental, incluyendo cuatro figuras humanas, habían sido removidos.
De acuerdo a Petrov, los falsificadores frecuentan casas de subasta europeas a la búsqueda de pinturas pintadas en la misma época y en el mismo estilo que las pinturas de reputados artistas rusos. Los falsificadores a menudo humedecen la pintura para hacer agregados y ajustes, incluyendo las firmas. Se ha eliminado a adultos y vacas. Y se han agregado niños y gansos. Los falsificadores vuelven a barnizar la obra y a veces agregan lo que se conoce en el oficio como craquelure, una superficie con grietas delgadísimas que indican envejecimiento.
Un análisis normal, que incluye una evaluación visual del estilo y un análisis ultravioleta de elementos tales como la firma, a menudo ignora los engaños. Además, la tela y casi toda la pintura, son auténticamente del siglo 19.
"El nivel de falsificación es tan alto y tan profesional que ahora incluso nuestros expertos, que son muy calificados fueron incapaces de descubrir que las telas eran falsas", dijo Anna Kiseleva, directora del departamento de expertos de Grabar. "Tuvimos reuniones con la comisión de expertos, y muchos de ellos confirmaron que las piezas eran originales. Así que ese fue nuestro desafortunado error".
Los compradores se muestran más cautos en los últimos meses, de acuerdo a marchantes como Tairov, que se preocupa de que la cacería de Petrov de falsificaciones se ha hecho tan implacable que está arrojando dudas sobre obras legítimas.
Ahora Petrov viaja con dos guardaespaldas. "He recibido amenazas", dijo, dando una pitada a uno de los cigarrillos sin filtro que fuma constantemente.
La mayoría de la gente que compró arte falso no se ha dado a conocer. "Son muy ricos y muy importantes y eluden la publicidad", dijo el marchante de Tarnogradsky, que tiene un cliente que está tratando de encontrar a otro marchantes para recuperar el dinero de una falsificación que compró.
En la tienda de Tarnogradsky, Petrov observaba mientras dos asistentes sacaban una enorme tela enmarcada del sótano. Un cliente la había comprado como una Polenov por 450 mil dólares cuando de hecho fue pintada por el pintor alemán Max Roman y vendida en Viena por ocho mil quinientos dólares. En 2003 Petrov certificó que era un original.
Un inconveniente acueducto romano en el original había sido tapado; de otro modo, el paisaje pasaba por el norte o centro de Rusia. El fraude fue descubierto cuando el año pasado su propietario moscovita trató de vender la pintura, y un examen más detenido descubrió que era una falsificación.
"Mi cliente me dijo que lo arrojara a la basura", dijo Tarnogradsky, "pero lo conservo como ejemplo".

28 de enero de 2006
©washington post
©traducción mQh
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